Medio Oriente - Asia - Africa
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El terremoto palestino
Txente Rekondo
Los resultados de las recientes elecciones en Palestina han sorprendido a
todos. Es muy significativo en esa línea repasar las predicciones que desde
Hamas se hacían, en la mayoría de los casos se esperaba un resultado muy bueno,
pero siempre por detrás de Al Fatah. Ahora se inicia un proceso que puede tener
importantes repercusiones en Palestina y en el conjunto de la región.
Lo que se presentaba como un pulso entre Al Fatah y Hamas se ha convertido en un
claro triunfo de los segundos. El papel de las llamadas terceras alternativas ha
quedado también reducido a la nada, para disgusto de los que todavía esperaban
un resurgir de las fuerzas de izquierda y laicas. En definitiva, el voto
palestino se ha manifestado como una protesta contra la Autoridad Palestina (AP)
y Al Fatah, pero también como un rechazo sonoro a las ingerencias de Israel,
EEUU o la Unión Europea.
Ante estos comicios Al Fatah se presentaba fracturada, a pesar de lograr in
extremis una única lista, las diferencias internas eran evidentes. La imagen de
muchos altos cargos de la AP ligados a la corrupción y el desencanto de los
palestinos ante una política que servía para defender los intereses de la clase
dirigente se ha manifestado a través del apoyo masivo al partido islamista Hamas.
En contraposición con la imagen de Al Fatah, Hamas se presentaba con una imagen
totalmente diferente. Unida y disciplinada, sin competencia electoral en su
campo ideológico, con una clara imagen de efectividad entre la población en
materias sociales y sobre todo de lucha contra la corrupción. Los dirigentes
islamistas han mantenido una campaña centrada en la educación, las asistencias
sociales, la ley y el orden. Esta suma de programas sociales, unida a su
participación en primera línea de la intifada contra la ocupación y su gran
reputación de honestidad han sido claves para entender el triunfo electoral.
Hamas
Los comicios municipales de hace unos meses en Palestina ya anticipaban,
aunque no de manera tan abrumadora, las buenas perspectivas de Hamas. En
aquellas elecciones, el movimiento islamista supo presentar listas con
candidatos independientes junto con sindicalistas, profesionales, profesores y
militantes de reconocido prestigio nacional, logrando dar la imagen de una
alternativa nueva frente al «más de lo mismo» de la vieja y caduca Al Fatah.
En los días previos a las elecciones parlamentarias, Hamas abogaba por un
gobierno de unidad nacional, que represente a todos los palestinos y que sea
capaz de resolver de manera conjunta los problemas con los que se enfrenta
Palestina. El movimiento islamista no busca, todavía, un papel de liderazgo en
el escenario político palestino, más bien sigue forjando y buscando una cierta
hegemonía consolidando poco a poco su posición.
Hamas, al igual que algunos movimientos islamistas, ha sabido combinar cuatro
estrategias a la hora de llevar a delante su proyecto. Una sería la reformista,
a través de la educación y de la religión; la segunda es la comunal, centrada en
el zakat y en otros servicios sociales; la tercera es la política, a través de
movilizaciones de masas y de la participación política; y finalmente, la armada,
el uso de la fuerza militar contra el enemigo.
Una de las claves de cara al futuro papel que Hamas pueda desempeñar en
palestina está directamente ligada al posicionamiento con Israel. El Estado
judío durante la campaña ha mantenido una política agresiva y represiva. Los
arrestos de candidatos, la muerte de algunos milicianos y la prohibición de
participar en Jerusalén este, han tenido un efecto contrario al deseado por los
sionistas, y ha logrado que la credibilidad de Hamas aumente entre la población
palestina.
Prioridad domestica
Las relaciones entre Israel y Hamas probablemente asistan a un evolución en los
próximos meses. La propaganda occidental haciendo lecturas reducionistas e
interesadas de la realidad que representa el movimiento islamista, nos presenta
como bandera ideológica de Hamas «la desaparición del estado de Israel». Sin
embargo, la realidad es diferente.
El pragmatismo histórico de Hamas ha llevado en los últimos tiempos a una
evolución hacia posturas estratégicas que a corto o medio plazo pueden ser del
agrado de Occidente o de Israel, pero en cualquier caso, los dirigentes
islamistas remarcan que esos movimientos tácticos tiene sólo esa lectura
temporal.
En ese sentido, las declaraciones recientes de los dirigentes islamistas
señalando que «la prioridad está centrada en la situación interna de Palestina
más que en la confrontación con Israel» irían en esa línea. También esas fuentes
han señalado ante un hipotético ciclo de conversaciones que «podemos negociar
con Israel, si las negociaciones fallan llamaríamos a la comunidad internacional
para que intervenga, y si éstos también fallan volveremos a la resistencia».
Hace tiempo que Hamas se mostró dispuesta a aceptar «soluciones interinas»
basadas en un cese mutuo de hostilidades y la salida de Israel de los
territorios ocupados en 1967. Este acuerdo estaría condicionado a la salida de
los presos políticos, a la vuelta de los refugiados, a la salida de Israel de
Cisjordania y Jerusalén este y el reconocimiento de un estado pleno y soberano
para Palestina. Esto supondría un aceptación de facto de un largo periodo de
coexistencia para ambos estados.
Efectos colaterales
El terremoto político que ha supuesto este triunfo tiene también sus
consecuencias colaterales. Y la primera parada pueden ser las elecciones de
marzo en Israel. La evolución de los próximos meses puede tener un alto grado de
condicionamiento en el resultado final en este país, acrecentando la inseguridad
de cara a un resultado concreto. No podemos olvidar que el factor Sharon también
tendrá su peso en esa cita, y que sobre todo el resultado también vendrá
matizado por la histórica política de alianzas que los partidos judíos se ven
obligados a desarrollar ante la atomizada realidad política de Israel.
También tendrá sus consecuencias sobre el hasta ahora poderoso movimiento Al
Fatah. Hay quien se atreve a adelantar la defunción del mismo, o cuando menos
una refundación en torno al líder encarcelado, Marwan Barghouti, quien señalaba
«que estas elecciones son una nueva intifada democrática que debe llevar al
rejuvenecimiento del sistema político palestino».
Finalmente quedan otras dos cuestiones. La reacción de EEUU y sus aliados, que
de seguir con sus declaraciones contra la voluntad del pueblo palestino no harán
sino engendrar más dolor en la compleja situación. Además, éstos «valedores» del
label democrático se encuentran en la tesitura de rechazar unas elecciones que
se consideran democráticas bajo sus parámetros, porque el vencedor no es de su
agrado.
Flaco favor para los intereses que públicamente dicen defender.
La otra cuestión que habrá que seguir con detenimiento es el auge electoral de
los movimientos islamistas. En Arabia Saudí, Irak, Jordania, Egipto, Yemen,
Líbano o Palestina la alternativa actual a los regímenes corruptos y
colaboracionistas se está materializando en torno a organizaciones políticas
islamistas, y eso no puede ser una buena señal para políticas progresistas y
laicas. -
(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).