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El Salvador; recuerdo de un convulso pasado (Parte I)
Gustavo Robreño Díaz
A pesar de su pequeña extensión, la República de El Salvador tiene un extenso y convulso pasado.
Desde muy temprano, como parte del proceso de conformación del país como nación independiente, los militares establecieron una estrecha relación con los grupos económicos que detentaron el poder.
Nacen las instituciones armadas
En 1858, el entonces presidente, general Gerardo Barrios, contrató una misión francesa a la que encargó la formación de un ejército regular. El salvador contó, en 1869, con la primera academia militar de Centroamérica.
La consolidación de la institución armada tuvo lugar durante el gobierno de Manuel Enrique Araujo (1911-1913), quien, bajo la égida de oficiales españoles, creó el Estado Mayor del ejército, el servicio de Guardacostas y un sistema de Reservistas.
En 1912 se crea la Guardia Nacional, con la misión de preservar la ley en las zonas rurales, liberando así al ejército de esta responsabilidad. En 1922, nace el Servicio de Aviación Militar, cuya primera instalación fue la Base Aérea de Ilopango, 10 kilómetros al este de San Salvador.
En diciembre de ese propio año se establece la Policía de Hacienda, que de un órgano encargado de perseguir la evasión fiscal, con el decurso del tiempo se transformó en una de las fuerzas represivas más temidas por el pueblo salvadoreño.
Las dictaduras militares
En diciembre de 1931, un levantamiento militar que dio al traste con el gobierno legítimamente constituido, inició una larga e ininterrumpida era de gobiernos castrenses.
Secundada por las principales fuerzas de izquierda, en enero de 1932 estalló una rebelión campesina en el oeste del país. La represión desatada por el ejército y la Guardia Nacional cobró la vida de miles de campesinos.
Los principales dirigentes del intento revolucionario fueron hechos prisioneros y fusilados, entre ellos su máximo líder, Farabundo Martí, quién junto con Augusto Cesar Sandino, en 1926, había participado en el enfrentamiento a las tropas norteamericanas que ocupaban Nicaragua.
Mientras la represión se desataba, Estados Unidos mantuvo varios navíos de guerra próximos a la costa salvadoreña listos para intervenir, en caso de que las fuerzas gubernamentales no fueran capaces de "controlar" la situación.
Al igual que el resto de sus homólogos centroamericanos de mediados de los años treinta, el presidente de entonces, general Maximiliano Hernández Martínez, manifestó abiertas simpatías por la ideología fascista.
Incluso, centenares de "Camisas negras" llegaron a marchar organizados por las calles de San Salvador.
Sin embargo, posterior al ataque japonés a Pearl Harbour, en 1941, Estados Unidos se involucró en la Segunda Guerra Mundial, conminando a todos los gobiernos centroamericanos a declararle la guerra al eje fascista.
A partir de 1947, con la firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), El Salvador comenzó a recibir armamento y asesoría militar norteamericana.
Como parte de dicha colaboración, en 1948, una misión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos reorganizó el Servicio de Aviación Militar, lo dotó de nueva técnica de combate y a partir de ese momento pasó a denominarse Fuerza Aérea Salvadoreña (FAS).
La guerra con Honduras
Posterior a la conflagración mundial, tienen lugar sucesivos golpes militares, que acrecientan la inestabilidad política y económica del país, provocando un creciente flujo migratorio, principalmente hacia Honduras.
Se calcula que en 1969 residían en Honduras 300 mil salvadoreños, sobre todo en zonas rurales. En un primer momento fueron bien recibidos en el vecino país, por constituir una fuerza de trabajo adicional a muy bajo costo.
Sin embargo, a medida que el número de inmigrantes aumentaba, las invasiones de tierra se hicieron más frecuentes y los terratenientes hondureños iniciaron una campaña para desalojar a los recién llegados, promoviendo su regreso forzoso a El Salvador.
Las agresiones de que fueron objeto los ciudadanos salvadoreños residentes en Honduras durante los partidos eliminatorios para la Copa Mundial de fútbol, México-1970, fueron el detonante en la convulsa situación.
