Medio Oriente - Asia - Africa
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Islam
El último leño a la hoguera
Robert Fisk
The Independent
Traducción de Gabriela Fonseca para La Jornada
Así que ahora se trata de cartones sobre el profeta Mahoma con un turbante en
forma de bomba. Los embajadores son retirados de Dinamarca, los sauditas y los
sirios se quejan, las naciones del Golfo Pérsico quitan de sus anaqueles todos
los productos daneses y hombres armados en Gaza amenazan a la Unión Europea y a
periodistas extranjeros. En Dinamarca, el editor de "cultura" del bobalicón
diario en el que aparecieron esas tontas caricaturas -en septiembre pasado, por
Dios- anuncia que "estamos siendo testigos de un choque de civilizaciones" entre
las democracias laicas occidentales y las sociedades islámicas. Esto comprueba,
supongo, que los periodistas daneses se mantienen fieles a la tradición de Hans
Christian Andersen. ¡Ay, Dios, Dios! Lo que estamos presenciando es la
puerilidad de las civilizaciones.
Comencemos en el Departamento de Verdades Domésticas. Esto no es una cuestión de
laicismo contra el Islam. Para los musulmanes, el profeta es el hombre que
recibió las palabras divinas directamente de Dios. Nosotros vemos a nuestros
santos y profetas, cuando mucho, como figuras históricas, que se contraponen a
nuestros derechos humanos, a la alta tecnología y a nuestras libertades; los
vemos casi como caricaturas. El hecho es que los musulmanes viven su religión,
nosotros no.
Ellos han conservado su fe, pese a innumerables vicisitudes históricas. Nosotros
hemos venido perdiendo nuestra fe desde que el poeta inglés Matthew Arnold
escribió sobre "el largo y lejano rugido del mar". Hablamos de "occidente contra
el Islam" en vez de "cristianos contra el Islam", porque tampoco quedan muchos
cristianos en Europa que digamos. No hay forma de arreglar esto reuniendo a las
religiones del mundo y preguntando por qué no se nos permite burlar de Mahoma.
Claro, siempre podemos ejercer nuestra propia hipocresía en torno de los
sentimientos religiosos. Recuerdo que hace más de una década una película
llamada La última tentación de Cristo mostraba a Jesús haciéndole el amor a una
mujer. En París alguien le prendió fuego al cine que presentaba la cinta, y en
el incendio murió un joven francés. También recuerdo que una de las principales
universidades de Estados Unidos me invitó a dar una conferencia hace tres años.
Lo hice. Mi conferencia se titulaba "Septiembre 11, 2001: pregunten quién lo
hizo, pero por amor de Dios no pregunten por qué".
Cuando llegué a ofrecer la ponencia me encontré con que las autoridades habían
eliminado la frase "por amor de Dios", alegando que "no querían ofender ciertas
sensibilidades". Ajá, así que nosotros también tenemos "sensibilidades".
En otras palabras, a pesar de que exigimos que los musulmanes se comporten como
buenos laicos cuando se trata de la libre expresión -o de caricaturas vulgares-,
todavía tenemos que preocuparnos porque los adherentes a nuestra preciosa
religión no se ofendan.
También disfruté enormemente las pomposas declaraciones de hombres de Estado
europeos que afirman que no pueden controlar la libre expresión ni a los
periódicos. Eso es una tontería. Si uno de los cartones hubiera mostrado a un
rabino en vez de al profeta con un sombrero en forma de bomba nos hubieran
vociferado al oído "antisemitas", y con toda razón. Esta es la queja que siempre
hacen los israelíes de las caricaturas antisemitas que aparecen en los
periódicos egipcios.
Más aún: en algunas naciones europeas -Francia es una, Alemania y Austria son
otras- está prohibido en la ley negar genocidios. En Francia, por ejemplo, es
ilegal decir que no existieron los holocaustos judío y armenio (nada más esperen
a ver la reacción de Turquía ante este último punto, si es que este país llega a
ingresar a la Unión Europea).
De modo que está prohibido hacer ciertas afirmaciones en Europa. No estoy seguro
si esas leyes logran sus objetivos; no importa cuanto se prohíba la negación del
holocausto, pues los antisemitas siempre encuentran forma de darle la vuelta a
esas normas.
El punto, no obstante, es que a duras penas podemos hacer respetar nuestras
prohibiciones políticas y leyes para evitar que haya caricaturas antisemitas o
que se niegue el holocausto, y pese a ello nos ponemos a gritar en favor del
laicismo cuando descubrimos que los musulmanes se ofenden por nuestras
provocaciones e imágenes insultantes al profeta.
Para muchos musulmanes, la reacción "islámica" por todo ese escuálido asunto es
una vergüenza. Es perfectamente razonable creer que a los musulmanes les
gustaría ver que se introduzca algún elemento de reforma a su religión. Si los
cartones hubieran promovido algún debate sobre el tema -si existiera la
posibilidad de un diálogo serio-, nadie habría tenido objeciones.
Pero claramente hubo la intención de que las caricaturas fueran una provocación.
Fueron tan absurdas, que lo que lo único que causaron fue una reacción.
Además, este no es el momento más adecuado para recalentar la vieja basura de
Samuel Huntington sobre "el choque de civilizaciones". Irán tiene nuevamente un
gobierno clerical. Lo mismo ocurre, para todo fin práctico, en Irak (donde
supuestamente no iban a usar su democracia para elegir a un gobierno religioso,
pero eso es lo que pasa cuando uno se pone a derrocar dictadores).
En Egipto, la Hermandad Musulmana ganó 20 por ciento de los escaños
parlamentarios en las recientes elecciones legislativas. Ahora tenemos a Hamas a
cargo de Palestina.
Aquí hay un mensaje, ¿no es cierto? Las políticas estadunidenses para el "cambio
de régimen" y la "democracia" en Medio Oriente no están alcanzando sus
objetivos. Estos millones de votantes prefieren el Islam a los gobiernos
corruptos que les impusieron. El que los cartones sean arrojados a la situación
para atizar el fuego es ciertamente peligroso.
En cualquier caso, no se trata de si el profeta debe o no ser retratado. El
Corán prohíbe las imágenes del Profeta y aún así millones de musulmanes tienen y
crean esas imágenes. El problema es que las caricaturas representan a Mahoma
como imagen de violencia estilo Bin Laden. Muestran el Islam como religión
violenta. Y no lo es. ¿O queremos que sí lo sea?