Latinoamérica
|
Qué lindo volver al pago
Arrestado Juan Peirano Bassola flor y nata del Opus Dei uruguayo
Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos
aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda."
José María Escrivá de Balaguer ("Es Cristo que pasa", número 64.)
El viernes 19 la prelatura del Opus Dei en el Vaticano se vio fuertemente
conmocionada por el estreno mundial de la película El código Da Vinci. Pero no
fue el único golpe que recibió ese día: en Coral Gables –en las afueras de
Miami, Estados Unidos– fue arrestado Juan Peirano Basso, considerado el cerebro
del grupo Velox y requerido sin mucho éxito por la justicia uruguaya desde hacía
casi cuatro años. Juan Peirano preso en Miami a la espera de su extradición
Guillermo Waksman
Brecha
El grupo Velox –también conocido como grupo Peirano– no sólo tuvo un papel
decisivo en el derrumbe de la plaza financiera uruguaya en 2002, sino que además
provocó la caída de varias instituciones bancarias e importantes empresas de la
región y la ruina de muchos inversionistas, sobre todo uruguayos, argentinos y
paraguayos. La familia Peirano, que llegó a ser la de mayor fortuna del país,
era además la flor y nata del Opus Dei uruguayo. Su estrepitosa caída a
consecuencia de los fraudes bancarios que se le imputan –estimados en 800
millones de dólares, más de la mitad de lo que le costó a Uruguay el derrumbe de
todo el sistema financiero– significó para "la Obra" un desprestigio irreparable
y provocó graves dificultades financieras a muchas de sus instituciones, sobre
todo las vinculadas con la enseñanza. En materia religiosa, Juan Peirano tenía
"doble militancia": no sólo pertenecía al Opus Dei sino que además era
"caballero" de la Soberana Orden de Malta, una institución de rancio abolengo y
ultraconservadora, con veleidades de Estado, que se creó en los tiempos de las
Cruzadas (véase recuadro).
VASSO EN MIAMI
Curiosamente la pregunta más frecuente en Montevideo cuando se conoció el
arresto de Juan Peirano fue cómo hicieron para encontrarlo. En realidad,
teniendo en cuenta lo que suelen demorar las capturas internacionales
solicitadas por intermedio de Interpol, la interrogante debió haber sido cómo no
lo habían encontrado hasta ahora. En La cacería del caballero, un libro del
periodista Claudio Paolillo oportunamente publicado 40 días antes de la
detención, el autor revela que en realidad ya había sido ubicado con
anterioridad por empresas estadounidenses de detectives contratadas por el Banco
Central uruguayo, en distintas ciudades de ese país (Clarksville, en el estado
de Tennessee, Chicago, Nueva York y Coral Gables). Aunque Paolillo no lo
menciona, Peirano habría sido visto en varias oportunidades también fuera de
Estados Unidos; según afirmó el martes 23 el director nacional de Policía,
Sidney Ribeiro, "de tanto en tanto, por comentarios, se lo veía en distintos
países, ya sea Argentina, Brasil, Paraguay o acá mismo, en Uruguay". Sobre todo
al principio hubo versiones muy verosímiles de su presencia en Uruguay; se dijo,
por ejemplo, que estaría en la estancia Santa Emilia, propiedad de la familia
Peirano y ubicada a mitad de camino entre Cardona y Colonia Miguelete, que fue
finalmente rematada.
Paolillo incluye en su libro, además de una serie de detalles de gran interés,
otras dos revelaciones de enorme importancia. Una es que Juan Peirano usaba un
nombre falso: John P Vasso; la otra es que obtuvo, a principios de este año, la
"Green Card", es decir el permiso de residencia en Estados Unidos. Tenía, es
cierto, uno de los requisitos que las autoridades migratorias exigen para
conceder el beneficio: su hijo Juan Salustiano Peirano Vejo, de 28 años,
doctorado en educación, tiene la ciudadanía estadounidense. Pero la condición de
requerido por las autoridades judiciales de otro país le hubiera impedido, a
cualquier extranjero, obtener ese preciado documento, sobre todo a partir de los
atentados de setiembre de 2001, que llevaron al gobierno de George W Bush a
extremar las medidas de seguridad a un grado próximo a la paranoia. Más allá de
que pudo contratar los servicios de una agencia especializada en casos
migratorios difíciles, uno de los grandes misterios de esta historia tan
abundante en ese rubro es cómo logró Juan Peirano ese documento. ¿Habrá sido un
error de las autoridades migratorias o habrá tenido que formular, en su perfecto
inglés, la clásica pregunta "Y cómo podríamos arreglar esto"?
