Latinoamérica
|
El movimiento por el rescate del sandinismo
Una nueva opción de izquierda en Nicaragua
Mónica Baltodano *
Prensa de Frente
El 5 de noviembre habrá elecciones generales en Nicaragua. El Frente Sandinista
presenta nuevamente a Daniel Ortega como candidato presidencial, y muchos
luchadores latinoamericanos piensan de buena fe que Daniel Ortega y el FSLN
siguen siendo los únicos referentes de la izquierda en Nicaragua y por tanto, le
endosan todo su respaldo, ignorando las dramáticas mutaciones
político-ideológicas experimentadas por el FSLN y por Daniel Ortega en los
últimos años.
El FSLN, una formidable organización revolucionaria, es hoy víctima del
secuestro y control férreo de Daniel Ortega y de un pequeño grupo de dirigentes
sandinistas, convertidos en empresarios a partir de las propiedades de las que
se adueñaron con el reparto de bienes del Estado realizado tras la derrota
electoral del FSLN en 1990. Este grupo dominante no sólo se apropió de bienes y
de capital, también se apropió de las estructuras de dirección del FSLN,
centrando sus objetivos en el control de espacios de poder, en el
fortalecimiento de sus intereses económicos y en las apuestas electorales, con
una visión prebendaria de la política.
Esta transmutación no se produjo de la noche a la mañana. Ha sido un proceso
largo y continuo que aconteció no sin resistencias al interior del sandinismo,
provocando en él serias fracturas. Hasta hoy, sectores de la militancia de base
continúan soñando con que el FSLN pueda reivindicarse como una fuerza de
transformación comprometida con los excluidos.
El proceso de transmutación del FSLN y de Daniel Ortega
La derrota electoral del FSLN en 1990 coincidió con un proceso de reflujo de las
ideas y de los procesos revolucionarios en todo el mundo. En ese contexto,
aquella derrota fue asumida por los dirigentes y militantes sandinistas con
variados niveles de comprensión. A riesgo de simplificarlos, diríamos que para
unos significó el aniquilamiento de las posibilidades de construir una sociedad
más justa y el fin de la utopía. A partir de esa perspectiva, iniciaron un
recorrido de "ajustes a la realidad", camino que desembocó para algunos en
claudicación. Para otros, la derrota fue un revés en el camino de la lucha que,
aunque estratégico, no significó el cierre de las esperanzas, el fin de la
utopía o un punto final a las luchas por la construcción del otro mundo posible,
ése que algunos seguimos llamando socialista.
Después de la derrota del 90, la mayor parte del sandinismo se propuso resistir
el proceso de restauración del régimen oligárquico. Sin embargo, esta voluntad
no fue expresada ni en un programa ni en una estrategia ni siquiera en tácticas
a seguir. El enfrentamiento de las complejas coyunturas de aquellos años impuso
la lógica de priorizar las tareas inmediatas, postergando la urgente tarea de
crear una nueva visión estratégica. Al pasar los años, los objetivos
inicialmente proclamados fueron diluyéndose en la práctica y, como ha escrito
recientemente Humberto Ortega, del "radicalismo" pasamos al "realismo político".
Las luchas en defensa de la propiedad -las tierras y las fábricas entregadas
apresuradamente a campesinos, trabajadores y cooperativistas- adquirieron
relevancia. Sin embargo, y lamentablemente, esas luchas sirvieron para encubrir
la apropiación indebida de medios y bienes que hicieron algunos dirigentes
sandinistas para su beneficio personal. Esta "piñata" debilitó la indiscutida
fuerza moral y ética que hasta entonces tenía el sandinismo.
Con la derrota electoral se diluyó también la conducción colectiva. Y Daniel
Ortega -quien se mantuvo a la cabeza del partido- fue convirtiéndose en el
principal y casi único representante del FSLN y en el negociador de todas las
luchas sociales. Por su parte, el movimiento social -que no estaba en capacidad
de representarse a sí mismo, acostumbrado a depender de la dirección de "la
vanguardia", carente de autonomía y personalidad política propia-, terminó
siendo mediatizado por los intereses políticos del núcleo danielista, ya
penetrados por los intereses económicos del emergente "grupo económico
sandinista".
