Latinoamérica
|
En defensa de Juan Antonio Morales
Jaime Durán Chuquimia (*)
El Banco Central de Bolivia, el símbolo de la institucionalidad en el país, el
celoso guardián de la estabilidad monetaria, hoy se encuentra en medio de una
tormenta desatada por feroces atacantes, que cual modernos torquemadas desean
hundir al instituto emisor.
Tal ataque se origina en una operación que realizo el BCB en la semana de la
caída del, entonces, presidente Sanchez de Lozada. El 13 y 15 de octubre el
Ministerio de Hacienda retiro de la Cuenta Única del Tesoro la suma de
Bs13.692.000 (trece millones seiscientos noventa y dos mil bolivianos), sin
embargo, para fines de archivo se añadió las notas de solicitud del Ministerio
de Hacienda con fecha de 20 de octubre.
¿Por qué siguió este camino el BCB? Porque según se recuerda, el lunes de dicha
semana, el conflicto se traslado a la ciudad de La Paz, ese día, las masas
enardecidas se concentraron alrededor de la plaza Murillo, como medida de
precaución, la administración estatal envío a todos sus empleados a casa, pues
no era menester arriesgar la vida de los mismos. Empero, en el Banco Central se
trabajo con personal de apoyo. Se decidió hacer esto porque el BCB es el
guardián del sistema financiero. Éste es el último ariete de lo que significa
Bolivia. O sea el día en que caiga, el país volverá al arco y la flecha (que tal
vez sea el paraíso de Evo Morales, sin dinero como le gusta decir), por lo
tanto, debía estar en el puesto de combate a la espera de tomar las decisiones
adecuadas para dar soporte a la Banca en caso de que numerosos ahorristas que,
temerosos de lo que pudiese ocurrir, decidiesen sacar al mismo tiempo su dinero
de las instituciones financieras.
Lo propio ocurre en relación al Estado, si se revisa la Ley 1670, en el artículo
24 se dice "Todas las entidades del Sector Público deberán depositar sus fondos
en cuentas fiscales del BCB. El BCB podrá delegar mediante mecanismos
competitivos, la administración de estos depósitos a otros bancos y entidades
financieras, salvo los depósitos de las instituciones autónomas que tramiten la
autorización respectiva ante el Ministerio de Hacienda". Es decir incluido el
Tesoro General de la Nación (TGN) todas las entidades tienen cuentas en el BCB,
por lo tanto, el mismo debía estar alerta si necesitaban dinero para cubrir sus
necesidades.
En este punto es donde surge la controversia respecto al presidente del
instituto emisor. Por ley es su obligación atender todos y cada uno de los
requerimientos del Estado. En tal función, actúa como el Banco en el que tenemos
depositados nuestros ahorros. Al momento de retirarlos al cajero no le interesa
en que vayamos a utilizarlos. Lo propio ocurre en la relación del BCB con el TGN,
el Ministerio de Hacienda puede ir y solicitar el dinero que se mantiene en
custodia. En que lo use, es asunto del Ministerio, no del BCB. La fiscalización
corresponde a la Contraloría General de la Republica no a la autoridad
monetaria.
También pasa así con el crédito, si bien el instituto emisor tiene prohibido
otorgar prestamos al Sector público, la ley faculta a hacerlo en los siguientes
casos: "a) Para atender necesidades impostergables derivadas de calamidades
públicas, conmoción interna o internacional, declaradas mediante Decreto
Supremo. b) Para atender necesidades transitorias de liquidez, dentro de los
límites del programa monetario" conforme al articulo 22 de la ley 1670. Por lo
tanto el BCB está facultado para hacer lo que hizo.
La controversia surgió a partir del sello del 20 de octubre, como aclaro diez
mil veces Juan Antonio Morales, esto se lo hizo únicamente para fines de
archivo. Al renunciar Sanchez de Lozada, automáticamente sus ministros cesaron
en sus funciones, mal podían ordenar al BCB dar dinero.
La crítica viene por otro lado, que es necesario desmenuzar, por un lado se
encuentra Solares y compañía, y por algunos miembros del sindicato de
trabajadores del BCB.
Al primero lo anima un afán protagónico que poco a poco está perdiendo. En su
megalómana cabeza considera que él diseño, lidero y concluyo la derrota del ex
presidente. Los análisis que dicen que, de no ser por el inicio de la huelga
general indefinida de la ciudad de El Alto, la convocatoria de la pálida COB
hubiese quedado en nada, le suenan a aleteo de abejas. De ahí que tiene un afán
desmedido en participar en cuanto asunto nacional se le presente aunque no tenga
mayor entendimiento sobre el tema. Aparte utiliza un método propio de los
Partidos Comunistas de la época de Stalin que tal vez piense que lo acaba de
inventar, sobre este punto se volverá más adelante.
Algunos miembros del sindicato de trabajadores del BCB desearían ver en la lona
al presidente de la institución. A quien en varias oportunidades han calificado
de "dictador" por la forma en que maneja algunas cuestiones. Conforme a la
información que se dispone hay algunas cosas que merecen investigarse. Sin
embargo, lo criticable es que han elegido el peor camino. Lo prueba que muchos
funcionarios desconocieron las acciones que seguía la dirigencia.
Esta vía es la de acusar sin otorgar el derecho a la defensa. Ciertamente, no
pesa ninguna condena legal sobre Juan Antonio Morales, pero de ahí que se
convierta en esta no queda más que un paso. La historia muestra varios ejemplos
de esto. Ocurre cuando la ley se traduce en voluntad popular y por lo tanto
cambiante en función de las circunstancias o del manejo del "aparato" como
gustan decir los universitarios. Imaginese una gigantesca asamblea donde se
decida el destino del presidente, en esa ganarán los más gritones, los más
revoltosos, los que no dejen hablar a la defensa, en fin una locura
inimaginable. Eso es lo que Solares y compañía entienden por democracia popular.
Y con gusto les gustaría juzgar en una de estas a Morales. En ella no valdrían
los argumentos serios y razonados sino la retórica, el discurso lleno de
adjetivos, que por lo menos tres veces por minuto repita las palabras "la
voluntad popular". Táctica de los Partidos Comunistas que dejaron a la humanidad
las tristes experiencias de la Unión Soviética, Camboya, Vietnam, y la China de
la época de Mao Tse Tung.
(*) El autor es economista.
(El presente articulo fue publicado en Enero de 2004, por su pertinencia lo
reproducimos)