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Uruguay: con el ministro de Ganadería José Mujica - "Menos ortodoxia económica"
En ningún momento de la entrevista lo dijo expresamente, pero sus gestos y
la gravedad de sus expresiones trasmitieron la percepción de que está más fuera
que dentro del gobierno. Mujica explicó las razones estructurales de esa
distancia, y sugirió que la posibilidad última de evitar no su renuncia, sino la
enorme incertidumbre que se abre a partir de ella, está en las manos de Tabaré
Vázquez.
Nelson Cesin
Brecha
—En la percepción de mucha gente su eventual renuncia al gabinete ha quedado
asociada exclusivamente a la defensa de un conjunto de deudores agropecuarios,
un asunto muy meneado durante años y que no goza de buena prensa entre la
población. ¿Es tan relevante este problema, o su reacción obedece a
discrepancias más profundas?
—Es un tema coyuntural, no es un tema causa, es un tema consecuencia. Pero tiene
importancia porque para este país, por desgracia tercamente agroexportador, el
modelo productivo se expresa en que ese sector social funcione, porque actúa
como un burro de arranque para todo el país. Las cifras de estos meses son
acalambrantes, remachan más al país primitivo agroexportador. Entonces nos
tenemos que preguntar de dónde sacamos las divisas. No es un problema de
justicia: todos los deudores sacrificados, si los miro con un criterio de
conjunto, tienen un mismo valor, pero cuando yo miro la realidad socioeconómica,
que ese sector siga laburando y buscando la de él es fundamental, pero no para
él, para el país.
Voy a ser más claro: si fuéramos un país exportador de autos, el gremio
metalúrgico y las empresas metalúrgicas serían la clave; pero somos vendedores
de pulpas, de lácteos, de pasto transformado y alguna cosita más. Es por la
visión de país productivo que yo estoy metido en esta lucha por los deudores, no
por otra cosa. No es por votos, porque este sistema no tiene la mayoría de las
simpatías del país ni nada. Al contrario, si fuera por votos sería fácil
acomodar el cuerpo como chorizo seco: hay más votos en el Cerro que en toda la
campaña. Repito: es un problema importante pero es consecuencia de cómo vemos el
país productivo.
—Llama la atención que después de un año y pico de haber asumido el gobierno,
y luego de haberlo lanzado oficialmente a fines de marzo en Salto, el modelo de
Uruguay productivo aún esté en disputa…
—Hubo un tiempo gastado, que fue inevitable, que está bien: había que arreglar
cierto equilibrio exterior de un país que tiene enormes restricciones, hijas de
un endeudamiento, y eso requiere habilidad exterior, manejo fiscal muy prudente;
yo acompañé, no tengo empacho en decir que acompañé. Pero –acá está el pero–,
¿cuál es la fuerza motriz del país productivo? ¿Lo que hay dentro de Uruguay, y
lo que viene de afuera puede colaborar y es accesorio? ¿O la fuerza motriz está
afuera, es el advenimiento, como fuere, del capital transnacional, y por lo
tanto lo esencial de la política es presentar un cuadro y mantener esas reglas
de juego para que el capital venga? ¿O se necesitan políticas sectoriales
específicas y un Estado fuerte y agresivo que marque la cancha y que promueva?
Ahí está la diferencia.
Hay que tener políticas. No quiero decir que el Estado tenga que encargarse
directamente de nada, pero debe tener una actitud de definir la cancha. Yo creo
que la fuerza motriz del país productivo no es la inversión directa extranjera
sino la multiplicación de los recursos nacionales, que son débiles y por lo
tanto necesitan un Estado que no sea débil. Hay que volver a Batlle pero en una
versión más coreana, no en la versión de 1900. No el multiplicador de la
burocracia, sí el Estado que define e incluso funda cosas.
—Le van a decir que es un modelo perimido.
—En el área subdesarrollada no, porque teniendo una burguesía tan débil el
Estado tiene que actuar de ariete, y después invitar a subir, "dale".
—¿No hay forma, en la práctica, de que los "modelos" coexistan y se
complementen?