REBELDE SIN CAUSA
Apostar a que Juan Peirano estará en Montevideo "en pocas semanas", como
pronosticó el canciller Reinaldo Gargano (La República, martes 23), parece
bastante arriesgado. Para empezar, hay un problema formal que podría llegar a
ser un callejón sin salida. La legislación penal uruguaya no prevé el
procesamiento en rebeldía, es decir en ausencia del procesado. Por la
trascendencia que se otorga al auto de procesamiento y por sus consecuencias, se
entiende que esa medida no se puede dictar sino en presencia del imputado y su
defensor. Se considera que dictar un procesamiento en rebeldía supondría una
restricción del derecho de defensa. En cambio, en la mayor parte de los países
–Estados Unidos incluido– no se asigna tanta importancia a la apertura del
proceso, entre otras cosas porque ésta no da lugar a la privación de libertad
del imputado, a menos que haya una fuerte presunción de que éste no se
presentará a las audiencias judiciales posteriores. A partir de esta concepción,
en principio no hay acusación formal si no existe auto de procesamiento y, en
caso de extradición, ésta no podría concederse si no existe tal acusación. Esta
es precisamente la situación de Juan Peirano, quien en agosto de 2002 optó por
no presentarse a la justicia uruguaya, pasar a la clandestinidad, huir del país
y finalmente establecerse en Estados Unidos. Está prófugo desde el punto de
vista de la justicia uruguaya, pero no tiene esa condición según la de Estados
Unidos.
El trámite de extradición puede durar años. Mientras la solicitud es completada
por Uruguay, permanecerá arrestado hasta un máximo de 45 días, plazo que vencerá
en la primera semana de julio. El viaje a Montevideo de dos fiscales
estadounidenses, hace un par de semanas, para informar a la jueza Graciela Gatti
sobre los detalles formales que debe contener un pedido de extradición, permite
inferir que la Casa Blanca tiene una suerte de cola de paja por no haber
detenido antes al célebre prófugo, a pesar de haber ubicado su paradero y de
existir un pedido de captura con fines de posterior extradición, y por haberle
concedido el permiso de residencia. Es muy probable, además, que como sostiene
el propio Paolillo, la publicación de su libro, al dejar en evidencia estos
hechos, haya precipitado los acontecimientos.
ESPEREN QUE YA VUELVO
La esperanza no sólo es lo último que se pierde; para los damnificados por
el grupo Peirano es también lo único que les queda. Los especialistas en este
tipo de asuntos entienden que es difícil que alguien tan avezado como Juan
Peirano, en estos 44 meses de franquicias, no haya logrado poner a buen recaudo
("mal recaudo" habría que decir) el saldo de la fortuna familiar.
Si Estados Unidos lo entrega a Uruguay, aunque los damnificados no recuperen
alguna parte adicional a lo muy poco que hasta ahora lograron rescatar, se hará
justicia. Se evitará que quede impune el cerebro del delito económico de mayor
monto de la historia uruguaya. ¿Pero qué otras consecuencias podría tener la
venida a Uruguay de Juan Peirano para los tres hermanos que siguen presos? ¿Los
beneficia? ¿Los perjudica?
Consultado por BRECHA, el abogado Diego Camaño –que junto a Pablo Donnangelo
asumió en febrero de 2005 la defensa de José, Dante y Jorge Peirano Basso– dijo
que la incorporación de Juan al expediente no modificaría en nada la situación
de sus tres hermanos. BRECHA había recibido en medios forenses otra versión: si
bien al principio los hermanos menores habrían considerado oportuno que Juan
saliera a buscar fondos por el mundo, no sólo para salvar lo que se pudiera del
patrimonio de la familia sino también para reparar una parte de los perjuicios
económicos –lo cual constituye un atenuante en este tipo de delitos–, una vez
transcurrido un tiempo más que prudencial sin que llegaran esos fondos, habrían
sentido que el cerebro del grupo se habría preocupado únicamente por salvar su
propio pellejo.
Por otra parte, el hecho de que mantuviera su condición de prófugo perjudicaba
la situación de quienes seguían presos. Por un lado porque, aunque fuera
subjetivamente, su actitud obstaculizaba los pedidos de excarcelación
provisional de los tres, ya que podía sospecharse que una vez en libertad
también se mandarían mudar. Por otro, porque la ausencia de quien había sido el
número uno del grupo impedía determinar con precisión las reales
responsablidades de cada uno, lo cual –por ejemplo en el caso de Jorge– le
hubiera permitido mejorar su situación: aunque siempre estuvo en la toma de
decisiones (sabía lo que sucedía en cada momento y estampó su firma cada vez que
se lo requirió su hermano Juan), su actividad principal era la académica, y la
cumplía en la Universidad de Montevideo.
