Medio Oriente - Asia - Africa
|
Jordania, o el amigo beduino
Ricard BoscarLos recientes atentados suicidas en Amman han puesto de manifiesto que
Jordania no es el apacible país del desierto que las agencias de viaje y el
Ministerio de turismo jordano nos quieren presentar. Hablar del reino hachemí de
Jordania es hablar indefectiblemente de Palestina y de Irak, y lo cierto es que
es tan sensible a los acontecimientos de la región como cualquier otro país de
Oriente Próximo.
El fantasmagórico Abu Musad Al Zarqawi, cuyo nombre real es Ahmed Fadhil Nazzal
al Khalayleh, y que procede de la ciudad de Zarqa, 27 kilómetros al nordeste de
Amman, reivindicó los atentados y amenazó a la corona hachemí por su «apoyo a
los judíos y los cruzados», en referencia a las buenas relaciones del régimen de
Abdallah II con el vecino Israel, y del apoyo que por brinda a EEUU en la guerra
de Irak.
La importante familia beduina de los Khalayleh, a la que pertenece al Zarqawi,
recientemente ha repudiado a su oveja descarriada y afianzado su lealtad a la
corona jordana. «Si mi hijo fuera un terrorista, no dudaría en matarlo yo
mismo», declaró el patriarca Musa al Khalayleh en nombre de la tribu.
La gran mayoría de las víctimas de las explosiones en los tres hoteles de lujo
de la capital jordana eran árabes, tanto jordanos como palestinos, así como un
reducido grupo de ciudadanos de otras nacionalidades. Las explosiones golpearon
de lleno a los invitados de sendas bodas, terminando con la vida del director de
cine de origen sirio Mustafa Akkad que asistía a la boda de su hija, tam bién
muerta. Murieron además varios funcionarios palestinos de alto rango: el jefe de
la inteligencia militar en Cisjordania, General Bashir Nafeh, así como el
coronel Abed Allun y otros dos delegados comerciales de la embajada del Cairo.
Ello, junto a los rumores de que se evacuó a ciudadanos israelíes poco antes de
las explosiones (desmentidos más tarde por el diario "Haaretz"), hizo surgir
dudas sobre los objetivos de los atentados.
Informaciones certeras
No obstante, parece que la culpa finalmente ha caído sobre la difusa Al Qaeda.
Un reciente comunicado atribuido a al Zarqawi lamentaba la muerte de musulmanes
a pesar de que se encontraran en «focos de inmoralidad», y defendía los ataques
en base a «informaciones certeras de que los hoteles eran centros de reunión de
los servicios de espionaje estadounidenses, israelíes y jordanos», en un claro
aviso para el llamado «tirano de Amman», en referencia al rey jordano.
Los atentados han alterado el escenario político de Jordania. El reciente
nombramiento del general Mohamed al Zahabi, muy pro-occidental, como jefe de la
inteligenciaa, es un anuncio de la dirección que el monarca hachemita quiere
tomar.
A pesar del pro-occidentalismo de Abdallah, el régimen jordano no es una
excepción entre los regimenes represivos de Oriente Próximo. Los atentados no
han hecho sino aumentar el control del gobierno en los asuntos políticos, y
socavar aun más las libertades de sus ciudadanos. El flamante primer ministro
Marouf al Bakhit, anterior jefe de la seguridad nacional y embajador en Israel,
acaba de anunciar nuevas leyes que dan otra vuelta de tuerca en la restricción
de las libertades políticas.
La casa real mantiene, por su parte, un poder casi absoluto, por no decir
totalmente, en los asuntos políticos, el derecho sobre los nombramientos de los
cargos públicos así como la posibilidad de gobernar por decreto y de disolver el
parlamento. Tras probar en los noventa con unas elecciones relativamente libres
en las que los grupos islámicos y de izquierdas obtuvieron amplia representación
parlamentaria, el régimen volvió a cerrarse en banda. Las elecciones se han
aplazado sistemáticamente desde 1997.
Jordania es un país que los ingleses crearon para los beduinos, su población ha
sufrido serios cambios a causa de las guerras árabe israelíes, que trajeron
grandes oleadas de refugiados de Palestina. Tanto es así que actualmente más de
la mitad de su población es de origen palestino, lo cual ya produjo un serio
conflicto entre el gobierno y los fedayines de la OLP en 1970, conocido como
Septiembre Negro.
Aunque Jordania participó en las dos primeras guerras árabe israelíes, se acabó
desentendiendo, renunciando a su reclamación sobre Cisjordania y firmando la paz
con Israel en 1994, lo que le valió una suculenta entrada de divisas amen de la
condonación de 700 millones de dólares de deuda externa por parte de EEUU.
La población de origen palestino, a pesar de gozar de la ciudadanía, está
ciertamente discriminada. El ejemplo de Mahmoud, un trabajador del aeropuerto,
es muy ilustrativo: «Aunque mi madre es de Amman, mi padre vino de Haifa en el
48. Eso me hace palestino». Mahmoud intenta ocultar su origen cuando va a pedir
trabajo, o conoce a una chica. «Yo quería ser policía», comenta, «pero los
palestinos no podemos entrar en las fuerzas de seguridad jordanas».
Marginación
Aunque las elites jordanas hablen arabizi, una mezcla de inglés y árabe similar
a la de Beirut, y en su país gocen de productos occidentales de primera línea,
existe un serio problema de pobreza y marginación social. El gobierno se ha
avenido a los dictados del FMI, eliminando los subsidios a productos de primera
necesidad, lo cual ha producido recurrentes protestas y motines populares. La
pobreza y el desempleo son rampantes, y cada vez se ensancha más la fractura
social. Las buenas relaciones entre la familia hachemí, una de las mas
importantes de la Meca y descendiente directa del profeta, y el gobierno
británico, ahora sustituido por el estadounidense, vienen de lejos. Ya en 1916,
el coronel Lawrence, llamado de Arabia, espía del Mi6, ayudó a Hussein a
levantar a los árabes en contra del dominio turco, precipitando la caída del
imperio Otomano y configurando el Oriente Próximo que hoy conocemos.
Los analistas de EEUU quizás aún quieran jugar a resucitar el sueño inglés de
crear un estado hachemí que englobe Jordania e Irak (¿y por qué no Siria?), pero
a la vista de la situación, lo que tienen entre manos es otra bomba de
relojería.
Ricard BOSCAR es colaborador del Gabinete Vasco de Análisis Intenacional (GAIN).