Las organizaciones populares, que al inicio hicieron esfuerzos de resistencia al
proceso de contrarrevolución e implantación del neoliberalismo en el país,
terminaron muy pronto sometidas a los imperativos políticos impuestos por la
dirección del FSLN. Así, las luchas de carácter popular pasaron a ser
controladas por intereses políticos y no fueron el resultado de la dinámica
propia de los sectores sociales. En las luchas se incluyeron demostraciones
artificiales de fuerza, que pasaban rápidamente a la confrontación con métodos
violentos, lo que anulaba las posibilidades de masificar y legitimar la
resistencia popular al neoliberalismo. Cada una de estas confrontaciones
violentas concluía con las negociaciones directas de Ortega con el gobierno de
Violeta Chamorro, sustituyéndose así la legitimidad de la lucha y el liderazgo
de sus dirigentes populares por el liderazgo de Ortega y la priorización de sus
particulares intereses. Esta dinámica duró varios años. 1997 marca el punto de
agotamiento de las luchas populares: una y otra vez instrumentalizadas desde
arriba, se evidenciaron ineficaces para lograr algún resultado significativo
para los intereses de la gente.
Pactos, componendas y reparto de puestos de poder
En el Congreso Sandinista de 1998, y en un contexto estremecido por las
acusaciones de violación sexual interpuestas por su hijastra Zoilamérica, Daniel
Ortega selló su viraje hacia la derecha dando todo su respaldo a la corriente
del FSLN denominada "Bloque de Empresarios Sandinistas" e incrementando
sustantivamente las cuotas de poder que ya tenían al interior del FSLN. En su
alocución de cierre de aquel Congreso, Ortega, de manera unilateral e
inconsulta, anunció su decisión de deponer la lucha popular para emprender el
camino de la transacción y los pactos, camino que ya había iniciado en 1997
negociando con Arnoldo Alemán -recién llegado al gobierno- la Ley de la
Propiedad Reformada, Urbana y Rural.
A partir de ese año se inicia un proceso de transacción con este corrupto
gobernante y con su Partido Liberal Constitucionalista (PLC). El proceso
concluyó con un pacto entre las cúpulas políticas del FSLN y del PLC, que
desembocó en una nueva y antidemocrática Ley Electoral y en Reformas a la
Constitución para aumentar los altos cargos del Estado, repartidos por Alemán y
Ortega entre sus allegados.
A partir de entonces se hicieron evidentes las contradicciones que con la
corriente pactista encabezada por Ortega tenían varios diputados sandinistas en
el Parlamento. Víctor Hugo Tinoco y yo misma cuestionamos firmemente el pacto,
pero mientras avanzaba en componendas prebendarías con Alemán y la derecha,
Ortega aplicó la represión interna, las purgas al estilo estalinista y todo tipo
de maniobras para aniquilar cualquier expresión crítica en el seno del FSLN. A
nuestro juicio, lo más grave del pacto FSLN-PLC fue el compromiso asumido por
Ortega de desmovilizar las fuerzas sociales y neutralizar cualquier lucha
popular. Con el pacto, se terminaron todas las resistencias a las
privatizaciones, a las políticas del Fondo Monetario y del Banco Mundial y a las
diversas expresiones de los planes de ajuste estructural.
El pacto se expresó también, aunque calladamente, en numerosas negociaciones
subterráneas en torno a la propiedad. Con ellas se incrementó el capital del
emergente grupo económico sandinista, integrado también por ex-dirigentes
obreros y campesinos, que ya para entonces usufructuaban propiedades negociadas
en los Acuerdos de Concertación con el gobierno de Violeta Chamorro y ahora
repartidas en el pacto con Alemán. Estas oscuras negociaciones permitieron
también, sin ninguna denuncia u oposición del FSLN, que Arnoldo Alemán
desplegara la corrupción más galopante nunca antes vista en Nicaragua. Así
creció el nuevo grupo económico emergente liderado por Alemán, el nuevo socio de
Daniel Ortega.
