Latinoamérica
|
Transnacionales españolas en Bolivia: crónica de un saqueo
Alberto Montero Soler
Viento Sur
La llegada de las empresas transnacionales españolas a Bolivia a partir de la
década de los noventa se orientó, esencialmente, hacia los sectores estratégicos
de su economía y la compra, total o parcial, de las empresas públicas que
operaban en los mismos. Unos sectores en los que la capacidad instalada era
suficiente como para no requerir de unos excesivos niveles de inversión de cara
a la continuidad de la provisión del bien o servicio público en cuestión y que,
al eliminarse la regulación sobre los precios públicos, ofrecían perspectivas de
obtención de una elevada rentabilidad.
Pero, además, esa inversión también se orientó hacia otro tipo de sector
estratégico: el de la producción/extracción de las abundantes materias primas
que posee Bolivia, especialmente hidrocarburos.
En este sector concreto, las elevadas tasas de rentabilidad dependían de una
demanda internacional en continua expansión y con expectativas de precios al
alza; de una reducida fiscalidad, excesivamente generosa en su intento por
atraer inversión exterior; y de su posición estratégica en el centro del
continente y, consiguientemente, de la facilidad para la exportación, sobre todo
de energía, tanto hacia los miembros del MERCOSUR como de la Comunidad Andina de
Naciones.
En este artículo se hará un breve repaso de cuáles son los intereses de las
empresas transnacionales de capital mayoritariamente español en Bolivia y de
algunas de sus oprobiosas actuaciones que, sin lugar a duda, han repercutido
negativamente sobre el bienestar del pueblo boliviano.
Los apagones del sector eléctrico
Una de las primeras transnacionales españolas en llegar a Bolivia fue Unión
Fenosa ACEX con su entrada en el sector del transporte eléctrico de alta tensión
al comprar, junto a una empresa estadounidense, la empresa pública
Transportadora de Electricidad (TDE) en 1997 por 39,9 millones de dólares a
pesar de que TDE tenía entonces en el país activos fijos por valor de 124
millones de dólares .
De esa forma, y gracias a las presiones de las empresas privadas que entraron en
los sectores de generación y distribución de electricidad, Unión Fenosa pudo
adquirir el 69% del capital de TDE, mientras que el Banco Central Hispano compró
otro 10%. Varios años después, en 2002, la participación de Unión Fenosa se
había revalorizado a tal nivel que pudo venderla a otra transnacional española,
Red Eléctrica Internacional, filial del Grupo Red Eléctrica de España, por 90
millones de euros, lo que la convierte en su principal accionista.
Lo sorprendent es que esa revalorización no se justificaba en ningún caso por el
nivel de inversión realizado, con sólo 11 millones de dólares invertidos en todo
el sector de transporte eléctrico hasta el año 2003. De hecho, es esa falta de
inversión la razón que subyace tras los graves apagones que, en julio de 2003,
dejaron sin electricidad a La Paz, El Alto, Cochabamba, Oruro, Sucre y Potosí y
que, a pesar de que TDE lo calificó como una "simple falla", pudo ser demostrada
su responsabilidad y se le impuso una multa de 360.000 dólares. Una sanción que,
en cualquier caso, no provocó los efectos deseados en términos de solución de
los problemas por parte de la empresa porque los apagones volvieron a sucederse
en esas mismas ciudades en septiembre de 2005.
Por otro lado, las transnacionales españolas también intervienen en el sector de
distribución eléctrica al por menor con la presencia mayoritaria del Grupo
Iberdrola en dos importantes empresas distribuidoras como son Electropaz -que
suministra electricidad a La Paz- y Elfeo -lo hace a Oruro. Ambas compañías,
cuyas participaciones fueron adquiridas por un monto de poco más de 65 millones
de dólares a finales de 1995, surten actualmente de energía eléctrica, según
consta en la memoria del grupo empresarial, a más de 400.000 bolivianos, lo que
supone un 37% de la energía distribuida en el país y su facturación en 2005 fue
de 65 millones de euros.
