Latinoamérica
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La actualidad de la Crisis Educativa en el Arcis
.Andrea Ocampo.
Hemos sido partícipes de un momento histórico de nuestro país. Un hecho que
prontamente será acoplado a nuestra precaria historiografía nacional y que,
según está planeado, seguirá ejercitando la misma forma de leerlo en clases:
resumirlo, pasarlo a ficha, y "si te leí ni me acuerdo". Y con esto me refiero a
que el conflicto principal de este tiempo, por el que los secundarios han salido
a la calle, se refieren al ámbito práctico del supuesto teórico sobre el que
esboza nuestro paradigma de educación chilena.
La nueva razón especializada, técnica, instrumental y elitista que el gobierno
supone en su constitución, no acotará nunca a cabalidad las soluciones a las
demandas que la fuerza estudiantil está gritando. Y con esto no me refiero a los
meros pingüinos, sino que también de los Universitarios. Porque yo tengo el
dinero para ser universitaria. Privilegio que no todos tienen. Y por tanto, mi
responsabilidad cívica y académica ha estado en relación con el poner entre
comillas -en mi Universidad- la noción de Educación. En, precisamente,
cuestionar los supuestos que la institución -que decide por mi educación- ha
dado por entendido, al momento de ejercer su función.
Mi Universidad está en toma. Y si bien, me parece que una toma no arregla muchas
cosas –pues para empezar es ilegal e impone circunstancias "a la fuerza"-, si da
un espacio de diálogo que, en otras instancias, nunca ocurrirían. Hegel alguna
vez lo diría.
Y eso es un hecho, tal como lo es la Toma: una circunstancia de pausa académica,
como la salida posible ante la mediocridad de la administración estudiantil. Mi
Universidad es la Arcis, "charcis", "Marxis", o como se le llame. Y "tomarse"
tal institución ha implicado lo que nunca esperé: el develamiento de esa
Izquierda Burócrata, mal administrada, "compadresca" e inconsecuente, de la que
cuatro años atrás muchos egresados de sus filas me previnieron, y de la que
muchos se quieren desvincular. Esto es decir, por tanto, que la (y se) reconocen
(en ella).
Yo tuve la libertad de elegir a que universidad ingresaría a estudiar filosofía.
Y aposté por ella, puesto que cumplía con una malla académica innovadora, con
profesores de vanguardia y un proyecto académico de mi simpatía. Pero vamos, que
si escribo esto es porque nada resulto ser lo que era. Puesto que, las mallas
cambiaron, los profesores fueron rotando y el proyecto se cerró a "los amigos de
los amigos de". Y es que, a pesar de que existan profesionales de excelente
calidad docente, son aquellos los que menos tiempo pasan en contacto con el
alumnado y también los mismos que –en su mayoría- han desaparecido en los
momentos de crisis.
Luego ¿Que quiere decir esto a nivel de política educacional?. Principalmente
que el nivel de convicción, con respecto a la idea política por la que trabaja
mi Escuela, no tiene fuerza, ya sea por motivos que la atañen directamente a
ella, ya sea por causas externas. Ya sea porque no está bien fundamentada ni
ejecutada, o bien, porque su soporte (la universidad) no la acompaña. Pero más
allá de eso, su alcance radical estriba en la noción gubernamental de
"Educación" que, como legado, ha asumido mi Universidad -sin nunca aceptarlo-, y
todas las otras Universidades que se encuentran en paro.
Las comillas de la educación están más latentes que nunca, y en estado de paro
nacional y/o de tomas específicas, es absurdo hacer oídos sordos a lo que
resuena en las calles. Ahora -más que nunca- me uno a lo que Maria Jesús
Sanhueza (dirigente estudiantil) declaró en el The Clinic: "Debieran estar
agradecidos. ¿En qué país del mundo los estudiantes salen a las calles a exigir
una educación de calidad? Eso es un elogio".
Y es un elogio por que presume transversalidad y marginalidad en sus
planteamientos: presumen de un espacio público donde se discutan y donde se
propicie la participación activa del estudiante en su proceso educativo. Es un
elogio, a fin de cuentas, porque el salto cualitativo -del griterío a la
palabra- indica la exigencia de una modificación del paradigma educacional. Lo
que se pone entre comillas -y se suspende- entonces, no es la educación como
concepto abstracto, sino, los educadores y los educados como proyectos
realizables. Se propone la duda sobre la clase de profesores que hacen de
nosotros y la clase de educadores nos educan. Pero ante todo se promueve la
duda. Y eso, en toma o no, a mi me parece bien.
Por otro lado supone, de una forma radical, del descontento del Estudiante con
el Profesor, del Profesor con su Institución, y luego, de la Institución con su
Gobierno. Y en un clima donde los malestares de los "de más arriba" importan más
que "los de abajo", nace la piedra que reclama derecho. Nace la toma que
clausura la infraestructura estudiantil, y nace la gran preocupación de aquellos
que la administran: "la pérdida de plata". El peligro de que los accionistas de
esta "empresa educativa" se retiren y de que la Universidad Privada quiebre.
Nacen presiones de todo tipo que enturbian el diálogo, que niegan una realidad
ante la que el alumnado está disconforme y, por último, nace el murmullo de las
futuras represalias por parte de los académicos. Nace el miedo de que las
autoridades (del Arcis, ojo) pasen lista, y con ello, la máquina.
Luego ¿Cómo quitar el recuerdo de la piedra? ¿El miedo?. Quitando la desigualdad
de "importancias", relevancias y/o intereses por lo que respecta en la
educación, para luego quitar la Toma. Pues hay que actualizar la contingencia de
un objeto, que –precisamente- es el objeto (de estudio) de la educación: El
Alumno. Y es que el objeto de la perfomatividad educativa ya no refiere al
"saber", mis queridos compañeros, sino que a la condicion real del alumno y su
futuro.
El futuro de Chile no existe aún, pero los pingüinos si se han dado actualidad y
presente, justamente en la calle. Por tanto, a los universitarios no nos queda
más que aprender de ellos, y asumir nuestra responsabilidad cívica y educativa:
incidir en nuestro futuro, reformando el presente. Ese es todo el poder de lo
que me han enseñado mis profesores (ahora ausentes de la Toma): mi libertad. Y
es que siempre aprendí rápido…y creí en lo que aprendí.