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El operativo fue urdido la víspera por autoridades
estatales y federales
Al alba, 3 mil policías tomaron el control en San Salvador Atenco
Fabiola Martínez, Juan Balboa, Claudia Herrera, Alma Muñoz y Laura Poy
La Jornada
Decenas
de agentes de la Policía Federal Preventiva rescataron a sus compañeros FOTO
Carlos Ramos Mamahua
Al alba, San Salvador Atenco fue ocupado por la policía. Tras percatarse que
las fuerzas federales de apoyo y del Grupo de Operaciones Especiales de la
Policía Federal Preventiva (PFP) se encontraban a menos de 30 metros de
distancia de los bloqueos, sobre la carretera Texcoco-Lechería, el tiempo se
agotó para los integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT).
El gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, lo había adelantado la
víspera: San Salvador Atenco fue cercado a través de un operativo que se
elaboró en la madrugada, y comenzó a operarse de inmediato, para concluir al
amanecer con el control del pueblo a manos de los efectivos federales y
estatales, que en conjunto sumaron 3 mil policías.
La movilización de los agentes -pertrechados con escudos, toletes y
lanzagranadas de gas lacrimógeno- disuadió y provocó el repliegue de los 400
activistas en dirección del centro de la comunidad.
El plan...
En Texcoco, el gobernador Peña Nieto, reunido con el comisionado de la Agencia
de Seguridad Estatal, Wilfrido Robledo, y el secretario de Gobierno, Humberto
Benítez Treviño, solicitó el apoyo del secretario de Seguridad Pública federal,
Eduardo Medina Mora, quien envió una fuerza de mil 500 agentes, y al frente de
ellos comisionó al jefe del Estado Mayor de la PFP, Ardelio Vargas Fosado.
Para entonces, pasada la medianoche, Wilfrido Robledo -quien orquestó en 2000 la
toma de la UNAM, y al término de sus tareas al frente de la PFP fue
cuestionado por la compra de equipo, aviones y helicópteros obsoletos- propuso
que la Federal Preventiva actuara como vanguardia y le siguiera en la
retaguardia la policía estatal.
Y es que, al anochecer del miércoles, Robledo Madrid sobrevoló San Salvador
Atenco y se percató de que los integrantes del frente se concentraban en dos
bloqueos instalados sobre la carretera Texcoco-Lechería, y en el centro de la
comunidad, con el descuido evidente del área sur del pueblo. Propuso entonces
que los policías se dividieran en cinco contingentes destinados a ingresar a la
zona urbana por igual número de accesos.
El objeto de esa acción era liberar a 12 policías retenidos en el poblado y
reabrir la circulación en la vía Texcoco-Lechería. El plan de Robledo fue
aceptado por Enrique Peña a las 2 de la madrugada, y de inmediato se puso en
operación.
''¡Ahí vienen!''
Mientras tanto, en San Salvador los integrantes del frente elaboraban bombas
molotov y colocaban llantas de tráiler sobre el asfalto, para prenderles fuego
en cuanto se diera el anuncio de la llegada de la policía.
Casi a esa hora ocurrió la primera falsa alarma. ''¡Ahí vienen los cabrones!'',
se escuchó, y comenzaron a tañer las campanas de los templos de San Salvador
Atenco y Acuexcomac; también se lanzaron cohetes, que anunciaban la llegada de
la fuerza pública. El llamado convocó a unas 300 personas, la mayoría jóvenes y
hombres de mediana edad. Nada parecía ocurrir
Antes de las 3 de la madrugada retornó la calma y prosiguió la tarea de elaborar
y distribuir las bombas molotov en el pueblo. Pero a tres kilómetros a la
redonda comenzaba ya la movilización de PFP y policía estatal.
La orden de apostarse en la periferia de la comunidad se giró a las 5:30 de la
madrugada. Con sigilo, los federales ingresaron al área por los extremos de la
carretera, cerca del panteón de Chiconcuac, Acuexcomac y Tocuila. Comenzaron a
cerrar el cerco, estrategia que les funcionó a grado tal que la mayoría de sus
oponentes fueron sorprendidos.
