La propuesta boliviana para un comercio justo entre los
pueblos
Integración y soberanía
Contra el ALCA y los TLC
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El Tratado de Comercio entre los Pueblos –propuesto por el presidente Evo
Morales– es una respuesta al agotamiento del modelo neoliberal, fundado en la
desregulación, la privatización y la apertura indiscriminada de los mercados.
Ya no es aceptable que un grupo reducido de naciones poderosas le nieguen a los
países pobres el derecho a diseñar sus propios modelos de desarrollo en función
de sus necesidades internas, e intenten dictar una política económica "global"
que no solucionará nuestros problemas de desarrollo, como lo señalan los propios
documentos del Banco Mundial.
Durante los años ’90 nos dijeron que con las políticas conocidas como "Consenso
de Washington" los países pobres iban a acercarse a los ricos: hoy vemos que
ocurrió exactamente lo contrario. Los ricos son más ricos y los pobres más
pobres. Por eso en América Latina los pueblos han comenzado a ser los artífices
de su propio destino, y están castigando en las urnas a los artífices de las
políticas de entrega aplicadas durante casi 20 años.
TLC: La muerte del campo
La realidad de los países que firmaron el TLC con Estados Unidos está lejos de
los cantos de sirena de los economistas neoliberales. México es el país más
interesante para evaluar los efectos del "libre comercio" ya que firmó el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y
Canadá en 1994.
Detrás del aumento en las exportaciones, los estudios muestran que el TLC barrió
con gran parte de la pequeña y mediana industria, que era la que generaba empleo
formal; desarticuló las cadenas productivas existentes sin crear otras y
fortaleció la desnacionalización del sector de la gran industria volcado a la
exportación.
Pero quizás el resultado más nefasto de esta política de "liberalización
comercial" haya ocurrido en el campo. Algunos autores hablan lisa y llanamente
de la "destrucción del campo mexicano".
De ser autosuficiente y exportador de alimentos básicos, México pasó a importar
el 40 por ciento de los granos y oleaginosas que consume: entre 1994 y 2000
incrementó 242 por ciento sus importaciones de arroz, 112 por ciento las de
maíz, 84 por ciento las de trigo, 75 por ciento las de soya, 48 por ciento las
de sorgo y en las de origen pecuario creció 247 por ciento la de carne de res.
Por ello, en los últimos ocho años se perdieron un millón ochocientos mil
empleos agrícolas y se disparó la migración rural, no sólo la de temporada
dirigida a los campos irrigados, sino también la que marcha a las ciudades y
sobre todo a Estados Unidos. Se calcula el éxodo en 5 millones de mexicanos y
Estados Unidos ha "resuelto" el problema con un muro en la frontera.
Un artículo periodístico alertaba hace poco: "La opción de vida en el campo para
la gran mayoría de los miles de productores está puesta en duda. Los ganadores
no son más de mil personas frente a millones de perdedores".
Sólo a modo de ejemplo: en EE.UU. se aprobó en mayo de 2002 la Ley de Seguridad
Alimentaria e Inversión Rural 2002-2011, que aumenta en casi 80% las ayudas
directas a la agricultura, con un paquete de más de U$S 180 mil millones a 10
años.
¿Qué es y que pretende el TCP?
A diferencia del ideario capitalista, el TCP introduce en el debate sobre la
integración comercial la complementación, la cooperación, la solidaridad, la
reciprocidad, la prosperidad y el respeto a la soberanía de los países. En ese
sentido, incorpora objetivos ausentes en los programas de integración comercial
propuestos desde el Norte, como son la reducción efectiva de la pobreza, la
preservación de las comunidades indígenas y el respeto a la naturaleza.
El TCP entiende al comercio y la inversión no como fines en sí mismos sino como
medios del desarrollo, por eso su objetivo no es la liberalización absoluta de
los mercados y el "achicamiento" de los Estados sino el beneficio para los
pueblos. Es decir, el fortalecimiento de los pequeños productores,
microempresarios, cooperativas y empresas comunitarias, facilitando el
intercambio de mercancías con los mercados extranjeros.