Con la exclusión y el aislamiento de líderes históricos del sandinismo, y con la
supresión de la conducción colectiva, las bases sandinistas, desprovistas de
información adecuada, de educación política y no entrenadas en el debate,
huérfanas del instrumental ideológico para enfrentar las nuevas condiciones
nacionales, terminaron asumiendo como único liderazgo el del Secretario General
del FSLN, Daniel Ortega. Están ahí las causas más inmediatas del caudillismo que
hoy él ostenta.
La lógica de la democracia liberal provocó también una aguda lucha al interior
del FSLN en el afán de ser designados para ocupar los cargos institucionales
mejor remunerados y con más privilegios. Nombrar a los principales dirigentes de
las organizaciones populares en cargos institucionales se convirtió también en
un mecanismo para cooptarlos.
El gobierno pro-yanqui de Enrique Bolaños
Este proceso, iniciado durante el gobierno de Violeta Chamorro, agudizado por el
pacto con el PLC durante el gobierno de Alemán, encontró al FSLN en 2001, cuando
llega al gobierno Enrique Bolaños, en estado de descomposición.
Aunque ganó las elecciones dentro del PLC -el partido de Alemán-, Bolaños se
enfrentó inmediatamente a Alemán acusándolo por corrupción. Daniel Ortega
aprovechó la situación de inestabilidad que esta decisión creó, y en vez de
asumir a fondo la lucha contra la corrupción, encarnada en Alemán, escogió el
camino de "jugar a tres bandas": pactar con Bolaños o con Alemán según
conviniera a sus intereses.
Todo esto explica por qué, a pesar de las grandes presiones de las bases
sandinistas, y de la población en general, las posiciones de la dirección del
FSLN ante la corrupción de Alemán y de su gobierno fueron prácticamente
inexistentes. No fue hasta que Ortega logró pactar con Bolaños el control del
Parlamento y otras prebendas, que el "danielismo" -hay que llamarlo así, y no
sandinismo- dio sus votos para suspenderle la inmunidad a Alemán.
No fue hasta entonces que Ortega dio la orden a una jueza sandinista para que
dictara contra Alemán una sentencia condenatoria.
La permanente intromisión del gobierno de Estados Unidos en el escenario
político de Nicaragua, su odio visceral contra el sandinismo y la actitud sumisa
ante el gobierno Bush del Presidente Bolaños fracturaron el precario equilibrio
del pacto Ortega-Bolaños y favorecieron, con nuevos bríos, el " repacto" Ortega-
Alemán (para entonces, ya condenado a 20 años de "prisión ", que cumple en su
cómoda hacienda personal). Hasta esa prisión-hacienda llegaron innumerables
veces Daniel y sus allegados a reunirse con Alemán, y en la borrachera de su
maridaje ambos firmaron nuevos "acuerdos estratégicos" (¡con un reo condenado a
20 años por robo descarado del erario público!). En enero de 2004, una de esas
reuniones quedó plasmada, como prueba imborrable del contubernio, en una
ignominiosa fotografía que es hoy icono de la traición a los ideales del
sandinismo.
Los compromisos entre Alemán y Ortega van hoy mas allá de lo que aflora a luz
pública: el reparto de todos los puestos públicos importantes, el reparto de
sentencias judiciales -una para vos, otra para mí-, el reparto de fondos desde
la Asamblea Nacional -uno para vos, otro para mí-, el reparto de leyes, el
reparto de jueces y magistraturas Además, esta repartidera la realizan con un
descarado despliegue de poder inmune e impune, como una forma de sembrar el
temor generalizado. Hoy, las decisiones de todas las instituciones del Estado en
Nicaragua penden de manera directa de la voluntad de Alemán o de Ortega. Ambos
caudillos imponen su voluntad al margen de la justicia y de las leyes. La
percepción compartida de la mayoría de los nicaragüenses es que estamos en manos
de dos grupos mafiosos.
A esta trágica situación hay que sumar que muchos de los actuales dirigentes del
FSLN se han "convertido" a grupos religiosos fundamentalistas y supersticiosos,
haciendo de la militancia política y de la magia religiosa una confusa mezcla,
en la que los delitos se transmutan en pecados y el "amor" se ha vuelto la
bandera política del FSLN. Esto ha coincidido, no de manera casual, con otro
pacto, el amarrado entre el Cardenal Miguel Obando -enemigo frontal de la
revolución sandinista y de la iglesia popular durante los años 80- y la familia
Ortega-Murillo (esposa de Ortega y lideresa de la nueva "espiritualidad"), tras
favores de Ortega a Obando, aprovechando los espacios del FSLN en el Poder
Judicial y el Poder Electoral, hoy presidido por un protegido de Obando, gracias
al respaldo de Ortega.