—Es tanto lo que hay que hacer que habría para una línea y para la otra, pero si
hay un dibujo de mucha claridad. Evidentemente hay que seguir negociando con el
Fondo, hay que hablar inglés correcto. No escupo la inversión directa, pero si
yo no hago lo que tengo que hacer la inversión directa va a hacer lo que tiene
que hacer ella, multiplicar la ganancia. Uno debe luchar por el enriquecimiento
del circuito económico en el que participa la sociedad en la que vive, por eso
me interesa el desarrollo de líneas productivas locales. Yo prefiero el tipo
cuya hija vive acá, que se casa con aquél, que va a comprar a lo del otro, que
la coloca acá, porque algo van a pescar al costado. ¿Cuál es la lógica de las
multinacionales? La tasa de ganancia es buena pero me apareció una mejor en
Malasia; vamos para Malasia. Eso no lo gobierna nadie. Esa es la diferencia,
nada más que esa pavada.
—Si entiendo bien, usted está reclamando menos ortodoxia económica.
—Sí, mucha menos ortodoxia, más microeconomía, una política general que ambiente
la microeconomía y el desarrollo de políticas sectoriales bien definidas. Una de
las maneras de desarrollarse que tiene un país es sustituir una actividad por
otra. A nosotros nos conviene que avance mucho más la lechería, comiéndole
tierra a la ganadería porque, sin generar menos carne (de rebote, como
subproducto, produce tanta carne como la ganadería), me produce el plus de la
leche, me ocupa tres veces más gente y me genera valor agregado. Para eso
necesito una política; si dejo que la forestación coma la tierra, que vengan de
afuera y compren la tierra y no tengo una política de tierras para 4 mil
tamberos chicos, no se va a poder expandir la lechería como podría. No estoy
peleando por un Estado que se ponga a ordeñar vacas, pero cuando elijo la
lechería estoy sabiendo que en el mundo la mejor lechería es familiar. Eso es
democracia: repartir la torta. Y lo otro, las transnacionales. ¿Por qué no me
gusta el Imeba al vino? Porque le doy una competencia a la cerveza, que es una
multinacional que copó todo; entre los cientos de bodeguitas, que explotan a los
trabajadores y todo lo que vos quieras, opto por las bodeguitas, no por AmBev.
Es una visión de país. No quiero neutralidad, quiero jugar a favor de
determinados intereses; la neutralidad es a favor del más poderoso.
—Si quien lo escuchara se abstrajera del contexto diría que usted le está
hablando a un gobierno de otro partido...
—Es una manera de pensar que no quiere llevarse a nadie por delante y que quiere
negociar y encontrar puntos de síntesis, hasta donde sea posible.
—¿Y si eso no ocurre?
—Si no, tenemos un dilema: qué camino, qué rumbo seguir. Yo no lo tengo claro,
si todas las puertas están cerradas no tengo claro qué voy a hacer.
—Ese dilema parece estar a la vuelta de la esquina.
—Tristemente está a la vuelta de la esquina. Insisto en que el problema de
ninguna manera son los endeudados ni es con fulano, es un problema de la manera
de ver. En realidad este problema no es nuevo, lleva muchos años en la historia
de Uruguay, fue el problema que sepultó al Partido Colorado, que fue el
estereotipo de esta política en los últimos años. Construyó todo un edificio en
función de esta política. Yo no quiero ver a los que piensan distinto con un
dejo peyorativo ni nada por el estilo, porque tienen una lógica muy armada en
esa visceral resistencia que tiene la fuerza del capital en Uruguay para
invertir, que más bien prefiere irse para afuera. De ahí la importancia del
Estado y de las políticas de Estado. Y en ese cuadro, mirando lo que ha sido la
historia, yo no la comparto pero puede ser muy lógica la posición de alguna
gente: ya que los burgueses uruguayos no quieren invertir, vamos a traer otros
que inviertan, chau, porque esto no da para más.
Eso tiene un margen de lógica, entonces yo veo con seriedad este tema. Pero me
pregunto: ¿no es posible tratar de lograr una síntesis superior, en algunos
frentes manejar una política, en otros otra? En Chile, por ejemplo, he
encontrado una política impositiva con algunas cosas que aplaudo. Acá se habla
mucho de Chile, pero de esas cosas no. En el caso del endeudamiento rural en
México y en Chile aplicaron una fórmula que si yo la planteo acá me la escupen.
