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1 año de gobierno del Frente en Uruguay. Ministros en la mira de la oposición: el teleobjetivo sobre los cambios
Víctor H Abelando
Brecha
Dos de las carteras de mayor exposición, Interior y Relaciones Exteriores,
reciben una andanada de críticas, incluido el pedido de remoción de sus
titulares. El Partido Nacional in totum ha sacudido el escenario político al
anunciar que pedirá la censura parlamentaria del ministro del Interior José
Díaz, al que acusan de permanecer impasible ante los problemas de inseguridad
que afectan a la población. Por otro lado, los principales dirigentes blancos
junto a sus colegas colorados abrieron otro flanco de ataque al gobierno, esta
vez con dardos dirigidos a la cancillería y a su titular, Reinaldo Gargano.
Algo similar ocurre de parte de las cámaras empresariales y parlamentarios de
la oposición en relación al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (Mtss).
En los tres casos mencionados, sin obviar las escaramuzas con otras secretarías
de Estado (como los cuestionamientos a la reforma tributaria), la ofensiva ha
tenido un amplio despliegue mediático y un contenido político e ideológico muy
claro. Son precisamente estos tres ministerios (al que podría sumarse el de
Desarrollo Social) donde se procesan las mayores variaciones con respecto a las
políticas de pasadas administraciones.
Entre las novedades impulsadas por el gobierno progresista destaca la ley de
humanización de cárceles y con ella un encare diferente de la política criminal.
También la limitación del poder policial para intervenir en las empresas
ocupadas por sus trabajadores o la eliminación de la detención "en
averiguaciones", un recurso utilizado por la Policía en otros tiempos para las
famosas razias y fuente de muchas arbitrariedades.
Ese recorte de la discrecionalidad policial, más el intento por desarrollar una
política integral hacia la delincuencia, con el aderezo de buscar un trato
humano con los reclusos, es contrario a la estrategia implementada por gobiernos
anteriores, basada en el aumento de penas, el hacinamiento de los presos y el
otorgamiento de más potestades a la Policía.
Según su propia confesión, Díaz ha pretendido atender a las causas del aumento
de la delincuencia y llevar a las fuerzas policiales a la condición de guardia
civil. La idea de atacar el tema de la seguridad no exclusivamente desde el lado
represivo ha sido muy cara a la izquierda, pero la misma (de resultados a largo
plazo) no parece complacer a los agentes políticos de la oposición, que ven en
esas medidas el desmerecimiento del principio de autoridad, uno de los
fundamentos rectores de su modelo de sociedad, dijeron a BRECHA fuentes
gubernamentales.
El planteo de blancos y colorados se sustenta en elementos circunstanciales
(como la ausencia de Díaz durante un mes en goce de su licencia) y subjetivos,
como el "aumento de la inseguridad ciudadana", que hace temer "cuando nuestras
mujeres salen a trabajar por la mañana o la noche", según el líder blanco Jorge
Larrañaga. Una afirmación que el Ministerio del Interior pretendió desmentir al
publicar un cuadro comparativo en materia de violencia y criminalidad, donde se
concluye que no hubo un incremento significativo de los delitos.
Sin embargo, el planteo opositor tiene base en una percepción de la gente
alimentada desde los medios de comunicación, capaz de generar una "sensación
térmica" de que el país se desbarranca hacia el caos, con una Policía inactiva y
una delincuencia cada vez más agresiva e impune. Para los gobernantes el tema no
se resuelve con "tolerancia cero y gatillo fácil", sino con políticas integrales
que atiendan a las causas de la delincuencia y busquen reencauzar a quienes
optaron por ese camino, ello sin desmerecer los aspectos preventivos y
represivos necesarios.
EL
OTRO FRENTE. Separar los ataques a Gargano de la disputa en el gobierno
sobre el rumbo de la política internacional, sería un error de análisis. Es por
eso que las razones deben buscarse más allá del actual conflicto con Argentina
respecto a las plantas productoras de celulosa o de las dificultades innegables
que enfrenta el Mercosur en su funcionamiento, comentó a BRECHA el secretario
general del Partido Socialista, Eduardo Fernández.
Fernández advirtió que el "establecimiento de pique de relaciones con Cuba, más
la intención de profundizar el Mercosur avanzando en su institucionalidad, y los
lazos crecientes con el gobierno de Venezuela, ponen a la cancillería en el ojo
de la tormenta". Con ese punto de partida, añadió, los conflictos podían
esperarse. A esos elementos otros miembros del Ejecutivo añaden el choque de dos
concepciones sobre la inserción política y económica del país en el mundo.
En ese plano advierten en la campaña de la derecha (no sin guiñadas dentro de
filas frenteamplistas) el afán por alinear a Uruguay en la estrategia de Estados
Unidos que, fracasado el alca, pretende hacer el mismo proceso a través de los
tratados de libre comercio (tlc) bilaterales e impedir cualquier política de
bloque. De ahí, agregaron, los planteos que blancos y colorados hacen sobre la
necesidad de variar el estatus de Uruguay en el pacto regional, de modo que pase
de miembro pleno a asociado, tal como ocurre con Chile.
Los partidos tradicionales se valen de dos elementos objetivos para exigir el
viraje: la calidad de principal destino de las exportaciones de carne que hoy
ostenta Estados Unidos y las dificultades con los socios mayores del Mercosur,
sea con la construcción de las plantas productoras de celulosa o con las
barreras para el ingreso del arroz uruguayo en Brasil.
