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Puerto Rico: ¿posible colapso del régimen colonial?
Rafael Rodríguez Cruz
Rebelión
¿Será posible que el régimen colonial en Puerto Rico caiga como resultado de
un levantamiento espontáneo de la población -ante la gravedad de la crisis que
vive la isla- y no como consecuencia de un asalto organizado por parte de las
fuerzas antiimperialistas? ¿Se adelantarán las masas -sua sponte- a los líderes
tal y como pasó en la lucha por sacar a la Marina de Vieques?
Aunque quizás sea un poco prematuro para hacer una predicción certera sobre el
posible colapso del régimen colonial en Puerto Rico, hay ciertos factores que
hacen que la idea no sea del todo descabellada. El primero es el modo en que las
leyes de la historia se han encargado de poner fin a otros regímenes políticos
anacrónicos. El colapso del régimen zarista en febrero de 1917 en Rusia viene
enseguida a la mente. Como sabemos, éste cayó inesperadamente en sólo ocho días
como resultado de una combinación única de factores, nacionales e
internacionales, que dejaron estupefactos incluso al liderato bolchevique. Hay
otros casos y ejemplos en la historia, pues incluso el fin del régimen
esclavista del Sur estadounidense estuvo condicionado en no poca medida, como
bien indicó Marx, por el colapso súbito de su sistema monetario en medio de la
Guerra Civil. Una cosa innegable sobre el régimen político existente en Puerto
Rico es su naturaleza completamente arcaica, contraria no sólo al derecho
internacional sino a la realidad de un país de fuerzas productivas avanzadas y
con una cultura nacional propia. El aparato estatal colonial carece de
relevancia histórica inmediata para las grandes masas.
El segundo factor que debe mencionarse es el estado de ánimo de las masas
trabajadoras en el país. A partir del asesinato del revolucionario
independentista Filiberto Ojeda Ríos, Puerto Rico vive una situación de
movilización creciente de amplios sectores de la población, movilizaciones que
abarcan no sólo al proletariado sino también a estudiantes de todos los niveles
escolares, desempleados, comunidades afectadas por la contaminación ambiental,
transportistas, pequeños comerciantes, etc. Las organizaciones independentistas
y socialistas, específicamente, se han mantenido en movilización continua
alrededor del tema de la represión y la presencia del FBI en la isla. Algunas de
las protestas tienen un contenido económico inmediato como lo son las motivadas
por el elevado costo de vida y las luchas obreras. Pero otras implican sin
mediación alguna al Estado, ya que giran alrededor de la falta de servicios
gubernamentales adecuados, el deterioro de la educación, la estructura desigual
de la tributación que favorece a los ricos, la rampante corrupción gubernamental
y la concesión de privilegios a los grandes intereses que controlan el
movimiento de bienes raíces y el comercio. Además, el gobierno colonial es el
principal patrono en la isla y se enfrenta hoy a uniones combativas y de
elevadísima conciencia social, particularmente en el área de la producción de
energía eléctrica y los trabajadores de la educación.
El tercer factor que debe mencionarse es el impacto particular del militarismo
sobre la población puertorriqueña. Hasta ahora han muerto 50 soldados boricuas
en Irak. Esta es una guerra muy antipática en Puerto Rico. La organización
Madres en Contra de la Guerra, formada precisamente por familiares de militares
boricuas, goza de un gran poder de convocatoria en la Isla y se ha convertido en
un verdadero dolor de cabeza para los reclutadores militares. La guerra y el
militarismo actúan en Puerto Rico, usando la expresión de Lenin, como verdaderos
catalizadores de conciencia social y revolucionaria, pues acarrean sacrificios
económicos con la reducción del presupuesto federal para cuestiones no
militares, además del dolor de la pérdida de familiares.
Un cuarto factor que está jugando un papel cada vez mayor es el de la crisis
fiscal del gobierno colonial. Puerto Rico continúa siendo un centro de
inversiones muy importantes para el gran capital monopolista estadounidense. En
el año 2004 tan sólo los ingresos de estos capitales se treparon a la cifra de
30 mil millones de dólares. Pero estas compañías casi no pagan contribuciones al
gobierno local, a pesar de que son subvencionas de mil formas con energía
eléctrica barata y otros importantes gastos infraestructurales. Son las masas
trabajadoras las que cargan con el grueso del ingreso estatal por concepto de
contribuciones. Además, en Puerto Rico hay una grave crisis de evasión fiscal
por parte de los ricos. De ahí brota un desequilibrio fiscal extraordinario que
los políticos de la isla resuelven con la deuda gubernamental, la eliminación de
servicios a la gente y, más recientemente, con propuestas de contribuciones
sobre la venta al consumidor directo. Los bancos estadounidenses que tienen en
sus manos la deuda estatal están presionando al gobierno colonial para que
reduzca el gasto de beneficencia social y obtenga concesiones de las uniones.