El TCP no está pensado para un pequeño grupo exportador, sino que se propone
como parte de un nuevo modelo económico destinado a mejorar las condiciones de
vida de los bolivianos (ingresos, salud, educación, agua, cultura) y promover un
desarrollo sostenible, equitativo, igualitario y democrático que permita la
participación consciente de los ciudadanos en la toma de decisiones colectivas.
Si los TLCs se negocian en secreto el TCP debe ser parte de la activa
participación y discusión por parte de los movimientos sociales que, a través de
nuestro instrumento político, hemos comenzado a gobernar Bolivia para los
bolivianos.
El TCP quiere reconstruir el Estado, no destruirlo
La integración comercial promovida por los países centrales privilegian la
"libertad de mercado" frente a las funciones regulatorias de los Estados, y
niegan a las naciones más débiles el derecho a proteger a sus sectores
productivos. Los TLC s son como un "candado" que nos impedirá salir del
neoliberalismo y tomar medidas soberanas como la nacionalización de los
hidrocarburos. Una de las cláusulas del ALCA y los TLCs establece que las
controversias entre Estados y empresas se resolverán en tribunales arbitrales
por encima de los Estados nacionales.
Pensando en el interés nacional, la propuesta de TCP promueve un modelo de
integración comercial entre los pueblos que limite y regule los derechos de los
inversionistas extranjeros y las transnacionales para que estén en función del
desarrollo productivo de nuestro nacional. Socios y no dueños, como lo ha
señalado el presidente Evo Morales. Por eso, parte de esta propuesta es
incentivar acuerdos entre empresas públicas de los diferentes países para lograr
su fortalecimiento mutuo.
El TCP no prohíbe el uso de mecanismos para fomentar la industrialización ni
impide proteger las áreas del mercado interno que sean necesarias para preservar
a los sectores más vulnerables. Si los TLCs implican la muerte del campo frente
a los productos subsidiados del Norte, el TCP promoverá la defensa de las
economías campesinas y la soberanía alimentaria de nuestros países.
El TCP reconoce el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas
agrícolas y alimentarias; a proteger y reglamentar la producción agropecuaria
nacional para evitar que su mercado doméstico sea inundado por excedentes de
otros países; y a privilegiar el bien colectivo por sobre los derechos del
agro-negocio a través del control de la oferta y la regulación de las
importaciones.
Al mismo tiempo, el TCP considera que los servicios vitales dependen de empresas
públicas como proveedoras exclusivas, reguladas por los Estados. La negociación
de cualquier acuerdo de integración debe tener presente que la mayoría de los
servicios básicos son bienes públicos que no pueden ser entregados al mercado.
Por eso en el IV Foro del Agua, en México, la delegación boliviana defendió el
acceso al agua como un derecho humano y no una cuestión meramente mercantil.
El TCP promueve una visión indígena del desarrollo
Los tratados comerciales diseñados en el Norte facilitan el desarrollo y la
expansión del sistema capitalista a escala global que se fundamenta en la
explotación ilimitada de los recursos naturales y humanos en la búsqueda
constante del beneficio y la acumulación individual de riqueza, una visión que
inevitablemente deriva en la degradación del medioambiente. La contaminación y
depredación con el solo fin de obtener beneficios pone en riesgo la vida de los
grupos humanos que conviven más estrechamente con la naturaleza, es decir las
comunidades indígenas.
Los TLCs inducen a la fragmentación y posterior desaparición de las comunidades
indígenas no sólo porque contribuyen a la destrucción de su hábitat sino también
porque les empujan a una competencia descarnada y en igualdad de condiciones con
las grandes corporaciones del norte.
El TCP cuestiona la sostenibilidad de la teoría del "crecimiento económico" y la
cultura del derroche occidentales que miden el desarrollo económico de una
nación según la capacidad de consumo de sus habitantes. Por ello plantea otra
lógica de relacionamiento entre los seres humanos, es decir un modelo de
convivencia distinto que no se asiente en la competencia y el afán de
acumulación que aprovecha/explota al máximo la mano de obra y los recursos
naturales.
Rescatando las premisas de la cultura indígena, el TCP postula la
complementariedad frente a la competencia; la convivencia con la naturaleza en
contraposición con la explotación irracional de recursos; la defensa de la
propiedad social frente a la privatización extrema; el fomento de la diversidad
cultural frente a la monocultura y la uniformización del mercado que homogeneiza
los patrones de consumo.
