Latinoamérica
|
Perú: no está dicha la última palabra
Angel Guerra Cabrera.
Las elecciones en América Latina son con frecuencia uno de los escenarios del
enfrentamiento que se da en varios terrenos entre las fuerzas que intentan
continuar las desprestigiadas políticas neoliberales y las que luchan por
desmantelarlas. Se disputan el voto las corrientes derechistas, conservadoras y
proimperialistas, representadas por las oligarquías, con las fuerzas populares
favorables a rescatar los recursos naturales, recuperar la soberanía nacional,
promover la integración latinoamericana y romper con la tutela de Washington.
Este fue el caso de los recientes comicios en Colombia. Por primera vez desde la
época de Jorge Eliécer Gaitán, una coalición de fuerzas populares que llevaba de
abanderado a Carlos Gaviria, representó un reto al poder oligárquico, hoy
personificado por Alvaro Uribe. Aunque perdiera, desplazó al tradicional Partido
Liberal como secunda fuerza electoral y podría encausar hacia la izquierda a
partir de ahora todo el enorme descontento social y político acumulado en el
país.
Más significativas aún han sido las elecciones peruanas del pasado domingo.
Ollanta Humala, un candidato casi desconocido hasta hace unos meses logró
encarnar las aspiraciones de millones de compatriotas hartos de la enorme
desigualdad, discriminación y marginación sociales sumadas a lo largo de siglos
y acentuadas al extremo por las prácticas de "libre" mercado. Humala, postulado
por Unión por el Perú(UPP) ganó en primera vuelta por un amplio margen y perdió
en la segunda contra una alianza de todas las fuerzas de derecha y los medios de
intoxicación masiva capitaneada por Estados Unidos. El instrumento de que se
valió ese conglomerado es nada menos que el APRA, partido que hace décadas pasó
a convertirse en comodín de la oligarquía. A esa agrupación pertenece el
candidato triunfante Alan García, quien ya ocupó el gobierno entre 1985 y 1990 y
se vio obligado a huir del país perseguido por la justicia debido a escandalosas
malversaciones y masacres de prisioneros políticos indefensos como parte de una
gran ola represiva. De él también se recuerda el estado deplorable en que dejó
la economía del país.
Humala, inexperto en política y con una estructura partidaria improvisada sobre
la marcha, no logró que su mensaje nacionalista llegara con la claridad
necesaria a todos los inconformes y sufrió una extraordinaria y unánime escalada
de demonización de la maquinaria mediática, acrecentada después de la primera
vuelta. La derecha utilizó su pasado militar y sus vínculos con el presidente
venezolano Hugo Chávez para asustar a los importantes sectores limeños de clase
media con el peligro del "comunismo" o de un gobierno castrense autoritario y
también apeló con altas dosis de nacionalismo antivenezolano a sectores
populares atrasados políticamente. Así y todo la diferencia entre Humala y
García no llegó a ochocientos mil sufragios sobre un total de 16 millones y
medio de votos válidos. El candidato de UPP arrasó en la sierra y la selva, las
regiones más pobres y atrasadas del país. De hecho, ganó en 15 de 24
departamentos. UPP consiguió también 45 escaños, la primera mayoría, en el
Congreso unicameral, por lo que García se verá obligado a concertar con Humala
para lidiar con el Legislativo, como han advertido analistas, quienes señalan
además que será imposible lograr la paz social sin contar con la gran fuerza de
los más desfavorecidos que representa el ex militar. García está comprometido
con Washington y la rancia oligarquía por lo que no se puede esperar de su
gobierno más que una política de continuidad neoliberal, que seguirá
concentrando la riqueza, aumentando el número de pobres y entregando el país a
las transnacionales. Por eso, si Humala hace una oposición inteligente puede
nuclear también en torno a su propuesta nacionalista a millones de votantes de
García y de la ultraneoliberal Lourdes Flores que no tardarán en arrepentirse de
haberle dado su voto al aprista en la segunda vuelta. Sumidos en la pobreza o la
indigencia, una gran parte de los peruanos recibirá la influencia de la política
popular y de defensa de la soberanía nacional que se experimenta en Bolivia, a
cuya población están unidos por lazos culturales e idiomáticos.
Lo más probable en este escenario es que García no termine el mandato y sea
echado de la silla por una pueblada como ya se ha hecho tradición en la zona
andina contra los gobiernos neoliberales. Entonces habrá llegado la hora de
Humala.
aguerra12@prodigy.net.mx