El viraje del Cardenal comenzó cuando se hizo claro que las raíces de la
corrupción del gobierno Alemán tocaban también a la jerarquía católica y a
instituciones ligadas a ella. Entre los privilegios gozados al amparo de la
corrupción, el más conocido fue la introducción al país, libre de impuestos, de
centenares de vehículos de lujo para allegados del Cardenal, a través de COPROSA,
su ONG.
El empobrecimiento de la mayoría
Durante estos años el neoliberalismo ha logrado desmontar casi todas las
transformaciones sociales que hizo la revolución en los años 80 y ha instalado
un capitalismo voraz e inhumano. Se han privatizado los servicios públicos, se
ha entregado nuestra economía a capitales transnacionales, se ha cedido el
territorio nacional en concesiones mineras y forestales, se impulsa la
privatización de la salud y de la educación. Florecen lujosos comercios,
gasolineras, casinos, y para la gran mayoría del pueblo no queda otro camino que
los mal pagados empleos de las maquilas, la emigración a Costa Rica y a Estados
Unidos o la sobrevivencia en la más absoluta pobreza y falta de oportunidades.
Los líderes oficiales del FSLN no han hecho nada para enfrentar el despojo hecho
al pueblo de los logros revolucionarios y la cancelación de sus esperanzas en un
futuro digno. Peor: también ellos han participado en ese despojo a través de las
instituciones estatales que controlan y de las empresas que manejan. Sólo les
queda la retórica revolucionaria, y la única "oposición" que practican se
orienta a controlar más puestos de poder.
La construcción de una nueva alternativa desde el sandinismo
A principios del año 2005 un numeroso grupo de sandinistas inició un movimiento
político para postular al entonces saliente alcalde de Managua, el sandinista
Herty Lewites como candidato presidencial del FSLN.
Correspondía resolver la aspiración de Lewites en elecciones primarias internas,
según lo establecen los Estatutos del FSLN. Sin embargo, la respuesta de la
dirigencia oficial fue la eliminación de las primarias y la proclamación ilegal
y arbitraria de Daniel Ortega como candidato presidencial del FSLN, por quinta
vez y tras tres derrotas consecutivas.
La supresión de las primarias presidenciales fue acompañada de la expulsión del
FSLN, sin que mediara ningún procedimiento legal, de Lewites y de Victor Hugo
Tinoco. Toda suerte de descalificaciones fueron lanzadas contra Lewites y
quienes le apoyaban: "agentes del imperialismo", "agentes de la derecha ",
"enemigos de los intereses populares". Descalificaciones inconsistentes, pues
Lewites había sido siempre una de las personas de más confianza del propio
Daniel hasta que osó desafiarle en su candidatura presidencial.
Tinoco había sido Vicecanciller del gobierno sandinista y era miembro de la
Dirección Nacional del FSLN, aunque desde el comienzo se opuso al pacto con
Alemán.
Estos actos autoritarios y arbitrarios concitaron un repudio generalizado del
sandinismo y contribuyeron a ir aglutinando en torno a Lewites a sandinistas que
durante estos años fueron marginados por Ortega: Comandantes de la Revolución
como Victor Tirado, Henry Ruiz y Luis Carrión, intelectuales como la escritora
Gioconda Belli, el poeta Ernesto Cardenal y el cantautor Carlos Mejía Godoy,
Comandantes Guerrilleros como Mónica Baltodano y Rene Vivas. Y a un sinnúmero de
líderes y militantes de base, que finalmente organizaron el Movimiento Por el
Rescate del Sandinismo (MPRS), una fuerza política dispuesta a rescatar los
valores e ideales sandinistas y a apostar por un proyecto que transforme
integralmente la situación de nuestro país.
