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‘Uribe nos situaría en el siglo XVIII’
Entrevista con Carlos Gaviria, candidado presidencial de la izquierda colombiana, el Polo Democrática
Semana
En un proceso electoral que se considera predecible por el favoritismo que hasta
ahora tiene el presidente Álvaro Uribe, la sorpresa ha estado a cargo de Carlos
Gaviria. Ex magistrado de la Corte Constitucional, catedrático y actualmente
senador, Gaviria le puso picante a la campaña cuando derrotó a las encuestas y a
Antonio Navarro en la consulta interna celebrada el 12 de marzo entre todas las
fuerzas de izquierda.
Aunque lo han señalado como 'radical' por algunas de sus ponencias como
magistrado y por la trayectoria de algunos de los partidos que lo apoyan, tiene
lenguaje e imagen de conciliador. No lo obsesiona el poder y hasta lo han
criticado por falta de ganas para ganar. Considera que, más allá de si llega a
la Presidencia o no, la consolidación de una izquierda le conviene a la
democracia y modernizaría la política. El siguiente fue su diálogo con SEMANA:
SEMANA: ¿Tiene sentido una candidatura de izquierda en un país
derechizado?
CARLOS GAVIRIA: Es muy importante. La izquierda que ha mantenido tantas
controversias se ha logrado unir y obtuvo más de un millón de votos en la
consulta. Esta es una propuesta terapéutica para un país embelesado con las
propuestas del doctor Uribe, a pesar de que no han sido tan efectivas como él
cree. Hay que mostrarle a la gente cómo es la realidad y cómo es de distinta al
mundo virtual que Uribe ha construido para hacerles creer a los ciudadanos que
allá es donde viven.
SEMANA: Pero en temas como la seguridad hay avances indiscutibles.
C.G.: A mí no me parece. Las caravanas de 'Vive Colombia viaja por ella'
custodiadas por carros tanques del Ejército no me dan la idea de seguridad
democrática, sino al contrario: que no hay seguridad en esos lugares. Los
resultados son muchísimo más reducidos de lo que se dice. Una política seria
tiene como sustancia la defensa de los derechos humanos y en Colombia se han
deteriorado.
SEMANA: La pregunta es si la izquierda es viable ¿Su candidatura es
simbólica, como la de Gerardo Molina hace 25 años?
C.G.: Las condiciones han cambiado. Gerardo Molina tuvo 88.000 votos en
el 82 y nosotros ya en la consulta pusimos más de un millón. Esa cifra revela
que la propuesta puede tener posibilidades de convertirse en una opción seria de
poder. Además, independientemente de los resultados electorales, tenemos la
intención de trascender la coyuntura. Nuestro proyecto es de largo alcance.
SEMANA: ¿Antes de entrar a la política, había reflexionado sobre el papel
de la izquierda en el país?
C.G.: La candidatura de Gerardo Molina la propuse yo desde la única
militancia política que había tenido, en el movimiento Firmes, por razones
parecidas a las que acabo de mencionar. Las candidaturas de la izquierda eran
siempre marginales y siempre apelaban a una figura de afuera, tomada de los
partidos tradicionales. Propuse al maestro Molina que sí procedía de la propia
izquierda y era un verdadero símbolo. Para mí ha sido una preocupación constante
que en Colombia no haya propuestas políticas alternativas.
SEMANA: ¿Por eso dice que no hay democracia en Colombia?
C.G.: Eso hace parte de mi argumento, pero no es la razón más importante.
Hace mucho tiempo, Alfonso López Pumarejo dijo que las fronteras entre los
partidos estaban nubladas y de eso fue una prueba el Frente Nacional. Después,
la situación fue cada día peor. En todos los grandes temas nacionales -la pena
de muerte, la intervención del Estado en la economía, la separación de la
Iglesia y del Estado-, hay opiniones enfrentadas dentro del liberalismo y del
conservatismo.
SEMANA: ¿No es exagerado concluir por eso que no hay democracia?
C.G.: Le hago una pregunta: si la democracia es el gobierno de las
mayorías, ¿cómo es posible que las mayorías estén desprotegidas y se encuentren
en la pobreza o en la miseria?