El TCP defiende la producción nacional
En la retórica neoliberal, lo más importante es el ahorro estatal a través de la
libre competencia de los ofertantes de servicios y bienes. Sin embargo, este
argumento no compensa de ninguna manera el impacto que tiene sobre la producción
nacional la liberalización de las compras estatales a empresas extranjeras ni
tampoco toma en cuenta los efectos multiplicadores de la inyección de recursos
en la economía interna. Perseguir la eficiencia en el gasto fiscal para ahorrar
unos cuantos millones no justifica la privación de aplicar un mecanismo de
fomento de la economía nacional ampliamente explotado por los países
industrializados.
De ahí que el TCP insta a los países participantes de un proceso de integración
solidario a dar prioridad a las empresas nacionales como proveedoras exclusivas
de los entes públicos. No hay que olvidar que en la mayoría de los países del
mundo, y pese a su virtual desmantelamiento en los años recientes, los Estados
nacionales son los principales compradores de bienes y servicios.
Independientemente de los acuerdos, la propuesta boliviana establece listas de
proveedores prioritarios, especialmente grupos étnicos, cooperativistas y
empresas comunitarias, para evitar la competencia ruinosa e imposible con las
poderosas transnacionales.
Con la propuesta de un Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), Bolivia se
propone alcanzar una verdadera integración que trascienda los campos comercial y
económico –cuya filosofía es alcanzar el desarrollo endógeno justo y sustentable
en base a principios comunitarios– que tenga en cuenta las diferencias
nacionales respecto a población, superficie, producción, acceso a
infraestructura y recursos e historia, en la línea de las dos propuestas de
integración más avanzadas en este sentido como son la Alianza Social Continental
(ASC) y la Alternativa Bolivariana para las Américas, más conocida como ALBA.
Los 10 principios del TCP
1. El Tratado de Comercio entre los Pueblos –propuesto por el presidente Evo
Morales– es una respuesta al agotamiento del modelo neoliberal, fundado en la
desregulación, la privatización y la apertura indiscriminada de los mercados.
2. El TCP entiende al comercio y la inversión no como fines en sí mismos sino
como medios del desarrollo, por eso su objetivo no es la liberalización absoluta
de los mercados y el "achicamiento" de los Estados sino el beneficio para los
pueblos.
3. El TCP promueve un modelo de integración comercial entre los pueblos que
limite y regule los derechos de los inversionistas extranjeros y las
transnacionales para que estén en función del desarrollo productivo de nuestro
nacional.
4. El TCP no prohíbe el uso de mecanismos para fomentar la industrialización ni
impide proteger las áreas del mercado interno que sean necesarias para preservar
a los sectores más vulnerables.
5. El TCP reconoce el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas
agrícolas y alimentarias; a proteger y reglamentar la producción agropecuaria
nacional para evitar que su mercado doméstico sea inundado por excedentes de
otros países
6. El TCP considera que los servicios vitales dependen de empresas públicas como
proveedoras exclusivas, reguladas por los Estados. La negociación de cualquier
acuerdo de integración debe tener presente que la mayoría de los servicios
básicos son bienes públicos que no pueden ser entregados al mercado.
7. El TCP postula la complementariedad frente a la competencia; la convivencia
con la naturaleza en contraposición con la explotación irracional de recursos;
la defensa de la propiedad social frente a la privatización extrema.
8. El TCP insta a los países participantes de un proceso de integración
solidario a dar prioridad a las empresas nacionales como proveedoras exclusivas
de los entes públicos.
9. Con la propuesta de un Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), Bolivia se
propone alcanzar una verdadera integración que trascienda los campos comercial y
económico –cuya filosofía es alcanzar el desarrollo endógeno justo y sustentable
en base a principios comunitarios– que tenga en cuenta las diferencias
nacionales.
10. El TCP plantea otra lógica de relacionamiento entre los seres humanos, es
decir un modelo de convivencia distinto que no se asiente en la competencia y el
afán de acumulación que aprovecha/explota al máximo la mano de obra y los
recursos naturales.