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EEUU-Irán, una crisis que ya dura 27 años
Roberto Montoya
El Mundo
George W. Bush logró lo que su padre no pudo hacer: derrocar a Sadam Husein. Tal
vez eso le estimule a intentar ahora lo que otros presidentes, desde Carter en
adelante, tampoco consiguieron: la caída del régimen islámico iraní. La decisión
del ultraconservador Ahmadineyad de terminar con la moratoria de enriquecimiento
de uranio y su provocadora retórica dan a Washington la excusa para volver a
poner a Irán en el blanco de su diana.
Los tambores de guerra contra Irán han sonado más o menos fuertes a lo largo
del último cuarto de siglo, desde el mismo momento que el ayatolá Jomeini llegó
al poder en 1979, y George W. Bush ha encontrado su gran oportunidad para
centrar los ojos de la comunidad internacional en Teherán después de que Mahmud
Ahmadineyad autoproclamara el 11 de abril pasado a bombo y platillo la entrada
de su país como nuevo socio del club de las potencias nucleares.Irán hizo alarde
entonces de contar ya con sus primeras centrifugadoras con capacidad de
enriquecer uranio.
A pesar de que el ultraconservador Ahmadineyad intenta capitalizar para su
régimen ese triunfo, insuflando patriotismo en su pueblo y rentabilizando
políticamente el nuevo poder que su programa nuclear le puede dar en la región,
en realidad él llegó al poder en 2005, por lo que ha sido durante gobiernos
reformistas anteriores cuando los científicos iraníes lograron los avances
técnicos que hoy han logrado finalmente dar a luz. Los expertos del OIEA
(Organismo Internacional de la Energía Atómica, fundado en 1957, con 139 Estados
miembros) reconocen que aunque no fuera verdad que Teherán persiga sólo un uso
civil de esa energía -generar electricidad tal como sostiene-, sino también
militar -elaborar bombas nucleares-, tardaría muchos años en lograrlo.
¿Quién tiene armas?
Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Estados
Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China, son quienes tienen legalmente armas
nucleares y han realizado pruebas con ellas. Sólo EEUU las ha utilizado en
conflictos bélicos, contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el 6
y 9 de agosto de 1945, matando a cientos de miles de personas. A partir de la
creación del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) en 1968, los cinco
grandes se comprometieron a abogar por el desarme, a facilitar el acceso a la
tecnología nuclear para uso civil al resto de los países, erigiéndose a su vez
en garantes de que otros países no pudieran acceder al arma atómica.
Sin embargo, varios países han desarrollado posteriormente armas nucleares,
fundamentalmente Pakistán, la India e Israel, ninguno de ellos signatario del
TNP. Corea del Norte, que sí lo era, pero del que se salió en 2003, asegura
también tener la bomba atómica. El reciente acuerdo de cooperación nuclear entre
EEUU y la India, país que realizó su primera prueba nuclear en 1974 y que desde
1998 es considerado potencia nuclear, oficializa de hecho la entrada de ese país
de 1.000 millones de habitantes en el club de las cinco potencias atómicas, sin
que se haya comprometido a firmar, sin embargo, el TNP. La India sigue por tanto
sin someterse al control de los expertos del OIEA, ante los que,
paradójicamente, sí se somete Irán. Aunque lo quisiera, y es muy probable que lo
quiera, tendría un retraso de décadas con respecto a la India, Pakistán e Israel
en el desarrollo de armas nucleares. Y esa es una de las denuncias que siempre
ha hecho Irán, la del doble rasero que se utiliza hacia su país. A pesar de ser
miembro del TNP, que le autoriza a enriquecer uranio para uso civil, y a pesar
de haber firmado su Protocolo Adicional y aceptado exhaustivas inspecciones del
OIEA, cada vez se le ha exigido más y más condiciones, como a ningún otro país.
Durante años renunció incluso voluntariamente a su derecho a enriquecer uranio.
Hasta que llegó Mahmud Ahmadineyad al poder y dijo ¡basta!
Aunque enriquecer uranio no viola los acuerdos del TNP, las bravuconadas de
Ahmadineyad, sus constantes alusiones a que Israel tendría que desaparecer del
mapa y su negación del Holocausto muestran que quiere jugar con la ambigüedad de
cuál es el fin último de su programa nuclear. Al alardear precisamente con la
entrada de Irán en el club de las potencias nucleares Ahmadineyad busca no sólo
fomentar el nacionalismo iraní y unir alrededor suyo a su pueblo. También
recuerda a todos, y especialmente a EEUU, el poder que le da su influencia sobre
su vecino Irak, con una población también mayoritariamente chií (el 60% de los
habitantes de Irak).
Crisis EEUU-UE en los 90
Igualmente utiliza la fuerza que le da el ser uno de los más poderosos
productores de petróleo del mundo, planeando incluso lanzar una bolsa petrolera
en euros, que ya funciona de forma experimental y que afectaría enormemente al
dólar. Ahmadineyad intenta asimismo con sus provocadores discursos erigirse en
el líder de más influencia en el inmenso y convulsionado mundo islámico.
