Latinoamérica
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La apuesta populista de Perú
¿Será la Victoria de Ollanta Humala otro paso adelante de la izquierda
latinoamericana?
Mark Engler
Rebelión
En años recientes la Casa Blanca ha observado con inquietud la manera en que
los electores de Brasil, Venezuela, Argentina, Chile, Uruguay y Bolivia han
provocado victorias de los progresistas en Latinoamérica. El resultado es una
nueva generación de líderes que critican a la administración Bush y los planes
económicos de la globalización corporativa.
El 9 de abril Ollanta Humala, un fornido ex oficial militar de 43 años que exuda
un carisma de lenguaje llano, proclamó su victoria en la primera vuelta de las
elecciones presidenciales de Perú. A partir de una plataforma de inclinación
izquierdista, prometió que retiraría al país de un acuerdo de libre comercio con
Estados Unidos, pendiente de ratificación. La campaña de Humala se hizo eco de
las críticas a la globalización "neoliberal" orient6ada al mercado, realizadas
por reformadores como Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Néstor
Kirchner en Argentina y Lula da Silva en Brasil. Pero Humala -una figura
política de dudoso pasado e ideología incierta- no puede ser encasillado
fácilmente en la tendencia política de los líderes mencionados.
Con el 31 por ciento del voto, Humala superó a una amplia gama de oponentes
menos atrayentes -aunque no obtuvo los votos necesarios como para evitar una
segunda vuelta que se espera realizar a fines de mayo o principios de junio. En
una inusual contienda por el segundo lugar, el ex presidente centrista Alain
García, que gobernó a Perú en la década del 80, derrotó a la candidata
conservadora Lourdes Flores, quien hizo su campaña para ser elegida como primera
mujer presidente del país.
Con relación a estos dos oponentes, Humala se posicionó como el candidato más
progresista de la contienda. Pero aún se debate fuertemente si realmente puede
considerarse parte de la resurgente izquierda de la región.
Humala tiene un historial limitado en materia de política y de organización de
movimientos sociales. Obtuvo notoriedad en el 2000 como líder de un fracasado
golpe contra el Presidente Alberto Fujimori. Aunque políticamente aún es un
novato, su distanciamiento de los partidos tradicionales es parte de su
atractivo -los peruanos tienen una tendencia a elegir a no favoritos: tanto
Fujimori como Alejandro Toledo eran relativamente desconocidos. Pero sin base
institucional, el programa político de Humala, que él describe como
"nacionalista", a veces parece vago.
"Va a ser impredecible si es elegido", dice Larry Birns, un veterano observador
de Latinoamérica y director del Consejo de Asuntos Hemisféricos con sede en
Washington. "Se convirtió bastante tarde en aspirante a miembro de la 'Ola
Rosada' latinoamericana. Su lenguaje ha sido muy radical. La pregunta es si sus
posiciones se erosionarán una vez que ocupe el cargo".
Humala está haciendo su campaña como candidato de la ley y el orden que puede
luchar eficazmente con el crimen y la corrupción. Su historial de hombre fuerte
ha sugerido algunas tendencias autoritarias. Quizás lo más serio sea que Humala
ha sido acusado de cometer abusos a los derechos humanos cuando se desempeñaba
como comandante a principios de los 90. Por esa época la celosa
contrainsurgencia del gobierno peruano contra el maoísta Sendero Luminoso
convirtió a los militares en una segunda fuerza que aterrorizaba a las aldeas
andinas del país.
Las acusaciones contra Humala, dice Coletta Youngers, miembro de la Oficina de
Washington acerca de Latinoamérica, "son denuncias bien fundamentadas basadas en
testimonio que fue recogido en aquel tiempo por la Cruz Roja. Las acusaciones
van más allá de la simple implicación de Humala en crímenes cometidos bajo su
mando y lo señalan directamente en casos de tortura, ejecución extra judicial y
desapariciones".
Han surgido acusaciones que vinculan a Humala y a varias personas de su campaña
con Vladimiro Montesinos, el notorio jefe de inteligencia que sirvió a la
dictadura de Fujimori en los años 90. Cintas de video que muestran a Montesinos
pagando sobornos y coordinando una vasta red de corrupción durante el antiguo
régimen ayudaron a meterlo en la cárcel. Está acusado de delitos adicionales,
incluyendo el asesinato y tráfico de drogas. Aunque el gobierno no ha
establecido ninguna fechoría por parte de Humala, las conexiones sugeridas con
el tenebroso Montesinos continúan generando controversia.
Finalmente, Humala ha luchado por distanciarse de su excéntrica familia. Su
padre es el fundador del ultra nacionalista movimiento etnocacerista, que sigue
siendo dirigido por sus hermanos. El movimiento adopta posiciones extremas para
detener la inmigración y expandir la pena capital. Promueve la superioridad
racial de los indígenas peruanos, aproximadamente 40 por ciento de la población,
por sobre los descendientes de europeos, asiáticos y africanos.
La complejidad del populismo
Los que en Estados Unidos no saben nada acerca de Humala probablemente han oído
que se le equipara con Chávez y Morales. Tanto conservadores como progresistas
tienden a hacer tales comparaciones -algunos tratando de presentar una
atemorizante imagen de Humala como seguidor del feroz antagonista de Washington
en Caracas, y otros con la esperanza de que pudiera ser otro Evo, una voz de los
explotados de la región.
Por su parte, la Casa Blanca ha aprendido que es mejor mantener el silencio. Las
anteriores denuncias de candidatos progresistas como Morales por parte de la
Casa Blanca, solo han logrado aumentar la popularidad de esos aspirantes entre
el electorado latinoamericano que ve a Washington con desconfianza.
