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Brasil: crisis y barbarie
Osvaldo Coggiola
El conflicto Bolivia-Petrobrás evidenció toda la crisis política
brasileña, que se tiñó con ribetes de barbarie con la llamada "crisis de
seguridad", en la que el comando del crimen organizado, PCC (Primer Comando de
la Capital), pasó a atacar abiertamente a la policía, una acción que, en apenas
tres días, produjo ya más de 100 muertos, en ambos lados. Quien afirme que el
episodio, iniciado en San Pablo pero ya extendido a otros estados, nada tiene
que ver con la crisis histórica del Brasil, no ve u olvida que el PCC, que
demostró ser capaz de un poder de movilización y de fuego equivalente al de una
fuerza armada regular, recluta sus miembros principalmente entre la juventud más
pobre de las grandes ciudades, en las que el índice de desempleo de la juventud
supera holgadamente el 30%.
El 15 de mayo, San Pablo amaneció paralizada tras una nueva serie de ataques, en
la tercera jornada consecutiva. Sólo en la madrugada del 15, 90 autobuses y 13
bancos fueron incendiados. Los motines seguían en 50 cárceles donde los presos
retenían en torno de 250 rehenes. Lula aprovechó para proponer la militarización
del conflicto, con la oferta de enviar fuerzas federales, incluyendo tropas del
Ejército, para "restablecer el orden" en San Pablo. Claudio Lemos, gobernador de
San Pablo, lo rechazó. Están preparados para desplegarse en el principal estado
de Brasil unos 4.000 efectivos de la Fuerza Nacional de Elite, así como de la
Policía Federal, de los cuerpos de inteligencia, y de las Fuerzas Armadas.
El jueves 11, 765 presos fueron trasladados a la cárcel de Presidente Venceslao,
620 kilómetros al oeste de San Pablo. El viernes ocho líderes fueron llevados al
Departamento de Investigaciones sobre el Crimen Organizado, al norte de esa
ciudad. Entre ellos estaba el líder del PCC, Marcos Willians Herba Camacho,
Marcola, que el sábado fue trasladado a la cárcel de Arthur Bernardes, a 600
kilómetros al oeste de la capital paulista, una de las de máxima seguridad del
país.
El Primer Comando de la Capital fue creado en agosto de 1993, en la cárcel de la
Casa de Custodia de Taubaté, a 130 kilómetros de San Pablo. Su nacimiento se
debió, según sus miembros, a la necesidad de "combatir la opresión dentro del
sistema presidiario". La declaración era una respuesta al asesinato de 111
presos, el 2 de octubre de 1992, en la cárcel de Carandirú.
Todo se habría desatado por un "desacuerdo" entre el PCC y el gobierno del
estado de San Pablo. Las autoridades habrían querido desarticular la fuerza del
Primer Comando mediante el traslado de sus principales jefes a una prisión de
máxima seguridad del interior. Marcola tiene 38 años y pasó más de la mitad de
su vida en la cárcel. Tiene el cuerpo marcado de tantos abusos sufridos en los
Institutos de Menores donde estuvo alojado.
Si el conflicto inicial con la dirección del PCC (que se encuentra en prisión)
tuvo todas las características de un "ajuste de cuentas por quiebra de
contrato", la rebelión posterior en las cárceles tomó como eje la lucha contra
la condición infrahumana en que son mantenidos las centenas de miles de presos y
detenidos en Brasil, originados en su casi totalidad en las clases más pobres
(en Brasil existe, inclusive, un régimen especial y diferenciado de detención
para los presos que posean graduación universitaria).
El conflicto, en el que la policía ha comenzado a responder utilizando el
asesinato vengativo a mansalva, ha evidenciado también la completa independencia
de los cuerpos represivos en relación a los representantes "civiles" del Estado,
y la descomposición de los aparatos policiales y militares de represión,
infectados hasta los tuétanos por la corrupción y la coparticipación en las
actividades criminales. La mini-guerra civil, que ha provocado el toque de queda
en San Pablo a partir del día 15, tiene todas las características de una guerra
entre aparatos competidores, de un conflicto inter-mafioso. Pero afecta a toda
la población trabajadora, lo que habla de un proceso de descomposición social
avanzado.
En los días previos, el 8 de mayo, la influyente OAB (Orden de Abogados del
Brasil) decidiera no dar curso al pedido de impeachment del presidente Lula, por
su participación en el escándalo de corrupción parlamentaria y gubernamental.