—¿Cómo se puede bosquejar ese dilema que está a la vuelta de la esquina?
—No sé, no tengo bosquejo; uno rehúye arrimarse al abismo, no lo tengo claro.
Tengo una cuota de gran incertidumbre y con ello una cuota de esperanza. En
definitiva, que alguien importante pueda ver esto. Si ese alguien no lo ve
tendremos que consultar con la almohada.
—Ese alguien no puede ser otro que el presidente de la República.
—(Hace un silencio prolongado.) Dejame pasar en esa pregunta… Cuando digo
veremos no quiero decir más, no puedo decir más, porque sería mal interpretado,
porque yo no amenazo, más bien imploro.
—¿Qué panorama se abre en el gobierno si usted deja de "comer pan podrido"?
—No sé, son todas cosas que están ahí. Está mi gente, mis compañeros, que están
desde hace 31 años en un juego diabólico. Además está la barra del MPP, que
cargó con el peso del tratado de inversiones, de Haití, de todo lo demás,
desinteligencias fútiles con compañeros como Chifflet. No es cocoa. Yo ayudo,
ayudo y ayudo, y ahora pido reciprocidad. ¿Hasta cuándo nos van a tocar el culo?
Yo sé que al corazón hay que hacerlo pasar por la cabeza, pero sigue existiendo
y por eso tiene un límite. Me duele este gobierno, me duele profundamente, me
duele la responsabilidad histórica. Y no se está para ser gobierno, se está para
hacer cosas con el gobierno.
Además, yo no puedo concebir que haya habido compañeros, en algunos estamentos
del gobierno, que comenzaron a aplaudir cuando hablé de la renuncia. Ese sí es
un punto de inflexión.
—¿Por "estamentos del gobierno" debe entenderse el Ministerio de Economía?
—Sin respuestas.
—Usted expresó una profunda preocupación por el creciente proceso de
extranjerización y concentración de la propiedad de la tierra. Pero ese fenómeno
está fuertemente asociado al modelo forestal, ahora elevado casi a la categoría
de política de Estado por el gobierno del fa.
—Este gobierno empezó a modificar las cosas, primero eliminó el decreto de la
época de Lacalle por el que, si tenías la mitad de la tierra de prioridad
forestal, ya que estabas plantabas todo. Ahora se le quitan los subsidios. Y se
está haciendo una recalificación de suelos que está por ir al Parlamento, con lo
cual de los 3 millones de hectáreas desaparece un millón de tierras de prioridad
forestal. Y hay que seguir avanzando. No tiene ninguna lógica que una empresa
que quiere poner una carpintería, hacer tableros con pulpa de celulosa, tenga
que transformarse en latifundista forestal, porque los que trabajan con ganado
pueden tener una puntita de monte, como tienen una puntita de ovejas, en un país
salpicado. Es una variable más, una diversificación del trabajo de la tierra.
Hay que ir a eso, y hay que reflejarlo en el sistema impositivo, ponerle tope a
la propiedad de la tierra, combatir al testaferro, y la eliminación de las
sociedades anónimas.
—¿Hay acuerdos en ese sentido?
—Se está trabajando; sobre las sociedades anónimas hay un proyecto en puerta, se
van a eliminar, y tenemos casi pronta la recalificación de suelos. Vamos a
seguir en ese sentido. Y ellos lo saben, porque hace más de cinco meses que no
viene ningún forestador a pedir ninguna entrevista, es todo un mensaje. Van a
otros ministerios.
—¿El Congreso del MPP laudó una posición contraria al TLC con Estados Unidos?
—Tiene una posición en contra. Si por TLC se entienden esos tratados globales
que se están implementando en el resto de América Latina, no va; si es un
tratado como el que se hizo con México, puede ir. Eso se verá. Pero un acuerdo
tipo no. Además, yo no puedo dividir la fuerza política por discutir esas
pajerías que después… ¿qué le voy a vender? ¿Perros le voy a vender? Si no tengo
más nada para venderle, qué me vienen a joder. Porque acá me están haciendo un
misterio de la gran puta, no sé de dónde vamos a sacar para vender, yo sé lo que
puede crecer la ganadería, un 5, un 10 por ciento anual, un poco más puede
crecer la lechería. No me jodan, acá no hay misterio, de 80 quilos puedo saltar
a producir 90 o 100 por hectárea, no más, aquí no hay milagro. Para peor, a
cambio me piden un montón de cosas, que privatice los cuatro cascajos que tiene
el Estado que están jodidos pero va a ser peor si no los tenemos. No me vengas a
negociar eso. ¿A Uruguay qué le queda para negociar? Las joyas de la abuela.