Como objetivo de corto plazo, el MPRS decidió construir una alternativa
electoral para noviembre de 2006. En agosto de 2005 nos aliamos con el
Movimiento Renovador Sandinista, fundado en 1996 por el escritor Sergio Ramírez
y la Comandante Dora Maria Téllez. En mayo, con el Partido Socialista
Nicaragüense, el Partido de Acción Ciudadana y el Partido Verde Ecologista.
Otras alianzas incluyen hoy a movimientos políticos y sociales no partidarios,
como CREA (Cambio, Reflexión Ética y Acción) -que aglutina a miembros de la
Juventud Sandinista y a combatientes de la defensa de la revolución en la década
de los 80-, al Movimiento Autónomo de Mujeres y a asociaciones de víctimas de
plaguicidas (Nemagón). Más recientemente, se sumó el Comandante Guerrillero Hugo
Torres, General retirado del Ejercito Sandinista, reconocido por su
participación en acciones heroicas en la lucha contra la dictadura somocista.
El escenario electoral de noviembre
A las elecciones de noviembre, la derecha concurre con dos fuerzas: el PLC de
Arnoldo Alemán y una nueva agrupación liberal-conservadora, la ALN-PC, que trata
de distanciarse de la corrupción y de los estilos mafiosos de Alemán y del PLC.
La ALN-PC cuenta con el respaldo del gran capital nacional y especialmente, con
el beneplácito del gobierno de Estados Unidos, que ha hecho y seguirá haciendo
lo imposible por unir a ambos grupos.
El escenario electoral nicaragüense está este año muy lejos de la polarización
de contiendas anteriores, donde los votantes tenían que decidir siempre entre
sandinismo y antisandinismo, pero donde los sandinistas tenían una única
representación: el FSLN y Daniel Ortega como candidato. Este año, la Alianza MRS
es la nueva fuerza política de izquierda, que reclama un cambio profundo para
Nicaragua y una refundación del sandinismo para poder responder a las
transformaciones que requiere nuestro país.
La organización de esta nueva alternativa electoral sandinista fue urgida por
miles de sandinistas opuestos al continuismo y a la corrupción de Daniel Ortega.
Nos negamos a concurrir a las elecciones con una camisa de fuerza basada en la
lógica de que no importa qué hagan los dirigentes, qué intereses favorezcan o
cuán cuestionables sean sus conductas, porque al final los sandinistas tenemos
que "cerrar filas" y votar por los candidatos que la cúpula "danielista " nos
haya impuesto, porque de lo contrario "sos un traidor pro imperialista ".
Ciertamente, el discurso de Ortega y sus acercamientos oportunistas a líderes de
la izquierda latinoamericana buscan mostrarlo como un izquierdista radical.
Lamentablemente, fuera de Nicaragua se desconoce la esquizofrenia del FSLN y de
sus dirigentes: en la boca un discurso de izquierda y en la vida una práctica
política corrupta y favorecedora del neoliberalismo y de los intereses de la
derecha.
El programa y el discurso del candidato de la Alianza MRS, Herty Lewites, es un
discurso moderado, no comprometido demagógicamente con cambios para los cuales
no existe aún una correlación favorable en Nicaragua. Lewites se ha proclamado
de centro izquierda y sin duda lo es, pero dentro de las fuerzas que lo
acompañan hay mucha gente que ha luchado y sigue resistiendo resueltamente el
modelo imperante con radicalidad. Hoy, la realidad nicaragüense reclama cambios
institucionales y legales inmediatos y en este objetivo podemos encontrarnos
distintos sectores, aún desde matices y diferencias ideológicas, sabiendo que
después de las elecciones otras luchas están por hacerse.
Herty Lewites es un sandinista con larga trayectoria en el sandinismo y es un
hombre que cuenta con respaldo y simpatía en amplios sectores del pueblo, más
allá del sandinismo, por su capacidad para hacer cosas a favor de la gente. Es
una opción de centro izquierda. Su candidatura presidencial ha abierto una
oportunidad para superar el pactismo, la corrupción, el desprestigio de la clase
política y el sometimiento de la nación a los intereses de Daniel Ortega y de
Arnoldo Alemán. Después de 15 largos años de neoliberalismo y de corrupción, las
fuerzas de izquierda y las fuerzas progresistas tenemos hoy la oportunidad de
empezar a cambiar las cosas.
* Ex comandante guerrillera del FSLN.