Con la ventaja que tenía en las encuestas electorales, esto significaba dar el
visto bueno a la reelección de Lula. Pero esto estaba lejos de cerrar la crisis.
No sólo porque faltaba definir el candidato a vicepresidente y,
consecuentemente, las alianzas políticas del PT para la disputa electoral. La
propia OAB encaminó, sin impeachment, un pedido de investigación parlamentaria
de las actividades criminales de Lula.
En realidad, toda la crisis pasaba al PMDB, que por su número de gobernadores,
diputados, intendentes, consejeros municipales, constituye el mayor aparato
político del país, potencialmente decisivo en cualquier elección. En la
convención pre-electoral del PMDB venció la tesitura de no presentar candidato
propio en el pleito presidencial de octubre, defendida por el ala pro-gobierno
del partido. Pero esto plantea la perspectiva de una completa división del PMDB
en la campaña electoral, entre la candidatura de Lula y la de la derecha
declarada (PSDB, que presenta la candidatura del ex gobernador de San Pablo,
Geraldo Alckmin, responsable directo por el caos bárbaro instalado en San Pablo
a partir del día 12).
El impasse político brasileño refleja la profunda división de la burguesía
local, del gobierno, y del propio imperialismo, llevada al paroxismo por el
conflicto de Petrobrás-Bolivia. La explotación del gas boliviano beneficiaba a
Petrobrás porque se lo vendía a sí misma a un precio muy bajo, en perjuicio del
fisco boliviano (menos de 3 dólares por millón de BTU, contra 12 dólares en el
mercado internacional) para luego revenderlo en Brasil. El reclamo de Bolivia de
aumentar el precio en un 65% cortaba este negocio. La nacionalización boliviana
tuvo el efecto adicional de poner a la luz la situación de quiebra potencial de
Petrobrás, cuyo valor ha sido afectado por las medidas tomadas en Venezuela y
Bolivia.
La presión extraordinaria del gobierno de Lula sobre Evo Morales, para que
reculase, reveló el carácter profundamente pro-imperialista de la izquierda
democratizante que tomó al PT como modelo. 49% de las acciones de la "estatal"
brasileña son controlados por accionistas yanquis, y otro 11% por testaferros
"nacionales" (Petrobrás es una "estatal" que cotiza en Bolsa de Valores). Salvó
la honra del Brasil el que el Sindicato Petrolero de San Pablo defendiese a
Bolivia contra presión de su propio país sobre la nación del Altiplano. Y
regístrese que el importante Sindicato Petrolero de Sergipe, en su asamblea
general celebrada en Aracaju el 5 de mayo (para la elección de sus delegados al
CONAT) se pronunció por: "Apoyar la lucha del pueblo boliviano por la
nacionalización del petróleo y el gas; proponer que la Conlutas apoye y se
integre a la Campaña Internacional por la Nacionalización sin Indemnización del
Petróleo y el Gas en toda América Latina".
El mismo 8 de mayo el gobierno envió su "paquete sindical" al Congreso,
conteniendo el reconocimiento oficial de la media docena de centrales sindicales
(CUT, CGT, CAT, CGTB, SDS y Fuerza Sindical) existentes en el país, y la
creación del Consejo Nacional de las Relaciones Laborales, con participación
sindical, lo que da un carácter orgánico-institucional al colaboracionismo
clasista en que se basa el gobierno de "centroizquierda". Las centrales se
apresuraron en reivindicar para si los 20% del Impuesto Sindical hoy enviados al
Ministerio de Trabajo (el Impuesto Sindical es cobrado obligadamente a todos los
trabajadores registrados, sindicalizados o no, y consiste en la donación del
valor completo de una jornada de trabajo), lo que aumentaría espectacularmente
su recaudación. Y pensar que la CUT (vinculada al PT), la más importante de las
centrales, nació luchando contra la "estructura sindical corporativista" y el
Impuesto Sindical...
Con las centrales reconocidas por el Estado, en función de su
"representatividad", esto les garantiza poder legal para negociar salarios a
espaldas de los sindicatos y organizaciones de base, y de las asambleas de
trabajadores. La burocratización y la intervención estatal en las organizaciones
obreras van de manos dadas. La llamada "reforma sindical" está siendo
implementada por Medida Provisoria, una especie de decreto-ley, esto es,
substraída a cualquier debate político.
