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Latinoamérica

Un muerto y decenas de heridos al enfrentarse ejidatarios y policías

Vecinos de San Salvador Atenco acudieron en apoyo de floricultores desalojados
Machetes, piedras, cohetones, bombas incendiarias, gases lacrimógenos y toletes, armas usadas en la refriega

RENE RAMON, JAVIER SALINAS; GUSTAVO CASTILLO, ROBERTO GARDUÑO CORRESPONSALES Y ENVIADOS

San Salvador Atenco, Mex., 3 de mayo. La escasez de argumentos para resolver la reubicación de un grupo de floricultores temporaleros, y el uso de la fuerza pública contra ellos, desató la ira de campesinos y moradores del valle texcocano, que respondieron con machete en mano, piedras y bombas molotov a las incursiones punitivas de las policías federal y estatal, que intentaron reabrir la carretera Texcoco-Lechería con fusiles lanzagranadas con gas lacrimógeno.
La violencia institucional se topó con una barrera humana a la entrada de San Salvador Atenco, que en medio de una lluvia de piedras, toletes, bombas caseras, petardos e incluso disparos de arma de fuego, cobró una víctima, Javier Cortés Santiago, de 14 años de edad, a quien sus amigos conocían como El Pilo.
El enfrentamiento también arrojó del lado de las fuerzas policiacas un número indeterminado de heridos.
-¿Cuántos lesionados tienen, oficial? -se preguntó a un mando de la policía estatal.
-Uta, somos cientos, cientos, mira -y mostró el codo izquierdo sangrante.
Desde hace 16 años, en cada temporada de cosecha, los floricultores temporaleros de los pueblos del valle de Texcoco bajan a la cabecera municipal para instalarse en las aceras del centro histórico, y en especial a un costado del mercado Belisario Domínguez. Esa tradición terminó cuando un programa de reordenamiento urbano fue puesto en práctica por el entonces alcalde perredista, Higinio Martínez Miranda.
Hace un mes, el edil sustituto de Texcoco, Nazario Gutiérrez, decidió de un día para otro colocar en las aceras que ocupaban los floricultores un destacamento de la policía local. Ese hecho fue objetado por los campesinos y su líder, Rodolfo Cuéllar, quienes iniciaron una ronda de negociaciones para preservar la costumbre de colocarse en el mercado Belisario Domínguez. El acuerdo final fue que, a partir de ayer, los vendedores podrían continuar la vendimia sin ser molestados por la autoridad.
Cuéllar y los floricultores invitaron al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), liderado por Ignacio del Valle, para ser testigos de la instalación de sus puestos en el centro histórico, porque esa organización los apoyó desde el inicio de sus diferencias con las autoridades municipales. Al llegar al sitio se encontraron con los policías, que fueron apostados ahí desde la madrugada del miércoles.
Pasadas las 7 de la mañana se inició el enfrentamiento, con un saldo de 15 heridos. Los campesinos se atrincheraron en una casa aledaña al mercado, y la noticia se supo en San Salvador Atenco. Los atenquenses se organizaron y salieron a la carretera Texcoco-Lechería para bloquearla. Eran las 8:30 de la mañana, y a esa hora demandaron a Carlos Carmona, funcionario de la Secretaría de Gobierno del estado de México, que se rompiera el cerco policiaco impuesto alrededor de la casa donde se refugiaron Ignacio del Valle, Rodolfo Cuéllar y sus compañeros. La respuesta oficial fue: ''No tenemos injerencia, es un problema que atañe al ayuntamiento de Texcoco''.
El flujo vehicular de la carretera se colapsó en sus dos sentidos. Así transcurrieron casi seis horas de bloqueo, en las que los inconformes retuvieron a los policías municipales de Ecatepec Carlos Hernández y Daniel Guzmán, en la comunidad de Acuexcomac, y a los judiciales estatales José Campos y Alfredo Ballina, quienes -según David Pájaro, uno de los líderes del frente- eran acompañados por una mujer no identificada.
A las 14:15, las policías Federal Preventiva y estatal, que juntas agrupaban a 400 efectivos, arribaron hasta la zona de la protesta con intención de liberar la carretera. Avanzaban a paso rápido hasta que frente a ellos se ubicó una valla de campesinos y lugareños con machetes, piedras, bombas molotov y cohetones. Ambos bandos eran divididos por vallas de llantas de tráiler que ardían.
Los atenquenses eran contenidos con gritos de mujeres y hombres: ''¡Calma, compañeros!'', pero la amenaza de los efectivos, a 20 metros de distancia, no dio tregua alguna, y tanto uniformados como campesinos iniciaron una cruenta batalla que incluyó gases lacrimógenos.
En tres ocasiones, la policía intentó romper el cerco de lugareños, pero fueron replegados por jóvenes, adultos, ancianos, que con coraje indescriptible empujaron a las fuerzas policiacas hacia el sitio en que se habían apostado originalmente.
El repliegue se extendió más de dos kilómetros. A su paso los policías rompieron vidrios de las casas, pues lanzaban las mismas piedras que les arrojaban los campesinos. El asfalto se tiñó de sangre de ambos bandos en algunos tramos. El último intento de los policías, el cuarto, fue el más cruento. Las filas de las fuerzas del orden estaban disminuidas, los heridos de ese lado se multiplicaban y la fuerza de los pobladores se incrementó, una vez que una mayor cantidad de gente de San Salvador Atenco salió para apoyar a sus vecinos.
Del enfrentamiento hombre a hombre salieron perdiendo los policías estatales y federales. Ya se encontraban diezmados. En el combate con piedras y machetes, de un lado, y bombas lacrimógenas lanzadas desde el aire por helicópteros de la policía, seis agentes resultaron golpeados y se les trasladó al auditorio ejidal.
A las cuatro de la tarde había terminado el enfrentamiento, y también a esa hora se supo del saldo trágico: Javier Cortés Santiago, El Pilo, había muerto víctima de un impacto de bomba de gas lacrimógeno en el pecho, y quedó tendido en el kilómetro 26 y medio de la carretera. Además otro joven, de 16 años y aún no identificado, se encontraba grave por disparo de arma de fuego.
Ante la ineficaz operación de los policías, los mandos ordenaron el retiro de las fuerzas, que fueron concentradas a un costado del destacamento de la PFP en Tocuila. Eran las cuatro de la tarde y desde entonces también los atenquenses se reorganizaron. Elaboraron cajas y cajas de botellas explosivas, se exigieron no claudicar ante el probable embate de la fuerza policiaca. ''¡Queremos que se sientan dignos de defender a su pueblo!'', gritaba la señora Trini, esposa de Ignacio del Valle.
Al transcurrir la noche, y hasta el cierre de esta edición, se esperaba que las fuerzas policiacas ingresaran al pueblo para liberar a sus compañeros retenidos, abrir la carretera y detener a los líderes del Frente del Pueblo en Defensa de la Tierra. Mientras la zozobra imperaba en Atenco, en Texcoco el gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto; el secretario de Seguridad Pública federal, Eduardo Medina Mora, y el comisionado de la agencia de seguridad estatal, Wilfredo Robledo, resolvían qué salida dar al conflicto. 

Fuente: lafogata.org