Latinoamérica
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Perú, el regreso del sujeto social
Ricardo Jiménez
Pasadas las olas de la contienda electoral peruana, emerge la figura de un país
en disputa. Las tendencias y bloques que precedieron y cruzaron las elecciones
ven terminado el escenario electoral y abrirse un nuevo escenario de lucha, en
el que se articularan dinámica y complejamente contiendas parlamentarias,
sociales y regionales. Si bien los puntos de partida son más o menos claros, al
menos para los principales actores políticos y al menos en lo esencial, el
desarrollo de las contiendas aparece incierto toda vez que dependerá
variablemente de hacia dónde y cómo se mueva cada uno, en estrecha interacción
con las respuestas de los otros.
Dos polos y un matrimonio por conveniencia
Dejando de lado los matices, las tendencias dominantes son tres. La derecha
oligárquica y neoliberal, representada por Lourdes Flores, arrinconada en Lima y
claramente a la defensiva; por el gobierno de Toledo, que sale con un
rendimiento tan exitoso para los grandes negocios como despreciable para las
mayorías; por el fujimontesinismo, disminuido y golpeado, pero considerado
también, aunque como socio menor, en esta alianza amplia y urgente contra
Ollanta, al igual que el centrismo de Panigua.
Para esta derecha, su alianza de hecho con el APRA a favor de Alan García en la
segunda vuelta ha sido una necesidad odiosa, amarga imposición de su fracaso en
las amplias mayorías del país, más allá de Lima, la capital; así lo muestra el
hecho de que el eje de la campaña para segunda vuelta en los medios de
comunicación masivos, los que controla por completo, estuvo más en señalar que
no podía ni debía ganar Ollanta, que en las bondades del ahora presidente
electo.
En el polo opuesto, está Ollanta Humala y su proyecto nacionalista, con socios
menores en la UPP, el cual empuja un programa esencialmente antineoliberal, re
distributivo del crecimiento, de nacionalización de los recursos estratégicos,
por la democratización institucional y la integración latinoamericanista frente
a la dependencia de los poderes fácticos, encabezados por el gobierno Bush en
EE.UU. A éste, le pesa su crecimiento aluvional, que implica la contaminación
con una serie de advenedizos, algunos de ellos con declaraciones públicas
contraproducentes por impresentables (al punto de parecer más bien infiltrados,
como señaló un joven analista). Particularmente, le ha sido perjudicial la carga
de su familia (padres y hermanos) y su desprestigiado proyecto "etnocacerista",
cuyo racismo, chauvinismo y homofobia, le valió a su candidatura un porcentaje
cercano al 0% en primera vuelta, y que los medios oligárquicos no cesan de
atribuir mañosamente a Ollanta, usándolos como la principal arma para confundir
a la población y restarle apoyos, aun cuando la separación y diferencia de
proyectos es clara, explícita e incontestable.
Entre los dos polos, al menos en el discurso aparente, está el APRA, Alianza
Popular Revolucionaria Antiimperialista, partido revolucionario, combativo y
antiimperialista en sus orígenes, fundado por el mítico Raúl Haya de la Torre a
inicios de la década de 1.930, devenido hoy en un paradójico "matrimonio por
conveniencia", para vencer a Ollanta en segunda vuelta electoral, justamente con
la oligarquía y el imperialismo. Matrimonio en cualquier caso difícil de
sustentar; ya la voltereta programática, que llevo a García de pasar de un
discurso idéntico al de Ollanta en primera vuelta a uno cada vez más similar al
de Toledo y Lourdes Flores en segunda vuelta, no le fue fácil, y la constante
campaña de Ollanta hacia la base aprista, que llegó a granjearle buena y hasta
sorprendente cantidad de votos en territorios tradicionalmente apristas, ponen
sombras a su margen de maniobra para abandonar el programa aprista sin tener
costos en sus propias filas. El propio choque virulento con Hugo Chávez,
presidente venezolano e indiscutible líder (aunque innegablemente folclórico)
del antiimperialismo en la región, por más que se disfrace de "soberanía",
resulta cuando menos incomodo para un partido que Haya de la Torre amamantó en
el más radical antiimperialismo y latinoamericanismo, al punto de fundarlo en
México y ser inicialmente un partido regional.
