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Resultados electorales. La feroz ceguera del Perú oficial
Ricardo Jimenez, desde Lima, Perú
No son usuales en la historia los casos de divorcios extremos entre los
actores llamados a administrar la realidad y su visión de ésta. Quizás el más
emblemático es el de la Revolución Francesa, donde nos quedó un extraordinario
testimonio simbólico de este divorcio: el Diario de vida del rey francés, que en
la misma fecha en que las turbas populares atacaban y destruían la Bastilla,
desencadenando el proceso que cambiaría el mundo para siempre (cortándole la
cabeza a él y su familia de paso), escribía escueta pero significativamente: "No
pasa nada".
El Perú oficial post electoral de estas horas y días vive, casi hasta la
esquizofrenia, este divorcio. Cuando aún no se conocen los resultados finales
ni, sobre todo, quien de los dos candidatos (Lourdes Flores de la derecha o Alán
García del APRA, ambos empatados transitoriamente hasta ahora alrededor del 23 y
24%) pasará a segunda vuelta con Ollanta Humala (ganador relativo
transitoriamente con alrededor del 28% y 30% de los votos), y como si no
hubiesen aprendido nada de una realidad que se mueve y fuertemente, el gobierno
y la derecha atrincherada en la candidatura de Lourdes Flores y la manipulación
desembozada de todos los medios de comunicación masivos, muestran una feroz,
terrible y mortalmente terca ceguera. Como en las novelas de George Orwell, en
que el poder oficial ponía nombres opuestos a lo que ocurría en la realidad,
analistas, periodistas y políticos de derecha y gobierno, sacan cuentas alegres,
se muestran explícitamente "vencedores" sobre un "populacho" cholo y minoritario
("apenas un 30%", repiten), que "se deja engañar", que "no quiere la libertad",
en el mejor de los casos, que "vota con el hígado", que "es pura
irracionalidad", porque "todavía" no les llegan los beneficios del "progreso
alcanzado".
Nada o poco importa que el presidente Toledo, administrador del neoliberalismo,
termine su mandato con 90% de rechazo, que sus partidos (Perú Posible y el
Frente Independiente Moralizador) estén apenas a la expectativa de seguir
existiendo, pues bordean la valla electoral del 4% de los votos (que de no ser
superada deja sin existencia a estos partidos). Nada o poco, que los programas
de Ollanta y el APRA coinciden plenamente en el rechazo a la política y la
constitución neoliberales heredadas de la dictadura de Fujimori, en el rescate y
exigencia de los derechos laborales mínimos, en el desarrollo endógeno y la
redistribución social, ni que ambos hayan obtenido las mayores bancadas
parlamentarias (en el caso de Ollanta se le daban minorías parlamentarias en
todas las encuestas) y dos de las más altas votaciones, al punto de ser tal vez
todavía los protagonistas de la segunda vuelta. Nada o poco que la derecha haya
mostrado ante el país todo su cara fascista, montando un ataque al estilo de las
guardias de asalto nazi contra Ollanta y su esposa al momento de votar, peor
aún, que sus programas televisivos como "La ventana indiscreta" repitan las
imágenes de la agresión con comentarios festivos y justificadores. Nada o poco,
en fin, que las votaciones de Ollanta y APRA sean superiores al 50% o 60% en las
zonas rurales como Arequipa, Ayacucho, Cuzco, etc. Y que la derecha concentre
casi toda su votación en Lima y otros muy pocos lugares, mostrando que la ya
sabida fractura entre estos dos mundos encuentra y muestra ahora objetiva
expresión y reclamo político. Poco o nada que esa derecha obtenga su votación
incorporando a regañadientes (forzada por el electorado), en su discurso algunas
propuestas de sus contendores en este sentido (como la revisión de los contratos
a trasnacionales, cierto énfasis en programas sociales del estado para los más
pobres y medidas saneadoras de la corrupción flagrante en el ejecutivo y
legislativo).
