Latinoamérica
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La verdadera cara de Petrobras
El juguete rabioso
La nacionalización de los hidrocarburos, decretada por el presidente Evo
Morales, ha provocado un terremoto geopolítico al ocupar militarmente al gigante
brasileño Petrobras. La prensa de derecha del país vecino acusa al presidente
Luiz Inácio Lula da Silva de no ser suficientemente firme para defender a "la
empresa propiedad de del pueblo brasileños". Incluso en Bolivia muchos hablaron
de tener una "empresa estatal como Petrobras" en relación a la refundación de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
Pero, ¿Petrobras es realmente una empresa estatal?, ¿la estructura de propiedad
de esta empresa es compatible con los actuales esfuerzos por poner en pie una
nueva gestión soberana de los recursos naturales en una parte creciente de
Sudamérica? Los datos parecen ir en contra de esta idea, difundida hasta ahora
por algunos sectores "progresistas" que creían en una iconográfica sucesión de
nuevos líderes nacionalistas que comenzaba con Chávez, Lula, Fidel, Kirchner y
sumaba ahora a Evo Morales, a Tabaré Vázquez y, en una de esas, a Ollanta Humala
en Perú. La realidad se mostró mucho más compleja como lo demuestra la crisis de
los bloques regionales (CAN y MERCOSUR), el conflicto de las papeleras entre
Uruguay y Argentina y el enfrentamiento posnacionalización entre Bolivia y
Brasil: hoy Petrobras es una de las más virulentas entre las petroleras contra
los cambios en las reglas de juego inauguradas en los 90 con elevados costos
para el Estado boliviano. Y en esa dureza, ¿hay alguna diferencia entre
Petrobras y cualquiera de las transnacionales europeas o estadounidenses?
El mito de la "empresa estatal"
En verdad, la participación estatal en la gigante petrolera –bautizada por un
analista como una "empresa estatal de mercado"– es minoritaria. El estado
brasileño controla directamente sólo el 32.2% de las acciones totales de
Petrobras y 7.6% a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
Otro 57.5% de las acciones pertenece a grandes y pequeños inversores, muchos de
ellos extranjeros (incluyendo a los estadounidenses). Las acciones de Petrobras
cotizan en las bolsas de Nueva York, Madrid, San Pablo y Buenos Aires. El
gobierno de Brasil y el BNDES controlan la mayoría de las denominadas "acciones
ordinarias", lo que le da una mayoría en el cuerpo directivo de la empresa. Sin
embargo, aunque el gobierno mantenga control del directorio, la masa mayoritaria
de accionistas privados imponen una lógica netamente capitalista en la empresa.
La enorme capitalización bursátil de Petrobras y el alto precio de sus acciones
es lo que le permite mantener sus enormes deudas que alcanzaron los 23 mil
millones de dólares a diciembre de 2005 (nota: la deuda externa de Bolivia no
llega a 5.000 millones de dólares). La empresa contabilizó ganancias netas de 11
mil millones de dólares en 2005, las más altas en su historia, e invirtió una
suma casi equivalente (otra nota: el PIB boliviano es de 9 mil millones de
dólares).
En sus campos en América Latina y África, la firma brasileña se comporta como
cualquier otra empresa transnacional. En el caso boliviano, Petrobras alentó las
maniobras para catalogar al campo San Alberto como "nuevo", con regalías del
18%, cuando había sido descubierto previamente por YFPB y, por lo tanto, debía
pagar regalías del 50% según la antigua ley de hidrocarburos de Gonzalo Sánchez
de Lozada. Una maniobra avalada por el gobierno de Carlos Mesa y su delegado
presidencial Francesco Zaratti quien apeló a la ambigüedad para redactar un
informe que benefició a la empresa y perjudicó al Estado boliviano.
En la actualidad, Petrobras cuenta con el 45,9% de las reservas probadas y
probables de gas y el 39,5% de las reservas de petróleo, según información de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). La posición de la petrolera
brasileña en Bolivia se fortaleció por tener presencia en toda la cadena de los
hidrocarburos: extracción de los líquidos y el gas, transporte local, refinación
y transporte del gas a Brasil y Argentina. La división internacional de
Petrobras, que incluye los negocios en Bolivia, tuvo el año pasado ganancias
netas de 272.6 millones de dólares, 63% más altas que los 166.8 millones de
2004. Por eso, quizás no resulte una sorpresa leer, en el informe anual de la
empresa, que el aumento de las ganancias se debió, en parte, a "la elevación de
la venta de gas boliviano a Brasil y al inicio del contrato de venta de gas a
Argentina".
Para sortear los cuestionamientos en su contra, Petrobras montó un aceitado
mecanismo de patrocinio a eventos de diverso tipo, que le garantiza el silencio
cómplice de gran parte de la sociedad brasileña, además del chauvinismo
–reproducido por una prensa que también se beneficia con su publicidad– que la
considera parte del orgullo nacional. "Vamos a defender a Petrobras como
defendemos a nuestra selección de fútbol" dijo el canciller de Lula, Celso
Amorín, tocando las teclas de la sensibilidad nacional brasileña, para enfrentar
las declaraciones de Evo Morales en Viena, en el sentido de que se trata de una
empresa que "operó ilegalmente en Bolivia" debido a que los contratos de riesgo
compartido no fueron aprobados por el Congreso.