A las 6 de la mañana, en el paraje La Pastoría, donde se ubica el puente de la
carretera Texcoco-Lechería, se registró el primer enfrentamiento. Medio centenar
de atenquenses fueron replegados con facilidad por los policías, que desde ese
momento utilizaron una carga incesante de granadas lacrimógenas para dispersar a
los pobladores.
Del lado contrario, en Acuexcomac, la fuerza federal -que iba a la vanguardia-
no tuvo resistencia; el centenar de personas que bloqueaban el paso huyeron y
sin ningún contratiempo fue liberada la vía.
Mientras los federales avanzaban contra el último retén, algunos se acercaron a
la larga fila de tráileres que permanecían varados en el sentido contrario, y en
algunos casos rompiendo cristales obligaron a los conductores a despejar el
camino: ''¡Vamos, rápido, limpien la carretera!'', fue la orden a los
adormilados choferes.
El avance de la fuerza policiaca federal se complicó en la bocacalle de la
avenida Fresno, donde unos 200 jóvenes trataron de impedir el paso, pero fueron
replegados en menos de 10 minutos con una notable nube de gas lacrimógeno.
La entrada rumbo al centro del poblado, donde se ubican el auditorio ejidal y el
palacio municipal, se acompañó de estruendos producidos por petardos, cohetones
y lanzagranadas. A las 7 de la mañana aparecieron en la retaguardia los agentes
de la policía local. Con el desdoblamiento de los contingentes de la fuerza
pública (para ese momento unos 3 mil), el paso por las calles que desembocan en
la plaza se abrió sin mucha dificultad. Del lado sur del pueblo surgió la escasa
resistencia de los atenquenses.
Antes de doblar la esquina que da a la alcaldía, un pequeño grupo de habitantes
resistió a pedradas. Los policías se las devolvían, pero en mayor número. Dos
agentes de la federal fueron heridos y en respuesta sus compañeros arremetieron
contra sus oponentes.
A las 7:30 de la mañana comenzó la detención de los últimos hombres y mujeres
que resistieron. La calle Florida se convirtió en un corredor de violencia
inaudita. Los dos agentes policiacos lesionados -uno sangrando de la cabeza y el
otro con la rodilla destrozada- fueron atendidos ahí mismo. Ahí fue vejado Jorge
Salinas Cardón, quien gritaba: ''¡Soy de Teléfonos de México!''. Pues sí, le
respondió un policía estatal, ''pero eres el cabrón que ayer se divertía
aventándonos piedras y bombas''.
Mientras Salinas sangraba de la cabeza los policías lo insultaban y el hombre se
azotaba sobre el pavimento. Luego, suplicante les decía: ''No es verdad, soy
inocente''. Todo fue inútil...
''¡Baje la cabeza, cabrona!''
Luego de la entrada de la policía, y los destrozos que hicieron los uniformados
en el auditorio, comenzaron las capturas; las aprehensiones incluían una
toletiza y arrastrarlos en vilo hasta las camionetas, donde les obligaban a
bajar la cabeza; si no obedecían les encajaban las rodillas en cualquier parte
del cuerpo o les pisaban la cabeza con las botas de casquillo. "¡Baje la cabeza,
cabrona!'', le exigieron a una mujer indígena.
A las 7:45, las policías federal y estatal ya controlaban todo el pueblo. Los
agentes locales tomaron posesión de los principales accesos a San Salvador, y
las fuerzas especiales de la PFP catearon decenas de viviendas en busca de los
policías que se encontraban retenidos y de los líderes del frente.
San Salvador Atenco fue ayer un pueblo fantasma. Hasta el mediodía, nadie salió
de su casa; alrededor de las 16:30, las fuerzas federales y estatales se
retiraron. Un grupo de peritos de la procuraduría mexiquense realizó una
inspección ocular del auditorio, casa ejidal y palacio municipal. Finalmente, la
noche llegó a San Salvador Atenco.