Cuando planean sobre Irán la sombra de, al menos, un paquete de sanciones,
difícil de consensuar en el Consejo de Seguridad dada la importancia de los
intereses que se juegan sobre todo China y Rusia, es necesario recordar que Irán
es objeto en realidad de sanciones desde 1979. Incluso, hace 10 años, en una
situación muy distinta de las actuales relaciones transatlánticas, la aplicación
unilateral de sanciones por parte de Estados Unidos dio motivo a una seria
crisis con la Unión Europea.
Durante la Administración Clinton, en 1996, entró en vigor la Libyan-Iran-Sanctions
Act, conocida como Ley Kennedy-D'Amato, por el nombre de sus promotores. Por
medio de ésta se estableció que a aquellas empresas extranjeras que invirtieran
en Irán o Libia por valor de más de 40 millones de dólares, especialmente en
proyectos energéticos, se las sancionaría prohibiéndoles exportar mercancías a
EEUU, o comprar bienes o recibir cualquier tipo de servicios del Gobierno
federal.
Asimismo, no podían recibir préstamos de entidades estadounidenses, algo similar
a las sanciones contempladas por la ley Helms-Burton para quienes comerciaban y
comercian aún con Cuba. Esto afectaba a proyectos de varias empresas petroleras
europeas, entre ellas los de Repsol, en Libia.
Finalmente la UE amenazó a la Administración Clinton con tomar represalias
económicas y recurrir a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y obtuvo así
una excepción en la aplicación en la Ley Kennedy-D'Amato, al igual que en la Ley
Helms-Burton, para que no se sancionara a los países miembros de la UE que
comerciaran con Libia o Irán. Paradójicamente, muchos años más tarde, en 2005,
se revelaría que Halliburton, la empresa de la que era en ese momento alto
ejecutivo el actual vicepresidente Dick Cheney, vendió durante esa época
componentes para una planta nuclear iraní a través de la Oriental Oil Kish, una
de las principales empresas privadas petroleras de Irán, violando así la
legislación de EEUU. En 2005 EEUU aprobó también la Enmienda Collins que
igualmente penaliza a quienes negocien con Irán, Libia o Siria.
Irán, los talibán y Al Qaeda
Durante la era Clinton el régimen de los ayatolá era calificado de enemigo
número 1 y también entonces el Pentágono mostraba supuestas fábricas de armas de
destrucción masiva en territorio iraní. Había un clima prebélico. Hubo
importantes atentados contra viviendas de militares norteamericanos en Arabia
Saudí en 1996 y la CIA intentó relacionar a Irán con ellos.
Sólo mucho tiempo después se supo que eran obra de Al Qaeda, la misma
organización que ya tres años antes había cometido su primer atentado contra las
Torres Gemelas y que posteriormente cometería varios graves atentados más pero
que, paradójicamente, hasta 1999 el Departamento de Estado no la incorporaría en
su lista de organizaciones terroristas.
Luego se podría comprobar que Al Qaeda pertenecía a una rama suní wahabí que
precisamente nada tenía que ver con la chií en el poder en Irán y que tan falsa
era esa relación, como la que se intentó establecer entre Bin Laden y Sadam
Husein. Después del 11-S varios medios estadounidenses se hicieron eco también
de «fuentes del Pentágono y de Inteligencia» [The New York Times del 11 de enero
de 2002, por ejemplo], según las cuales, Irán habría dado «refugio» a
combatientes de Al Qaeda para después lanzarlos contra las tropas de EEUU en
Afganistán.
Sin embargo, siempre se intentó relativizar y hasta ocultar la colaboración del
régimen iraní con la Alianza del Norte contra el régimen de los talibán, como se
minimizó tras el 11-S el hecho de que el vicecanciller iraní, Javad Zarif,
enviara al secretario general de la ONU, Kofi Annan, una carpeta con la foto de
290 sospechosos de pertenecer a Al Qaeda que habían huido de Afganistán y habían
sido capturados al intentar buscar refugio en Irán.Como éstas hubo numerosas
otras mentiras e intoxicaciones lanzadas contra el régimen de los ayatolás a lo
largo de los últimos 27 años, que han generado una serie de tópicos y prejuicios
sobre Teherán a nivel internacional.
Relación simbiótica
Lejos de ayudar a la comunidad internacional a entender los verdaderos problemas
que sufre la población iraní y ver cómo ayudarla, la agresiva e interesada
política llevada a cabo por EEUU para recuperar el control de ese riquísimo país
del Golfo, termina ayudando al ultra Ahmadineyad, que usa para beneficio propio
el discurso nacionalista contra el ataque recibido del exterior. A pesar de sus
crecientes amenazas EEUU sabe bien que abrir un nuevo frente bélico en un país
islámico y petrolero cuando no sabe como cerrar los de Irak y Afganistán, es
jugar con fuego. Por el momento, mantener el tono belicista al menos le puede
valer para intentar recuperar su popularidad, actualmente en su mínimo
histórico, antes de las elecciones legislativas de noviembre.EEUU juega una vez
más, al poner en marcha su propaganda de guerra y su intoxicación mediática, con
la falta de memoria histórica de la comunidad internacional. En esa relación
simbiótica que parece haber establecido con Bush, Ahmadineyad también podría
beneficiarse por ahora, política y económicamente de esa tensión, pero él
también juega con fuego.
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