Latinoamérica
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Ciudadanía y solidaridad
Frei Betto
Cualquier persona o institución -movimiento social, denominación religiosa,
ONG, escuela, empresa, asociación, etc.- puede y debe promover iniciativas que
refuercen la ciudadanía y la solidaridad: mesas redondas, campañas,
conferencias, obras que beneficien, sin asistencialismo, a la población más
pobre.
Un excelente punto de partida son las Metas del Milenio, aprobadas por 191
países de la ONU en el 2000. Todos, incluso el Brasil, se comprometieron a
cumplir los ocho objetivos hasta el 2015: 1) Acabar con el hambre y la miseria.
2) Educación básica de calidad para todos. 3) Igualdad entre sexos y
valorización de la mujer. 4) Reducir la mortalidad infantil. 5) Mejorar la salud
de las gestantes. 6) Combatir el sida, la malaria y otras enfermedades. 7)
Calidad de vida y respeto al medio ambiente. 8) Todo el mundo trabajando por el
desarrollo.
No hay nadie que no pueda hacer un gesto en dirección a esos objetivos: debatir
en el aula de clase las causas de la pobreza y las trabas para la mejor
distribución de la renta; introducir en la escuela la educación nutricional,
adoptar los programas Escuelas Hermanas y Joven Voluntario, Escuela Solidaria;
promover un panel sobre Chico Mendes, una exposición sobre los derechos de los
pueblos indígenas o acciones de combate al trabajo y la prostitución infantil;
organizar un huerto comunitario; luchar por la mejoría de la educación, del
acceso a medicamentos seguros y baratos o abrir un curso de alfabetización de
adultos; denunciar el prejuicio contra los homosexuales y el uso de la mujer
como estímulo para el consumismo; fortalecer la pastoral de la infancia y
discutir la relación entre explosión demográfica y crecimiento económico con
desarrollo social; concientizar sobre los peligros del sida, las causas de la
malaria y el aumento de las enfermedades provenientes del desequilibrio
ecológico; colaborar en la implementación de la reforma agraria, visitar y
apoyar campamentos y asentamientos rurales, enterarse de qué es desarrollo
sustentable, etc.
Hay quien apartan la vista de las Metas del Milenio: El mismo error fue cometido
cuando los verdes, décadas atrás, levantaron la bandera de la ecología.
Felizmente Chico Mendes nos abrió los ojos. Enseñó que la preservación del medio
ambiente es de las pocas banderas que movilizan adeptos en todas las clases
sociales.
Es preciso movilizar a la nación en torno a acciones concretas que nos permitan
construir "otro mundo posible". Y priorizar, en pleno neoliberalismo que asola
al planeta, valores antagónicos al individualismo y a la competitividad, como lo
son la ciudadanía y la solidaridad.
¿Qué hemos hecho para cambiar el mundo? ¿Qué hace usted, su escuela, su
comunidad religiosa, su movimiento social, su empresa? Quejarse es fácil y
reclamar no es difícil. El desafío es actuar, organizar, concientizar,
transformar.
"Diarios de motocicleta", película de Walter Salles, muestra una escena en la
que Ernesto Guevara decide, la noche de su cumpleaños, meterse en el río que lo
separaba de la comunidad de leprosos. En aquel momento el Che optó por la margen
opuesta, la de la ciudadanía y la solidaridad. No se quedó en la orilla en que
nació y fue criado, rodeado de confort y de ilusiones, ni se quedó "en la
tercera orilla del río", la de los que se aislan en sus convicciones sectarias y
nunca terminan la travesía. Es necesario incentivar esa opción. Porque podemos
cambiar el Brasil y el mundo. Basta con pasar de las intenciones a las acciones.
Cabeza, tronco y extremidades: si tiene eso, se trata de un animal. Si piensa,
habla y opta, es un animal racional. Si no tira papeles al suelo, respeta al
peatón cuando maneja auto, pide factura en el comercio y exige los derechos que
le asisten, es un ciudadano.
No es fácil ser ciudadano brasileño. Árbol que nace torcido... Nacimos como una
nación-colonia, aprendiendo que lo extranjero es siempre mejor que lo nacional.
Tuvimos el más largo período de esclavitud de América Latina (¡350años!). Esa
sumisión atávica está inoculada en nuestras venas. Basta que alguien se revista
con los símbolos del poder -riqueza, autoridad, ostentación- para ser tratado
como si fuera un ser naturalmente superior a sus semejantes.
Ciudadanía rima con soberanía. Es necesario amarse a sí mismo para conquistarla.
En caso contrario, las empleadas domésticas continuarán relegadas al ascensor de
servicio, los restaurantes finos sólo emplearán meseros blancos, en nuestros
vuelos internacionales sólo los pasajeros de primera clase respirarán aire puro
(los demás aire reciclado) y todos creerán en la publicidad de los planes de
salud, que raramente responden a la expectativa del usuario a la hora de la
apertura.
Sucede que la globalización hace estallar todos los fundamentos de nuestra
soberanía. El neoliberalismo nos impone el Estado mínimo, tipo hilo dental, y el
mercado máximo, tan libre que está por encima de las leyes y de la decencia. Las
privatizaciones del patrimonio público (Siderúrgica Nacional, Valle del Río
Dulce, Usiminas, sistema telefónico, etc.) son el mayor ejemplo de dependencia
de nuestro país al capital privado, en general extranjero. Y lo más grave: se
privatizan nuestros valores. Corroen nuestro espíritu ciudadano. Estamos siendo
cada vez menos solidarios, menos cooperantes, menos participativos. Hasta la fe
religiosa es privatizada, destituida de su resonancia social y política. Como si
Dios fuese un mero puesto de emergencias y anabolizante de exaltaciones
espiritualistas que no se traducen en servicio liberador del pobre, del enfermo,
del excluido. (Traducción de J.L.Burguet.)
- Frei Betto es escritor, autor de "Tipos típicos. Perfiles literarios", entre
otros libros.