Latinoamérica
|
La asimétrica postura occidental ante la Palestina ocupada
Santiago González Vallejo
Antes de las elecciones y, sin ningún recato, tras ellas, los mandamases y
cancillerías de los países occidentales, la Unión Europea y Estados Unidos como
sus epígonos relevantes –los dos forman parte del Cuarteto avalador del enésimo
plan de paz, ‘Hoja de Ruta’- repiten llamamientos y amenazas:
- Dicen todos, Hamas debe reconocer a Israel.
- ‘Una solución a dos estados necesita que todos los participantes en el proceso
democrático renuncien a la violencia y al terrorismo , acepten el derecho a la
existencia de Israel y el desarme, como precisa la Hoja de Ruta’ dice la ONU.
-El Gobierno palestino puede verse privado de las ayudas –cercanas al 5 % de la
que recibe Israel- manifiesta por su parte la administración estadounidense. Y
esta misma administración ponía en duda la continuidad de las ayudas
multilaterales –donde tiene una relevante influencia- si el gobierno palestino
no reconociese la existencia de Israel y a su derecho a vivir en fronteras
‘seguras’.
-Las ayudas a Palestina serán revisadas apuntilla la Unión Europea.
El Gobierno de Rodríguez Zapatero, por último, reclamó al nuevo Gobierno que ‘se
comprometa de forma clara y decidida con la vía pacífica de la negociación con
Israel, renunciando a la violencia y reconociendo al Estado israelí’.
Todo ello, sin mirar la viga que atenaza la visión del conflicto:
Israel no asume ninguna frontera, ni la de la partición de la ONU sobre la
Palestina histórica. Con su fuerza militar, al no tener límite, exige unas
fronteras ‘seguras’ que implican desbordarse hasta invadir tierras externas a
esa palestina histórica, como Siria, Jordania y Líbano y, por supuesto, en la
residual Cisjordania, engullida desde Jerusalén a todos los asentamientos y
colonias que dibujan una piel de bantustanes.
Las conquistas israelíes realizadas y mantenidas con violencia y terrorismo, por
el contrario, han significado el aumento de ayudas económicas y reconocimiento
legitimador: Acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea,
dadivosas ayudas, no condicionadas y a fondo perdido. La caracterización de
Estado judío y la aplicación de leyes discriminatorias, la posibilidad de
concesión de nacionalidad israelí a cualquier persona que se considere judía y
el contemporáneo rechazo al retorno de los refugiados palestinos a sus hogares,
no ha ocasionado, por parte de esos mismos valedores del proceso "permanente" de
paz ninguna admonición recusatoria.
Un proceso de paz situado en estériles conversaciones, sólo en los últimos años
con interlocutores palestinos –tras no reconocerlos como interlocutores en casi
cuatro décadas-, pero socavado por la política de hechos consumados israelíes,
judeización de Jerusalén, expulsión de sus habitantes, cierre de la Casa de
Oriente –oficina informal de las autoridades palestinas en Jerusalén Este-,
discriminación a la población palestina con pasaporte israelí, nuevas colonias,
muro, zonas de seguridad, nuevas colonias, arranque de olivos, desvíos
acuíferos, la expropiación de sus tierras a los palestinos en base a un forzado
abandono y expulsión de sus propiedades, resultado de una violencia planificada
institucional, Muro,... Estas acciones continuas, paralelas a la historia
israelí a lo largo de todos sus años, sólo ha ocasionado críticas de sus amigos,
pero no cambios significativos de su apoyo incondicional.
Las declaraciones de todos los valedores de la vigente política asimétrica
occidental, antes y después de las elecciones en parte de la Palestina ocupada,
mantienen ese sesgo político.
Las advertencias a los palestinos y el chantaje económico que se traducía de
ellas ahondan en esa política asimétrica, porque ni siquiera han tenido la
hipocresía de haber hecho esas declaraciones dirigidas con esas mismas
consecuencias a los israelíes. Así, la violencia israelí, asesinatos incluidos,
sus expropiaciones, el no reconocimiento de las fronteras, siquiera las de 1967,
las nuevas colonias y el avance del Muro, no tiene y tendrá consecuencias para
seguir recibiendo el apoyo económico y político occidental y la inanidad de las
Naciones Unidas.
Los países occidentales saben, y eso es lo dramático de los próximos días, que
el triunfo de Hamas se ha basado en un liderazgo moral de esa organización, en
su cierta capacidad económica paliativa de la pobreza y el desamparo provocada
por la ocupación israelí y, resaltemos, al fracaso de la consecución práctica de
mínimos objetivos de una paz justa por parte de Al Fatah.
¿Dónde están los presos? ¿Las colonias y las expropiaciones israelíes han
retrocedido o han avanzado? ¿Los refugiados –parte de las familias de los
palestinos del interior- pueden volver a sus hogares? ¿El Muro se ha destruido o
está agotando la viabilidad palestina? Y, finalmente, los que se declaran amigos
de los palestinos, los que dan las ayudas económicas, los que ‘se venden’ como
aliados del proceso de paz y avaladores de la Hoja de Ruta, esos países
occidentales, ¿qué han hecho realmente mientras la política de hechos consumados
israelíes se trazaba?
Todas esas preguntas resaltan la frustración palestina. Pero lo dramático es que
parece que los próceres occidentales siguen –porque si lo hacen caerían en
pública contradicción con su política exterior- sin reconocer que son participes
de la carencia de perspectivas para implantar una paz justa en Palestina y que
sus acciones, por el contrario, siguen armando a una política sionista
aniquiladora de una convivencia pacífica en Palestina.
Sus amenazas al Gobierno palestino, en este caso será el formado por Hamas,
sería idéntico a cualquier otro, sin querer nunca revelarse que el problema no
es Hamas o Al Fatah o el siguiente, si no la ocupación y la rebeldía palestina a
desaparecer y olvidar su esperanza de vivir en Palestina rigiendo su propio
destino.
www.nodo50.org/csca