La conmoción provocada por las manifestaciones xenófobas, dio a los militares salvadoreños el pretexto para dar un golpe relámpago contra las defensas hondureñas. Los incidentes fronterizos se multiplicaron y el día 14 de julio de 1969, las tropas de El Salvador invadieron Honduras.
El plan salvadoreño concebía que dos grandes columnas, compuestas por efectivos del Ejército y la Guardia Nacional, debían realizar un movimiento "en pinza" dentro del territorio hondureño.
De forma paralela, la Fuerza Aérea Salvadoreña se encargaría de destruir los aviones hondureños en tierra. El ataque de la aviación se inició al atardecer, previendo que la Fuerza Aérea Hondureña (FAH) no realizaría un contraataque nocturno.
Todo cuanto poseía El Salvador para ello eran 11 aviones de hélice, ya obsoletos, empleados por Estados Unidos, hacía más de 20 años, durante la Segunda Guerra Mundial.
La operación aérea fracasó, apenas iniciada. Dos de los aviones chocaron entre sí cuando se aprestaban a despegar y el jefe del escuadrón que condujo el ataque al aeropuerto de Toncontín, en las proximidades de Tegucigalpa, perdió el rumbo, debiendo aterrizar en Guatemala.
El contingente que se internó por tierra, ocho mil efectivos del Ejército y mil de la Guardia Nacional, tenía la misión de avanzar hacia la profundidad del territorio adversario, en el menor tiempo posible.
De inmediato fue tomado el poblado fronterizo de Nueva Ocotepeque, causando importantes bajas a los defensores. Sin embargo, la captura de la siguiente localidad fue un rotundo fracaso que detuvo la continuidad del avance.
Epílogo sangriento
Luego de cuatro días de combate, las fuerzas salvadoreñas sólo habían logrado avanzar escasos 25 kilómetros dentro del territorio hondureño y ocupar únicamente pequeños poblados.
Ninguno de los tres tanques norteamericano M-3 que poseía el ejército salvadoreño funcionó debidamente, las comunicaciones entre las unidades que combatían fue deficiente y el apoyo logístico resultó insuficiente.
Ante el estancamiento de las operaciones militares y las críticas de la mayoría de los gobiernos regionales, el 29 de julio, El Salvador comenzó el repliegue de sus fuerzas.
A pesar de la brevedad, el conflicto, bautizado por la prensa como "Guerra del fútbol" o "Guerra de las 100 horas", dejó el trágico balance de más de 2.000 muertos, incluidos un centenar de militares por bando y 1.800 civiles hondureños.
Ante la necesidad de promover un cambio social, nace en El Salvador el movimiento guerrillero.
Como embrión del proceso, en 1970 se fundan las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) "Farabundo Martí", lideradas por antiguos dirigentes del Partido Comunista Salvadoreño.
Un año más tarde, en 1971, se crea el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), compuesto por militantes radicalizados de la Democracia Cristiana. Entre sus miembros fundadores más destacados figuró el poeta y revolucionario Roque Dalton.
Como respuesta de la reacción, en 1972 surge la facción paramilitar Unión Guerrera Blanca (UGB), cuyo actuar se centró en el secuestro y asesinato de colaboradores de la Guerrilla y personas, simplemente, sospechosas de tener ideas de izquierda.
No obstante, para 1974, los grupos guerrilleros llevan a cabo una serie de acciones que tienen connotación nacional e internacional, dirigidas fundamentalmente a la obtención de recursos logísticos para empeños mayores.
Divergencias entre los dirigentes del ERP hicieron que la organización se fragmentara y de su seno surgieran las Fuerzas Armadas de Resistencia Nacional (FARN).
Ante el auge de la guerrilla, el ejército se sumó a los grupos paramilitares en el aniquilamiento indiscriminado de personas consideradas como potenciales guerrilleros o sustento de los que se encontraban en armas.
Las compras de armamento por parte del ejército salvadoreño aumentaron. La Fuerza Aérea recibió, por ejemplo, un importante lote de 18 aviones "Super Mistere", suministrados por Israel.
En 1979, el triunfo sandinista en Nicaragua repercutió con fuerza en la situación interna de El Salvador. Ese año fue fundada una cuarta organización guerrillera: el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).
