Estamos cerca, si no lo hemos hecho ya, de perder una generación entera en
África, en buena medida por el VIH, y llevamos camino de perder, al menos, la
siguiente. Centrando la vista en la educación, como señala el informe de HRW,
los niños africanos han enfrentado obstáculos para acudir a la escuela desde
siempre, pero en la época del SIDA, estos obstáculos se hacen cada vez mayores,
sin que parezca que a los gobiernos de esos países ni a nosotros nos importe
demasiado.
En octubre, Human Rights Watch (HRW) publicó un informe, del que pocos medios se
hicieron eco, sobre este tema y en noviembre UNICEF, ya con más eco, hizo
público el suyo sobre el SIDA y la infancia en África. Más recientemente ONUSIDA
he presentado su informe anual, difundido ampliamente, hace apenas una semana.
No se trata de centrar la atención en las cifras, por cierto muy llamativas por
no decir escandalosas, de infectados o muertos por esta enfermedad, ni tampoco
del número de niños no escolarizados o que han abandonado la escuela por causa
del SIDA.
Lo verdaderamente impresionante es, una vez más, el efecto de esta situación
para el futuro del continente africano.
Estamos cerca, si no lo hemos hecho ya, de perder una generación entera en
África, en buena medida por el VIH, y llevamos camino de perder, al menos, la
siguiente.
Centrando la vista en la educación, como señala el informe de HRW, los niños
africanos han enfrentado obstáculos para acudir a la escuela desde siempre, pero
en la época del SIDA, estos obstáculos se hacen cada vez mayores, sin que
parezca que a los gobiernos de esos países ni a nosotros nos importe demasiado.
Los gobiernos no han hecho demasiado para evitar que muchos niños abandonen la
escuela para actuar de cuidadores de sus padres o para ganar el único sustento
de su familia. Lo mismo ha pasado cuando los padres han muerto y los niños han
perdido el único impulso para ir a la escuela. Cuando los niños han pasado a
depender de las familias extensas o de familias de acogida, gran número de veces
han sido objeto de explotación laboral y/o sexual y, casi siempre, han sido
discriminados respecto a los niños propios de la familia sin que los gobiernos
hicieran nada. Multitud de ocasiones, estos niños han experimentado el ciclo de
enfermedad y muerte en más de una ocasión cuando padres, madres, abuelos,
tíos.... han ido cayendo enfermos y muriendo, hasta que han quedado solos ante
el abandono de sus gobiernos y cayendo muy frecuentemente en la explotación.
ONUSIDA habla mucho de los tratamientos antirretrovirales como una parte muy
importante de la solución pero, en África, se están enfrentando a algunos
problemas a la hora de ponerlos en marcha y están provocando algún otro donde lo
han puesto en marcha. En el primer caso el problema es la escasez de personal
sanitario y, donde lo hay, le falta formación para llevar adelante los
tratamientos. En el segundo caso, los problemas que están causando, es que
ONUSIDA y otros organismos están pagando salarios de entre tres y diez veces
mayores que al resto de personal sanitario con la consiguiente aparición de
corrupción y el abandono de otros programas al menos tan importantes como el
SIDA, como la tuberculosis, la malaria, los programas nutricionales, etc. ¿No
sería preferible invertir ese "sobresueldo del SIDA" en mejorar toda la sanidad
o mejorar el salario de todo el personal?
Así que como siempre se ha venido diciendo y ONUSIDA mantiene, la solución tiene
que venir de la prevención y qué mejor prevención que la educación, de hecho hay
evidencias que demuestran que a mayor nivel educativo, menor riesgo de infección
por VIH, se puede afirmar como hace HRW en su informe que la educación es una
especie de "vacuna social" contra el SIDA. Porque es en la escuela el único
lugar donde los niños van a recibir información veraz y real sobre esta
enfermedad, su contagio y su prevención a través del uso del preservativo. Al
mismo tiempo, mayor nivel educativo da a los niños mayores capacidades para
oponerse a relaciones sexuales no deseadas y a matrimonios demasiado tempranos.
Sin embargo y pese a que en muchos países hay normativas gubernamentales de no
impedir que los niños acudan a la escuela por no poder pagar, muchos niños son
rechazados por no poder enfrentar el pago de los libros o los uniformes o por no
poder obtener los documentos que los acreditan como elegibles para la gratuidad
de la educación.
Por ello, buena parte de los fondos destinados a SIDA, debieran dirigirse a
favorecer las escolarización de los niños, a impedir que las viudas puedan ser
desposeídas de sus bienes por ser mujeres, a ofrecer recompensas o rebajas
fiscales a las familias de acogida de los huérfanos y también a reforzar
organizaciones sociales de base que se hagan cargo de los niños del SIDA. Por
otro lado, los Gobiernos "desarrollados" pueden donar fondos para estos fines y
también llevar adelante programas de condonación de Deuda Externa por
inversiones en educación.
Todo lo demás tendrá su efecto, pero del estudio de las cifras ofrecidas en los
informe antes citados se extrae la conclusión de que es pequeño si no mínimo;
porque, de hecho, la epidemia sigue extendiéndose a pesar de los millones de
dólares invertidos en tratamientos. Con mucho menos dinero, con inversiones en
educación y en favorecer el acceso a la misma de todos los niños, no solo los
del SIDA, se puede romper la dinámica de enfermedad y muerte que está acabando
con una generación en África.