Lo que no consta en esa memoria es que la empresa Electropaz tuvo que devolver
en 2005 más de 22,5 millones de bolivianos a diferentes municipios de la zona de
La Paz por los importes cobrados en exceso en el consumo de electricidad para
alumbrado público.
Y es que el dominio de estas y otras empresas transnacionales sobre el sector
eléctrico en sus ramas de generación, transporte y distribución buscando la
máxima rentabilidad obvia la consideración del acceso a la electricidad como un
derecho esencial de todos los bolivianos. Y, así, se da la triste paradoja de
que a pesar de que Bolivia cuenta con una capacidad de generación eléctrica de
1.371 millones de watts anuales, casi el doble de un pobre consumo máximo
nacional que no supera los 750 millones, sin embargo, el país cuenta con el
índice más bajo de Sudamérica de instalación eléctrica en los hogares: la
cobertura nacional no llegaba en 2003 al 65% de la población, reduciéndose
dramáticamente hasta un 28,3% en las áreas rurales.
Y todo ello en un contexto marcado por unas tarifas que, tras la privatización,
fueron indexadas al dólar; en donde la mayor parte de los ingresos de las
empresas posee una cláusula de mantenimiento del valor; y en donde se descartan
proyectos de electrificación que no son rentables, a pesar de la existencia de
demanda social al respecto.
Aeropuertos: cuando sólo interesa lo rentable
La intensidad del proceso privatizador llevó también a otorgar en concesión
diferentes empresas de servicios que, por su naturaleza, no podían ser
transferidas al sector privado por la vía de la capitalización.
De esa forma, buscando la presunta mayor eficiencia que la gestión privada
pudiera aportar a la prestación de determinados servicios, en 1996 se otorgaron
concesiones por 25 años para la administración de los servicios en tierra de los
aeropuertos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz a la empresa estadounidense "Airport
Group International" que, a su vez, creó un año más tarde SABSA (Servicios de
Aeropuertos Bolivianos). Ambas empresas entraron a formar parte del Grupo TBI
que, a su vez, gestiona ACDL cuyo capital es propiedad de dos transnacionales
españolas, Abertis y AENA Internacional con el 90% y el 10% de dicho capital,
respectivamente.
En este caso el problema radica en que el capital privado sólo pujó por la
prestación de servicios en aquellos aeropuertos que ofrecían una cierta
rentabilidad -los tres mencionados- dejando la gestión de los otros casi 50
aeropuertos medianos y pequeños del país a AASANA (Administración de Aeropuertos
y Servicios Auxiliares a la Navegación Aérea).
Esta situación tiene visos de revertirse porque el gobierno boliviano ha
anunciado la revisión de esas concesiones y su voluntad de recuperar su gestión
en aras a la integración de toda la estructura aeroportuaria en sus diferentes
niveles si, tras una auditoría, las empresas concesionarias no realizaron las
inversiones a las que en su momento se comprometieron.
El negocio de la educación
El grupo PRISA también tiene intereses en Bolivia en dos sectores de crucial
importancia como son el educativo, a través del Grupo Editorial Santillana, y el
de los medios de comunicación. En este segundo ámbito, PRISA es el principal
accionista de la mayor cadena televisiva de Bolivia, ATB, y edita tres diarios:
"La Razón", en La Paz; "El Nuevo Día", en Santa Cruz; y "Extra".
El acceso de Santillana a su posición dominante en el sector de los libros de
texto en Bolivia, tras ganar frente a otras editoriales nacionales, varias de
las licitaciones internacionales realizadas en el marco del proceso de Reforma
Educativa iniciado en Bolivia en 1994 no ha estado plagado de importantes
claroscuros.
Y es que tres de esos procesos de licitación fueron adjudicados al grupo
Santillana entre 1997 y 2000, durante el mandato del ministro de Educación, Tito
Hoz de Vila,.
Hasta aquí nada que cuestionar si no fuera porque, curiosamente, la hija de
dicho ex-ministro, María Cristina Hoz de Vila, junto con la hija del ministro
boliviano bajo cuyo mandato comenzó el proceso de reforma educativa, Enrique
Ipiña Melgar, disfrutaron de una pasantía de un año para realizar prácticas en
la sede del grupo Santillana en Madrid. Siendo, también curiosamente y según
declaraba el propio Hoz de Vila, las dos únicas pasantes aceptadas en su momento
en dicha empresa. Al finalizar la pasantía, la hija de éste fue contratada por
Santillana y sigue desempeñando su trabajo en el departamento de Recursos
Humanos de dicha empresa.
