Latinoamérica
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La Victoria precaria
Por la existencia de esa altiva bandera, temen el estallido de la
inconformidad popular. Pueblo en la calle y ofensiva guerrillera, simultáneos,
coincidentes, son fuerza demoledora contra cualquier tiranía.
En ninguna otra parte de Nuestra América los planes de la opresión tienen en el
horizonte los nubarrones liberadores de una tormenta popular, como en Colombia,
escribe Iván Márquez en la página web de las FARC-EP.
Iván Márquez
miembro del Secretariado Nacional de las FARC-EP.
La "V" de la victoria que levanta el uribismo, es la de una victoria precaria.
Es la victoria de la abstención próxima al 60%. Uribe sólo obtuvo el 27,5% del
universo del voto en Colombia. Es la victoria de la ilegitimidad que sólo puede
ser cantada por la guerra y la Seguridad Democrática, nueva estrategia gringa
para la recolonización neoliberal de Latinoamérica y el Caribe.
Fue también el triunfo de la maquinaria del Estado a favor de un candidato, del
voto cautivo de la burocracia, de los fraudes y presiones del
narcoparamilitarismo de Estado, del voto inducido por la cruzada de las
encuestadoras y los grandes medios...
La euforia y la estridencia que borbotan de las toldas uribistas no son
suficientes para apaciguar la sensación de inseguridad de la gran oligarquía
colombiana. Las cifras no son aplauso, sino una verdadera silbatina para el
gobierno de colonia y antipatria.
La estrategia de la Seguridad Democrática con su componente el Plan Patriota, no
pudo derrotar a la insurgencia. La flama tricolor de la guerrilla que es el
anhelo irreductible del pueblo por cambio de estructuras, justicia social,
democracia, paz y libertad, ondea en lo más alto de la montaña colombiana.
Por la existencia de esa altiva bandera, temen el estallido de la inconformidad
popular. Pueblo en la calle y ofensiva guerrillera, simultáneos, coincidentes,
son fuerza demoledora contra cualquier tiranía.
En ninguna otra parte de Nuestra América los planes de la opresión tienen en el
horizonte los nubarrones liberadores de una tormenta popular, como en Colombia.
El South Command cree que el destino de Colombia puede ser conjurado con el
desembarco de marines, pero también saben que esto podría detonar la
insurrección y la guerra patria, la guerra de todo el pueblo, y desatar
explosiones de solidaridad.
Basar tropas yanquis en Colombia es apuntar no sólo contra la inconformidad
interna; sería apuntar también desde un flanco crítico, en términos militares,
contra la Revolución Bolivariana de Venezuela, verdadero foco que irradia
esperanzas de libertad para los pueblos de este hemisferio.
Ha sido reelegido el cipayo predilecto del imperio. El que se cree puente del
sueño washingtoniano del "business" que ambiciona unir a Suramérica y a
Centroamérica, no para la independencia y la dignidad, sino para que fluyan sin
obstáculo, por autopistas, gasoductos, cableados y modernos puertos, las
riquezas de Nuestra América hacia las metrópolis del norte, en el marco de ese
miserable plan que los gringos han denominado "Panamá-Puebla".
La estrategia de predominio de la Casa Blanca ha ganado una cabeza de playa con
esta reelección. Uribe ha sido colocado como carga desintegradora de la América
Latina y el Caribe para allanarle el camino al negocio y la ganancia de la
política neoliberal a través de los TLC.
Las FARC, la inconformidad popular y el pensamiento de Bolívar, son el obstáculo
inmediato. Saben ellos que el triunfo de las ideas y de las armas populares en
Colombia puede marcar el comienzo de la definitiva independencia, de la caída
como castillo de Naipes, de la odiosa opresión, preludio de la alborada de
Patria Grande.