La petrolera patrocina todo tipo de eventos culturales, deportivos y sociales… y
hasta el propio Foro Social Mundial –contra la globalización y las
transnacionales– contaba con su auspicio, al igual que la campaña "Fome Zero"
(hambre cero) desarrollada por el gobierno Lula. Sólo en 2005, Petrobras gastó
106 millones de dólares en "relaciones institucionales y proyectos culturales".
Con todo esto, la petrolera tiene asegurado un silencio cómplice junto con la
exaltación –que se compra con millones de reales– de su "espíritu patriótico".
Destrucción ambiental y precarización laboral
Petrobras ha sido la mayor responsable de la destrucción ambiental y social de
Río de Janeiro, donde tiene su cuartel general. Mantiene su refinería Reduc
sobre las aguas dulces de la Bahía de Guanabara, y sucesivos derrames mayores en
1975, 1997 y 2000, combinados con miles de derrames menores, han hecho de la
bahía un lugar inhabitable. Sus alguna vez imponentes playas hoy son un reducto
de basura, su flota pesquera una difusa memoria del pasado y sus aguas fueron
reducidas a una sustancia oscura y contaminada por la destrucción de los
manglares –el mecanismo natural de limpieza de la bahía– en el área cercana a la
refinería. A sus poblaciones aledañas sólo les queda a llevar sus niños a una
enorme"piscina" de cemento cerca de la orilla… ¡financiada por la propia
Petrobras!
Un caso similar fue denunciado en Ecuador, donde la petrolera fue acusada de
"estar descargando aguas de perforación al río Coca en la zona de la comunidad
de Huataracu".Según varios informes, el sitio de descarga se encuentra fuera del
bloque 18 operado por Petrobras, en un área considerada como zona de recreación
y captación de agua a sólo siete kilómetros del sistema de captación de agua
potable de la ciudad del Coca. indígenas huaoranis de la amazonía ecuatoriana
pidieron al presidente de Brasil, Lula Da Silva, que retire a Petrobras del
Parque Nacional Yasuní, una de las reservas naturales más importantes de
Sudamérica.
También Petrobras tiene una conocida política antiobrera y puede jactarse de ser
una de las petroleras cuyos trabajadores han sufrido más muertes y accidentes.
En marzo de 2001, la enorme plataforma de petróleo P-36 ("o mais grande do
mundo") explotó y se hundió en bahía de Campos, matando a 11 trabajadores
después de que los gerentes ignoraran las advertencias de parar la producción
debido a una posible concentración de gas en una de sus columnas. Pocos días
después, más de 200 obreros escaparon de la plataforma P-7, después de un escape
de gas y petróleo, y en 2002, la gigante P-34 tuvo que ser evacuada después de
que se hundiera a un ángulo de 32 grados. En marzo 2006, 19 trabajadores
murieron en un accidente aéreo en el estado de Río de Janeiro. Los sindicatos
denuncian que alrededor de 90 trabajadores han muerto en los últimos cinco años
y unos 240 desde 1995. Muchos de ellos fueron trabajadores "temporarios" mal
entrenados y sin protección contractual, parte de la política de "tercerización"
seguida por Petrobras.
"O petróleo e nosso"
Muchos brasileños están orgullosos de una empresa que los medios todavía
vinculan con la campaña de nacionalización de 1954, conocida como "o petróleo e
nosso". Sin embargo, quizás Petrobras se debe considerar un ejemplo de lo que no
debería ser una empresa "nacional". Lejos de los intereses del pueblo que
supuestamente la controla, Petrobras persigue ciegamente sus propios objetivos:
unas ganancias cada vez más suntuosas para sus accionistas, que no son
precisamente los millones de brasileños excluidos crónicamente del "Estado de
bienestar" construido para unas pequeñas élites, en uno de los países más
desiguales del mundo. Lejos de ser un instrumento de cambio social, aboga
constantemente en favor del sector económico más privilegiado e insta a los
países que reciben sus inversiones a respetar unas reglas de juego que la
benefician tanto como al resto de las trasnacionales. Poco le molesta comprar o
atropellar los que representan un obstáculo en Brasil, o a sus vecinos más
débiles como Bolivia.
La nacionalización boliviana –lejos de las visiones conspirativas que hablan de
la "influencia" de Chávez y Castro en la decisión de Evo Morales es, por un
lado, la respuesta a la agenda de octubre; pero por el otro, abre una brecha en
América del Sur, donde el negocio petrolero está dominado por miembros menores
de los monopolios –Repsol y Petrobras–. En un contexto de precios récord del
petróleo, el desafío del país más "débil" de la región a los poderosos intereses
petroleros refuerza el debate acerca de la recuperación de los recursos
naturales en el ámbito continental.
Una encuesta reciente, difundida por Página/12, revela que el 75% de los
argentinos cree que Kirchner debería imitar a Evo Morales y nacionalizar el
petróleo. Posiblemente se obtendrían resultados similares en el resto de los
países que, lentamente y con avances y retrocesos, parecen avanzar hacia
escenarios posneoliberales.