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México: La bronca baja a la calle
El proceso electoral mexicano sigue envenenado. Para el Partido Acción
Nacional la elección del 2 de julio es cosa juzgada: ganó Felipe Calderón. Pero
en una multitudinaria concentración en el Zócalo capitalino, el 8 de julio,
Andrés Manuel López Obrador dijo que hubo fraude, impugnó los comicios y convocó
a una movilización nacional pacífica por la democracia. Su demanda de que se
abran las urnas y se cuente voto por voto está ahora en manos del Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación, que deberá emitir el fallo
definitivo y determinar quién ocupará la presidencia de la República a partir
del 1 de diciembre de 2006.
Carlos Fazio desde México
Semanario Brecha
Felipe Calderón se está comportando ya como un presidente electo. Respaldado por
una enorme operación propagandística, da los pasos iniciales para administrar su
victoria de 0,58 por ciento. Tendió la mano a sus adversarios, incluso a quien
hasta ayer consideró como "un peligro para México", como el demonio mismo:
Andrés Manuel López Obrador. Prometió cogobernar con los demás partidos.
Impulsar un gobierno de coalición, incluyendo las propuestas e ideologías de sus
acérrimos adversarios en su plan de gobierno. Pero carece de certificación. Y de
credibilidad. La elección presidencial continúa. Su fase jurisdiccional apenas
está por comenzar.
URNAS EMBARAZADAS
Existen múltiples indicios de que los comicios fueron un cochinero. Se habla de
un sofisticado fraude cibernético combinado con una operación mediática de
legitimación. Se afirma que votaron hasta las momias. Los índices de
"participación" electoral se dispararon en comunidades fantasmas de migrantes.
Hay múltiples denuncias de urnas embarazadas, del clásico carrusel, de
rasuramiento del padrón, casillas zapatos, compra de votos y otros trucos sucios
propios del antiguo régimen priista. Al final, los pragmáticos foxistas también
resultaron alquimistas.
Los neopanistas aducen que fueron los comicios más limpios de la historia de
México. Afirman que el proceso electoral estaba "blindado"; que no existía
posibilidad de fraude. Repiten a coro que "en la democracia, un voto basta para
ganar una elección". Argumentan que la ciudadanía ya votó y exigen que se
respete el resultado. Acusan a López Obrador de irresponsable, de dividir a los
mexicanos. Señalan que es ilegal volver a contar los votos. Quieren poner punto
final a la elección. Los promotores de la guerra sucia electoral quieren ahora
armisticio. La paz incondicional.
La cúpula empresarial apoya al partido de la continuidad y a Calderón. Pero no
celebra. Han dado por muerto muchas veces a López Obrador, y revive. Creyeron
que lo sacarían de la contienda electoral con los videoescándalos de 2004, y no
pudieron. Se sumaron al desafuero del salinismo y el foxismo en 2005, y López
Obrador volvió fortalecido. Diez días antes de los comicios participaron en la
embestida final contra el candidato del sol azteca, promoviendo el voto del
miedo, y algo lograron. Pero no lo derrotaron. La ventaja de Calderón fue
mínima: 244 mil sufragios sobre poco más de 42 millones de votos emitidos (poco
más de medio punto porcentual). Pero el conteo oficial está marcado por la
sospecha. Y en ese escenario, el Consejo Coordinador Empresarial echa más leña
al fuego: acusa al Partido de la Revolución Democrática y a López Obrador de "regresionistas",
"autoritarios" y "maximalistas".
La situación es explosiva. El clima está enardecido. México vive días de
crispación y encono. Del miedo se pasó al odio. La discusión ya no se limita a
quién ganó y quién perdió, sino se traduce en mutuo rencor. Cuando el jueves 6,
sin atribuciones para ello, el Instituto Federal Electoral declaró ganador a
Felipe Calderón, la Casa Blanca se apresuró a felicitarlo. También lo hizo el
jefe de gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. En medio de la
incertidumbre, durante una asamblea ciudadana en el centro político del país,
López Obrador tildó al presidente Vicente Fox de "traidor a la democracia". Y
dijo que Calderón es un "pelele". El mandatario de todos los mexicanos respondió
que "por más que haya renegados (…) el país avanza". La pregunta se impone: ¿Hay
15 millones de renegados en México? ¿Se pretende así forjar la "unidad
nacional", "reconciliar" a los mexicanos?