¡No!
Yo no mido el TLC con un sentido ideológico, lo mido como una posibilidad o no
para que los pueblos exploten las ventajas comparativas. Por supuesto, si las
ideas y las simpatías pueden acompañar, mucho mejor, pero no necesariamente los
negocios acompañan. Nosotros tenemos un negocio en el que nos metimos hace
muchísimos años, que es con Argentina o no es con nadie, que se llama turismo,
porque hay algunos giles que dicen que Uruguay es un país turístico. Turístico
para los de Buenos Aires, pero el que conozca el Caribe, el que conozca una
playa brasileña… ¡por favor!, vamos a ubicarnos con la humildad con que tenemos
que ubicarnos. Pero por cuestiones históricas, tradicionales, de estar a mano,
les gusta pila a los argentinos, y bienvenidos, y construimos toda esa
parafernalia. Como soy viejo me acuerdo de lo que nos pasó en los años en que
anduvimos torcidos con Perón, que no venía ni el loro y quedamos como
congelados. La inversión que hay en Punta del Este vale tres o cuatro veces más
que todas las fábricas industriales que tiene Uruguay, incluidas las del Estado.
Eso sin Argentina queda sin asunto. De todos los negocios que me puedo plantear
–y eso que no soy defensor del turismo ni nada por el estilo, pero me lo tengo
que bancar y las cifras son implacables–, hay que tener una política coherente.
¿Cómo me voy a embarcar en un proyecto que los que están enfrente miran así?
—Se repara mucho en las consecuencias de un TLC con Estados Unidos, ¿pero con
China sería muy diferente?
—China es un país bárbaro. Después de que yo haya muerto, 20 años después, es
probable que los jóvenes digan "qué bollo era el imperialismo yanqui".
—El problema es que el MERCOSUR hoy tiene muy mala prensa.
—Brasil anda con un poco de conciencia de culpa, por eso, según me enteré, va a
empezar a ofrecer posibilidades económicas a los más chicos. Eso le hace falta
al MERCOSUR, y para defenderlo intelectualmente, incluso entre nosotros, porque
la mala marcha del MERCOSUR como alternativa nos tira a lo extrarregional.
Nuestra inserción debe pasar por venderles un poco a muchos y nunca mucho a
pocos, diversificar, ahora en mercados, y cuanto antes pueda en productos. No
podemos seguir dependiendo de la pulpa. Pero es el país que tenemos. Con la
región tenemos que pelear por ser complementarios. Si la industria metalúrgica
de Brasil camina, vamos a pelear por hacer aunque sea las escobillas de los
autos. Pero vamos a comprarles los autos a ellos, no a los japoneses, a los que
no les vendemos ni una bolsa de arroz. Eso es la complementación.
Y levantando un poco la mira, Venezuela para mí es un país estratégico, la
naturaleza lo hizo para ser complementario con Uruguay, no puede ser
complementario con Argentina porque Brasil lo sepulta, por una cuestión de
volumen, pero Venezuela tiene una enorme dependencia de importar todo lo que
nosotros tenemos para exportar, y más. Además podemos llevarle una cantidad que
no le va a crear desequilibrios en el desarrollo interno, porque ellos quieren
apuntar a desarrollar la agricultura y nosotros podemos cubrir un espacio pero
no dislocarlos. Y por otro lado ellos tienen para vender cosas muy interesantes
y necesarias para nosotros, como todo lo vinculado a la energía, y a precios muy
razonables. Para mí es un país formidable, aparte de ser petrolero, obviamente.
Tenemos que trabajar con seriedad en esto. Y dije Venezuela, no dije Chávez,
porque los regímenes políticos pasan y los acuerdos quedan. Es más, hay que
aprovechar que está Chávez, con su simpatía política, para que quede una
corriente d (N de E: en el original se corta aquí)