Medio Oriente - Asia - Africa
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Hambrientos y bajo el
shock de las bombas israelíes
Prosiguen en medio de la indiferencia internacional
los bombardeos israelíes sobre zonas habitadas de Gaza
Amira Hass
Haaretz
Traducido del inglés para Rebelión por LB
GAZA.- ¿Dónde caerá el siguiente proyectil? Ésa es la cuestión. No si
llegará, sino cuándo lo hará, sobre quién descargará y de qué clase será.
L. de cinco años de edad, cree que la solución consiste en dormir todas las
noches en la cama de sus padres para quedar resguardado del bombardeo. Pero ni
siquiera allí consigue conciliar el sueño a causa de la inquietud y al miedo. En
el jardín de infancia situado en el patio exterior de la casa los niños hablan
todo el tiempo sobre los "booms" que llenan sus jornadas. Booms desde el
mar y booms desde tierra. Día y noche. A veces hasta tres por minuto, a
veces tres por hora. A veces simultáneamente desde el mar y la tierra. El aire
se estremece, una bandada de pájaros se lanza al vuelo presa del pánico y por
espacio de un minuto reina un silencio preñado de terror. ¿Hay bajas? ¿Quién,
dónde, cuántas? Aunque los padres consigan ocultar a la mirada de sus hijos
fotografías de los otros niños que han resultado muertos o heridos por las
bombas, los niños de más edad se explayan explicando los sangrientos detalles a
partir de lo que han visto en la tele o leído en los periódicos. Así van
reforzando el miedo unos a otros.
En un barrio agrícola próximo a la frontera septentrional de la Franja de Gaza,
al norte de Beit Lahiyeh, los temores se hacen reales por obra y gracia de la
metralla que ha caído en infinidad de ocasiones sobre los tejados de asbestos.
Los padres han enviado a sus hijos a casa de parientes que viven en la ciudad de
Gaza, para que puedan ir a la escuela lejos de las bombas. "En nuestro
vecindario no ha muerto nadie todavía", dice cínicamente Z. Sin embargo, las
bombas se han cobrado su peaje: dos asnos, unas cuantas ovejas y un puñado de
gallinas.
En el norte de la Franja de Gaza miles de familias campesinas aguardan para
regresar a trabajar a sus tierras, que han sido destruidas por los bulldozers
del ejército israelí durante los últimos cinco años. Inmediatamente después de
la salida del ejército israelí de la Franja de Gaza, contingentes palestinos
gubernamentales y no gubernamentales trabajaron conjuntamente para rehabilitar
la tierra calcinada. Cavaron, araron y distribuyeran semillas y plantones. Pero
a los campesinos les da miedo regresar a sus campos.
Z. pasó muchos años en la cárcel, al igual que su hermano. Otro hermano estaba
en situación de búsqueda y captura hasta que finalmente lo asesinaron. Z. dice
que más de una vez ha impedido a grupos armados disparar cohetes desde su área.
El historial de su familia le confiere la suficiente autoridad para encararse a
ellos y decirles que "ya basta de destrucción y derramamiento de sangre, no
os tenemos miedo. Combatir a la ocupación con vuestros cohetes de fabricación
casera no reporta ningún beneficio".
En lugares donde residen familias grandes y fuertes, tales como Beit Hanoun, han
conseguido expulsar a los lanzadores de cohetes en varias ocasiones. Ahora éstos
utilizan espacios más abiertos o zonas donde las familias son menos fuertes,
tales como Beit Lahiyeh.
En el curso de una reunión de alumnos celebrada hace dos semanas, se levantaron
voces airadas para decir: "¡Que disparen sus cohetes desde donde están, en
[el campamento de refugiados de] Sheikh Radwan!". Pero la gente no
exterioriza en su cólera en público contra los lanzadores de cohetes. "De
todas formas, les disparen cohetes o no, los israelíes siempre bombardean",
es la inequívoca conclusión en Gaza. Z. dice: "Ahora no hay cohetes en
nuestra área, sólo bombardeos israelíes. Yo actúo como guardián protegiendo a
los israelíes e impidiendo que los grupos armados disparen cohetes aquí. A pesar
de ello, las bombas siguen cayendo en nuestra área".
