Medio Oriente - Asia - Africa
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Distorsiones israelíes de la realidad
¿Qué son 20 toneladas de explosivos?
Amira Hass
Hamas ha introducido de contrabando en la Franja de Gaza 20 toneladas de
explosivos, sin contar los misiles antitanque y antiaéreos. Ésa es la estimación
realizada por el ejército israelí, que durante varios días se ha cuidado muy
bien de bombear esa inquietante información a los medios de comunicación
israelíes, atizando el espectro de ataques al estilo de Hezbollah.
A pesar de las débiles negativas de Hamas, esas estadísticas son verosímiles. La
información que posee Israel sobre el contrabando [palestino] de armas es
corroborada por la simplista forma de pensar que prevalece en los grupos
palestinos y por sus ansias de emulación: puesto que Hezbollah derrotó a Israel,
armémonos como Hezbollah. La resistencia armada demostró su eficacia en el
Líbano, piensan, luego también la demostrará en nuestro caso. Algunos pequeños
detalles como la gran diferencia de extensión territorial [entre el Líbano y la
Franja de Gaza], o la densidad de población y el aislamiento de la Franja con
respecto al resto del mundo no afectan a las consideraciones de los emuladores.
Tampoco las afectan análisis más complejos que muestran que Hezbollah se
equivocó en sus cálculos político-militares y que no esperó provocar una
respuesta israelí tan destructiva. Los emuladores se muestran especialmente
indiferentes con respecto a cuestiones como las siguientes: ¿cuantos docentes en
huelga podrían cobrar su salario con el dinero que se está utilizando para pagar
a los suministradores de armas y a los excavadores de túneles? ¿Acaso no ha
quedado demostrado durante los últimos seis años que atacar a ciudadanos
israelíes dentro de las fronteras de Israel sólo sirve para aumentar el apoyo
[que prestan los israelíes] a la política de ocupación de su Gobierno? Los
emuladores palestinos se están situando en el mismo lado de la barricada que el
establishment de seguridad israelí, ya que ambos sobredimensionan la importancia
del armamento palestino.
Cada vez que los oficiales del ejército israelí informan sobre los peligros que
acechan desde el lado palestino, hay tres factores que coadyuvan a sus
intenciones. En primer lugar, en Israel la información sobre los palestinos
procedente de fuentes militares (a diferencia de la información sobre la última
guerra del Líbano o de otras guerras de generales) es considerada como neutral,
ajena a cualquier tipo de interés personal o de grupo y guiada por motivos
estrictamente patrióticos o de genuino interés por el bienestar de la nación. En
segundo lugar, un significativo porcentaje de israelíes simplemente se olvidan
de su rica experiencia militar. Todo el mundo —incluidos los soldados que
sirvieron antes y los que sirven ahora, más sus familias— se convierten en
ingenuos civiles que al ver en televisión las imágenes de milicianos
enmascarados correteando por las ciudades palestinas asediadas acaban
persuadidos de que "la otra parte busca la guerra" (y nosotros los israelíes la
paz).
Por último, a diferencia del armamento palestino, que es cuantificable, es
imposible cuantificar la cantidad de "explosivos" que tiene Israel, es decir,
todos los diferentes tipos de proyectiles y bombas y todas las armas que
utilizan o utilizarán los soldados israelíes. La Oficina del Portavoz del
ejército israelí no facilita esa información, pero en cualquier caso las
cantidades son descomunales y los stocks se reabastecen sin cesar, ya sea a
través de importaciones o de la floreciente industria militar israelí. Antes de
la última guerra del Líbano ¿hubo alguien que calculara cuántos millones de
bombas de fragmentación almacenaba Israel en sus depósitos (de las cuales los
israelíes dispararon durante la guerra 1,2 millones, como informó Meron Rapoport
en este mismo diario el 12 de septiembre)?
Así pues, lo que existe en la percepción israelí no son los millones de bombas
de fragmentación —es decir, de minas voladoras— o las decenas de millones de
bombas, proyectiles y balas letales que atiborran nuestros depósitos de
municiones, los cañones de nuestros tanques y la panza de nuestros helicópteros
y aviones. Aunque la suma de esos explosivos asciende a una cifra de millones de
toneladas, sólo las 20 toneladas de explosivos y los escasos miles de fusiles
palestinos consiguen penetrar en la conciencia de los israelíes.
Los israelíes están convencidos de que nos enfrentamos a un peligro existencial.
Sin embargo, lo que ha sido borrado de la conciencia israelí es que Israel es
una superpotencia armamentística y que las armas que posee, así como su
naturaleza, son letales y escalofriantes.
Por supuesto, los medios de comunicación israelíes colaboran con esa distorsión
de la realidad. Difunden meticulosamente hasta el último tiro disparado por los
palestinos y hasta el último cohete que lanzan, incluso aunque no produzca
daños. Por contra, las balas y proyectiles israelíes, que éstos disparan de
forma rutinaria, simplemente no existen en los medios de comunicación israelíes,
salvo cuando se producen bajas, e incluso entonces rápidamente caen en el
olvido.
El objetivo que se persigue infundiendo semejante miedo a los israelíes es ganar
un apoyo continuo para la política de escalada perpetua que desarrolla el
ejército israelí. El establishment israelí de seguridad no es neutral. Sus
miembros —equivalentes a los burócratas de otros sistemas— buscan perpetuar los
argumentos que justifiquen su existencia y sus salarios. Necesitan el silencio
del público sobre la utilización sin restricciones que el ejército israelí hace
de las armas y municiones que pone en manos de sus soldados. Esta intimidación
en serie tiene por objeto dar al ejército israelí carta blanca mientras
acrecienta su infraestructura operativa, quizá hasta llegar a emplear miles de
bombas de racimo también en Gaza.
Al establishment castrense israelí se le suma en esta labor de exageración el
establishment político encargado de la toma de decisiones. Exagerando las
amenazas existentes para la seguridad de los israelíes, logran por un lado
escamotear por completamente la realidad de la ocupación israelí al tiempo que
garantiza el apoyo sostenido de los israelíes al mito de que hay una "solución"
militar pero no una solución política. Esto a su vez asegura el apoyo al actual
régimen de ocupación y desposesión, así como el mantenimiento de los privilegios
que de la ocupación extraen los israelíes.
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