SEMANA: Pero la izquierda, tiene, por ejemplo, una posición unificada
contra la lucha armada?
C.G.: Uno de las grandes obstáculos que ha encontrado la izquierda es la
guerrilla, porque cuando uno dice que es de izquierda, lo vinculan con la lucha
armada. Es muy importante que la gente se saque de la cabeza que toda propuesta
de izquierda tiene que ver con el uso de las armas. Lo he dicho en todos los
foros. Ni la ética que yo profeso ni las convicciones filosóficas que tengo son
compatibles con la lucha armada.
SEMANA: Sin embargo, algunas fuerzas de izquierda han tenido posiciones
ambiguas sobre la combinación de las formas de lucha ...
C.G.: Sí, eso es cierto. Si hay gente en el Polo que cree que la lucha
armada es la vía, se equivocaron al señalarme como candidato. Ahora: si hay
personas que han tenido esa ambigüedad, podrían decidirse por la lucha armada si
se les cierra la vía política. Es necesario convencer a la gente de que la
política es la única opción decente y que las reformas sustanciales hay que
buscarlas por esa vía. Si en el Polo siguen militando personas que fueron
ambiguas sobre la combinación de formas de lucha, es porque ahora aceptan esa
posición.
SEMANA: En otros temas ¿no hay diferencias entre las distintas fuerzas
del Polo?
C.G.: Tiene que haberlas. Pero tenemos el propósito común de impedir la
reelección del presidente Uribe porque su propuesta es retardataria y nos
situaría nuevamente en el siglo XVIII. Nos pondría a pelear otra vez por la
libertad de conciencia, por la libertad de expresión, por la libertad de
locomoción. Uno pensaría que esas ya eran conquistas consolidadas y que teníamos
que pasar a una etapa más avanzada, por ejemplo, a buscar la vigencia de
derechos económicos, sociales y culturales. Haber entendido que ese propósito es
urgente ha permitido que las diferencias por el momento estén postergadas.
SEMANA: Usted dice que Uribe llevó a la sociedad a un país virtual. ¿Cómo
va a sacar a la gente de allí?
C.G.: Estamos en un momento de sicología social tan especial, que la
gente no le cree ni a lo que sus sentidos le muestran. Si, por ejemplo, la
guerrilla está apoderada de una parte del territorio, y el Ejército, apoyado por
la Fuerza Aérea, trata de sacarlos, ¿no es un acto de guerra ¿Cómo puede decir
el Presidente que no hay conflicto? Eso es virtual, como la reducción de la
pobreza y la reducción del desempleo.
SEMANA: Según usted, Uribe es retardatario, pero ¿no hay también un
sentido de retraso en la izquierda? Pareciera que no se ha puesto al día con el
mundo...
C.G.: El anquilosamiento de la política no se reduce a un solo sector.
Estoy en desacuerdo con categorías anticuadas para hacer el análisis de la
realidad nacional. Concretamente, pienso que el marxismo es un instrumento
analítico importante, pero que no es el único. Ninguna doctrina se puede aceptar
como un dogma. El dogma es un lastre para el análisis y para lograr metas como
las que estamos buscando.
SEMANA: ¿Esa no es una filosofía más liberal que de izquierda?
C.G.: La política nuestra está tan atrasada, que muchas causas que son
típicamente liberales hay que defenderlas desde la izquierda. Pongo un ejemplo.
Una causa propia de la filosofía liberal es la defensa de los derechos humanos,
pero en Colombia quien la acoge es sindicado de izquierda porque los gobiernos
liberales han sido tan autoritario,s que les molesta mucho que les recuerden que
existen límites para el ejercicio del poder. Lo mismo pasa con la tesis de una
sociedad igualitaria, que no es propiamente de extrema izquierda. Los principios
nuestros podrían ser suscritos por personas de distintos partidos que leyeran
sin ningún prejuicio nuestra propuesta.
SEMANA: ¿Entonces usted, igual que Uribe, pide el voto de los liberales?
