Latinoamérica
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La economía de la pobreza
Patricio Malatrassi A.
Rebelión
Sin duda las transformaciones ocurridas durante estos treinta y dos últimos años
se escribirán en la historia de nuestro país como los que han provocado los
cambios de mayor trascendencia histórica negativa de la última centuria. Es la
escala de mayor impacto por las transformaciones profundas para los habitantes
del país en el ámbito económico social y cultural.
Para la mayor parte de la izquierda la caída del campo socialista, que abarcaba
la tercera parte de la humanidad y una economía que pareció capaz de superar el
crecimiento económico capitalista, no obstante que este parecía embarcado, tras
la segunda guerra mundial, en una etapa de crecimiento y desarrollo sin
precedentes, le significó abandonar el campo de lucha y la pérdida de las
confianzas en el futuro, al menos el futuro que hasta ese momento habían
sostenido. El fin de siglo vivió, por parte de los apologistas del capitalismo,
"el fin de la historia", consecuencia errada, de la caída de la carcaza seudo
socialista de una construcción comunista deformada que había ido adquiriendo de
tal sólo el rótulo. Pareció quedar en el campo un orden económico capitalista-
imperialista rampante y al parecer sin alternativas.
Es claro que todo esto la marcha de la historia, como debe ser, lo ha ido
superando. En Chile ya es ostensible, aunque en menor proporción que en otros
países de América Latina que los principios económicos aplicados, primero manu
militari y luego con el espejismo cada vez más evanescente del arco iris
concertacionista, de los teólogos del mercado, defensores a ultranza del laissez
faire no daban cuenta de la realidad. En otras palabras una mala teoría.
Es notable y abre una gran esperanza, que precisamente los más jóvenes pongan en
cuestión un elemento esencial del modelo. Es precisamente la educación que ha
contribuido como el que más a ir perfilando una sociedad compuestas por un
conjunto de individuos egocéntricos, desconectados entre si y que persiguen tan
sólo su propia gratificación. Su trascendencia es que este es un eje clave en la
superestructura construida sobre una economía que es en última instancia su
generadora. Ya lo señalaba con absoluta claridad el Manifiesto Comunista: "la
burguesía…ha destruido de manera implacable los numerosos lazos feudales que
ligaban al hombre con sus superiores naturales y ya no queda otro nexo de unión
entre los hombres que el mero interés personal". Marx y todos aquellos que
señalaban la desintegración de los viejos valores y relaciones sociales estaban
en lo cierto. Bajo la espectacular explosión económica de la era neoliberal, con
los consiguientes cambios sociales y culturales no puede dejar de mostrar que
sus cimientos no resisten y se resquebrajan.
Lo que ha señalado con mayor fuerza el movimiento de los estudiantes de la
enseñanza media, es que esa vieja y manoseada aspiración a la omnipotencia no
sirve de nada frente a la realidad en eterno movimiento. Después de escuchar una
y otra vez las bondades de las grandes cifras de la macroeconomía esgrimida por
los economistas oficiales, la aparición del pauperismo real a través de todo el
país de la infraestructura educacional no dejó de golpear a muchos. Baños
deplorables, salas y gimnasios que se caen a pedazos y se llueven, una calidad
de la educación lamentable. Incluso es una nueva advertencia para la izquierda
real: la historia la hacen los pueblos y no los grupos de iluminados ni de
burócratas aferrados a pequeñas y miserables cuotas de poder y efímeros cultos.
También mostró señales inequívocas por las simpatías que el país expresó, antes
que comenzara a ser manipulada, que el pueblo de Chile pese a las apariencias se
tambalea abrumado por problemas comunes y cada vez más angustiantes. Es la
muestra de un país que colectivamente vuelve su mirada hacia la oscuridad, (o
hacia la luz) y se mueve de alguna manera hacia la ruptura radical con la
economía de la pobreza que es el neoliberalismo. Es un llamado de atención al
gobierno del hundimiento que puede marcar dramáticamente el fin de la era
neoliberal.
El movimiento de los estudiantes al poner al gobierno en la disyuntiva de tener
que resolver aspiraciones mayoritarias so pena de perder la base popular que
hasta el momento lo sustenta, se encuentra que comienza a darse de cabeza con
quienes han ejercido el poder real en Chile: el empresariado nacional y
transnacional. Ellos a diferencia de los trabajadores recibieron señales claras
y nítidas de parte del Gobierno de Lagos de su poder dominante e irrestricto.
Esta economía de la pobreza de la sociedad burguesa logra producir un
individualismo radical en la economía y en el conjunto de las relaciones
sociales. Pero que este tiene un límite y que los hombres vuelven una y otra vez
toman el largo camino colectivo para salir de la prehistoria es lo que han
mostrado una vez más los estudiantes. Ha ocurrido un cambio trascendente que
tendrá grandes proyecciones. Una lección de construcción común que ha marcado
indeleblemente a miles de estudiantes. Ellos son el futuro.
Es una tendencia fundamental del modo de producción capitalista, aplacada bajo
las políticas keynesianas de pleno empleo, y aplicadas después de la Gran
Depresión del año 1929 que planteaba, acertadamente, que la demanda que generan
los ingresos de los trabajadores ocupados tienen un efecto estimulante sobre una
economía deprimida. Este planteamiento no ha sido seguido en nuestro país de
economía neoliberal dominante, escogiendo reforzar la demanda mediante una gran
expansión del crédito a los consumidores y la euforia inmobiliaria, reforzados
sin duda por la circunstancial alza de las materias primas. Así la mezquina alza
del salario mínimo de 7.500 pesos representa apenas un poco más de la variación
de la inflación en 12 meses y durará dos años.