Junto a estas singulares coincidencias, existe otra vía por la que Santillana
podría ver incrementada su presencia en Bolivia en un futuro próximo. Así,no
deja de ser también curioso que en la primera visita a España de Evo Morales
como Presidente electo, el presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero,
le ofreciera canjear la deuda que España mantiene con Bolivia por un monto
equivalente en proyectos de inversión en educación en aquel país; canje que se
vehiculizaría a través de los denominados "créditos FAD" [1].
En este sentido, hay que advertir, ante todo, que estos créditos no dejan de
seguir siendo un empréstito y, por lo tanto, deben ser reembolsados, es decir,
no implican, en ningún caso, la condonación o perdón de la deuda. Pero, además,
esos créditos constituyen un mecanismo indirecto de expansión comercial de las
empresas españolas en los países beneficiarios dado que su concesión está
indisolublemente vinculada a que el país beneficiario gaste su importe en la
adquisición de material educativo ofertado por las empresas del país
acreedor[2].
A partir de aquí, las conclusiones -a las que, por otra parte, no es muy difícil
llegar- puede extraerlas cada cual de lo leído hasta el momento; sobre todo si
se tiene en cuenta que en Bolivia hay tantas necesidades cuyo alivio también
podía haber entrado en la oferta del presidente Zapatero. Y, además, cabe
también la amplia posibilidad de que esas las conclusiones no se distancien
demasiado de lo que ocurra finalmente si se recuerda el precedente que supuso la
empresa Eductrade, del grupo PRISA y dedicada al campo del equipamiento de
material educativo, en tiempos de los gobiernos de Felipe Gónzalez, cuando
recibió miles de millones de pesetas en créditos FAD[3].
Ni al agua tienen derecho
La conversión del agua en un bien económico susceptible de apropiación privada y
mercantilización pero, además, de decisiva influencia en la geopolítica del
futuro han acrecentado el interés de las grandes corporaciones por acceder
cuanto antes al control de los recursos hídricos de Bolivia. Ese interés obedece
a que, por ejemplo, en 2001 la industria que proporciona servicios de agua
alcanzó unos beneficios cercanos al billón de dólares, sensiblemente superiores
a los de la industria farmacéutica y casi el 40% de los que se obtienen de la
industria del petróleo y que, por su parte, Bolivia es el quinto del mundo en
volumen de reservas de agua declaradas y protegidas, con importantísimos
potenciales si se tienen en cuenta sus aguas subterráneas.
Así, a instancias del Banco Mundial y bajo su consideración de que la forma de
aumentar la disponibilidad de agua es tratándola como un recurso más y no como
un bien común cuyo acceso en las mejores condiciones posibles es un derecho
humano esencial, se procedió a entregar la concesión para la distribución del
agua potable de la ciudad de Cochabamba durante 40 años a la firma Aguas del
Tunari en régimen de monopolio. El capital de esta empresa correspondía en un
80% a la empresa Bechtel y en algo menos del 20% a una empresa española del
sector, Abengoa.
Las consecuencias sobre las tarifas fueron inmediatas: se incrementaron en
algunos casos en un 200%; se ajustaron a la evolución del dólar y se transfirió
hacia los usuarios los gastos de instalación de las conexiones[4]. Ese aumento
golpeó duramente las economías domésticas de la zona que vieron como su factura
de agua llegaba a suponer en torno al 22% de los menos de 100$ al mes que cobra
un trabajador medio y provocó una revuelta popular, la denominada "guerra del
agua", que acabó con la rescisión de la concesión a Aguas del Tunari tras varios
meses de lucha y un joven de 17 años muerto por un disparo de bala.
Al producirse la rescisión del contrato, Aguas del Tunari demandó al Estado una
indemnización de 50 millones de dólares, que posteriormente redujo a la mitad y,
ante la negativa del gobierno boliviano a satisfacerla, lo ha demandado ante los
tribunales de arbitraje del Banco Mundial.