El quinto factor es el despertar de una conciencia nacional antiimperialista. A
pesar de más de un siglo de dominación estadounidense, el español continúa
siendo el lenguaje de la inmensa mayoría de la población, que sigue viendo a
Puerto Rico como una región culturalmente diferenciada al interior de las
fronteras del imperio. La importancia de esto no debe subestimarse en aras de
avanzar un análisis marxista alegadamente libre de impurezas. Tal cosa no
existe. El marxismo parte ante todo del reconocimiento de lo real concreto,
incluyendo el peso de las tradiciones en la conciencia de las masas. La victoria
del pueblo de Puerto Rico en contra de la Marina en Vieques, por ejemplo, se
apoyó en la defensa de la cultura puertorriqueña y en la tradición militante de
lucha del nacionalismo revolucionario pequeñoburgués. La persistencia de esos
rasgos culturales, paradójicamente, han facilitado en momentos de crisis un
grado importante de divorcio espiritual entre las masas y la ideología
imperialista, como ocurrió hace poco con el asesinato de Ojeda Ríos y la
represión desatada en contra de toda la población trabajadora. De lo que se
trata, para los socialistas, es de delinear claramente los parámetros de
alianzas con estos sectores de idiosincrasia pequeño burguesa, y no de entablar
una lucha sin cuartel contra ellos que nos pueda privar innecesariamente de
aliados importantes.
Estos cinco factores no operan en el vacío. Los tres partidos políticos en que
se agrupa la debilucha burguesía puertorriqueña continúan, como hace décadas,
proponiendo una salida reformista al problema del estatus de la isla. El patrón
seguido ha sido el proponer periódicamente la celebración de algún tipo de
mecanismo constitucional –sea un plebiscito o una Convención Constituyente- con
la validación del congreso federal estadounidense. Pero a pesar de todo un
número de esfuerzos reformistas desde 1968, Estados Unidos nunca se ha
comprometido a respetar la voluntad del pueblo de Puerto Rico, mucho menos a la
celebración de una convención constituyente que cumpla con los requisitos del
derecho internacional, lo que ha sido la demanda fundamental del nacionalismo
revolucionario pequeñoburgués en la isla. Importantes sectores de la izquierda
socialista han coincidido con el nacionalismo en este reclamo. El consenso
general es que los intentos de dar solución al problema colonial por la vía
reformista están bastante estancados.
Tomando como referencia la historia reciente, los procesos de lucha en Puerto
Rico tienden a seguir un patrón de desarrollo que podemos caracterizar de "efervescencia
tropical", concepto usado por Julio Antonio Mella para hablar de las
transformaciones potencialmente revolucionarias en El Caribe. Lo bueno de esta
dinámica es que la cresta de la ola de rebeldía social sube rápidamente como la
espuma de cerveza. Lo malo es que sube con tal rapidez que rara vez da tiempo
para que las fuerzas antiimperialistas sobrepongan sus divisiones ideológicas y
guíen las masas más allá del reclamo de reformas estrictamente inmediatas. Las
masas imponen su voluntad hasta donde pueden, muy a pesar del liderato, siempre
dividido. Exactamente esto fue lo que pasó en Vieques. Allí el liderato no logró
superar ni tan siquiera las animosidades personales. Inevitablemente, al
comenzar el proceso de descenso de la ola, se desinfló el movimiento de masas.
Lo que se logró –que fue, sin dudas, mucho- se hizo a pesar del liderato
agriamente dividido.
Hoy Puerto Rico parece vivir el comienzo de una ola de rebeldía social más
generalizada y más fuerte que la de Vieques. Esta ola tiene como protagonista
principal a la clase trabajadora puertorriqueña, incluyendo a los sindicatos.
Los estudiantes también juegan hoy un papel de vanguardia pues han logrado
movilizarse efectivamente, en no poca medida, al margen de las divisiones de las
organizaciones antiimperialistas. Además, lo que hace esta situación
particularmente prometedora es que las opciones reformistas han chocado con un
muro gigantesco y la gente en la calle lo sabe. El divorcio entre la colonia y
los intereses de las grandes mayorías se ahonda. Si las organizaciones
independentistas y de izquierda no encuentran el camino de la unidad, las masas
tendrán que resolver el problema como en Vieques, por cuenta propia. Tal será
quizás el modo en que el coloniaje encuentre su fin en Puerto Rico. Mientras más
iniciativa tomen las masas trabajadoras, más se moverá hacia la izquierda todo
el movimiento. Al final del día, como decía Lenin, todas las revoluciones son
procesos originales. Por eso, el pensamiento revolucionario no puede ser un
dogma: "El principal error que cometen los revolucionarios es que miran atrás
a la viejas revoluciones, mientras que la vida nos da demasiadas cosas nuevas
que tienen que ser acomodadas en el curso general de los eventos" [V.I.
Lenin. Conferencia del R.S.D.L.P. de la ciudad de Petrogrado . Obras
Completas, 14 al 22 de abril de 1917, Tomo 24, p. 141].