C.G.: Se puede hablar en sentido burocrático de un liberalismo uribista y
otro antiuribista, pero en un sentido político y filosófico riguroso no se puede
hablar de un liberalismo uribista. En cambio, una propuesta democrática como la
que nosotros estamos haciendo atrae a muchos ciudadanos que han militado casi
por inercia en los partidos tradicionales.
SEMANA: Algunos opinan que ir contra el TLC es una posición arcaica, por
ejemplo, los socialistas chilenos lo apoyan...
C.G.: La situación de Colombia es distinta a la de Chile. Las ventajas
comparativas son diferentes. Las exportaciones de Chile tienen una gran demanda
en el mercado de Estados Unidos. No se puede desechar un tratado de Libre
Comercio, pero el que Colombia negoció con Estados Unidos no le conviene al
país. El presidente Uribe le debe favores a Bush y se los están cobrando en el
TLC. El propio Banco de la República afirma que ese tratado nos va a hacer más
dependientes.
SEMANA: Si países competidores de Colombia, como los de Centroamérica, ya
firmaron TLC, ¿por qué dejarles la ventaja de ingresar sus productos a Estados
Unidos?
C.G.: Hay tratados celebrados con Estados Unidos por países más poderosos
que Colombia, como México. Y ¿cuál ha sido la experiencia? ¿Se ha generado más
empleo? No. ¿Se ha superado la pobreza? No, la brecha incluso es mayor. Es
necesario admitir que las relaciones internacionales, tanto comerciales como
políticas, se deben intensificar, pero mediante el multilateralismo y no con un
unilateralismo que implica una completa sujeción a Estados Unidos.
SEMANA: ¿Cómo plantearía la relación con Estados Unidos?
C.G.: Yo no soy antiestadounidense. Debemos tener muy buenas relaciones.
Pero eso es distinto a enajenar la soberanía.
SEMANA: ¿Mantendría la extradición?
C.G.: Es un instrumento muy útil en la lucha contra la delincuencia
globalizada y contra la impunidad, pero la política de Colombia frente a la
extradición no es seria. Uribe dice: a los que se manejen bien no los extradito
y a los que se manejan mal, sí. Eso es insostenible. Una política seria pasa por
reivindicar la justicia nacional cuando los delitos son cometidos aquí. Estamos
extraditando a cualquier persona que sea solicitada por Estados Unidos a pesar
de que haya delinquido en Colombia.
SEMANA: ¿Y el Plan Colombia?
C.G.: Tiene un ingrediente fuertemente militar que ayuda a intensificar
la guerra. No me gusta la presencia de tropas extrajeras en el país.
SEMANA: ¿Lo revisaría o lo terminaría?
C.G.: Lo revisaría, luego sabríamos hasta qué punto, pero, sin duda, lo
revisaría.
SEMANA: Y el narcotráfico, ¿es partidario de la legalización?
C.G.: Mientras se siga atacando con políticas eminentemente represivas,
la derrota frente a él va a ser cada vez más estruendosa. Colombia está
vinculada con tratados internacionales que le impiden la descriminalización de
la producción del comercio de narcóticos, pero debería iniciar un debate para
buscar medidas diferentes a la penales.
SEMANA: De llegar a la Presidencia, ¿cómo gobernaría con un Congreso tan
uribista?
C.G.: Incluso para el presidente Uribe, en caso de que ganara, sería
difícil la gobernabilidad porque tendría que negociar con distintas empresas
electorales, que no son verdaderos partidos, sino organizaciones creadas con un
fin electoral. Un triunfo nuestro permitiría un llamado a un gran acuerdo
nacional sobre temas esenciales que implicaría a los sectores que están
representados en el Congreso.
SEMANA: Parece muy pragmático, ¿no se supone que usted era el radical?
C.G.: No soy radical, si por eso se entiende sectario. Pero reconozco las
diferencias: la izquierda lucha por superar la desigualdad, el centro está
conforme con lo que hay, y la derecha de Uribe quiere intensificarlo. Una
izquierda unida y moderna le ayuda al país a modernizar la política, a buscar
una democracia de verdad y a construir una sociedad mejor.