"En Israel hay una ley que obliga a cada soldado a lanzar una bomba por hora",
dice B. Vive en una urbanización nueva situada al norte de la Franja de Gaza
donde residen muchos policías palestinos que regresaron del extranjero. Ya han
caído tres bombas en su urbanización pero por milagro nadie ha muerto. En cierta
ocasión una bomba cayó sobre una balaustrada de hierro, otra vez en un patio y
una tercera no estalló. Están tan cerca del checkpoint Erez, en la frontera, que
pueden oír cuando los israelíes disparan sus proyectiles; los oyen silbar por
encima de sus cabezas, estrellarse contra la tierra y explotar. Este miércoles
por la mañana fue extraño, dijo. A las nueve de la mañana aún no habían
disparado ninguna bomba.
La esposa de B. dio a luz hace dos semanas y vive temporalmente con sus padres
en la ciudad de Gaza, pero planea regresar a su casa hoy (viernes). "¿Adónde
vamos a ir? Somos como todos los habitantes de Gaza. Si no nos bombardean por
tierra o por mar nos lanzarán un misil desde un reactor o desde un avión espía.
Al principio los muchachos que disparaban los cohetes entre nosotros solían
moverse a nuestro alrededor. Como policía que soy tengo instrucciones de impedir
que disparen. Los hemos expulsado de aquí varias veces. Pero yo también, en mi
calidad de policía, me he convertido en blanco de los bombardeos. Haya o no haya
cohetes, ustedes nos bombardean. Aquí todo el mundo camina aturdido, insomne por
el miedo que le produce el fragor de las explosiones. Permanecemos sentados en
nuestras casas, aguardando a ver quién morirá antes".
El desastre del bombardeo próximo a su casa ha hecho que el desastre de la
situación económica le parezca menos grave a B. No ha percibido su salario de
policía, y tampoco lo han recibido los otros empleados del sector público y de
seguridad de la Administración Palestina. Israel no transfiere el dinero que
recauda de los impuestos sobre bienes importados a través de sus puertos. USA y
Europa han cancelado su ayuda a la Autoridad Palestina. Los salarios de 140.000
familias de Cisjordania y de la Franja de Gaza, equivalentes a cerca de
1.000-2.000 shekels mensuales por familia, hace ya tres semanas que no se han
cobrado.
"Mi situación es buena. Mi sueldo no llegó al banco pero puedo comprar en la
tienda a crédito", explica B. "¿Qué pueden hacer los desempleados? Nadie
les vende nada, ni siquiera a crédito".
El padre de L. está en paro. Es ingeniero y le prometieron un nuevo empleo en
uno de los proyectos de infraestructuras impulsados por el DIASU, un fondo de
ayuda estadounidense. Sin embargo, en la actualidad el fondo ha cancelado sus
donaciones para los proyectos que tenía previsto desarrollar a través de la
Autoridad Palestina y de sus oficinas gubernamentales. Los contratistas que
conoce ni siquiera responden a las ofertas que se publican en los periódicos. "Para
qué", dice uno de ellos. "No podemos asumir ningún compromiso: no sabemos
cuándo llegarán las materias primas, cuándo Israel abrirá y cerrará los retenes.
No podemos calcular el plazo de ejecución de una obra porque todo depende de la
materia prima. No puedo comprometerme a abonar el salario de los trabajadores
porque no sé cuándo podrán pagarme a mí los que me encargan el trabajo".
Hasta los tenderos están en paro: no hay clientes, no hay bienes, no tiene
sentido mantenerlos o pagar por ellos con unos ingresos que no existen.
El supermercado del barrio de los maestros de Tel el-Hawa, Gaza, se cerró
durante dos días y sus trabajadores fueron enviados a casa con baja forzosa. El
miércoles por la tarde no había ningún comprador en el supermercado el-Kishawi
del barrio de Rimal y sus estantes estaban medio vacíos. Algunos padres,
inquietos, dijeron: no podremos pagar la matrícula de la universidad el mes que
viene.