Empero, la concepción desde la cancillería es la de apostar a la integración
regional como base de la inserción internacional del país (aunque abiertos a un
mayor intercambio comercial con Estados Unidos y otros países). En esa dirección
deben entenderse los esfuerzos que culminaron con la incorporación de Venezuela
y, posiblemente, de Bolivia como miembros plenos. También la negativa de Gargano
a suscribir un tlc con Estados Unidos.
En cuanto al mtss, los cuestionamientos tienen como punto crítico el cambio
operado en la relación entre capital y trabajo. La intención del ministro
Eduardo Bonomi y su equipo de corregir las asimetrías existentes motivó la
reacción airada de un empresariado, acostumbrado a un Estado omiso y
complaciente con sus requerimientos cuando de relaciones laborales se trataba.
Los cuestionamientos hicieron foco en la ley de fuero sindical y el proyecto
sobre prevención y solución de conflictos, en el entendido de que ambas
disposiciones atentan contra la propiedad y, consecuentemente, la inversión
privada. En el centro de este escenario ha estado el incremento de las
ocupaciones de los lugares de trabajo, algo que el gobierno entiende como una
extensión del derecho de huelga (aunque no comparta el "abuso" de la
metodología), y la oposición política y empresarial como un delito.
¿Y
POR CASA? La percepción cada vez más generalizada de que en el actual
gobierno persisten dos alas, con contenidos y estrategias nítidamente
diferenciadas, podría explicar la selectividad de los renovados ataques de la
oposición y de los sectores empresariales.
Algunos integrantes del fa entienden que la "ofensiva de la derecha" tiene como
fin aislar de la nueva administración a los sectores de la izquierda histórica
("dividir", indicó Fernández) en el intento por empujar su desplazamiento. Según
esa línea de razonamiento, lo que se busca es una "depuración" del gabinete,
para que el gobierno progresista tenga la misma "potabilidad" que el poder
económico y los organismos de crédito le reconocen al Chile de la Concertación.
Por eso, explicaron, los cuestionamientos no son generalizados y se dirigen a
los ministerios donde se registran los mayores cambios. Y si bien éstos no hacen
a la estructura económica del país, sí corresponden a modificaciones culturales
y de ampliación de libertades desconocidas hasta el presente.
De ahí, añadieron, que mientras se escriben y dicen loas al equipo económico, se
ataca a figuras de claro pensamiento de izquierda.
De otra manera no puede explicarse que mientras se apoya la postura del gobierno
en torno al conflicto de las plantas de celulosa, por la misma razón se critique
ferozmente al canciller, más cuando es conocido el papel protagónico que Tabaré
Vázquez juega en esa área, comentaron los informantes.
Por la misma razón de que no existe una misma línea de pensamiento dentro de la
administración progresista, los dardos de la oposición apuntan inteligentemente
y podrían contar con apoyos dentro del gobierno. Tanto Díaz como Gargano (no
parece ser así en el caso de Bonomi) enfrentan cuestionamientos internos que,
obviamente, no se expresan frente a un micrófono o una cámara de televisión.
Desde las propias filas del fa, e incluso desde el Ejecutivo, se ha comenzado a
especular con posibles sustitutos de los ministros cuestionados. Pero se lo hace
más pensando en un recambio dentro de unos meses que en lo inmediato. Fuentes
del Edificio Libertad aseguraron a BRECHA que Vázquez no cambiaría un ministro
"al grito de la oposición", y que menos lo haría después de un balance anual
sumamente positivo como el que hizo llegar al Parlamento.
Esa afirmación fue confirmada por el secretario de la Presidencia, Gonzalo
Fernández, en la reunión de todos los socialistas que ocupan cargos
gubernamentales, efectuada la semana anterior.
Pero varias de las medidas tomadas en las carteras mencionadas no "pegan" con la
idea de crear un "clima de negocios" como el que impulsa el Ministerio de
Economía, ni tampoco con el acelerado proceso de acercamiento a Estados Unidos.
"Hay quienes creen que haciendo buena letra con Estados Unidos lograremos un
mejor trato de los organismos multilaterales de crédito", comentó a BRECHA una
fuente gubernamental.
En otra postura, miembros de Asamblea Uruguay señalaron que la cancillería
"complica" en la estrategia que intenta trazar el equipo económico con la
anuencia de Vázquez. Desde otro ángulo, algunos dirigentes de la Vertiente
Artiguista indicaron que a Gargano y su equipo les falta iniciativa, y como
ejemplo de ello no dejan de culpar al ministro por la ausencia de Vázquez en la
asunción de Evo Morales.
Para algunos vertientistas el canciller debería haberlo convencido, antes de que
tomara una decisión, de la necesidad de estar presente en un hecho histórico,
como la asunción de un indígena a la presidencia de un país como Bolivia.
Sin embargo, en la mayoría de los sectores partidarios restantes se comparte la
conducción de Gargano, advirtiendo que en política exterior quien decide es
Vázquez. Por tanto, las posibles omisiones o errores no tienen una única
paternidad. Sí señalan la falta de diálogo entre el canciller y el presidente.
En el caso de Díaz, las críticas surgen desde un arco más amplio de sectores y
de parte del propio equipo ministerial. Al ministro se le cuestiona "cierto
descuido" en la conducción de la fuerza policial, que parece responder "a un
reflejo de la izquierda tradicional".
También se dice que no hay una política de seguridad integral, y que sólo
aparecen iniciativas tendientes a limitar la actividad policial sin que aún se
haya aprobado un nuevo "código de procedimiento policial".
La vieja sapiencia de la derecha parece haber ubicado los eslabones más débiles
del gobierno -comentaron varios dirigentes del fa-, sea porque su gestión está
en cuestión, o porque sus afanes transformadores no son compartidos por el
presidente y sus pares del gabinete.