Dos meses después de iniciar su mandato, el presidente Evo Morales recibe el 80%
de aprobación nacional. Al mismo tiempo, enfrenta una serie de reacciones
diversas que parecen sucederse sin interrupción. Los analistas políticos se
solazan en la descripción de estos eventos, preanunciando el fracaso del
gobierno en menos de 100 días; por cierto, cuando se soluciona un reclamo, se
sienten frustrados.
Pese a las paradojas y los vaticinios nefastos, lo que está ocurriendo en el
nuevo panorama político de Bolivia, era predecible desde el primer momento. En
esta nueva situación, están aplicando acciones que tuvieron éxito en la etapa
anterior, pero no logran encajar en las condiciones actuales.
La trama enredada
Tomando las noticias de cualquiera de estos días, nos encontramos con
demandas de varios sectores sociales, desde los acomodados hasta los desvalidos.
Pareciera ser una larga fila de reivindicaciones en espera durante mucho tiempo.
Hoy, al iniciarse el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), todos ellos
salen a la luz con premura, como si quisiesen ocupar un primer lugar de
atención.
La Central Obrera Boliviana (COB) se apresura a reivindicar un salario tres
veces más alto que el vigente. Maestros y trabajadores en salud, demandan
mejores salarios y más puestos de trabajo. Los transportistas se niegan a pagar
impuestos y, más bien, piden beneficios. Los distritos donde están los mayores
yacimientos de gas descubiertos hasta ahora, exigen ser reconocidos como un
nuevo departamento. Los prefectos, elegidos por primera vez, reclaman
atribuciones poco menos que de soberanía territorial.
Bastaría con esa relación para concluir que hay un verdadero acoso al gobierno.
Pero hay más y no menos conflictivo: la gerencia del Lloyd Aéreo Boliviano (LAB)
no pudo o no quiso enfrentar una huelga de sus trabajadores que reclaman
salarios devengados; el gobierno decretó una intervención temporal, el
empresario demandó la inconstitucionalidad de la medida pero, ahora, los
empleados exigen que se retome la intervención. En el departamento del Beni,
hubo un anuncio de paro "cívico" exigiendo la solución del viejo problema de
electricidad.
No faltan, por supuesto, temas menores. Un grupo de comerciantes minoristas
protestan ante la posibilidad de que se anule el régimen impositivo simplificado
que les favorece. Se reúnen las activistas para denunciar la supresión del
Viceministerio de la Mujer. Una columna indígena hace vigilia ante el Palacio de
Gobierno demandando que el Presidente atienda su reclamo territorial.
Diariamente el gobierno dialoga con todos estos sectores, y es frecuente que el
mismo Evo Morales intervenga en las conversaciones, en busca de soluciones
concertadas.
En tal diversidad de reclamos, demandas, exigencias, expectativas y otras
presiones, se pueden mimetizar intenciones de los más variados tipos: hay
quienes consideran que tienen mejor derecho de reclamo en SU gobierno; están
aquellos que ven una oportunidad para conseguir beneficios; se siente la
participación de otros que exigen, como retando al adversario; se hallan también
los que buscan usar todas estas movilizaciones en pro de una revuelta que
restablezca el modelo y clausure la alternativa de cambio.
La máquina chirriante
De los nueve prefectos elegidos también el pasado 18 de diciembre, seis son
opositores al gobierno. Entre ellos, y sólo entre ellos, han formado una suerte
de cofradía cuyo único propósito es idear las formas en que recortarle
atribuciones al gobierno central. Apelando a una legalidad, en varios casos
ilegítima, intentan adelantar el marco jurídico de las autonomías
departamentales, que debe establecer la Asamblea Constituyente.
Por cierto, el 2 de julio próximo, se realizarán dos eventos plebiscitarios
simultáneos: la elección de delegados a la Asamblea Constituyente y un
referéndum vinculante sobre las autonomías. Este último establecerá la voluntad
popular de iniciar o no un proceso de desconcentración del poder bajo normas que
establecerá la Constitución Política del Estado.
Los comités cívicos de los departamentos que concentran la explotación de
hidrocarburos, han devenido en ávidos demandantes de la propiedad de esos
recursos. Tales comités son representativos de los grupos empresariales, ya que
conforman sus directorios mediante el voto de las instituciones que éstos
integran. Así, mientras el prefecto de Santa Cruz firma "decretos prefecturales"
y se hace llamar "presidente", el de Tarija se apresura en buscar entendimientos
internacionales basados en el gas y hasta el petróleo. No hay duda sobre las
intenciones de esas élites regionales.
Por supuesto que, desnudas y por si solas, estas actitudes no tendrían ninguna
posibilidad. Por tanto, buscan coincidir, y en algunos casos enlazar, sus
intenciones con demandas espontáneas o preparadas.
Aceitando los ejes
Recomponer la maquinaria, después del golpe electoral que recibieron los
sectores neoliberales, costó ingentes trabajos aunque, hay que reconocer, lo
hicieron con prontitud. Por tales condiciones, la máquina era insoportablemente
chirriante. Había que aceitar sus engranajes. En tiempos en que el "marketing"
es la referencia de todos los acontecimientos, se trataba de utilizar los medios
masivos de información y publicidad para tal propósito.
De hecho, prensa, radio y televisión en manos de los grandes y a veces los
mismos empresarios, fueron los encargados de la tarea. Información tendenciosa,
comentarios insidiosos y publicidad sesgada han difundido la imagen de un
gobierno sin capacidad de resolución, acosado por los mismos sectores que lo
llevaron al poder y sin plan de gobierno. Una campaña que continúa, y
seguramente se intensificará en los próximos meses, es el modo de mostrar que,
todas las movilizaciones, tienen la misma característica; así se oculta, o al
menos se trata de ocultar, el complot, aprovechando la irresponsabilidad de los
aventureros y la desorientación de los peticionarios.
Esa campaña tiene un alto costo. La opinión pública, tiene la percepción de que,
ese costo, es cubierto con dineros de los grupos desplazados del poder. Es que,
si no hay un pago directo, la publicidad que pagan los empresarios comprometidos
con el régimen anterior (las cinco administraciones neoliberales) está reatada a
la campaña desorientadora.
Con los ejes descentrados
Sin embargo, los complotados están perdiendo esta batalla. La inmensa aceptación
del gobierno predice que, en las elecciones para la Asamblea Constituyente,
tendrán un segundo fracaso.
Sólo las propuestas de cambio tendrán preferencia entre los electores. Eso
determinará que, los partidos tradicionales y sus disfrazadas agrupaciones, se
reduzcan a su mínima expresión, con muy poca representatividad.
La campaña mediática, en la que han puesto todas sus esperanzas, no podrá darles
el resultado que esperan. Así se demostró en diciembre, cuando los cálculos
optimistas que se hacían a través de los medios de comunicación, fueron
desmentidos por el voto popular que dejó 25 puntos atrás al agrupamiento de
viejos políticos que dejaron a sus partidos para apostar a ganador.