Medio Oriente - Asia - Africa
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Israel: el descontrol
Editorial de La Jornada
los incesantes ataques militares israelíes contra blancos civiles en Gaza
ayer fueron asesinados nueve integrantes de una familia, y una decena de niños
resultaron heridos cuando la aviación de Tel Aviv destruyó el Ministerio de
Relaciones Exteriores palestino ha de agregarse la incursión y los bombardeos
del Estado hebreo contra Líbano, luego de que la organización Hezbollah diera
muerte a una decena de efectivos de Israel y capturara a otros dos. En su
torpeza criminal, el gobierno de Ehud Olmert ha aplicado contra su vecino del
norte la misma estrategia que en Gaza: destruir la infraestructura civil varios
puentes y una central eléctrica han sido demolidos por las bombas, en lo que se
describe como un afán de rescatar con vida a sus militares secuestrados, pero
que constituye evidentes represalias contra las poblaciones y castigos
colectivos que contravienen las normas internacionales e implican graves
violaciones a los derechos humanos de libaneses y de palestinos.
Es significativo que ningún ataque terrorista de los muchos perpetrados contra
civiles israelíes haya sido seguido por una respuesta tan vesánica y
descontrolada como la que padecen en estas horas los habitantes de la franja de
Gaza y del sur de Líbano, por más que las agresiones a personas inocentes y
desarmadas son repudiables e inaceptables. En cambio, operativos como los
realizados por las facciones palestinas contra posiciones militares en el sur y
norte de Israel son acciones legítimas de guerra de un pueblo despojado,
oprimido, saqueado, humillado y masacrado por una potencia armada con la más
compleja tecnología militar y hasta con bombas nucleares y respaldada por un
flujo astronómico e inagotable de dólares estadunidenses.
Al parecer, en el curso de las dos intifadas los gobernantes israelíes se
habían acostumbrado a la cómoda ausencia de bajas militares en su lado y a
diezmar con plena impunidad a los habitantes de los territorios palestinos
ocupados. Pero, con los recientes ataques palestinos a posiciones castrenses de
Tel Aviv, el conflicto parece estar entrando en una nueva lógica, alejada del
terrorismo e inscrita en una guerra de resistencia nacional. De ser así, el
cambio dará nuevos márgenes de legitimidad a la causa palestina, porque si los
atentados dinamiteros contra objetivos civiles son una práctica condenable y
repugnante independientemente de las motivaciones de fondo, los operativos
contra un ejército invasor y genocida resultan inatacables desde cualquier
postura ética y política.
Se explicaría, así, la ferocidad y la ceguera de la respuesta de Tel Aviv, cuyo
régimen ha amenazado a Líbano con causarle un retroceso de 20 años en su
infraestructura. Pero no debe perderse de vista que el cumplimiento de la
amenaza podría provocar un retroceso similar en la situación geopolítica del
propio Israel, y que una ofensiva en gran escala contra Líbano podría producir
un resultado del todo indeseable para el Estado hebreo: reunificar en su contra
a sus vecinos árabes, por hoy desentendidos del drama palestino e inmersos en
sus propios asuntos, y desembocar, incluso, en una nueva guerra árabe-israelí.
Pese a los ataques de la aviación y la artillería terrestre de Israel contra
objetivos civiles libaneses, y en medio de la nueva incursión criminal de Tel
Aviv en Gaza y Cisjordania, el camino a la paz sigue estando claro: la clase
política israelí debe resignarse a reintegrar Gaza, Cisjordania y la Jerusalén
oriental a sus legítimos propietarios, permitir la conformación de un Estado
palestino y reconocer el derecho al retorno o a la indemnización justa de los
árabes expulsados de sus tierras desde 1948. Tales acciones son la clave de la
seguridad nacional del Estado judío y de una vecindad pacífica y fructífera con
todos sus vecinos.