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Ciudadanas españolas narran vejaciones sufridas por la policía
María Sastres y Cristina Valls son dos ciudadanas españolas que el pasado miércoles se encontraban en San Salvador Atenco, donde el conflicto con los pobladores de la localidad derivó en una brutal represión de las fuerzas públicas federales y estatales. Además de la trágica muerte del adolescente Francisco Javier Cortés, la escalada policial estuvo manchada por presuntas violaciones a los derechos humanos y las garantías jurídicas, como cuentan en su dramático testimonio.
La Jornada
Sastres y Valls denunciaron haber sido víctimas de
vejaciones, insultos y amenazas durante su reclusión en dependencias policiales,
además de no haber sido informadas en ningún momento sobre cuál era su situación
procesal ni las razones de su deportación, una vez que se encontraban legalmente
en territorio nacional, con el visado de turista en vigor.
Después del largo viaje que las llevó de la ciudad de
México a París y finalmente a Barcelona, donde residen, las dos ciudadanas
españolas confesaron sentirse "ultrajadas" y "muy afectadas" por lo ocurrido el
pasado miércoles en San Salvador Atenco.
El testimonio de Sastres y Valls comienza en la
madrugada del miércoles, cuando se encontraban en Atenco: "nosotras llegamos a
México para hacer un trabajo con las comunidades indígenas en Chiapas y después
nos adherimos a la otra campaña, haciendo un trabajo de observadoras de derechos
humanos y de fotografía. Cuando nos esteramos de lo que estaba pasando en Atenco
nos fuimos para allá, llegamos de noche y vimos que ya estaban hechas las
barricadas en los puntos de entrada y de salida del pueblo. Como a las seis de
la mañana ya fue cuando entró la policía".
Según Sastres y Valls, cuando se dio el aviso de que
había entrado la policía a reprimir a la población comenzaron a reinar el caos y
el miedo en el pueblo: "Los policías eran unos 3 mil, y nosotros cuando mucho
300. Nos tiraron de todo: gases lacrimógenos, nos dispararon balas y con todo.
Nosotros corríamos por el pueblo intentando huir de la policía, ya que no había
ninguna calle en la que no hubiera agentes, pero al final una señora nos abrió
la puerta de su casa y logramos refugiarnos en una habitación unas ocho
personas".
Las dos ciudadanas españolas permanecieron refugiadas
en esta casa dos horas, mientras escuchaban los sonidos de la escalada policial
que procedía de las calles aledañas. Pero finalmente fueron detenidas de la
siguiente manera: "escuchamos cómo la policía empezó a aporrear las puertas de
las casas para supuestamente buscar al policía secuestrado. Así que finalmente
nos encontraron y nos agarraron, nos pusieron a todos con la boca al suelo, nos
taparon la cara con capuchas y nos ataron las manos en el propio patio de la
casa. Nos pidieron nuestros nombres, nos grabaron en video y empezaron los
primeros insultos y golpes".
Las vejaciones más flagrantes contra su integridad,
señalan, se produjeron cuando las subieron a un camión junto a varias decenas de
personas. Así lo cuentan: "nos metieron en un camión, donde nos empezaron a
golpear todo el tiempo con las porras y con patadas. Además de que nos
insultaban muchísimo, a nosotras por ser españolas nos llamaban etarras, putas y
más cosas.
Después nos cambiaron a un camión más grande, donde pasaron lista a todos -creo
que éramos 38- y nos agredieron sexualmente a las mujeres."
Sobre las vejaciones sexuales que sufrieron, María Sastres cuenta: "nos hicieron
de todo, y como estábamos encapuchadas no veíamos quiénes eran, cuando mucho
veíamos el suelo lleno de sangre y escuchábamos los gritos de dolor de la gente.
No quiero entrar en muchos detalles sobre las agresiones sexuales, pero nos
quitaron la ropa, nos la rompieron, nos pasaban la mano muchos policías y
prefiero ya no decir más cosas. Pero todo esto pasó en el camión en el que nos
trasladaron de Atenco a Toluca, donde si intentábamos hablar con algún compañero
nos pegaban, nos volvían a insultar y se reían de nosotros".
Al llegar a Toluca, las casi 40 personas que viajaban
en el camión fueron ingresadas en la cárcel de Santiaguito, donde -siempre según
estos testimonios- separaron a los extranjeros de los mexicanos, y se les
dividió por sexo. "A los cinco minutos de entrar en la cárcel nos quitan la
capucha y nos quitan las esposas, además de que, como me habían hecho sangrar la
nariz, me limpiaron enseguida, pero llegué con todos los pantalones rotos, sin
sujetador, con la camiseta rota y con golpes por todo el cuerpo", cuenta María
Sastres.
Después de permanecer varias horas en la prisión del
estado de México, los ciudadanos extranjeros fueron trasladados a la oficina de
Migración de Iztapalapa, donde les encerraron en un cuarto durante varias horas
sin recibir ningún tipo de información sobre su situación. "Tanto a la gente de
la cárcel como de Migración les contamos lo que nos habían hecho los policías y
las vejaciones que habíamos sufrido, pero ellos decían que eso no era problema
suyo e intentaron ser más amables. Sin embargo, siempre nos mintieron y nos
amenazaron con tener que cumplir condenas de hasta un año.
"No nos decían nada, únicamente venían sin cesar
abogados que nos decían que igual y nos teníamos que pasar una larga temporada
en la cárcel. Por eso llegamos a pensar que inventarían algo contra nosotros y
que a lo mejor no saldríamos de la cárcel." En
esta oficina de Migración las ciudadanas españolas recibieron la visita del
cónsul español en México, a quien también informaron de las supuestas vejaciones
y violaciones a los derechos humanos sufridas en su contra, a lo que les
respondía que "se investigaría", pero no les otorgó ninguna asistencia jurídica,
limitándose a informar a sus familiares en España, ya que hasta este momento no
habían podido realizar ninguna llamada telefónica.
"Hay un momento, como a las cinco de la tarde, en el
que nos llevaron del cuarto a un coche. Nosotros preguntamos que adónde íbamos y
nos dijeron que a una oficina de Polanco, pero el coche arrancó y rápidamente
nos llevó al aeropuerto. Nosotros les explicamos que los policías del operativo
en Atenco nos habían robado todo, pero se rieron de nosotras."
Sin la mediación de ningún tipo de asistencia jurídica, Sastres y Valls fueron
recluidas en una especie de calabozo del aeropuerto durante varias horas, donde
las habrían filmado y amenazado de nuevo. Finalmente fueron subidas a un avión
con destino a París: "a las 11 de la noche salió al vuelo, pero siempre nos
acompañaron dos policías hasta que llegamos a Barcelona".
La Jornada Enviado por Infodemex