Latinoamérica
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El conflicto entre los gobiernos "progresistas" por las plantas de celulosa...
La escalada
Daniel Gatti
Convenio Rel-Uita/La Insignia
El conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de dos plantas de
celulosa sobre el margen oriental del compartido río Uruguay parece cada vez más
lejos de poder dirimirse con negociaciones bilaterales. Los dos gobiernos
anunciaron que recurrirán a tribunales internacionales.
El fin de semana pasado jerarcas de las dos administraciones cambiaron
acusaciones e insultos y el diferendo que estalló a fines del año pasado por el
proyecto de construcción de dos fábricas de pasta de celulosa en la ciudad
uruguaya de Fray Bentos, una de la finlandesa Botnia y otra de la española ENCE,
volvió a agudizarse.
El ministro del Interior de Argentina, Aníbal Fernández, llegó a sostener el
viernes 7 que el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, "no tiene poder alguno",
al no haber podido "convencer" a los directivos de Botnia, la firma que más ha
avanzado en su proyecto (ENCE todavía no inició la construcción de su planta),
de que detuviesen los trabajos de construcción durante noventa días, plazo
pedido por Buenos Aires para realizar una estudio de impacto ambiental "serio e
independiente".
Los representantes locales de Botnia habían accedido en un primer momento a esa
exigencia, lo que había llevado a que paralelamente los ambientalistas de la
provincia argentina de Entre Ríos que durante más de dos meses cortaron los
puentes binacionales sobre el río Uruguay levantaran provisoriamente su medida.
Ambas decisiones habían hecho que se allanara el terreno para que por fin se
celebrara una cumbre entre Vázquez y su par argentino Néstor Kirchner de la cual
se pensaba que surgiría un acuerdo de salida del conflicto.
Sorpresivamente, el martes 4 la dirección de Botnia en Finlandia comunicó que
sólo paralizaría las obras durante diez días. En esas condiciones, la cumbre se
suspendió y los ambientalistas de la ciudad entrerriana de Gualeguaychú
volvieron a cortar el puente que los une a Fray Bentos. Resultado: no se ve otra
perspectiva de salida, a uno y otro lado del río, que el recurso a los
tribunales internacionales.
Uruguay ya elevó una queja ante el Tribunal de Controversias del Mercosur,
denunciando a Argentina por el bloqueo de los puentes internacionales sobre el
río Uruguay por organizaciones sociales argentinas que protestan contra la
contaminación que generarán las dos usinas.
De acuerdo a la administración del socialista Tabaré Vázquez, esos cortes, que
ni el gobierno provincial de Entre Ríos ni el gobierno federal argentino han
querido reprimir, costaron hasta ahora a la economía uruguaya (por pérdidas
fundamentalmente en los sectores turístico, de servicios y de transporte de
carga y pasajeros) unos 300 millones de dólares.
Montevideo notificará de esta situación también a la Corte Internacional de La
Haya, anticipándose a la denuncia que, a más tardar en mayo, presentará Buenos
Aires ante ese mismo tribunal. Según explicó el canciller Jorge Taiana,
Argentina elevará a la Corte dos planteos, uno de fondo, en el que intentará
probar que Montevideo violó el tratado binacional del río Uruguay por no
consultar a su vecino cuando decidió autorizar la implantación de las dos
fábricas, a comienzos de 2005. El segundo planteo consistirá en pedir que se
tome una medida cautelar "de rápida resolución" para paralizar de inmediato la
construcción de las plantas debido a que "Uruguay se negó a presentar un estudio
del impacto ambiental acumulativo" de ambas.
Para Aníbal Fernández de nada serviría que volviera a proyectarse una cumbre
Vázquez-Kirchner porque el primero "no decide nada". La reunión debería ser
"entre Kirchner y el presidente de Botnia", ironizó el ministro, ya que son "los
finlandeses los que mandan" en Uruguay. Fernández recordó que en virtud de un
tratado de protección de inversiones que Finlandia firmó con el gobierno
uruguayo que precedió al de Vázquez, el del conservador Jorge Batlle, las
empresas de ese origen se aseguran una protección "desmedida".
Otro Fernández argentino, el jefe de gabinete de Kirchner, Alberto Fernández,
declaró a su vez que Uruguay padece de una "preocupante falta de soberanía".
Los dichos de "los Fernández" son "sólo tonterías", respondieron en Uruguay el
vicepresidente Rodolfo Nin Novoa y el ministro de Transporte y Obras Públicas
Víctor Rossi. "Los argentinos perdieron los puntos de referencia", agregó el
primero.
En lo poco que en estos momentos coinciden los gobernantes argentinos y
uruguayos es en adjudicar cierto grado de responsabilidad a Botnia por la nueva
ruptura.
Un tercer Fernández, esta vez uruguayo, el secretario de la Presidencia Gonzalo
Fernández, se había mostrado compungido, la semana pasada, por la falta de
"sensibilidad" demostrada por la firma.
En la primera toma de distancia entre un jerarca gubernamental uruguayo y la
transnacional finlandesa (hasta entonces el frente común entre los políticos
uruguayos de todo pelo y los empresarios había sido sin fisuras) el secretario
de Vázquez sugirió que de no haber sido por la actitud de Botnia el acuerdo
entre partes era un hecho y la cumbre presidencial para refrendarlo también.
