Latinoamérica
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Ante la "guerra ambiental", el "derrotismo revolucionario
"La lucha continúa
Uruguay
Editorial sobre las fábricas de Celulosa en Uruguay: Cuando los efectos
nocivos de la contaminación sean evidentes, y cuando los supuestos efectos
benéficos de la generación de empleo muestren lo que son (trabajo semi-exclavo
en la forestación, muy pocos puestos de trabajo permanentes en las plantas, los
mejores para extranjeros) los hechos serán innegables
En este paisito de realidades siempre chiquitas, hay tendencia a agrandar las
palabras. Guerra, invasión, agresión, unidad nacional, soberanía, tremendas
palabras con las que se pretende describir la situación generada por un
conflicto en torno a la construcción de dos plantas de pasta de celulosa sobre
el Río Uruguay. Un conflicto entre dos intereses: el capital transnacional que
busca el mayor rendimiento en la explotación de los recursos naturales de estas
tierras, y un sector de la población que no quieren perder el poder de decisión
sobre el uso de esos recursos y sus consecuencias.
Por acá vemos un gran frente político superestructural reuniendo a todos los
partidos burgueses y direcciones sindicales detrás del gobierno, en defensa de
esa "soberanía". Recordando aquello de que "el imperialismo es un tigre de
papel", podríamos decir aquí también que esta es una guerra de papel, y se
quiere defender una soberanía de papel.
¿De qué soberanía se está hablando? ¿Acaso la soberanía sobre la producción,
sobre los recursos naturales, el agua, la tierra? ¿Sobre las reservas
monetarias, sobre la posibilidad de diseñar autónomamente las políticas
económicas? No tiene mucha pinta de eso, tratándose de un gobierno, con sus
aliados políticos ex-gobernantes de rancia derecha, que cumplen unos y han
cumplido los otros puntualmente con todas las directivas del Banco Mundial y el
Fondo Monetario. Es el Banco Mundial quien avala que estas plantas no serán
contaminantes. Y es el Banco Mundial quien tiene la trayectoria de servir
durante años a la transferencia de industrias sucias desde los países
capitalistas centrales a nuestros países. Vayamos por partes.
El papel del papel
En una novela del autor de ciencia ficción Stanislav Lem, los historiadores de
dentro de tres mil años miraban hacia atrás y calificaban a nuestro tiempo como
"la edad del papel". "El papel regulaba y coordinaba de manera para nosotros
incomprensible, el destino de los individuos (gracias al llamado "papel de
identidad")... En aquella época no se podía nacer, desarrollarse, instruirse,
trabajar, viajar ni conseguir medios de vida sin la mediación de un papel... La
economía de los grupos étnicos llamados naciones... estaba absolutamente
supeditada a la circulación del papel". El papel era "la materia a la que fue
confiada la tarea de conservar el conjunto de los conocimientos humanos..."
Así se lo definía: "Era un derivado de la celulosa, una sustancia endeble, casi
blanca, que se laminaba y cortaba en hojas rectangulares, sobre las que se
imprimían, con tinta oscura, toda clase de informaciones: luego se las plegaba y
cosía de manera determinada".
Sin embargo, lo ciento es que en el consumo exponencialmente creciente de papel
en nuestra época (diez veces superior en los países capitalistas centrales que
en los nuestros) no son precisamente los libros el destino principal y el que va
creciendo más rápidamente, sino los folletos de propaganda comercial indeseada
con los que nos llenan los buzones de correspondencia. El papel satura al mundo,
contamina el medio ambiente no solamente al producirlo sino también al
consumirlo. Pero son cada vez más los usos innobles del papel los que
predominan.
La demanda creciente de papel y el agotamiento de las tierras forestadas en los
países centrales dicta la suerte de las nuestras. Por supuesto, para facilitar
la rentabilidad de las inversiones de capital, se exonera de impuestos a la
forestación. Ese paso se dio en nuestro país en años de la presidencia de
Lacalle, quien de paso se benefició personalmente con estos negociados
millonarios.