Preguntado por BRECHA acerca de otra versión que ha circulado en medios
judiciales en el sentido de que la estrategia de la defensa ha sido la de
interponer recursos ante cada decisión judicial, a fin de evitar que llegue la
etapa de la acusación a cargo del Ministerio Público, Camaño negó
terminantemente que eso haya sido así. Atribuyó la demora en el diligenciamiento
de las actuaciones al juez que actuó hasta principios de este año, Pablo Eguren,
quien finalmente aceptó un planteo de recusación por prejuzgamiento efectuado
por la defensa. Dijo Camaño que ese recurso se debió a que, en un informe de la
cancillería a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se afirmó, bajo la
firma del canciller Gargano, que el juez de la causa había sostenido que los
hermanos Peirano Basso eran autores de los delitos por los cuales habían sido
procesados y encarcelados, una afirmación que ningún magistrado puede hacer
hasta que no haya sentencia firme de condena.
UNA CARRERA CONTRA EL TIEMPO
Hasta el momento, el delito que se imputa a Dante, José y Jorge Peirano es
el de fraude en las sociedades anónimas, que se castiga con un máximo de cinco
años. Esa tipificación es la que el fiscal Rafael Ubiría y el juez Pablo Eguren
consideraron pertinente en agosto de 2002, con los elementos probatorios
disponibles en ese momento. Si se llega a agosto de 2007 sin modificar esa
tipificación, los tres hermanos deben ser excarcelados, ya que –aunque no haya
sentencia– la preventiva no puede superar el máximo de la pena del delito que se
les imputa. Pero según las fuentes consultadas por BRECHA en medios forenses, ya
habría elementos más que suficientes para cambiar la carátula, por lo menos, por
la de "insolvencia societaria fraudulenta", delito que se castiga con un máximo
de diez años de penitenciaría. El expediente de los Peirano, que ya llega casi a
las tres mil fojas (sin contar las piezas agregadas, correspondientes a las
investigaciones del Banco Central), se convirtió en una carrera contra el
tiempo.
En esa carrera, más allá de la estrategia de la defensa, es notorio que la
actuación del juez Eguren no se caracterizó por la diligencia. Un par de
ejemplos.
En expedientes de ese volumen y con muchos procesados los jueces, para evitar
que cada pedido de excarcelación paralice las actuaciones, suelen formar piezas
separadas. Eguren no procedió de ese modo, lo que enlenteció considerablemente
el trámite, sobre todo en los casos en que hubo intervención del tribunal de
apelaciones. El pedido de excarcelación de los Peirano por sus actuales
defensores, por ejemplo, paralizó la investigación desde agosto de 2005 a marzo
de 2006.
Por otra parte, Eguren cometió un grave error cuando el fiscal Ubiría le
solicitó una pericia contable a cargo del Instituto Técnico Forense. El juez
dejó pasar algunos meses y finalmente hizo lugar al pedido, pero omitió
notificar a la defensa. En consecuencia, cuando se incorporó el resultado de la
pericia la defensa pidió su nulidad. El fiscal reconoció que el error de
procedimiento obligaba a hacer lugar a ese pedido y el juez así lo dispuso. Pero
precisamente para no demorar más las actuaciones, el fiscal Ubiría renunció a
que se pidiera una nueva pericia y Eguren siguió su criterio. La defensa
entonces apeló esta decisión, lo que llevó el expediente una vez más al tribunal
de apelaciones.
Pero quizás la decisión más llamativa de Eguren haya sido la de aceptar la
recusación y apartarse del caso, a pesar de que el prejuzgamiento que se le
imputa surgiría de afirmaciones del canciller, y no de él mismo. Es muy común
que los abogados recusen a los jueces. En este caso, más allá de cuál haya sido
la intención de la defensa, es claro que resultaba muy difícil, para quien
asumiera competencia a casi cuatro años de iniciado el sumario, ponerse
rápidamente al tanto de todos los vericuetos de un expediente tan intrincado y
voluminoso, aunque fuentes vinculadas con la investigación dijeron a BRECHA que
la jueza Gatti lo ha logrado en estos pocos meses.