De esta forma ahora se produc la paradoja de que resulta que la institución que
promovió la privatización del servicio, el Banco Mundial, es la que debe
resolver el conflicto entre la empresa y el Estado.
Y también resulta muy revelador saber que la empresa en cuestión ha podido
acudir a esa instancia de arbitraje internacional porque cambió su domicilio
fiscal inicial en las Islas Caimán, esto es, uno de los principales paraísos
fiscales del Caribe a Holanda. Este país sí tiene un acuerdo bilateral de
protección de inversiones con Bolivia y, por lo tanto, permitía que la empresa
pudiera acogerse al tribunal de arbitrajes del Banco Mundial tal y como
efectivamente ha hecho.
La otra empresa con capital español también presente en el sector hidrológico en
Bolivia es Aguas de Barcelona (Agbar). Esta empresa es propiedad del grupo
francés Suez, que controla el 51% del capital de Agbar, y del grupo financiero
catalán La Caixa.
El grupo Suez es la transnacional del agua dominante en América Latina en donde
controla cientos de empresas relacionadas con la gestión del agua. En Bolivia,
participan con una filial, Aguas de Illimani, a quien se le otorgó en 1997 la
concesión de los servicios de agua potable y alcantarillado en las ciudades de
La Paz y El Alto.
Desde ese momento, los vecinos han denunciado el constante deterioro de la
calidad del servicio, la continua elevación de las facturas, la desidia en el
mantenimiento de las instalaciones, el aumento de los costes de conexión y,
sobre todo, el incumplimiento de sus compromisos de ampliación del servicio a
los hogares pobres de El Alto como parte de la política pública estatal en
materia de agua.
Ante este último incumplimiento, la argumentación que ofrecía la empresa era que
esos consumidores no eran clientes rentables porque consumían muy poco dado que
"acostumbrados a la vida campesina andina, eran extremadamente cuidadosos con el
agua, sin desperdiciar nunca una gota y, así siguieron después de que se
instalaron las llaves de agua en sus casas. Era bueno para conservar el recurso,
pero malo para el saldo de Suez, y la compañía se sintió decepcionada por los
rendimientos de la inversión"[5].
Todo ello generó que la Federación de Juntas Vecinales de El Alto (FEJUVE)
iniciara una serie de protestas sociales a partir de 2004 solicitando la
revisión del contrato y, posteriormente, su expulsión. Las movilizaciones de
enero de 2005, motivaron que el presidente boliviano, Carlos Mesa, acabara
firmando un decreto de suspensión negociada del contrato. Sin embargo, las
presiones de organizaciones internacionales -entre las que destacó las que
realizó la agencia de cooperación técnica alemana GTZ- para que el agua fuera
gestionada, en el peor de los casos, por una empresa mixta provocaron que Mesa
incumpliera su compromiso. La resultante, junto a la defensa de Mesa del papel
de las transnacionales del sector de hidrocarburos, fueron nuevas movilizaciones
que determinaron la renuncia de Mesa. Su sucesor, Eduardo Rodríguez, solicitó
una auditoría integral de la compañía que abarcara tanto el nivel de inversiones
realizadas como la calidad del servicio que aún no ha concluido.
Con la llegada a la presidencia de Evo Morales, la situación parece haber dado
un giro radical; síntoma inequívoco de que, hasta ese momento, la resolución del
problema dependía de una voluntad política que había sido secuestrada por las
empresas transnacionales del sector.
Y, así, Bolivia ha iniciado el proceso para retirar sus compromisos de servicios
en materia de agua de los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio y ha
exigido la retirada de todos los servicios de agua de dichos acuerdos. Pero,
además, se ha iniciado el proceso para que Aguas de Illimani deje de administrar
el servicio de agua potable en La Paz y El Alto y sea sustituida por una empresa
pública en donde Estado y organizaciones sociales participen en la definición de
las políticas del sector, la toma de decisiones y la fiscalización de la
actividad.
