Latinoamérica
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Atenco y lo electoral
Marco Rascón
La Jornada
Sólo un amplio movimiento democrático, una insurgencia nueva, con la demanda de
todo, visión de futuro e intelecto combativo, nutrido por la convicción de los
más jóvenes hasta los más viejos, de todas partes del país, de todas las capas
de la actividad productiva y cultural, podría resolver la cuestión nacional,
definir el futuro y crear la identidad de una fuerza mayoritaria, unificadora,
con claridad de destino y de rumbo. Una fuerza que haga de la política la
solución y no el problema. Que dé filosofía a la realidad de México frente al
mundo, que defina el tamaño y la esencia de la nación.
El país que buscamos difícilmente vendrá de las instituciones decadentes, de los
partidos actuales unificados en la mediocridad y encerrados en sus intereses, en
la rebatiña de recursos públicos, en el travestismo político. No podrá venir de
la demagogia electoral ni de los medios de comunicación, aferrados en manipular
e inducir el voto de los ciudadanos.
En la medida que se cierra la coyuntura electoral, se exacerban las torpezas,
tanto que parece competencia. En el ambiente de confusión y poca claridad de
rumbo, cada acontecimiento se valora en la medida que afecta o beneficia a uno u
otro candidato, y el involucramiento de poderes municipales, estatales y
federales de distinto signo político se refleja de inmediato en las campañas.
Si quiso ser venganza, Atenco es un ejemplo de torpeza, y la otra campaña,
que algunos percibían como un zumbido lejano, hoy es parte central del proceso
electoral que está, más que en la perspectiva del 2 de julio, en la del 3 de
julio y de un posible resultado cuestionado y sin legitimidad.
En este contexto, las campañas han estado marcadas por un elemento de inducción
electoral a través de las encuestas, legitimadas como verdad por los medios de
comunicación, que incitan a la comercialización de espots para los candidatos.
Todos los candidatos han sido factor de legitimación de este método, que puso en
desuso la movilización ciudadana y la militancia partidaria, pues las campañas
ahora son regidas por empresas, ya no por los ciudadanos. La gente pasó a ser
una especie de escenografía en mítines y actos, donde los candidatos hablan no a
los presentes, sino a los medios con un telón de fondo de simpatizantes. Incluso
en el Partido de la Revolución Democrática se impuso el método de encuestas para
definir candidatos, usando a las mismas empresas ahora cuestionadas.
Desde 2000 los resultados electorales ya no cuestionaron el diagnóstico de las
encuestas. El IFE y los partidos aceptaron que las reglas de las encuestas eran
un "avance democrático", garantes del resultado electoral.
Los avances en el PRD entre 1996 y 2000 adoptaron las encuestas como el medio
para dirimir conflictos internos y, cuando Andrés Manuel López Obrador fue jefe
de Gobiero del Distrito Federal, las convirtió en su guía para orientar sus
declaraciones en las conferencias de prensa. Las encuestas decidían todo. No
percibió en ese entonces que el avance de la nueva regla desmovilizaba en
proporción directa, destruyendo los aparatos propios de propaganda, la
militancia directa en la difusión de las ideas plasmadas en las bardas, los
volantes, los periódicos.
En los últimos actos represivos de Atenco, las implicaciones de los tres niveles
de gobierno: municipal, estatal, federal involucran directamente al PRD, PRI y
PAN, lo que se refleja directamente en las campañas y los candidatos. El
asentamiento de Marcos en el centro del país con una base social y
política territorializadas se perfila para estar presente no el 2 de julio, sino
al día siguiente, en un escenario con un resultado electoral cuestionado y sin
legitimidad, ante la torpeza de un IFE rebasado por los medios y con poca
credibilidad como institución imparcial. En ese escenario de polarización, no
tardará en hacerse presente el Pacto de Chapultepec. ¿Cómo se alinearán las
fuerzas ante un Congreso dividido y una presidencia cuestionada?
Para un amplio movimiento democrático por el poder político es fundamental mucha
firmeza de principios y una gran flexibilidad táctica, pero para el
lopezobradorismo ha sido al revés: gran flexibilidad en los principios y rigidez
en la táctica, que cuestiona todo y lo hace quedar paralizado frente al embate
de las encuestas desde el PAN y los medios, y por lo de Atenco, desde el PRI.
La burbuja de un movimiento cohesionado por la ambición y el miedo, cortesano
antes que de convicciones, no tiene más perspectiva que desfondarse. Ya Manuel
Camacho estará negociando con Felipe Calderón el Distrito Federal, dejando
desfondado a López Obrador en la coyuntura poselectoral.
Viniendo del estado de México, el principal beneficiario electoral por lo de
Atenco es Roberto Madrazo y el priísmo, y el más afectado López Obrador. La
represión y la sevicia, como venganza de Fox, es muy torpe, pero es harto
conocida la vinculación de los munícipes de Texcoco del PRD con los atlacomulcos.
Todo apunta a una crisis política, que podría ser la oportunidad para emprender
una profunda reforma social, económica y política.
marcorascon@alcubo.com