Latinoamérica
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Uruguay y un momento clave para la región
Ignacio Cirio
La región es un hervidero. Un lúcido periodista de origen argentino lo subrayaba algunos días atrás en Montevideo con una simple aunque gráfica escala cuantitativa: entre el 19 de abril y el jueves pasado se sucedieron con velocidad de vértigo seis cumbres en la región: Uruguay, Paraguay y Bolivia primero, luego Brasil y Argentina en solitario a los que luego se sumó Chávez, Uruguay con México y tras cartón con EEUU; luego del "bombazo" boliviano Kirchner, Chávez, Lula y Evo Morales...
Una primera conclusión: Sudamérica es un tablero donde se cruzan varias estrategias geopolíticas que encierran buena parte de la suerte del continente y del Tercer Mundo para los próximos lustros.
Washington resume muy a su manera la situación: se trata de una puja entre "democracias" y "populismos"; y tomando como referencia ese nuevo "eje del mal" ubica al Uruguay gobernado por Tabaré Vázquez en la orilla segura, es decir la suya.
El cimbronazo fue tal que, tras él, nuestro país puede quedar fuera del mismísimo MERCOSUR, posibilidad que sobrevoló –más allá de "infidencias" periodísticas y desmentidos oficiales– durante toda la semana (sobre ello se abunda en el resto del dossier).
La delegación uruguaya "vendió" literalmente el país durante su extensa gira y aprovechó para lanzar algunos dardos contra Argentina, dando entrada al diferendo por las pasteras en el litoral y marcando distancia respecto al cumplimiento de los pagos de deuda externa. "Nunca, ni en las peores situaciones" Uruguay dejó de desembolsar los pagos a los acreedores, de mayoría estadounidense, dijo con orgullo Vázquez. Además, también fue motivo de su orgullo el hecho de que en nuestro país no se diferencie entre inversor nacional y extranjero. O sea: qué más da que los neumáticos uruguayos los fabrique FUNSA o los importe Pirelli.
El ensanchamiento de las cuotas de ingreso de productos nacionales a la Unión está por verse; de hecho, el tema recién se abordará por un grupo binacional en octubre próximo. Sin embargo, y a pesar de la retórica y las paradas militares rendidas como homenaje al Presidente y su séquito, esta misma semana México anuló una importación de leche larga vida de Conaprole por 17 millones de litros "por razones de mercado".
Golpe al mentón
Coincidiendo –¿o respondiendo?– temporalmente con el encuentro cumbre entre el Presidente uruguayo y su par estadounidense, en la fronteriza ciudad Argentina de Puerto Iguazú se reunían el jueves 4 los mandatarios de Argentina, Bolivia, Brasil, Venezuela. El tema: acordar una salida de conjunto ante los cambios operados en el escenario energético continental luego que el más flamante de entre los presidentes, el boliviano Evo Morales, decretara el lunes anterior la nacionalización instantánea de los recursos de hidrocarburos y gasíferos de su país. Mientas lo anunciaba, el Día de los Trabajadores, centenares de militares eran enviados a los campos petroleros de Bolivia para tomar control de los mismos y –la experiencia venezolana al respecto sin duda fue valiosa– evitar así el boicot mortífero de las trasnacionales que hasta ese momento habían usufructuado con la comercialización de las materias primas.
Finalmente y tras una extensa reunión, hubo humo blanco: Kirchner, encargado de leer las conclusiones de la cumbre aseguró que el abastecimiento del volumen de gas que requieran los países compradores estará garantizado, sin subas de precios y aún con ganancias del 20% a las corporaciones. El presidente argentino recibió la presión directa de la española Repsol –asociada en suelo argentino a los privatizados Yacimientos Petrolíferos Fiscales–, damnificada con el cambio de reglas, en tanto que el brasileño reaccionó en primer término con molestia ante la decisión boliviana.
Como sea, el cónclave mostró otra faceta de la dinámica latinoamericana en horas de definiciones: una decisión de soberanía impacta a la región y pese a ello es resuelta –o al menos y por ahora gestionada– sin apelar a actores ajenos al subcontinente... mucho menos a la Casa Blanca. En esta crisis que no llegó a estallar Chávez tomó partido transparentemente por la decisión boliviana: "Gracias a la soberana acción que Bolivia ha tomado sobre la nacionalización de sus recursos de hidrocarburos, hemos acelerado la incorporación de Bolivia al proyecto del Gasoducto del Sur", dijo. ¿Por qué no habrá seguido el mismo camino en el caso del diferendo entre los gobiernos uruguayo y argentino por las papeleras? La respuesta es solo una: si el presidente venezolano encabeza un movimiento continental tendiente al relacionamiento intra-bloque y pone sobre la mesa los temas y las acciones clave en ese sentido –en ancas, sí, pero no únicamente en torno a sus cuasi infinitos potenciales energéticos– ¿cómo pegarse a un Vázquez que abría una brecha honda en el MERCOSUR en pos de la instalación de tres grandes corporaciones trasnacionales de origen europeo?
"Es un golpe directo al mentón a quienes juegan a la
división", remató Chávez, y por si quedaban dudas se supo que en agosto se
repetirá el encuentro –a esa altura se estarían haciendo las primeras
perforaciones mar adentro en Venezuela para encontrar el gas que alimentaría el
Gasoducto del Sur–, con invitación especial a la chilena Bachelet... aunque sin
mencionar a Tabaré, que aunque cacique no parece tener fibra de mosquetero.