En este cuadro se reunió, del 4 al 7 de mayo, el CONAT (Congreso Nacional de los
Trabajadores), en Sumaré, convocado por la Conlutas (Coordinación Nacional de
Luchas), un acuerdo de sindicatos minoritarios en ruptura con la CUT por la
completa integración de ésta al Estado. El CONAT reunió a unos 3000 delegados,
con amplia mayoría del PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado),
y representación minoritaria del PSOL y pequeñas organizaciones de izquierda. La
intención original de proclamar la Conlutas como nueva central sindical tropezó
con la resistencia, principalmente, del PSOL (o, mejor dicho, de las corrientes
del PSOL interesadas en el asunto), lo que llevó a la proclamación de una nueva
"entidad nacional", de naturaleza sindical, estudiantil y popular, pero con
estatutos, congresos, dirección, etc.
La cuestión de fondo en el debate es si la Conlutas, con esta nueva naturaleza
(ya no es más una simple "coordinadora") se integrará al proceso de reforma
sindical, reivindicando su reconocimiento como central (y participando,
lógicamente, de la repartija de fondos que ya se anuncia). Pero este debate,
esbozado de manera oblicua en el Congreso (donde sólo se votó la "formalización"
de la entidad) fue también realizado en al aire, en un evento donde predominó el
aparatismo, el elemento estudiantil y el "sindicalismo de clase media", en
detrimento de la expresión (minoritaria) de la lucha y la organización de los
trabajadores. Así, el debate "organizativo" estuvo al margen de un debate
político general, sobre la situación política brasileña, latinoamericana e
internacional, y del abordaje de las tareas generales e inmediatas del
movimiento obrero.
Para el PSTU, el CONAT era también un elemento de presión sobre el PSOL para
llevarlo a un "frente clasista" en las elecciones de octubre, en que el
dirigente (del PSTU) Zé Maria de Almeida ocupase la candidatura a vice de la
carismática candidata a presidente Heloísa Helena (del PSOL). Aunque diversas
asambleas previas se habían pronunciado en ese sentido, el propio PSTU retiró la
cuestión del debate y la votación en el CONAT.
La despolitización conciliadora del debate no trajo ningún rédito, ya que el
PSOL, casi simultáneamente, proclamó casi todas sus candidaturas, ignorando el
"frente clasista". Para vicepresidente de Heloísa se proclamó a Cézar Benjamín,
un intelectual de poco peso (inclusive intelectual), ex PT, ex PMDB, que ni
siquiera es afiliado al PSOL, e identificado con la defensa de posiciones
nacionalistas burguesas (incluido el "fortalecimiento de las Fuerzas Armadas"),
en suma, un elemento que ni siquiera huele a clasismo. La intervención electoral
del PSOL se ha desvirtuado, por lo tanto, de cualquier fisonomía clasista.
El cuadro de inmovilismo político y social, que la Conlutas pretendió quebrar
con métodos básicamente aparatescos, comienza sin embargo a ser quebrado "desde
abajo". La Volkswagen, principal firma automovilística e industrial del país,
anunció un plan de despido de casi 6.000 de sus 22 mil trabajadores. Por sus
efectos en la cadena productiva (auto-partes), comercial y familiar, la medida
antiobrera de la Volks afecta a 600 mil personas. Masivas asambleas han
respondido a la patronal. Pero en vez de la huelga general de todo el sector
metalúrgico, la burocracia de la CUT y Fuerza Sindical impulsó huelgas
escalonadas a partir de la última semana de mayo. Un frente de ruptura del
acuerdo patronal-gubernamental-sindical, sin embargo, se ha abierto.
Como luchas estudiantiles y, principalmente, agrarias, siguen en curso, de lo
que se trata es de apuntar una perspectiva de conjunto, señalar la completa
corrosión del régimen burgués en el Brasil (incluida la barbarie policial),
defender la lucha del pueblo y la nación boliviana contra el chantaje y las
amenazas de Petrobrás-Repsol, marcar a fuego el pro-imperialismo del PT y la
centroizquierda en general, plantear la unidad revolucionaria y socialista de
América Latina. Al servicio de esa agitación política y programática debería
estar la intervención de la izquierda revolucionaria en la campaña electoral.