Si fuera a hablar, la administración seguramente incluiría a Humala bajo la
etiqueta de "populismo radical", un marco regularmente utilizado para describir
a sus oponentes latinoamericanos. Funcionarios como el Gral. James T. Hill, ex
jefe del Comando Sur de EE.UU., y Donald Rumsfeld identifican al populismo no
simplemente como una notable tendencia política en Latinoamérica. Es, dicen, una
"amenaza emergente" a la seguridad de EE.UU. Al no hacer diferencia entre
movimientos políticos, la acusación de populismo radical se convierte en un
instrumento contundente de Washington -instrumento que puede ser enarbolado en
contra de todos los que critiquen la economía neoliberal.
Esto oscurece intencionalmente la complejidad del populismo latinoamericano. Por
una parte, la ideología tiene una historia de demagogia, nativismo y falsas
promesas de reforma. Esta clase negativa de populismo fue cultivado
tradicionalmente por dictadores que trataron de obtener apoyo para su dominio
militar al avivar el sentimiento nacionalista y canalizar dinero hacia redes de
patronazgo.
El populismo también puede ser un impulso encomiable. En una región de pobreza
endémica, donde dos décadas de neoliberalismo han ampliado la brecha económica
que separa las villas miseria de las mansiones estilo colonial, hace mucho
tiempo que hace falta la preocupación por el bienestar de la mayoría empobrecida
del país. Y en naciones donde pequeños grupos elitistas dominan las palancas del
poder político, es vital expandir el acceso a la maquinaria de la democracia.
Más de la mitad de los 28 millones de residentes de Perú viven en la pobreza, y
aunque en años recientes el crecimiento del PIB ha excedido el 5 por ciento, muy
poca de la prosperidad disfrutada por las compañías transnacionales de la
minería y la energía se ha filtrado hacia el pueblo peruano.
Humala seguramente puede catalogarse de populista, y esperamos que resulte ser
del tipo positivo. Desafortunadamente, por ahora hasta los que aplauden el
resurgimiento democrático progresista en Latinoamérica hacen bien en considerar
críticamente su ascenso.
Escépticos de izquierda
El hecho de que grandes segmentos de la izquierda peruana critiquen a Humala no
se tiene muy en cuenta al hacer comparaciones con Chávez y Morales. "El habla de
ideas socialistas de manera muy improvisada, pero no puede explicar cómo va a
hacer los cambios ni con quién", dijo Javier Diez Canseco, líder del Partido
Socialista, acerca de Humala en una entrevista a Inter Press Service. "Hay un
divorcio entre lo que dice y lo que hace".
Diez Canseco, un firme activista y organizador político es más representativo de
la nueva dirigencia progresista de Latinoamérica. Sin embargo, recibió menos del
uno por ciento de los votos en las recientes elecciones. Desde que Izquierda
Unida, la coalición peruana de partidos progresistas, se desintegró a principios
de la década del 90, la izquierda ha quedado débil y dividida. "Esto ha
permitido que figuras como Humala llenen el vacío", dice Youngers.
Los escépticos de la ascensión de Humala temen que el candidato pudiera repetir
la historia del ecuatoriano Lucio Gutiérrez, otro ex oficial militar y antiguo
líder de un golpe. Gutiérrez fue considerado en 2002 como una nueva adición a la
Nueva Izquierda cuando fue elegido presidente sobre una plataforma que criticaba
el neoliberalismo. Una vez en el poder, rápidamente olvidó sus promesas de
campaña, se alienó a sus seguidores campesinos, apoyó las políticas económicas
conservadoras de Washington y trató de llenar los tribunales ecuatorianos con
sus seguidores para impedir su destitución por acusaciones de corrupción. Al
desatarse masivas protestas callejeras que exigían la renuncia de Gutiérrez, una
sesión especial del congreso lo destituyó del cargo en abril de 2005. Muchos
antes Ecuador había desaparecido rápidamente de la lista de países cuyos líderes
representan una revitalización izquierdista.
No está claro qué sucederá en la segunda ronda de las elecciones presidenciales
de Perú, ni cuál resultado sería mejor para los que se han beneficiado menos del
régimen neoliberal de Toledo. La primera ronda de Humala no fue tan decisiva
como algunos esperaban. La prensa peruana, a menudo hostil, la declaró "una
victoria con sabor de derrota".
Si es elegido, Alain García no haría mucho por dar marcha atrás a las políticas
que han mantenido regularmente a Toledo con una tasa de aprobación inferior a 15
por ciento. Una gran parte del atractivo de Humala, especialmente entre la
población pobre rural, es una frustración legítima con un sistema económico que
ha brindado pocas oportunidades para superar su mala situación y con partidos
políticos que no han instaurado reformas significativas. Esto es lo que la Casa
Blanca siempre ignora cuando condena en bloque al populismo latinoamericano -y
lo que la enajena de los gobiernos recién elegidos en la región .
Si Humala puede superar sus tendencias autoritarias y cumplir sus promesas de
campaña, podría trazar un rumbo promisorio para su país. Para el pueblo peruano,
creer que él puede hacerlo por propia decisión o de que van a poder exigirle
responsabilidades sería una difícil apuesta. Pero ante la carencia de una mejor
opción, puede que sea un riesgo que están dispuestos a correr.
-- Mark Engler, escritor residente en la Ciudad de Nueva York y analista de
Foreign Policy In Focus, puede ser contactado por medio del sitio web
http://www.democracyuprising.com.
Kate Griffiths brindó ayuda en la investigación para este artículo.
Traducido por Progreso Semanal