La actitud de la derecha puede resumirse esencialmente en el símbolo de un
limeño bien nacido, acomodado, frotándose las manos y diciendo: "no era tanto el
peligro, ese 30% de Ollanta (el "cuco", el diablo) no era tanto, es una minoría,
nada más", "la mayoría (supuestamente ellos, la derecha, con el APRA) apoya al
sistema, a la democracia", "son ignorantes, no entienden de economía ni de
política, llenos de puro odio y rechazo, engañados, etc.". "Ahora nos basta
profundizar (si es que esto es posible) en segunda vuelta la satanización de
Ollanta, forzar al APRA a apoyarnos (traicionando su programa, votado por la
gente) y ya, aquí no ha pasado nada, sorteamos la tormenta y seguimos
progresando y creciendo, manejando bien el país, que somos los únicos que
sabemos".
Prisioneros de las propias imágenes que han creado (Ollanta anti demócrata y
nosotros, la derecha defensores de la democracia), no ven ni quieren ver de
ninguna manera la imagen de la realidad, evidente en los resultados electorales:
que las mayorías del país están hartas del neoliberalismo que sólo favorece
escandalosamente a unos pocos, que frente a ello poco les importa una "libertad
de expresión" (bandera de la derecha) que saben muy bien, y lo ven todos los
días, ejercen descarada y burlonamente los pocos privilegiados dueños de los
medios masivos de comunicación y su corte de empleados (con honrosas
excepciones, como Guillermo Giacosa, periodista argentino, y César Hildebrandt,
despedido de canal 2 por mostrarse independiente). Entre las más diversas
interpretaciones extravagantes, cabe a este respecto una que es crucial y que
tampoco se ve ni se dice: otro de los grandes perdedores de esta justa
electoral, son los medios de comunicación masivos, cuya parcialidad desembozada
hacia la derecha de Flores y encono sin recato contra Ollanta y Alan garcía
muestra lapidarios resultados para su credibilidad (75% de los votos muestra que
no fueron creídos) y -lo que es peor aún para el futuro del país- de la supuesta
y reiterada "libertad de expresión" que ellos mismos, de hecho, a la vez
banderean y desprestigian.
En suma, la re fundación institucional y la re distribución económica son un
sentir y un reclamo impostergable, que, ciertamente, aún las mayorías apuestan a
que se haga en consenso y por vía institucional. Pero se engañan y ciegan
quienes pretenden (como otrora el rey francés), de hecho, en su actitud y
discurso, que "no ha pasado nada", arriesgando temerariamente a dilapidar esta
moderación institucional del anhelo de cambio de las mayorías, con consecuencias
previsibles pero insospechadas para la estabilidad social y la gobernabilidad
política del país.
Como era previsible, el fujimorismo, en boca de varios de sus representantes,
adelanta públicamente su apoyo a Lourdes Flores, más aún, contra Ollanta Humala,
en una eventual segunda vuelta (en clara contradicción de las acusaciones a éste
de estar coludido con el fujimontesinismo); lo mismo ocurre con otros sectores y
candidaturas derrotadas como la de Panigua. La izquierda, cuya insignificancia e
impotencia política ha quedado de manifiesto (sus 4 o 5 candidaturas suman con
suerte alrededor de un 3%, similar o más bajo incluso que el repudiado
gobierno), enfrenta el reto de abandonar mezquindades personales y de grupo, así
como prejuicios y teoricismos, para dejar de estar por fuera de los anhelos de
transformación social "realmente existentes" de la mayoría y cambiar con
decisión su "burbuja subcultural" para entrar con una nueva mirada y actitud en
la vorágine, no siempre "ideal", del presente.
La clave sin duda estará en el rol del APRA, sea o no su candidato parte de la
segunda vuelta. En la consecuencia con el programa antineoliberal (refundacional
y de redistribución económica), que les valió el apoyo de la gente y en la
capacidad de buscar las alianzas para su realización (lo mismo vale para UPP de
Ollanta Humala), se jugará buena parte del futuro derrotero de este país, cuyas
mayorías despiertan del largo sueño embrutecedor del neoliberalismo dictatorial
y buscan decidida, aunque por ahora consensuada e institucionalmente, el
urgente, justo y necesario cambio de un Perú oficial que ferozmente no los ve ni
los considera.