Los que siguen sin explicarse la mala distribución del ingreso en Chile, pese a
la riqueza macro reinante, no conocen u olvidan que históricamente lo que ocurre
en las economías de libre mercado, al crecer muy poco los salarios, los
beneficios se asientan en forma desproporcionada al sector más acomodado del
país.
Es claro, sin embargo, pese a todos los alardes de los economistas del sistema
que siguen poniendo en el frontis de su edificación de la economía chilena el
crecimiento de la riqueza, pasan por alto dos situaciones claves: que el
crecimiento que muestran los indicadores se basa fundamentalmente en la
depredación sin parangón del cobre y segundo la incapacidad estructural del
modelo para distribuir, con una cierto sentido de justicia. Es decir, en
términos simples, la vieja receta reaccionaria de un crecimiento basado en
materias primas y contención de salarios.
El mundo está dominado por una tecnología revolucionaria que avanza sin cesar.
Esto ha significado cambios de tal envergadura en el pueblo chileno que no hay
hogar que no disponga de posibilidades de información y entretención no pensada
hace cien años atrás. ¿Como se puede explicar entonces que no haya una sensación
generalizada de bienestar y de esperanzas, sino de temor y angustia que se
manifiesta en el crecimiento de las tribus urbanas dirigidas por líderes
limítrofes, sectas religiosas y no religiosas y todo tipo de escapismos
sociales? Esta sensación está explicada naturalmente porque allí tras la puerta
de los hogares se articula el reino depredatorio de una estructura social que es
el resultado más profundo de la economía neoliberal. Es una superestructura
criminal sustentada en una economía criminal. Esto no es posible de explicar,
sino es prescindiendo de las apariencias, y la autocomplacencias reinantes, que
son la norma desde la dictadura. Los hombres cuerdos no pueden dejar de ver que
el genocidio sistemático, las hambrunas y las pandemias que pese al desarrollo
científico tecnológico cobran millones de vidas humanas tiene su origen en lo
principal en una formación económico social prehistórica que es necesario y cada
vez más urgente superar. El imperialismo sigue ejerciendo a gran escala la
explotación de los pueblos.
A pesar de los agoreros milenaristas, lo que vivimos no traerá el fin de los
tiempos de la mano Dios, sino el sufrimiento sostenido e implacable que ejercen
unos seres humanos sobre otros seres humanos. Los constructores del reino
neoliberal han vitalizado la regresión y profundización del reino de la barbarie
que el movimiento popular habían ido arrinconando hasta el año 1973.
Lo real es un proceso de desindustrialización nacional donde prácticamente la
totalidad de la manufactura estratégica se importa. Si no existiesen la
Corporación del Cobre (Codelco) y la Empresa Nacional del Petróleo (Enap)
industrias estatales claves, que impiden el desastre encubierto que significa
este modelo, dado su gran efecto contrastante en las arcas fiscales sus
consecuencias serían más perceptibles. Así esta propiedad en manos del Estado
impide que la totalidad de los ingresos salga del país en forma de renta como
utilidades y pago de intereses de una economía que mayoritariamente ha sido
transnacionalizada. Si no se logra asentar en el quehacer económico el hecho de
que las pequeñas y medianas industrias, constituyen la columna vertebral de un
desarrollo sustentable del país y de las regiones y se actúa en consecuencia se
está arando en el mar. El cobre y el molibdeno primeros productos de exportación
no son eternos.
El funcionamiento de la economía capitalista no es nunca uniforme y las
fluctuaciones de diversa intensidad constituyen parte de su forma de existencia.
El llamado ciclo económico de expansión y depresión es un elemento familiar para
los economistas y para la existencia de las personas. Su repetición está
prevista, con algunas variaciones en períodos de entre siete y once años.
Kondratiev un economista ruso mostró en 1920 una serie de ondas largas de una
duración entre cincuenta y sesenta años. Predijo que a partir de esa fecha se
iniciaba un ciclo depresivo, por cierto, estaba en lo correcto. El fantasma de
la Gran Depresión del año 1929 aparece de nuevo a caballo del enorme
endeudamiento de los Estados Unidos que se sigue sosteniendo gracias al
mantenimiento del complejo militar - industrial que dinamiza su economía.
La economía neoliberal es la economía de la pobreza de las grandes mayorías.
Chile el mayor laboratorio neoliberal implementado desde la Universidad de
Chicago a través de la Pontificia Universidad Católica está demostrando una vez
su fracaso. Debe recordarse una y otra vez que fueron estas mismas políticas las
que casi hacen colapsar la economía capitalista mundial que se inició con el
crac de la Bolsa de Nueva York el año 1929. La ortodoxia del mercado libre tan
claramente desacreditada no puede seguir dominando y sólo lo hace por el dominio
ideológico y económico ejercido por la burguesía. Los economistas ligados al
gran capital y a las transnacionales están en una posición insostenible desde el
punto de vista teórico. Pues ¿qué queda de la economía de libre mercado y la
libre competencia, cuando lo real es el dominio de las grandes empresas y la
concentración del capital? Marx comprendió el desarrollo, en la economía
capitalista, de la concentración del capital. No es necesario ser marxista, ni
saber de Marx para ver que esto es lo que ha ocurrido. Es una tarea de humanidad
terminar con esta economía de la pobreza y ello compete sin ninguna duda a la
mayoría del pueblo de Chile.
- Patricio Malatrassi es economista del Instituto de Ciencias Alejandro
Lipschutz de Chile (www.ical.cl)