ZÓCALO LLENO
López Obrador sigue en la pelea. Dijo que recurriría a las instancias legales y
que promovería un juicio de inconformidad apegado a derecho. El artículo 41 de
la Constitución establece que los principios rectores en la organización de las
elecciones federales son: certeza, legalidad, independencia y objetividad. Una
parte de la sociedad piensa que los comicios no se dieron en ese marco. Se
siente burlada y está agraviada. Además, después de los comicios, se trata de la
segunda fuerza electoral. No es poca cosa y López Obrador lo sabe mejor que
nadie. Por eso, como parte de una estrategia general llamó a una asamblea
informativa en la capital del país y la gente respondió de manera masiva; en
sólo dos días.
Ante una plaza que hervía, López Obrador arremetió contra los responsables de
una política económica "antipopular" y "entreguista". Contra el "núcleo de
poder" que está acostumbrado a triunfar a toda costa con tal de mantener sus
privilegios. Atacó a los que se han quedado con empresas y bienes de la nación y
ahora ambicionan la privatización del sector energético. Dijo: "Son los que
ahora quieren imponer en la presidencia a un empleado incondicional, a un pelele
que les garantice perpetuar la corrupción. Que les garantice la corrupción, el
influyentismo y la impunidad". En ese contexto, afirmó que Fox "ha terminado por
ser todo un traidor a la democracia".
Cientos de miles gritaron "No al fraude electoral", "Prensa vendida", "Muera
Televisa". Había mucho coraje. Mucha bronca acumulada. Entonces, López Obrador
los convocó a una movilización ciudadana. A una resistencia civil pacífica. A la
defensa del voto y la legalidad. Sin alterar el orden. Sin afectar derechos de
terceros. Sin caer en provocaciones. Y ahora está en su elemento: la calle.
En las próximas semanas la protesta poselectoral se organizará en torno a una
marcha nacional que confluirá en la ciudad de México el 30 de julio. Este
miércoles comenzaron a salir de 300 ciudades de la República marchas pacíficas
rumbo a la capital. La movilización social será un nuevo ingrediente de la
política e intentará influir en el desenlace. Es una ciudadanía consciente de
sus derechos. Gente informada e irritada. Muy enojada. Reclaman transparentar la
jornada electoral. Dicen que se contó mal o se hizo trampa. Y como en Italia y
Costa Rica, países donde los comicios también tuvieron final de fotografía,
piden que se recuenten los sufragios.
El prd y sus aliados de la Coalición por el Bien de Todos no están solos.
Fuerzas circunstanciales apoyan su demanda. Desde el exterior, entre otros, la
ong estadounidense Global Exchange y los periódicos The New York Times y el
Financial Times de Londres se sumaron a la nueva consigna emblemática: "voto por
voto", para impedir que México enfrente una profunda crisis política. También el
subcomandante Marcos, del ezln, que antes atacó a López Obrador, dice que hubo
fraude y respalda la movilización popular por una "causa justa".
REPÚBLICA DIVIDIDA
La calificación de la elección presidencial está ahora en manos del Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación. El tribunal tiene hasta el 31 de
agosto para resolver impugnaciones y hasta el 6 de setiembre para declarar
presidente electo. Sólo entonces concluirá la elección y empezará otra etapa de
signo incierto. Muy incierto. En una república dividida. Partida. El norte con
el pan, el sur con el prd. Un país con una mayoría conservadora, si se suman los
votos del pan y del pri, que tiene un ala militantemente reaccionaria, popular
católica, proimperialista, que habrá de enfrentar a unas izquierdas divididas,
que cuentan con una sólida base de masas pero no tienen una clara definición
política anticapitalista y son electoralistas. Un escenario posible, entonces,
en el período poselectoral, es la agudización de los enfrentamientos entre
quienes representan al neoliberalismo católico represivo, singularizado en la
máxima foxista de "un gobierno de empresarios para los empresarios", y el
proyåecto lopezobradorista, que impulsa un desarrollismo igualitario, laico y
progresista, resumido en la consigna de campaña "por el bien de todos, primero
los pobres". La derecha, con la pírrica victoria de Calderón, se prepara para la
continuidad, y en el horizonte se dibuja la sombra de una dictablanda. Pero,
claro está, la movilización de la gente en las calles puede cambiar el rumbo de
las cosas.