Ante la necesidad de hacer un uso racional de los recursos con que disponían, las organizaciones insurgentes comenzaron un proceso de unificación, como resultado del cual, en octubre de 1980 fue fundado el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
A partir de ese momento, se produce un auge vertiginoso del movimiento guerrillero. Las columnas insurgentes llegaron a concentrar 1.500 efectivos y el ejército se replegó a sus cuarteles, para solo salir de ellos en inefectivas campañas de persecución.
Quedó evidente que los militares salvadoreños no estaban preparados para una guerra de contrainsurgencia. Habían recibido la formación propia de un ejército regular, basada en la guerra de posiciones y las maniobras con gran cantidad de efectivos.
Al término de seis meses de operaciones, el ejército había perdido 400 hombres, entre ellos 40 oficiales, sin lograr desalojar de sus posiciones al FMLN.
Ante esta situación, Estados Unidos aumenta considerablemente su ayuda militar al ejército salvadoreño, que suple su incapacidad con un emergente y continuado apoyo logístico.
Con el advenimiento de Ronald Reagan a la presidencia, en 1981, las cifras de asesores militares norteamericanos se elevó inmediatamente de 19 a 55, cantidad máxima que aprobó el congreso.
Una de las tareas prioritarias de los especialistas norteamericanos fue crear una fuerza élite, dotada de mayor movilidad. Así surgió en julio de 1981 el siniestro Batallón "Atlacatl", que obtuvo renombre por sus crímenes y desmanes.
Para tener una idea del nivel que adquirió la represión en el país baste señalar que, entre mayo de 1980 y enero de 1981, las fuerzas gubernamentales y los paramilitares dieron muerte a seis mil 408 personas, incluidos el arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero.
En agosto de 1987, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, rubricaron los "Acuerdos de Esquipulas" a tenor de los cuales se comprometieron a establecer un alto el fuego, amnistiar los presos políticos y no utilizar su territorio para agredir a estados vecinos.
Dichos acuerdos fueron rechazados por la guerrilla salvadoreña, al considerar insuficientes las garantías que para una eventual desmovilización de sus miembros ofrecía el gobierno del entonces presidente, José Napoleón Duarte.
A la vez que el conflicto continúa su curso, sustentado en la creciente ayuda militar que Estados Unidos ofrecía a las fuerzas gubernamentales, entre 1989 y 1991 se reanudan e interrumpen sucesivamente largas y difíciles negociaciones.
Finalmente, en septiembre de 1991, con la mediación de la ONU, el gobierno y la guerrilla acordaron un cese el fuego que sirvió como base para los Acuerdos de Paz, firmados en enero del siguiente año en la ciudad mexicana de Chapultepec.
Los Acuerdos de Paz establecieron el fin del enfrentamiento armado; el desarme de la guerrilla; la disolución de los cuerpos de seguridad, los Batallones de Reacción Rápida; así como la creación de una nueva Policía Nacional.
A partir de 1992, fue disminuyendo paulatinamente la cantidad de efectivos militares, reduciéndose de 56.000 en 1992 a 15.500 en el año 2002.
El Salvador en una nueva guerra
En estos momentos, El Salvador es el único país latinoamericano que mantiene tropas en Irak como parte de la coalición, encabezada por Estados Unidos, que ocupa esa nación árabe.
El presidente salvadoreño, Elías Antonio Sacas, anunció recientemente que enviará un sexto contingente de 380 soldados para reemplazar a un grupo similar que debe retornar al país a mediados de febrero.
Como ocurrió con los cinco grupos anteriores, está previsto que Estados Unidos proporcione los aviones para el traslado a Irak de los efectivos salvadoreños.
Los soldados salvadoreños que se encuentran actualmente en suelo iraquí, agrupados en el quinto contingente del Batallón Cuscatlán, se trasladarán de su actual base en la ciudad de Al Hilla, 165 kilómetros al sur de Bagdad, hacia Al Kut, cercana al río Tigris.
El Batallón Cuscatlán ha sufrido en Irak la muerte de dos soldados; uno en un
ataque de manifestantes chiítas y otro en un accidente de carretera; así como
una docena de heridos en diversas circunstancias.