Latinoamérica
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Luis Macas en el camino de Rumiñahui
Kintto Lucas
La protesta indígena contra el TLC (Tratado de Libre Comercio) entre Ecuador y
Estados Unidos, y exigiendo la caducidad del contrato con la petrolera
estadounidense Occidental (OXY), que paralizó nueve provincias ecuatorianas
durante varios días, tiende a transformarse en un levantamiento y vuelve a
demostrar la capacidad de organización y movilización de la CONAIE
(Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), como se había
manifestado ya en noviembre del año pasado cuando más de 5.000 indígenas
llegaron a Quito con las mismas reivindicaciones.
También pone de manifiesto la ascendencia que tiene el presidente de la CONAIE,
Luis Macas, y el respeto que inspira dentro y fuera del movimiento indígena. Su
imagen yendo de una provincia a otra para alentar a la gente, caminado entre las
comunidades movilizadas, participando junto a las organizaciones, conversando y
caminando con las bases, en lugar de quedarse en Quito dando conferencias de
prensa, muestran la talla del dirigente histórico que ha marcado el rumbo del
Movimiento Indígena en Ecuador en los últimos veinte años. Desde que participó
en la fundación de la CONAIE, pasando por el Levantamiento del Inti Raymi de
1990 y llegando a esta movilización.
La personalidad de Macas y su trabajo silencioso junto a las
organizaciones de base, su vinculación con las regionales de la Confederación,
su caminar por las comunidades, su postura política diáfana, su compromiso con
la historia de las luchas indígenas y sociales del país y América Latina, su
humildad para presentarse ante la gente, su firmeza y tranquilidad ante los
medios de comunicación, su ponderación para analizar los tiempos del movimiento
y los momentos de una posible movilización, sin necesidad de sobredimensionar la
capacidad de protesta, le dan la dimensión de uno de esos líderes que no se
colocan a dedo. Un líder que no se deslumbra con el poder, no se deja hipnotizar
por los micrófonos, pone en su lugar a quienes solamente se dejan llevar por una
ambición electoral o institucional, promueve alianzas amplias con los diferentes
movimientos sociales y no se deja llevar por las promesas de un gobierno
engañoso.
El trabajo de Macas en estos catorce meses al frente de la CONAIE, ha sido
callado pero arduo, y ciertamente muchas veces incomprendido. Ha tenido momentos
de un intenso debate interno pero unitario.
Ha puesto de manifiesto ciertas diferencias en la concepción táctica, en la
mirada inmediata de cómo se debe plantear la lucha política y social dentro del
movimiento, pero ha fortalecido el camino estratégico, el camino conjunto de
mediano y largo plazo. Pero ese trabajo se nutrió de un trabajo previo realizado
a nivel interno por la Ecuarrunari, realizado por las comunidades de Sarayaku,
realizado por cientos de comunidades que supieron autofortalecerse frente a la
crisis que sufrió el movimiento durante 2003 y 2004.
El presidente de la CONAIE logró clarificar en los pueblos indígenas las
consecuencias de la firma del TLC. Entonces, la conciencia sobre lo perjudicial
que va a resultar ese tratado para los campesinos e indígenas y para las
pequeñas economías rurales (y para el país en general), hacen que las
comunidades se movilicen por encima de reclamos locales como aspiran algunos/ as
dirigentes que no logran ver la realidad más allá de su nariz. Pero la
movilización tiene además un efecto fundamental: vuelve a posicionar la
necesidad de la unidad del campo y la ciudad para que las luchas sociales sean
efectivas. La fuerza de los ponchos, demostrada nuevamente en estos días, está
acompañada por la solidaridad urbana. Un encuentro que marca el camino a seguir
transitando. Una chispa que vuelve a encender el fuego de la esperanza en este
país andino, marcado por el recuerdo de figuras como Rumiñahui, Jumandi, Manuela
Sáenz, Fernando Daquilema, Eloy Alfaro, Dolores Cacuango, y tantos y tantas
más...