Una nueva batalla de Ayacucho
Dos frentes estrechamente relacionados pero distinguibles se abren y serán
decisivos; uno, nacional; el otro regional. El primero resulta más dinámico e
incierto; ya se habla incluso de fragmentaciones, tránsfugas y reagrupamientos
diversos. Dos elementos alimentan esta incertidumbre; el primero, la dualidad
aprista (la llamada "escopeta de dos cañones" del APRA) entre su cultura
revolucionaria o al menos su carácter social popular (que le valió pasar de
primera a segunda vuelta electoral) y su versatilidad para asumir posturas
derechistas y ahora pro imperialistas. El segundo, refiere a que además de cómo
exactamente se moverá el gobierno García entre esta dualidad, está por ver
también la reacción de los demás actores, principalmente Ollanta y el
nacionalismo.
Una cosa, sin embargo, es clara: ya no parece posible seguir gobernando como en
los últimos 15 años, es decir, con una mezcla de represión, demagogia,
manipulación mediática y corrupción. El profundo repliegue ideológico, el trauma
represivo y de memoria terrorista, el sentido común neoliberal y la aceptación
de la política a base de tránsfugas, sólo fue posible por la ausencia profunda
de un "sujeto social", esto es, de mayorías movilizadas en torno a un programa,
es decir, no manipulables por las puras campañas de imagen de los medios. Y es
eso lo que a todas luces, tras 15 largos años, ha regresado en la forma de
expresión política de Ollanta y su programa de cambio y refundación.
Ciertamente, aún despunta, nada más, y aún prevalece buena parte del pasado,
pero lo suficiente como para imponer la política programática en el escenario,
como para que el puro control totalitario de los medios, la compra de
congresistas y dirigentes tránsfugas, y la agitación de los miedos y traumas, ya
no basten para contener o mitigar las demandas de las mayorías.
Justamente, tensando al máximo todas estas viejas formas de hacer política,
aunando en un "matrimonio por conveniencia" a la totalidad de fuerzas centro
derechistas, a duras penas, a la defensiva, la oligarquía, los poderes fácticos
internacionales y la cúpula aprista han logrado la victoria electoral, victoria
llena de malos presagios, donde los votos que le permitieron ganar al presidente
electo son prestados por una derecha oligárquica recalcitrante, y más aún
concentrados en Lima (que se sumaron a los propios, concentrados en una zona del
norte del país), donde los del principal líder opositor, por el contrario, son
claramente "suyos", de su propuesta, y representan tres cuartas partes del
territorio nacional, la mayoría relativa en el congreso, los movimientos
sociales y cuyo programa amenaza constantemente con atraer a las bases apristas
desencantadas del rumbo derechista y pro imperial de su partido.
Pero es la actitud ante el poder fáctico internacional, sin duda, lo más
definido, a pocos días de la elección. Mientras en lo interno, García ha
deslizado la posibilidad de "dejar atrás" las virulencias propias de una campaña
electoral para buscar acuerdos, en lo internacional ha reafirmado explícitamente
su oposición regional a Chávez, en clara alineación con el poder fáctico del
gobierno Bush en EE.UU. Por ello…….
Y qué duda cabe, más allá de las políticas y protocolos de Estado, y de las
demasías personales o equívocos de uno u otro actor en este escenario, nuestra
región es atravesada hoy por una definición respecto de su integración y su
inserción en el mundo global que no por compleja y dinámica, deja de ser
inevitable y finalmente virulenta. O la integración real y completa de la
región, en términos que habrán de decidirse en forma compleja, pero propia, por
nuestros países, o la subordinación de hecho, más allá de declaraciones cada vez
más insostenibles de "soberanía", a la (pre)potencia de los poderes fácticos
internacionales, encabezados por el actual gobierno norteamericano.
En ese sentido, resulta útil la metáfora de que tras el resultado electoral, y
más allá de su estrecha articulación con la lucha interna por realizar el
programa de redistribución social y refundación democrática que crece y se
impone, en el Perú empieza recién una nueva "Batalla de Ayacucho", en alusión a
aquella en que, en la sierra peruana, el ejército latinoamericano de Bolívar
expulsó al dominio español del continente en 1.824. Como entonces, ahora se
juega también el destino y autonomía, no sólo del Perú, sino de todos los
latinoamericanos. En esta nueva "Batalla de Ayacucho" recién comienzan a
desplegarse las fuerzas en choque y es seguro que en su previsiblemente largo
desarrollo no será menos encarnizada que aquella otra. Cobran vigencia entonces
las palabras del inmortal mariscal Sucre a sus soldados latinoamericanos en las
vísperas de la batalla: "De vuestros esfuerzos de hoy dependen los destinos
de Sudamérica". Y resultan útiles las palabras del oficial colombiano
Córdoba que resultaron cruciales en el fragor de la lucha: "Armas a
discreción, ¡Paso de Vencedores!!!".