El papelón del gobierno
"Peor sería -dicen los dirigentes del PIT-CNT- que se exportasen troncos". La
dirección del PIT-CNT que desobedece hoy expresamente las resoluciones del
último congreso, que se opuso la instalación de las plantas, justifica este
viraje en la creación de puestos de trabajo que generarían estas plantas,
directa e indirectamente. Este argumento apela al mayor valor agregado que tiene
la exportación de pasta de celulosa sobre la exportación de madera. Pero no
estamos hablando de papel, estas no son "papeleras".
En Colonia existe una planta de la empresa capitalista FANAPEL -mucho más
pequeña que estas plantas de celulosa que van a producir en conjunto mil
quinientos millones de toneladas al año (mil Botnia, quinientas Ence). Esta
empresa produce 180 mil toneladas al año de pasta de celulosa en base a 7000 há
de eucaliptos propias. Lo hace con una tecnología altamente contaminante: cloro
elemental. Sin embargo ya tiene planteada su conversión a tecnología totalmente
libre de cloro. (Mientras Botnia y Ence encararían una tecnología intermedia,
dióxido de cloro). A su vez con esa pasta (o parte de ella) produce 195
toneladas anuales de papel. Es decir, termina la cadena productiva generando más
de mil puestos de trabajo.
¿Por qué no puede nuestro país, si se trata de inversión y de trabajo genuino,
generar una cantidad mayor de empleo con plantas celulosa más chicas pero con
una industria que cubra toda la cadena productiva del papel? La respuesta es
sencilla: porque los eslabones productivos que incorporan alto valor agregado y
por ende más intensivas en puestos de trabajo están reservados a los países
centrales (principalmente EEUU) que recibirán nuestra producción de pasta de
celulosa. Porque nuestro lugar en la cadena pruductiva está reservado a la
absorción de los mayores riesgos ambientales y a la aportación de un recurso
natural escaso en el mundo y que es especialmente valioso: el agua. La
producción de pasta de celulosa requiere grandes cantidades de agua, y por lo
tanto tiene un impacto ambiental muy grande. Nos está reservado también el lugar
de la forestación, que abarca hoy el 7% de nuestro territorio pero se tiene
proyectado llegar al 20%, y con eucaliptos, una especie que consume entre 20 y
40 litros diarios de agua por árbol (un ser humano adulto consume dos litros).
El eucaliptos no produce la fibra de celulosa de mejor uso industrial (las
coníferas por ejemplo son muy superiores) pero tiene un desarrollo más rápido y
permite por lo tanto un ciclo de capital más corto. La extracción del agua por
el eucaliptos es una forma encubierta de privatización del agua. La forestación
a su vez, además de ser extensiva -generación de pocos puestos de trabajo por há-
genera los peores en cuanto a condiciones laborales y remuneración, al punto que
es uno de los pocos rubros laborales que ha llegado a ser cubierto en nuestro
país por la importación de trabajo semi-esclavo de contrabando.
Cuando los dirigentes del PIT-CNT argumentan la necesidad de aceptar el hecho
consumado de la instalación de las plantas, y defender a los trabajadores ya
empleados o a emplearse en ellas, están mezclando dos cosas. Nosotros somos
partidarios de la sindicalización de la policía y de que los policías tengan
sueldos dignos, además de otras condiciones de trabajo digno. Pero no por ello
arriamos la bandera de desmantelamiento del aparato represivo, lo que sin duda
significa eliminar los puestos de trabajo ocupados en funciones de vigilancia
política, represión de actos de masas, torturas a los detenidos, etc. etc. Si
defendemos los derechos de los trabajadores que son funcionarios policiales,
también defendemos el derecho de las prostitutas a no ser exprimidas por los
policías corruptos, y a no ser reprimidas y tratadas como ganado; al mismo
tiempo estamos en contra de la prostitución como vicio social. De la misma
manera nos opondríamos a la instalación en nuestro país de fábricas de bombas o
de armas químicas o de plantas nucleares, y no dejaríamos de defender los
derechos de los trabajadores que ellas empleasen.