También las carreteras están vacías: el centro de la ciudad de Gaza ya no está
bloqueado por el tráfico como solía estarlo antes. El vacío se hace sentir
especialmente después de las 14:30, la hora en que escolares y empleados
regresan a casa. Las carreteras están vacías porque la gente está economizando:
no compran, no quieren gastar en transporte, no quieren gastar en gas. Aunque
las legumbres son muy baratas, incluso los mercados están vacíos. Las legumbres
no pueden comercializarse en Cisjordania y han inundado Gaza y Rafah. Incluso se
ha sugerido que se distribuyan gratuitamente a través organizaciones no
gubernamentales. Las carreteras están vacías, también por miedo: miedo de que un
proyectil o un misil pueda explotar en cualquier momento.
"No me extraña que Israel nos bombardee de esta forma", dice H., un
activista de Hamas. "Forma parte de su naturaleza; es lo que han hecho
siempre. Los que sí me sorprenden son ésos de entre nosotros que hacen todo lo
posible para zancadillear al Gobierno". En las calles la gente no apunta con
dedo acusador a los palestinos que lanzan cohetes contra Israel "porque todo
el mundo está ocupado con sus salarios inexistentes, tratando de ahorrar dinero,
atenazado por el miedo que les producen los proyectiles que dispara Israel y
presa de ansiedad por el futuro", dice M., contrario por lo demás al
lanzamiento de cohetes. S., que también se opone a ellos, se queja de que la
gente está atascada en una mentalidad de "reacción y venganza" que les
hace dar su aprobación a los lanzamientos de cohetes.
Pero dentro de Hamas se han alzado algunas voces acusatorias que afirman que
detrás de quienes lanzan los cohetes se encuentran altos funcionarios de Fatah,
que estarían azuzando el lanzamiento de cohetes con la intención de aumentar el
caos político y de seguridad y de crear mayor presión sobre el Gobierno y
forzarlo a la dimisión. Una parte se dedica a lanzar acusaciones y la otra a
refutarlas.
Un trabajador de una ONG sin vínculos con ninguno de los dos bandos afirma que,
en su opinión, se trata de una acusación infundada. "El Fath oficial se opone
a los lanzamientos de cohetes. Los grupos que continúan lanzándolos son los que
están en la órbita de los grupos armados islámicos", dice, citando a fuentes
propias bien informadas.
Sin embargo, confirma, altos funcionarios de Fatah están ciertamente detrás de
la campaña de agitación verbal que se está librando contra el nuevo Gobierno [de
Hamas]. Ellos son los que alientan las quejas de que el Gobierno no paga los
salarios y de que, por consiguiente, no cumple sus obligaciones, como si fuera
la primera vez que un Gobierno palestino se retrasara en el pago de las nóminas,
como si la responsabilidad de ese retraso fuera exclusivamente suya. También
están atizando quejas de que los ministros [de Hamas] están subvencionando a
asesores o altos funcionarios conocidos por su apoyo a Hamas, mientras que en el
pasado la mayor parte de los funcionarios del sector público eran gente conocida
por su apoyo a Fatah, y quejas de que los ministros de Hamas no son tan
inteligentes y capaces como se esperaba.
En la población conviven dos puntos de vista encontrados. Están los que se
quejan de que el movimiento Hamas debería haber tomado en cuenta la respuesta
israelí e internacional cuando concurrió a las elecciones al Parlamento con
autonomía limitada y cuando decidió formar un Gobierno limitado de antemano. En
otras palabras, debería haber adoptado decisiones diferentes según su habilidad
política: no formar un Gobierno o aceptar las condiciones de Abu Mazen y crear
una plataforma que hiciera imposible que todo el mundo boicoteara al pueblo
palestino e impusiera una nueva sanción económica y política. Cada día que pasa
otro país anuncia su disposición a cancelar la ayuda económica que durante los
últimos cinco años ha constituido el oxígeno de la nación palestina. El último
en hacerlo, de momento, ha sido Japón. Los bancos israelíes no transfieren
dinero a los bancos palestinos. El Banco Árabe no está preparado para conceder
los préstamos gubernamentales. Incluso si Irán y Qatar envían dinero a la
Autoridad Palestina, ¿cómo podrá llegarle? Debe pasar por el Banco Central
israelí, que, por descontado, se negará a realizar la transacción.
