Latinoamérica
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Crisis regional
Roce entre Venezuela y Brasil por la crisis del gas boliviano...
Gobierno Lula critica la "militarización" de los campos petroleros
Brasilia reconoció su incomodidad por la actuación de Hugo Chávez en el
conflicto y su persistente apoyo a la nacionalización decidida por La Paz.
Caracas respondió afirmando que le sorprenden esas críticas
Eleonora Gosman, corresponsal en San Pablo
Clarín
Las relaciones entre Brasil y Venezuela se pusieron tirantes, por primera vez en
años. Ayer Caracas devolvió "sorprendida" las críticas de Brasilia. El choque lo
puso de relieve un día antes el canciller brasileño, Celso Amorim, cuando afirmó
ante el Senado que su país está "disgustado" por la "influencia" de Hugo Chávez
en la nacionalización del petróleo en Bolivia. El presidente brasileño llegó a
expresar su "disgusto" a su colega venezolano en forma "inequívoca" en la
reunión de la semana pasada en Puerto Iguazú, dijo. Y lo hizo frente a sus
colegas Néstor Kirchner y Evo Morales.
La irritación brasileña fue tan grande que en esa cita, según confesó el propio
Amorim, se llegó a plantear que estaba "en riesgo la propia integración
sudamericana y el Gasoducto del Sur". Ayer, la Cancillería venezolana reaccionó
con "mucha sorpresa" ante los dichos del ministro brasileño y otros del
principal asesor de Lula da Silva en asuntos externos, Marco Aurelio García, que
aludió a un retorno de la Guerra Fría por ciertas acciones del presidente Hugo
Chávez, en especial sus choques con EE.UU. Pero Caracas sostuvo que no influyó
en las decisiones de Morales de estatizar los hidrocarburos.
"Todo el mundo sabía de la realización de un referendo en Bolivia sobre la
nacionalización de sus recursos naturales", dijo el comunicado venezolano. En
consecuencia, si "los queridos amigos brasileños" ahora se quejan, no será por
desconocimiento de las intenciones del presidente Morales, que trascienden
cualquier eventual incidencia venezolana en el decreto de nacionalización. Pero
la contrariedad brasileña tiene otras explicaciones. En realidad, están de por
medio intereses económicos específicos. Justamente ayer el gobierno de Bolivia
se encargó de transmitir dos mensajes a Brasilia. Primero: La Paz no va a
negociar con la estatal brasileña Petrobras sino con el gobierno de Brasil.
Segundo, "no habrá" indemnizaciones para Petrobras por la toma del control
accionario de su subsidiaria en Bolivia. El gobierno de Morales no dejó lugar a
dudas: la Constitución de su país no prevé indemnizar a empresas por quiebra de
contrato cuando las operaciones se basaron en "acuerdos ilegales" no ratificados
por el Congreso boliviano.
El ministro de Hidrocarburos, Andrés Soliz Rada, fue preciso en ese punto:
discutirán directamente con Lula las condiciones de permanencia de Petrobras.
Para Evo y sus colaboradores, "planteada en estos términos, la negociación será
mucho más fructífera". Lo que Bolivia admite es indemnizar a la petrolera
brasileña por la infraestructura de las refinerías. Así lo admitió Jorge
Alvarado, presidente de YPF de Bolivia. "Se saldará el 51% de las acciones
referentes a la nacionalización. Pero no habrá dinero para indemnizar por los
recursos naturales que son de nuestra propiedad."
Ayer, justamente, en La Paz, hubo una reunión clave entre Soliz Rada, su colega
de Minas y Energía de Brasil, Silas Rondeau, y el presidente de Petrobras, José
Sergio Gabrielli de Azevedo. La agenda era evidente.
En sus referencias al gobierno boliviano, Amorim tuvo expresiones bastante más
duras que lo habitual y calificó la ocupación militar de campos gasíferos como
"gesto innecesario. Una actitud adolescente". Sin embargo, puso todo el cuidado
de aclarar que la política de Brasil "nunca será la de la cachiporra, sino la de
buena vecindad". Con la misma prolijidad, el canciller brasileño señaló: "No es
cierto que Morales esté en las manos de Chávez."
No deja de ser interesante la explicación que dio Amorim sobre la presencia de
Chávez en el encuentro entre Kirchner, Lula y Morales. El canciller brasileño
dijo que la clave debe encontrarse en la "integración energética de América del
Sur, con Venezuela, que posee las principales reservas gasíferas". En el
Congreso, el ministro sintió el peso de las presiones internas: algunos
senadores de la oposición lo cuestionaron por "blandura" para tratar el caso
boliviano. "¿No merece una reacción más fuerte?", preguntaron. Amorim no estuvo
de acuerdo: "Hay momentos para hacer barullo y ser estridentes. Y hay momentos
para la acción silenciosa de la diplomacia." Explicó que Lula ha demostrado en
este caso no regirse por presuntos beneficios electoralistas. "Si hubiera
querido ganancias en ese terreno, habría hecho un enorme ruido que iría a rendir
dividendos internos pero que no ayuda a resolver el problema."
La disputa se prolongó todo el día de ayer. A través de su presidente, José
Gabrielli, Petrobras informó que irá a plantear el diferendo en los tribunales
de Nueva York en caso de no llegar a un consenso. "Tenemos 15 días para
redefinir los contratos y vamos a esperar otros 45 días para negociar la
indemnización. Si no se resuelve, iremos a la Corte." En Bolivia respondieron
sin prisa ni pausa: "Las negociaciones van a ser largas y difíciles. Eso quiere
decir que no habrá imposiciones inmediatas y que inclusive podrá reverse el
plazo de los 45 días."
Mientras tanto, en Caracas, el otro polo del conflicto, el ministro de Energía,
Rafael Rodríguez, sostuvo que instruyó a los funcionarios de Petróleos de
Venezuela para que no se involucren en el proceso de nacionalización boliviano.
Pero falta algo más: en el enojo brasileño también influyó la decisión de
Morales de nombrar cuatro militares bolivianos como directores de la filial
boliviana de Petrobras.