Defender a los trabajadores reales en los puestos de trabajo reales es una
cuestión elemental para cualquier movimiento sindical. El problema aparece
cuando no se tiene ninguna política estratégica de generación de empleo.
Necesariamente entonces el trabajo es rehén del capital. El trabajador tomará el
trabajo que se le ofrezca, y el sindicato aceptará eso como hecho consumado.
¿Por qué? Porque desde entrada se ha renunciado a la soberanía del trabajo, a
que sea nuestro pueblo trabajador quien dicte las condiciones de uso de nuestros
propios recursos naturales. Se invita al trabajador a que se prosterne ante el
capital como única forma de acceder al trabajo. Y el sindicato, de defensor del
trabajador, pasa a ser defensor del trabajo sometido al capitalismo, y en
definitiva defensor del propio capitalismo. Esas son las condiciones "naturales"
de subordinación al capital. Existen inevitablemente cuando el trabajador no
tiene su propia expresión política clasista, su propio programa.
Y el problema aparece entonces cuando no hay realmente un gobierno en el país,
sino un "gobernado". Un organismo ejecutor de las políticas que se diseñan en
otro lado, un tomador de estrategias económicas que vienen ya hechas desde las
transnacionales y los organismos de administración del sistema imperialista. Si
el gobierno "progresista" acepta servilmente el rol que se le asigna al país,
nada tiene de raro que invite al trabajador a que acepte servilmente el trabajo
que "es lo que hay". ¿Dónde está la soberanía?
"Toda industria contamina", es el lema en que se escuda la política
gubernamental. De esa forma se quiere contraponer los aspectos "malos, pero
inevitables" a los aspectos "buenos" de esta industria, la generación de puestos
de trabajo, exportaciones, etc. La Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA)
no niega que los gases que liberará la producción de las plantas contengas
dioxinas cancerigenas, tan solo asegura que serán diseminados en una gran área
de modo que no resistirían un peligro. No niega que no tiene recursos para
controlar efectivamente a las empresas, tan solo aduce que se le van a otorgar
esos recursos en el futuro. No niega que las empresas no han suministrado la
información del caso sobre los procedimientos a usarse para descontaminación del
agua ante de verterla al río, dice que esa información fue solicitada. No niega
que las plantas son contaminantes, dice que el río "ya está contaminado" y que
estas nuevas industrias no contaminarían "más" que las ya existentes. Con esta
línea argumental desconoce expresamente el texto de la reciente reforma
constitucional que obliga al gobierno a tener políticas activas para retrotraer
la contaminación existente.
Toda industria contamina... siempre y cuando se subordine a la lógica del
capital. Pero además, de entre todas, se "elige" a una de las más contaminantes
que existen. No se la elige en realidad, se acepta y se celebra que el país haya
sido elegido por ella.
Aún así el gobierno se ha encontrado con un problema inesperado: la oposición
del gobierno argentino. Midiendo al adversario con su propio oportunismo supuso
que esta oposición se debía exclusivamente a la coyuntura electoral de hace unos
meses. Si embargo, el conflicto se ha recrudecido y se ha mezclado con otros
temas (tratado con EEUU, deuda externa, etc). Este "estado tapón" se ha puesto,
como tantas veces, en el papel de cuña al servicio del imperio de turno,
tratando de desarmar la resistencia (muy timorata, por cierto) de demás las
burguesías locales. La mucho más débil burguesía uruguaya buscó así hacerse un
lugarcito en el sistema imperial. El tradicional cipayo uruguayo, heredero de
"la muy fiel y reconquistadora" que servía a los reyes de España. Hoy se trata
de meter una cuña en el MERCOSUR (que nunca fue antiimperialista, por cierto)
para servir mejor a la política imperialista de la completa penetración y
subordinación de su patio trasero. El gobierno frenteamplista reniega aún de su
pasado oportunista que trataba de levantar la desvalorizada ideología del
nacionalismo burgués. ¿Qué demostración más clara puede haber de la caducidad
histórica de ese programa nacionalista? Cuando se llega al gobierno, y nuestra
burguesía no compra ese producto ideológico, se cambia de orientación y se pasa
con todo y petates al campo del cipayismo más consecuente.