¿Por qué aceptó la recusación el juez Eguren, que estuvo muy involucrado en la
investigación, al extremo de haber viajado a Estados Unidos y más de una vez a
Buenos Aires en busca de Juan Peirano? Hay varias hipótesis. La primera es que
se trata de un asunto muy delicado, cuya definición, en cualquier sentido que
sea, lo haría objeto de duros cuestionamientos. Otra es que el seguimiento de un
expediente cuyo trámite puede demorar varios años lo retuviera en su actual
cargo y le impidiera ascender a un tribunal. La tercera es que habría actuado
así por razones de delicadeza: desde hace un tiempo, Eguren mantiene una
relación sentimental con una abogada que estuvo notoriamente vinculada al Opus
Dei y, según dijeron a BRECHA fuentes del entorno del magistrado, ambos habrían
decidido casarse. Esta circunstancia coloca al magistrado en una situación
incómoda para seguir a cargo del caso Peirano. Habría, a su entender, una clara
implicancia y la recusación de la defensa habría sido para el juez un verdadero
puente de plata.
La Soberana Orden de Malta*
Entre tinieblas
Juan Peirano Basso, el primogénito de Jorge Peirano Facio, es caballero de
la Gracia Maestral de la Soberana Orden de Malta. Peirano Facio, que se
incorporó a la orden en octubre de 1968, también lo fue y llegó a integrar su
Consejo en Uruguay, junto a su gran amigo –y director del Banco Comercial hasta
su primera intervención– Hugo Eguiluz Paullier.
La Orden de Malta es reconocida como Estado por muy pocos países y no tiene más
territorio que una elegante mansión de un exclusivo barrio de Roma. Sus súbditos
pertenecen a los sectores más conservadores de la Iglesia Católica, y en el
pasado reunió a muchos jerarcas del régimen nazi y a la primera división de la
Logia Propaganda Due. Esta última –la famosa P-2, que encabezaban Licio Gelli y
Umberto Ortolani– se instaló en el Río de la Plata en 1973. Gelli actuó en
Argentina y Ortolani en Uruguay, donde compró el Banco Financiero Sudamericano (Banfisud).
Ortolani, que llegó a ser el número uno de la orden en Uruguay, fue requerido
por Interpol a raíz del escándalo del Banco Ambrosiano, en Italia, y abandonó el
país en 1981.
Uruguay era, a la salida de la dictadura, uno de esos pocos países que mantenían
relaciones diplomáticas con la Soberana Orden de Malta. El 2 de octubre de 1985
el entonces presidente Julio María Sanguinetti visitó a su alteza eminentísima
fray Angelo di Mojana di Cologna, gran maestre de la Orden de Malta, según
consta en una foto publicada por el diario La Mañana, aunque esa visita no
figuró en la agenda oficial de su gira europea. Dos años después fue un senador
colorado, Justino Carrere Sapriza, quien propuso sugerir a la cancillería que
"cancele cordialmente una relación diplomática altamente discutible". En su
intervención, Carrere Sapriza señaló que "los máximos dirigentes de la Orden de
Malta son en su mayoría de clara extracción nazi-fascista" y recordó que el
presidente argentino Raúl Alfonsín había denunciado un intento de golpe militar,
en noviembre de 1985, encabezado por el general Carlos Suárez Mason, miembro de
la P-2.
En la misma legislatura hubo otras dos iniciativas de legisladores oficialistas
en el mismo sentido que la de Carrere Sapriza: una fue planteada por el diputado
Honorio Barrios Tassano y otra por el senador Pedro Cersósimo. Sin embargo,
veinte años y una docena de cancilleres después, fuentes de la cancillería
consultadas por BRECHA informaron que Uruguay sigue manteniendo relaciones
diplomáticas con la Soberana Orden de Malta.
La Soberana Orden de Malta, integrada fundamentalmente por miembros de la
nobleza y la aristrocracia católica europea, nunca admitió a judíos,
protestantes ni musulmanes, ni tampoco a divorciados o separados. Fue en cambio
muy generosa para aceptar como miembros a criminales de guerra nazis. Como
"Estado soberano", además de acuñar moneda e imprimir sellos, libraba
pasaportes, que en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial fueron
utilizados por miles de ex jefes nazis.
Los miembros montevideanos más prominentes de la Orden de Malta tenían con
frecuencia vinculaciones empresariales. Por ejemplo, en la segunda mitad de los
ochenta se desempeñaba como embajador el abogado argentino Raymundo Podestá
Wilmart, vinculado con los supermercados Disco de Argentina, el Cambio Velox,
las Estancias Santa Rosa y otras empresas del vecino país que eran propiedad del
grupo Peirano. Otra coincidencia es que entre los 16 caballeros de la Orden en
Uruguay, cuatro eran banqueros cuyos bancos habían quebrado: Jorge Peirano Facio,
del Mercantil; Mario Ortolani, de Banfisud; Hugo Eguiluz Paullier, del
Comercial; y Gastón Barreiro Zorrilla, de La Caja Obrera.
* Casi toda la información contenida en este recuadro fue recogida de un
artículo de Eduardo Varela publicado en BRECHA el 11 de setiembre de 1987.