La gestión privada de las pensiones
En cuanto al sistema financiero, en Bolivia está presente en estos momentos el
grupo BBVA y, hasta hace unos meses, el BSCH. Este último vendió a finales de
2005 su participación en el Banco de Santa Cruz, uno de los mayores grupos
financieros bolivianos y ha dejado de tener intereses en el país.
Por su parte, el grupo BBVA ha centrado su actividad en la gestión de los fondos
de pensiones privados creados tras el proceso de desmantelamiento del sistema
público de reparto que, tras varias reformas parciales, fue transformado con la
Ley de Pensiones de noviembre de 1996 en un sistema de capitalización individual
con administración privada.
En la actualidad, el grupo Previsión BBVA gestiona las pensiones de más del 54%
de los afiliados al sistema de pensiones y, hasta hace apenas unos días, también
gestionaba el Fondo de Capitalización Colectiva que es un fondo integrado por el
50% de las acciones de las empresas capitalizadas. Esas acciones se
distribuyeron entre la población boliviana con mayoría de edad (21 años) a
diciembre de 1995 y sus dividendos permite el pago de un beneficio social
denominado Bono Solidaridad (BONOSOL) a todos los bolivianos beneficiarios una
vez cumplieran los 65 años de edad. Lo cual no deja de ser una triste y cruel
paradoja si se tiene en cuenta que, durante la primera mitad de la década de los
noventa, la esperanza de vida al nacer de los bolivianos era de 58 y 53 años
para mujeres y hombres, respectivamente[6].
En estos momentos, el gobierno de Evo Morales ha recuperado para el Estado
boliviano la gestión de esas acciones.
El sangrante expolio del gas
En cualquier caso, la ominosa presencia de las transnacionales españolas en
Bolivia tiene un nombre propio vinculado al sector de los hidrocarburos:
Repsol-YPF[7].
La transnacional tiene presencia en el país desde 1995, cuando firmó un contrato
de riesgo compartido con YPFB para la explotación del Bloque Securé. Le siguió
la asociación con Pérez Companc, Petrobras y Pluspetrol -asociaciones, con estas
dos últimas, que sigue manteniendo- para la explotación de nuevos bloques
gasíferos. Posteriormente, con la adquisición de YPF a principios de 1999,
también pasaba a poseer el 100% de Maxus Bolivia Inc.
Pero, la joya de la corona de Repsol-YPF en Bolivia es la compañía ANDINA S.A.
Esta compañía fue creada con la capitalización de una de las dos unidades de
producción de YPFB y adquirida inicialmente por tres empresas argentinas: YPF,
Pluspetrol y Pérez Companc. En 2001, y tras la absorción de YPF, Repsol
adquiriría sus participaciones a las otras dos compañías y pasaría a controlar
el 50% del capital y su consejo de administración.
ANDINA es la empresa más importante de exploración y producción de hidrocarburos
en Bolivia, alcanzando un 32% de la producción de petróleo y un 43% de la de gas
natural del país, mayoritariamente exportado a Brasil. Sus reservas probadas de
gas natural, a 31 de diciembre de 2005, son de 665,7 millones de barriles
equivalentes de petróleo, explota un total de 22 bloques petroleros que abarcan
un total de 4.973.511 hectáreas.
Pero, además, Repsol-YPF también está presente en el sector de la
comercialización del gas licuado en el mercado interno a través de la empresa
Repsol-YPF Gas de Bolivia SA, de la que controla el 51% de su capital. Esa
empresa produce el 45% de la producción total de Gas Licuado de Petróleo (GLP)
del país, con la que abastece el 40% del mercado doméstico de GLP envasado y el
60% de GLP a granel.
De lo anterior, cabe deducir intuitivamente que la presencia de Repsol-YPF en
Bolivia es muy elevada, no sólo por su implantación en sectores claves para su
economía y el bienestar de su pueblo –el de la producción de hidrocarburos, por
un lado, y el de la comercialización de una de sus principales fuentes de
energía doméstica, por otro- sino también por la magnitud de los recursos que
controla.