La otra escuela de pensamiento aglutina a gente como Z., que no apoya a Hamas.
Está convencido de que la presión tendrá el efecto contrario: simplemente
reforzará el apoyo popular al Gobierno.
Pero todo el mundo tiene miedo de que, además del golpe a su seguridad —en la
forma de proyectiles— y además del golpe económico, haya un tercer golpe, que se
traducirá en la una explosión que estallará cuando las tensiones entre Hamas y
Fatah aumenten más aún. Hace aproximadamente diez días militantes de Fatah
bloquearon la ruta del primer ministro Ismail Haniyeh. El primer ministro optó
por no armar un escándalo por ese asunto. El martes pasado, cuenta la gente de
Gaza, miembros de Izzadin el-Kassam abrieron fuego contra la persona que
consideraban responsable del bloqueo de la ruta de "su" primer ministro: el
oficial de seguridad preventiva de Jabaliya. Cuanto más se quejan y manifiestan
los miembros de Fatah y sus partidarios armados sobre el fracaso del nuevo
gobierno, más obligados se sienten a defender su honor los miembros armados de
Hamas.
Hay mensajes mezclados que fomentan la confusión. El Fatah oficial se opone a la
escalada militar y Abu Mazen condenó de forma inequívoca el ataque realizado en
Tel Aviv. Sin embargo, por su parte la Brigada de los Mártires de Al Aksa, que
Abu Mazen y las fuerzas de seguridad son incapaces de controlar, condenó esa
condena. Hamas todavía se aferra oficialmente a la teoría de que a la nación
palestina le asiste el "derecho de autodefensa". En una videoconferencia con
funcionarios del ministerio palestino de asuntos exteriores, el ministro de
asuntos exteriores palestino, Mahmoud a-Zahar, afirmó que la plataforma del
nuevo gobierno permanece leal al derecho a la resistencia armada. Uno de los
funcionarios en Ramalla le preguntó si eso significaba que debería salir a la
calle y hacerse reventar con un cinturón de explosivos. Fue el disparo de salida
de las tensas relaciones.
Por otra parte, el ministro del Interior Said Seyam mantuvo una entrevista
secreta con los muktars de las familias más grandes e influyentes de Gaza.
Fuentes de Fatah y Hamas afirman que les propuso que firmaran un documento
solicitando el fin de los lanzamientos de cohetes desde Gaza a Israel. "Fírmelo
usted", le respondieron los muktars. "Usted es el ministro". Pero
Hamas teme hacer pública cualquier decisión que pueda ser interpretada como una
retirada de la lucha armada, por miedo de que Fatah lo utilice como un arma
propagandística en su contra.
Hamas está ocupado tratando de acallar falsos rumores que proliferan en las
calles. Uno de ellos dice que sólo se pagaron los salarios de los partidarios de
Hamas. Otro sostiene que Haniyeh participó en una opípara comida inmediatamente
después de lanzar su discurso del "hisopo y aceite" hace una semana, discurso en
el que afirmó que el pueblo palestino sobreviviría alimentándose con esos dos
productos antes que rendirse. Igualmente, se acusa a Hamas de comportarse igual
que lo hacía Fatah cuando gobernaba.
Z. está de acuerdo con Haniyeh y educa a sus hijos de esta manera: "Nací en
una tienda de refugiados, estudié a la luz de una vela, crecimos comiendo hisopo
y aceite y nos vestimos con la ropa que nos donaba la Agencia de la ONU para los
Refugiados. Mis hijos también pueden vivir igual". S. se ríe amargamente:
"¿De qué aceite está hablando? ¿Y de qué hisopo? La gente ha descubierto lo
caros que están. Un litro de aceite cuesta 20 shekels y medio kilo de hisopo
siete shekels. La gente ya no habla de hisopo y aceite. Ahora comen un sustituto
más barato llamado `duka’, un derivado de una especie que se conoce como
zumaque".
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