Latinoamérica
|
Furia campesina sorprende al Congreso
Cárcel para los Sin Tierra
Lula trató de vándalos al grupo de campesinos que irrumpió en el Congreso
para reclamar la confiscación de fincas donde se practica el trabajo esclavo. El
establishment brasileño criminalizó la protesta social.
Darío Pignotti
Página/12
Francinelli Denizia Aséncio lleva un piercing en la ceja, polera ajustada y
jeans: una chica de apariencia urbana que el martes junto a otros 500 militantes
del Movimiento de Liberación de los Sin Tierra (MLST), en su mayoría campesinos,
tomaron por asalto el Congreso brasileño. Francinelli, rubia de 21 años con una
hija de 5, ganó notoriedad luego de que los noticieros televisivos mostraran la
destreza con que destrozó varias terminales de computadora en minutos, munida de
una piedra atada a un lazo. La furia campesina lanzada contra la sede del poder
institucional tomó desprevenida a la clase política brasileña en receso obligado
por el Mundial de Fútbol. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva reaccionó con
una vehemencia inédita frente a los movimientos sociales con los que mantiene
viejos lazos de amistad. "Lo que vimos no fue una escena de democracia sino de
vandalismo (...). Quien practicó vandalismo, pagará por el vandalismo
practicado."
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, MST, surgido a principio
de los ’80, fue más cauto que Lula en los calificativos sobre el MLST, una
escisión surgida de sus filas a fines de los ’90. Aun así, el MST, la mayor
organización social brasileña, con cerca de un millón de labradores acampados en
haciendas expropiadas o en vías de expropiación en gran parte de los 27 estados
de la Unión, no ocultó sus discrepancias con el MLST, cuya presencia territorial
y capacidad de movilización son inferiores al MST. En su órgano de prensa,
Brasil de Fato, el MST caracterizó a los sucesos del martes, con un saldo de 46
heridos y 507 detenidos, como una causa "justa" defendida con una táctica
"desastrosa".
MST y MLST son tributarios de las luchas campesinas de los años ’60, y de la
Comunidades Eclesiásticas de Base, que desde 1974 se interesa por la política
agraria, lo que dio lugar a la Pastoral de la Tierra. Ambos, MST y MLST,
critican severamente la política económica del gobierno del Partido de los
Trabajadores (PT) por encontrarla sumisa al poder financiero. Tampoco se sujetan
a la lógica del "sistema institucional", como sí hace el PT, combinando
estrategias de lucha por dentro y por fuera del sistema, sin allanarse a los
tiempos de los partidos. Son organizaciones "movimientistas", a semejanza de las
que llevaron al gobierno a Evo Morales en Bolivia: "Ellos (cocaleros bolivianos)
y los piqueteros argentinos son nuestros grandes compañeros" le dijo Joao Pedro
Stédile, líder del MST, a este diario hace ya algún tiempo. Pero mientras el
MLST elige como blanco el Congreso, el MST prefiere ocupar latifundios y,
últimamente, destruir laboratorios donde se gestan semillas transgénicas.
Brasilia está a unos mil kilómetros de San Pablo y Río de Janeiro, los
principales colegios electorales del país. Llegar hasta el Palacio del Planalto
(Presidencia) y del Congreso desde las grandes ciudades lleva días. Las
movilizaciones no son moneda corriente en la Capital Federal.
"El Congreso escucha las reivindicaciones de banqueros y empresarios, pero no
quiere escuchar a los trabajadores. Aquí los trabajadores son recibidos", dijo
Marcos Praxedes, uno de los coordinadores del MLST antes de ser detenido por la
policía y alojado en una cárcel donde se lo procesa, junto a sus compañeros, por
delitos comunes.
La violencia política del martes es nada frente a la violencia delictiva, mucho
más organizada y armada que desplegó hace algunas semanas el Primer Comando de
la Capital, cartel que controla las cárceles de San Pablo y que mostró contar
con apreciable penetración en las favelas de ese Estado. Líderes conservadores y
(de)formadores de opinión establecieron analogías entre el MLST y el PCC,
exigiendo duras condenas contra los activistas presos. La tesis es
"criminalizar" la protesta social: "bandidos, eso es lo que son los del MLST",
dijo el columnista José Newmanne Pinto, periodista del diario Estado de San
Pablo.
En el Congreso brasileño las bancadas corporativas suelen tener tanto o más peso
que las partidarias. De ello dan prueba la capacidad de presión ejercida por el
bloque de los policías, dueños de bingos y grandes hacendados, liderados por el
diputado Rolando Caiado, que criticó a Lula por ser tolerante y mantener diálogo
con los campesinos. Caiado pertenece al Partido del Frente Liberal (PFL) igual
que Inocencio Oliveira, un terrateniente procesado por tener "esclavos" en sus
estancias. El martes Oliveira exigió, sin suerte, que los activistas del MLST
fueran desalojados del recinto de Diputados por el ejército. Una de las
exigencias del MLST era la inmediata expropiación de fincas en las que se
detecte trabajo esclavo.