Latinoamérica
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Perú. Una mano lava la otra
Gustavo Espinoza m. (*)
Aunque el New York Times asegura que Alan García y Ollanta Humala constituyen “un
dúo lamentable” para el Perú y América Latina, lo cierto es que, puesta en
la disyuntiva de escoger entre uno y otro, la derecha y los núcleos de Poder en
el Perú y en el exterior, prefieren largamente a Alan García y consideran a
Humala como una suerte de “demonio” encubierto. En el fondo lo que
busca para mantener el régimen de privilegios que ha construido laboriosamente,
es una elemental garantía de impunidad, que el líder aprista le asegura. Es
consciente que, finalmente, una mano lava la otra.
Es bueno que lo sepa hoy el electorado peruano, porque aun tiene tiempo de
valorar las diversas tomas de posición que hacen personas, instituciones y
partidos, puestos en una alternativa que originalmente no previeron. Y es que,
en efecto, la derecha peruana puso todos sus huevos en la canasta de Lourdes
Flores pero ese esquema no funcionó y la personera de Unidad Nacional debió
admitir en medio del mayor desconsuelo, que “perdió en las mesas, pero
no en las ánforas”, dejando en claro que la destreza de los personeros
apristas pudo más que la voluntad de los votantes.
Probablemente Lourdes Flores no tenga cara, en esta circunstancia, para apoyar a
García, pero ya lo hacen sin rubor varios de sus colaboradores que
buscan posiciones de Poder a la sombra de quien se siente en la Silla de Pizarro
a partir del próximo 28 de julio. Al son de la misma música, analistas de la
televisión como Cecilia Valenzuela, Rosa María Palacios o Jaime Baily promueven
y alientan la campaña del candidato de la estrella con el entusiasmo de
empeñosos apristas.
Pero las cosas tienen también otro carácter: la administración yanqui, para la
cual la posición frente a la Casa Blanca es la piedra de toque que le sirve para
distinguir amigos de enemigos, usa los comicios que se avecinan para imponer sus
condiciones de dominación: respaldará a quien se muestre dispuesto a
firmar el Tratado de Libre Comercio suscrito recientemente en Washington entre
Bush y Toledo porque refleja la voluntad de sometimiento que requiere la
administración americana en nuestra región. Quien cumple largamente ese
requisito es García que sólo espera la ocasión de confirmar su identidad con el
Imperio.
Para que nadie dude de a dónde apunta la voz de Washington habla también el
Presidente Toledo. Y lo hace en dos direcciones complementarias: por un lado,
enfila sus baterías contra el proceso bolivariano de Venezuela y su Comandante
Hugo Chávez. Y por otro, busca diseñar el escenario presentando como elemento de
polarización una disyuntiva curiosa: el electorado decidirá en segundo vuelta –dice-
entre “democracia y dictadura”.
Obviamente para Toledo y para quienes se le parecen, García es ahora la “encarnación
de la democracia”. No recuerdan lo que fue, ni les importa, porque
finalmente tampoco les importa el porvenir del país. Les interesa solamente que
nadie ose poner en riesgo lo avanzado en términos de remache de la dependencia
que nos ata al Gran Capital, pero que, de paso, asegure impunidad a un
mandatario que tiene también cuentas que saldar.
¿A dónde nos ha conducido esa dependencia? A cifras espeluznantes. Hoy en el
Perú el 54% de la Población Económicamente Activa vive bajo el límite de la
pobreza y hay ocho millones de personas en condición de extrema pobreza, que
carecen de ingresos, salud, educación, puesto de trabajo o vivienda. Las cifras
no ocultan que en nuestro país cada año vienen al mundo 620 mil niños, un tercio
de los cuales se origina en vientres enfermos, atravesados por la
tuberculosis, la hepatitis, la desnutrición y el Sida. Hoy se sabe,
adicionalmente, que en el Perú hay un millón 200 mil alcohólicos, pero que
nada menos que cien mil niños afronta la misma certificación. Recientemente,
entidades universitarias de indiscutida solvencia aseguraron que en nuestro país
hay tres millones de niños pobres que no reciben ninguna ayuda social del Estado
como consecuencia de la mala distribución de los recursos. Y en el extremo, los
voceros de la oligarquía justifican el hecho arguyendo sin rubor que, “felizmente”,
ya acabaron las épocas de “el Estado Benefactor”.
En cambio, el gobierno peruano se jacta de tener en sus arcas 15 mil millones de
dólares de “reservas netas” que reflejan una inexistente solvencia
financiera. El discurso oficial se solaza con la estabilidad “macro
económica”, que supuestamente brinda “confianza” a la
inversión extranjera. También con el incremento cuantioso de la producción de
las minas de oro, que enriquecen a consorcios norteamericanos, y con la
producción de otros minerales que son sustraídos de nuestro suelo. El país ha
vuelto a ser, en efecto, emporio del Gran Capital. Es hoy el quinto productor
mundial de oro, y tendrá aún mayores ingresos con el incremento de los precios
del cobre en el mercado de Londres. Nada de eso, servirá, sin embargo, para
alimentar a los hogares populares, sino más bien para engordar a una clase ahíta
de riqueza y embriagada de soberbia.Esa realidad que no puede maquillarse con
palabras es la consecuencia de un largo proceso de desgobierno que se inició en
el Perú luego que fuera destruido el proceso antiimperialista en 1975. Cada una
de las administraciones posteriores, puso lo suyo, y la de García aportó a ello
con singulares méritos que hoy busca reeditar. Se trata por cierto, del perfil
de la Clase Dominante que, sin embargo, encuentra creciente rechazo entre la
población.
A García no se le puede atribuir solamente una pésima gestión gubernativa porque
no sólo llevó al país al desastre financiero. También porque aplicó un virtual
genocidio contra el pueblo, porque corrompió a la sociedad y se corrompió con
ella, porque hizo ingentes negociados a costa del país y su riqueza, porque
malversó los bienes públicos y usó y alentó la violencia en todos sus matices
llevando a toda la sociedad al borde del desenfreno y la locura. Nada de eso lo
desconocen quienes hoy cierran filas con el candidato aprista porque en el fondo
a quien temen es al pueblo y quieren protegerse ante él.
Y porque temen al pueblo atacan con odio creciente al proceso bolivariano. No
les indigna la dictadura –muchos de ellos vivieron desvergonzadamente a la
sombra de Fujimori y se beneficiaron con su régimen- sino que les indigna que
sea un hombre del pueblo el que se levante contra sus privilegios. Por eso
agreden a Hugo Chávez hasta con un prejuicio racista que les brota desde el
fondo del alma.
Lo que más les preocupa, sin duda, es que el proceso bolivariano de Venezuela se
consolide, y que su influencia se extienda en la región ganando el respaldo de
millones. Les aterra la posibilidad de que Bolivia asegure su futuro, y que en
otros países de nuestro continente se afirme el ideal socialista que hoy, en
ciernes, alumbra el derrotero de sus pueblos-
Pero lo que sirve como catalizador a todo esto en la ansiedad que los cobija y
que los lleva a buscar impunidad. García se la dio a Belaunde, y a su vez
Fujimori se la garantizó a García exculpándolo en el Congreso por la matanza de
los Penales. García se la ofrece ahora a Toledo para que nadie lo investigue por
lo suyo. Como dice el viejo refrán: una mano, lava la otra.
(*) Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera (www.nuestra-bandera.com)