Argentina, según Fernández (el uruguayo), había admitido que, de demostrarse que
no son contaminantes, las fábricas se levantaran donde estaban proyectadas, y
Uruguay que las obras de construcción de las mismas se paralizaran mientras el
estudio ambiental se llevara a cabo.
Pero "obviamente" la decisión final de Botnia de detener los trabajos apenas
diez días fue considerada por los argentinos "muy insuficiente para la
realización de un estudio de impacto ambiental serio", tarea para la cual
exigían al menos 30-45 días, dijo Gonzalo Fernández.
"No les vamos a pedir (a los directivos de Botnia) más nada, salvo que
recapaciten y que entiendan que cuando existen conflictos internacionales o
binacionales de este tenor, amén del interés puramente comercial, hay que mirar
y pensar también un poquito en otros aspectos. La Presidencia de la República
lamenta hondamente que la empresa no haya sido más generosa en el otorgamiento
de un plazo", destacó entonces el secretario de Tabaré Vázquez.
Y recordó igualmente que "si bien Botnia aporta una inversión de mil millones de
dólares al Uruguay, a raíz de los bloqueos ilegítimos de los puentes Uruguay ya
perdió casi 300 millones de dólares".
Pero las asperezas entre Botnia y el gobierno de Vázquez poco duraron, pese a
que los finlandeses se negaron a rever su resolución. El clima de "unión
nacional" en defensa de los inversores (se calcula que Botnia invertirá en
Uruguay más de mil millones de dólares y Ence otros 680 millones) se recompuso
casi de inmediato, más aun cuando da toda la impresión de que ya no hay margen
para negociaciones bilaterales.
En el sector empresarial uruguayo, en particular entre los sectores más
afectados por los cortes de ruta y de los puentes por los ambientalistas
argentinos, ganan adeptos los partidarios de demandar al Estado argentino.
Unos treinta empresarios de diversas áreas que se consideran perjudicados por el
bloqueo de los puentes internacionales mantienen reuniones con bufetes de
abogados uruguayos y argentinos en función de esa posibilidad.
A su vez la Intergremial del Transporte de Carga, que emplea directamente a
30.000 personas, amenazó con bloquear, "luego de Semana Santa, todas las
conexiones con Argentina. No vamos a dejar entrar ni salir ningún producto",
advirtió su dirigente Diego Valverde.
Los camioneros estiman que perdieron por lo menos seis millones de dólares por
el bloqueo de los puentes y que "los piqueteros argentinos pusieron en peligro
miles de fuentes de trabajo en Uruguay".
Las autoridades argentinas están intentando que los bloqueos de los puentes en
Entre Ríos cesen o no se reanuden, debido a que piensan que de continuar se
limitarán sus posibilidades de éxito en los tribunales internacionales, tal cual
resumió el gobernador de Entre Ríos Jorge Busti.
A todo esto se supo que a fines de abril llegará al Río de la Plata la canciller
de Finlandia, Paula Lehtomaki, para entrevistarse con autoridades de los dos
países. "La de Botnia es una de las mayores inversiones nacionales fuera de
fronteras y queremos conocer la situación de cerca", dijo una diplomática finesa
a la agencia argentina de noticias Télam.
Mientras el conflicto binacional se agudiza al punto de amenazar de muerte al
propio Mercosur (el ex canciller de Uruguay Sergio Abreu cuestionó incluso a
Brasil, por mantenerse "indiferente" y no estar a la altura de su condición de
"líder natural" del proceso de integración subregional por ser el país más
poderoso del área) hay quienes se preguntan por qué se ha llegado a este grado
de enfrentamiento entre dos gobiernos "progresistas" en principio "amigos".
"El problema esencial es que este conflicto binacional es el emergente de un
problema regional: el desembarco en gran escala de las empresas de celulosa
europeas en América Latina", comentó en Buenos Aires el director político de la
organización ambientalista internacional Greenpeace Juan Carlos Villalonga.
"Hay que plantear una negociación coyuntural por el caso de las plantas
uruguayas, pero además hay que atender el cuadro general de la instalación de
fábricas de este tipo, de enorme porte. El proceso comenzó en Brasil y Chile, y
ahora se ha extendido al resto de América Latina", subrayó.
Al tiempo que se acentuaba el conflicto por las fábricas de Botnia y Ence se
conocía en Uruguay la confirmación por parte de otra transnacional, la
sueco-finlandesa Stora Enso, de su interés por construir una planta de celulosa
en las cercanías del río Negro, que parte en dos y horizontalmente el país. El
presidente de la firma llegará en mayo a Montevideo.
La inversión de Stora Enso sería superior a la suma de las de Botnia y Ence, ya
que se la estima cercana a los 1.800 millones de dólares, y su planta estaría
entre las mayores del mundo en el sector.
"La industria del papel tiene altos impactos. Necesitamos convivir con ella
porque se ha hecho imprescindible, pero hay que forzarla a marchar hacia un
sendero de sustentabilidad", señaló Villalonga. ¿Será posible? Para el canciller
argentino, Jorge Taiana, no. "En Finlandia, Botnia respeta normas ambientales
que en el Río de la Plata no respetará", dijo.