Latinoamérica
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Las vergonzosas mentiras de El Comercio
Herbert Mujica Rojas
Señal de Alerta
Luego que el embajador Javier Pérez de Cuéllar reconociera por escrito y de modo
público que el supuesto incidente con el canciller Oscar Maúrtua NO fue la causa
de su renuncia a la Comisión Consultiva de RREE, el montaje de El Comercio, el
diario de la antipatria, queda al descubierto como una impostura más del sub-decano,
una página de vergüenza y una inconducta aberrante y abominable. ¿El Consejo de
la Prensa, esa institución, de algún modo, auto-encargada de custodiar las
irregularidades en que incurren los medios, hará algo?
Hay clara y contundente evidencia que don Javier Pérez de Cuéllar ya no puede
mensurar nada o de lo contrario el supuesto incidente no fue tan grave como lo
quiso pintar El Comercio. Porque si fue atroz, JPC debió renunciar de inmediato
como rechazo a las vejaciones recibidas y nunca debió aceptar la condecoración
de tres días después, o no se la hubiese dejado imponer por Maúrtua. Y si no fue
tan delicado, sobre todo porque tiene que ver con su propia conducta al tiempo
que era canciller, entonces se explica su discreción y su anuencia al premio;
habiendo sido más bien la actitud de El Comercio contraproducente porque ha
desnudado la angurria de don Javier por el dinero. No hay que olvidar que cuando
era embajador del Perú en Francia no tuvo ningún empacho en embolsicarse US
11,000 dólares mensuales y además recibir religiosamente su pensión de varios de
miles de dólares como ex Secretario General de las NNUU. Y lo que para las
extremas caviares y reaccionarias de las ONGs es una figura o paradigma, para
Estados Unidos fue un muy amistoso y funcional colaborador durante aquellos 10
largos años de su Secretaría General, tema que nadie quiere analizar en Perú.
¿Por causa de qué El Comercio, esa publicación que hizo vergonzosamente famosa
la sentencia: ¡Primero los chilenos que Piérola!, no le pregunta a don Javier
¿qué fueron aquellas notas reversales que firmó en 1969 con Chile, en las que
habría reconocido los límites marítimos con el país del sur, tema que NO existe
para la diplomacia oficial del Perú? Don Javier ha dicho, muchas veces que eso
fue un "yerro lamentable". ¡Pero quien violenta, sin acuerdo nacional o respaldo
mayoritario, público y puntual, los límites de la patria, tiene un nombre y
también una pena! ¿Qué dice El Comercio frente a tamaña impostura de la que fue
acusado en voz alta por nada menos que Alan García Pérez, el candidato aprista
que hoy baila bastante pero no dice nada sobre este particular sumamente
peligroso?
El señor Oscar Maúrtua ha tenido que hacer de apagador de incendios, de bombero
político porque las herencias que recibió eran de alto calibre. Sin embargo, le
cabe un mérito indiscutible: haber aplicado el criterio que impidiera un mayor
desprestigio y vejamen de la Cancillería y poner en paños fríos toda aquella
monserga traidora sobre la Convención del Mar y la supuesta utilidad de adhesión
del Perú y que ha costado decenas de miles de dólares en propaganda televisiva e
impresa. ¿El Comercio callará, toda vez que fue favorecido con muchos de esos
anuncios pagados?
¿Para qué armó El Comercio todo este montaje de pretender al canciller Maúrtua
como chivo expiatorio de culpas ajenas y blanco de ambiciones externas e
internas y licenciarlo en vergüenza y torpeza como si no fuera alguien que ha
tenido, por lo menos prudencia en el manejo de la cosa pública con Chile, los
límites y otros temas ríspidos? El gato encerrado no sólo apesta sino que está
en estado de putrefacción militante. Y ha sido El Comercio el diario fautor de
todo este mamarracho.
Es de cobardes callar y es de miserables no decir cuanto se ve como un engendro
con direccionalidad descarada como ha sido este linchamiento contra Maúrtua,
diplomático a quien conozco sólo por televisión y sus frecuentes apariciones.
Pero, más allá de las tramoyas repugnantes de El Comercio, de las complicidades
que cavila en sus traiciones, hay que cuidar, en momentos sumamente delicados,
la política externa del Perú que es manejada, parecen haberlo olvidado algunos,
por Torre Tagle. Aunque hasta eso no sea de todo el agrado de muchos de
nosotros. Pero hay intereses de Estado que son muy diferentes a las
chismoserías y complots recurrentes que arma la antipatria y su estandarte El
Comercio.
¿Y ahora qué? Es hora de ajustar las tuercas a todos los involucrados en malas
prácticas. Pero también es hora que don Javier Pérez de Cuéllar aclare ante el
país la supuesta inconducta, lesiva a los intereses nacionales de que es
sospechoso ineluctable. Su silencio le condena, la mudez es criminal como es
también cuestionable la actitud de Alan García