Desde esa posición de predominio, Repsol-YPF podría haber optado por una
estrategia de explotación de los recursos que hubiera repercutido directamente
sobre el desarrollo del país y el bienestar de su población, legal y legítima
propietaria de los recursos que constituyen la fuente del negocio de dicha
compañía. Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta y, avalada por el hecho
incontestable de que el valor de capitalización bursátil de la compañía es
equivalente al doble del PIB boliviano –lo que, a su entender, es ya de por sí
un factor capaz de legitimar cualquier actuación- y de que los anteriores
gobiernos de Bolivia han favorecido la explotación irrestricta de los recursos
aún a costa de la destrucción del medio ambiente y en menoscabo de los modos de
vida y de la propia supervivencia de los pueblos originarios, la compañía
emprendió, desde su aparición en el país, una estrategia expoliadora que en nada
desmerece la de nuestros insignes conquistadores del siglo XVI o la de sus
herederos.
Las tropelías, desmanes y abusos de Repsol-YPF han afectado a diferentes ámbitos
de la realidad física y social boliviana y se encuentran ampliamente
documentadas en numerosos informes y publicaciones.
Sin ánimo de ser exhaustivos, dado lo limitado del espacio, pero con clara
intención ejemplificadora, se exponen a continuación a algunas de las denuncias
y consecuencias de las actuaciones de esta compañía en Bolivia.
Así, aprovechando que los estándares sociales y medioambientales bolivianos se
encuentran por debajo de los reconocidos internacionalmente –producto, por otra
parte, de la presión a la que se han visto sometidos sus gobiernos por las
mismas transnacionales cuya actividad debía ser objeto de regulación-,
Repsol-YPF ha podido explotar bloques gasíferos en territorios indígenas (las
denominadas Tierras Comunitarias de Origen en 17 de las cuales posee
explotaciones) y en espacios que, necesariamente, deberían encontrarse
protegidos por su inestimable riqueza ecológica[8].
La actividad que Repsol-YPF tiene en esos territorios atenta contra los derechos
humanos y colectivos de los pueblos originarios que han habitado milenariamente
esas zonas y está causando un impacto cultural devastador, imponiendo su lógica
cultural y afectando a las tradiciones ancestrales de esos pueblos. Un
comportamiento que puede calificarse casi de etnocidio. Pero, además, vulnera la
legislación boliviana sobre cuál debe ser su comportamiento en tales
territorios; no respeta su obligación de consulta a dichos pueblos sobre las
tareas de exploración y explotación que realiza en ellos (protegida por
Convenios de la Organización Internacional del Trabajo); e incumple la
obligatoriedad de realizar análisis de impacto medioambiental y, cuando los
efectúa, desatiende los compromisos adquiridos en los mismos, siendo múltiples
las denuncias de contaminación de ríos, bosques y cultivos o la tala masiva de
árboles[9].
Todo ello se combina con un desprecio similar hacia las instituciones públicas
bolivianas si bien muchas de sus actuaciones han pasado a ser objeto de
investigación judicial.
Así, Repsol-YPF enfrenta acusaciones por falsedad contable y fraude tras
registrar en la Bolsa de Nueva York como propias el total de las reservas de gas
que explota en el país –esto es, casi el 30% de las reservas totales de gas
boliviano- sin que mediara ningún contrato de venta del gas o existiera un
mercado asegurado para el mismo. Una decisión que tomó aun sabiendo que el art.
139 de la Constitución Boliviana atribuye taxativamente la propiedad de los
yacimientos de hidrocarburos al Estado y que la legislación boliviana sólo
permite la inscripción como propia de las reservas cuando media un contrato de
venta del gas o existe ya un mercado asegurado. Esa denuncia provocó que la
empresa tuviera que reajustar sus reservas mundiales en más de un 25%, de las
cuales un 52% del ajuste correspondía a las reservas declaradas en Bolivia, con
el consiguiente reajuste en su cotización bursátil (cercana al 8%). Pero,
además, que un grupo de accionistas que compraron sus acciones entre el 28 de
julio de 2005 y el 27 de enero de 2006, cuando presuntamente realizaron esa
inscripción, presentara una demanda en Nueva York contra la compañía por ocultar
información adversa sobre sus actividades en Bolivia.