Ante el patriotismo de papel
El error de perspectiva del gobierno frenteamplista tiene un origen: el
desprecio de las masas. Suponen que solo existen los gobiernos. Y se han
encontrado con que la movilización de la población de Gualeguaychú, y
extendiéndose en parte a Buenos Aires, opera ya con total independencia del
gobierno provincial o nacional.
Esta movilización de masas terminó modificando los términos. El gobierno
argentino está muy presionado como para retroceder abiertamente, por más que
trata de hacerlo. Ha debido hacer una denuncia ante la Corte de La Haya.
Inevitablemente, tendrá consecuencias. Por lo pronto encarece aún más para el
gobierno uruguayo la defensa del negocio de las transnacionales. A su vez se ha
visto en la obligación de plantear una contraproganda de masas permanente,
prometer extremos totalmente irrealizables como cero contaminación, seguridades
que no puede aportar, puestos de trabajo que generan expectativas que nunca
podrán ser plenamente satisfechas. El pez por la boca muere.
A su vez esta situación ha habilitado la denuncia de muchas actividades
contaminantes de la industria argentina, papeleras contaminantes, vertido de
deshechos industriales y cloacales al Río de la Plata en una situación tan
objetable como la contaminación uruguaya del Río Uruguay, la planta nuclear de
Atucha, etc. Desde el punto de vista burgués, de lo que se trata es de canjear
vista gorda por vista gorda, si vos contaminás yo también contamino. Desde
nuestro punto de vista se trata de profundizar la denuncia de ambos gobiernos, y
luchar por un verdadero control ciudadano de las condiciones productivas del uso
de sus recursos naturales. Y poner en cuestión la política industrial y
productiva de estos gobiernos capitalistas periféricos, muy conformes con el
papel colonial que les asigna el imperialismo.
Ante esta embestida de patriotismo de papel, nos ponemos enfrente. Henrik Ibsen,
en su obra "Un enemigo del pueblo" (1882), cuenta la historia de un médico que
descubre la contaminación de las fuentes de agua de la ciudad. Pero esa denuncia
pone en peligro los intereses económicos dominantes. La clase política, la
prensa, y hasta gran parte de los pobladores se ponen en su contra. Quien se
atreve a decir la verdad se convierte en enemigo. Hoy en Uruguay nos vemos en
una situación parecida. Quienes denunciamos esta depredación del capital
transnacional con la colaboración servil de este gobierno nos enfrentamos al
aislamiento político. Se trata de una etapa difícil. Sin embargo, los pequeños
núcleos de denuncia que han estado en el tema desde el principio y desde antes,
no han actuado en vano. No ha sido posible evitar que el tema cobrase
notoriedad, y la discusión irá en aumento.
Nuestros países han tenido larga experiencia en inversiones exranjeras masivas y
transitorias hasta que el recurso se agota, y dejan luego la tierra devastada,
como el Nordeste de Brasil, o Haití, además devastado y empobrecido hoy invadido
y ocupado. Cuando los efectos nocivos de la contaminación sean evidentes, y
cuando los supuestos efectos benéficos de la generación de empleo muestren lo
que son (trabajo semi-exclavo en la forestación, muy pocos puestos de trabajo
permanentes en las plantas y seguramente bajo represión, los mejores puestos de
trabajo para extranjeros) los hechos serán innegables. Esperemos que no sea
tarde.