A ello se le suma el que la Aduana Nacional de Bolivia también demandara a la
emprea por un presunto delito de contrabando de más de 230 mil barriles crudo
cuyo valor superaría los 9 millones de dólares hacia Chile y Argentina[10]. De
hecho, el presidente de la compañía, Antoni Brufau, llegó incluso a reconocer
que se habían cometido algunos "errores" en la exportación de esos barriles. Un
bonito eufemismo para ocultar lo que siempre se ha denominado como contrabando.
Pero no todo ha sido moverse en el delicado ámbito de la presunta ilegalidad,
Repsol-YPF también ha utilizado todos los mecanismos que le confería la
debilidad del Estado boliviano en el marco de globalización de las operaciones
transnacionales para realizar determinadas actividades más que reprobables.
Y, así, no deja de sorprender que en abril de 2004, el gobierno de Carlos Mesa
firmara un convenio de aumento del volumen de exportación de gas hacia Argentina
a un precio "solidario" (0,98$/Millones de pies cuadrados) porque,
presuntamente, el país vecino sufría de desabastecimiento. Un débil argumento
para reclamar una reducción del precio si se tiene en cuenta que Argentina es la
tercera reserva gasífera de la región y posee un volumen de producción efectiva
superior al de Bolivia.
Ese acuerdo que, en principio, revestía la forma de una transacción entre
Estados encubría una vía para que las filiales de Repsol-YPF y Petrobras en
Bolivia pudieran transferir a muy bajo costo un mayor volumen de sus reservas de
gas boliviano a un precio muy reducido a sus filiales en Argentina. Allí, el
destino del gas era doble. Por un lado, un mercado nacional mucho más grande y
con mayor capacidad adquisitiva; de tal suerte, el gas que se transfería a
0,98$/Mpc se vendía al consumidor argentino a 7,55$/Mpc. Y, por otro lado,
impedir que se interrumpieran las exportaciones de gas hacia el mercado chileno,
altamente dependiente de dicho recurso energético.
La resultante era, como no es difícil deducir, un negocio altamente lucrativo
para las transnacionales que expoliaban a precios irrisorios el gas boliviano
para venderlo a terceros países a precios internacionales. Y, por otro lado, una
reducción del valor de las exportaciones con lo que Bolivia, no sólo dejaba de
ingresar por el menor precio de venta, sino también por el menor volumen de la
recaudación impositiva fijada sobre dicho valor.
Pero, además, también constituye una absoluta aberración que el gas que se
comercializa a nivel interno se cotice según los estándares internacionales y
deba ser pagado a los mismos precios que si en el país no hubiera un solo
yacimiento de hidrocarburos.
En este caso, las consecuencias nuevamente recaen sobre el fisco boliviano
que tiene que subvencionar un precio más bajo para los consumidores permitiendo
que las empresas petroleras disminuyan sus pagos a las arcas públicas y, por lo
tanto, desviando esos fondos de otros usos alternativos que podrían contribuir
en mayor medida a paliar la situación de miseria en la que vive la mayor parte
de la población.
Y todo ello en un país donde las empresas petroleras tienen los costes de
producción más bajos del mundo; no tuvieron que pagar por las empresas que
adquirieron sino que bastó, simplemente, con unos compromisos de inversión que
en numerosos casos no han satisfecho; venían pagando impuestos casi simbólicos,
los más bajos de todo el continente; y venden su producción en los mercados
interno e internacionales a los precios de este último.
En definitiva, un negocio redondo para Repsol-YPF en Bolivia sobre el que hay
pocas cifras, gracias a la ímproba tarea de la compañía por ocultar sus estados
financieros, pero sobre el que sus directivos, cuando se reúnen con sus colegas
de gremio, no pueden dejar de pavonearse[11].
En cualquier caso, parece que ahora, por fin, las cosas están cambiando en
Bolivia gracias a la decidida estrategia de nacionalización de los hidrocarburos
emprendida por el nuevo gobierno y cuyos detalles escapan a la intención de este
artículo.
Conclusión
A modo de sintética conclusión general y tras esta revisión de cuál ha sido el
comportamiento de las empresas transnacionales de capital mayoritariamente
español en Bolivia, no es de extrañar que desde aquel país se siga reivindicando
el resarcimiento por los siglos de colonización que vivió bajo el yugo del
imperio español.
Para ellos, durante los últimos años, sólo han cambiado los actores –ahora más
difusos en cuanto a nacionalidad, pero fácilmente identificables y asimilables
en cuanto a rapacidad-, porque las dinámicas siguen siendo las mismas y los
resultados, la miseria más atroz para la mayor parte de la población, casi
idénticos.
Alberto Montero Soler (amontero@uma.es) es profesor de Economía Aplicada de la
Universidad de Málaga y colaborador habitual de Rebelión
NOTAS
[1] Una propuesta sobre la que, por otra parte, viene insistiendo el actual
gobierno español en cuantas oportunidades se le presentan. De hecho, ha
alcanzado acuerdos al respecto con Argentina, por valor de 60 millones de euros,
y Brasil.
[2] De hecho, España es el país de la OCDE que mayor porcentaje de su ayuda al
desarrollo vincula, a través de estos créditos, a los intereses comerciales de
sus empresas.
[3] Fue singularmente llamativa la operación que concedió a Eductrade tres
contratos por importe de cerca de 2.000 millones de pesetas en el marco de un
proyecto de cooperación con el ministerio de Educación chileno para la venta de
materiales educativos. La prensa chilena reveló, años más tarde, que el material
escolar adquirido a Eductrasa con cargo a créditos FAD había sido adquirido un
70% de lo que hubiera costado a precios de mercado.
[4] Hall y Lobina (2002)
[5] Hall y Lobina (2002).
[6] Un análisis más detallado en Montero (2006).
[7] Para un análisis exhaustivo de la actividad de REPSOL-YPF en Bolivia es
imprescindible el libro de Gavaldá (2003).
[8] Sirva como ejemplo el que Medicos Mundi realizó análisis de muestras de agua
en dos explotaciones petroleras de Repsol-YPF sin que en ninguna de ellas se
alcanzaran los límites mínimos de potabilidad exigidos por la normativa española
y europea. Sin embargo, según la normativa boliviana, el 70% de esas muestras se
consideran aptas para su consumo y esta legislación la que Repsol-YPF aplica en
sus campos. Un resumen detallado de los efectos que la extracción de
hidrocarburos tiene sobre la salud de las comunidades vecinas puede encontrarse
en el estudio de Intermon-Oxfam (2004).
[9] "Impactos ambientales, sociales y culturales de Repsol YPF en territorios
indígenas de Bolivia", Monitoreo Indígena Independiente - Asamblea del Pueblo
Guaraní. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28625
[10] Puede encontrarse más información al respecto en Montero (2006).
[11] No otro puede ser el sentido de las palabras de Roberto Mallea, uno de sus
ejecutivos, en el III Congreso Latinoamericano y del Caribe de Gas y
Electricidad cuando afirmaba, sin ningún pudor, que "la rentabilidad en la
industria del gas en Bolivia es sumamente alta; por cada dólar invertido, la
empresa petrolera gana 10 dólares. En el sector hidrocarburífero, la
rentabilidad es buena cuando es tres a uno, qué decir entonces de una
rentabilidad de 10 a uno dentro de la industria petrolera que se da en Bolivia".
Intermon-Oxfam (2004, p.27).
BIBLIOGRAFÍA
Hall, D. y Lobina, E. (2002): Privatización del agua en América Latina, 2002.
www.psiru.org.
Gavaldá, M. (2003): La recolonización. Repsol en América Latina: invasión y
resistencias. Icaria Editorial. Barcelona.
Intermon-Oxfam (2004): Repsol-YPF en Bolivia: una isla de prosperidad en medio
de la pobreza. www.intermonoxfam.org.
Montero Soler, A. (2006): Pero ¿pensaban que Evo Morales no iba en serio?, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=31588.
Montero Soler, A. (2006): Un trío incómodo: Repsol, el gobierno español y la
democracia en Bolivia, en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28416
Poupeau, F. (2002): "Abusos de Aguas del Illimani", http://www.voltairenet.org/article120518.html