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Camarada Clay: Morir por negociar la lucha armada
Luis Arce Borja
El "camarada Clay" (Héctor Aponte Sinarahua), fue muerto por la policía el domingo 19 de febrero. El hecho ocurrió en el pequeño pueblo Alto Pacae a 45 minutos de Tingo Maria (Perú). El ministerio del interior hizo conocer este hecho de la siguiente manera: "Tras un exitoso operativo contraterrorista realizado por agentes del Frente Policial Huallaga resultó abatido luego de un enfrentamiento con los efectivos del orden el "Camarada Clay", mando militar de Sendero Luminoso, responsable del Comité Regional del Huallaga. Otros dos presuntos terroristas cayeron junto a él". (Ministerio del Interior, 19 de febrero del 2006). En forma similar a este comunicado, la prensa peruana hizo eco de las poses triunfalistas del gobierno respecto a la muerte de este dirigente subversivo.
¿Qué se oculta en este hecho?.
En Perú, por regla general hay que tomar con pinzas y mucha cautela todo la información que proviene del gobierno y aquella que propaga la prensa cotidiana. Para desmentir al gobierno, la Coordinadora Nacional de Radio (CNR), ha difundido una información que contradice la versión gubernamental. Para empezar esta emisora radial dice, que Clay no fue abatido en un enfrentamiento con la policía, sino más bien que fue ejecutado a sangre fría por los policías que llegaron a la vivienda donde se encontraba el subversivo. De estos resulta, según la emisora radial, que el dirigente subversivo, no cayo "abatido en medio de un violento enfrentamiento", sino que fue asesinado después que tranquilamente había sido detenido. Dice también esta emisora, que las otras dos personas arrestadas junto con Clay, no son terroristas como dice el gobierno, y que solo se trataría de simples ciudadanos. La radio para sustentar esta denuncia ha presentado la versión de una señora, entrevistada por uno de sus corresponsales del lugar. Ella lo vio todo y cuenta la forma en que fue asesinado el dirigente subversivo. Entonces, Clay no cayó combatiendo como se dijo, sino que fue asesinado después que sin resistencia alguna fuera capturado.
De otro lado, el gobierno ha presentado la muerte de Clay como si se tratara de un mortífero golpe a la subversión. ¿De qué subversión se habla?. Los medios de comunicación han informado sobre este hecho de la misma forma que lo hacían en aquellas épocas (1980-1998) cuando los subversivos realizaban en promedio mas de 4 mil acciones guerrilleras al año. Un poco mas y afirman que con la caída y muerte de Clay el Estado se salvó de caer en manos de los terroristas. "El general Dávila recalcó que se trata de un duro golpe contra Sendero. Y no se equivoca. 'Clay' era uno de los más sanguinarios, dijo el ex jefe del Grupo Especial de Inteligencia (Gein) coronel Benedicto Jiménez Bacca. (Diario La Republica, 22 de febrero 2006).
¿Qué se oculta aquí?. Aquí hay dos cosas a desmentir: primero, se presenta las acciones armadas en el Alto Huallaga (región donde operaba Clay) como si se tratara de la guerra popular de dimensión a aquella que desarrolló la guerrilla maoísta desde 1980 hasta un poco mas allá del año 1993. Lo que queda de esa guerra popular traicionada solo son maltrechos retazos sin perspectiva de poder, cuyas acciones armadas no buscan el poder sino la capitulación. La publicidad en torno a la "amenaza senderista" que actualmente difunde el gobierno sirve exclusivamente para fines electorales y para reimplantar una vez mas el poder militar en vida civil del país. Los beneficiarios directos de esta campaña son las fuerzas armadas que buscan a través de algunos candidatos electorales una amnistía general para los militares incursos en graves delitos penales, tales como robos, narcotráfico, corrupción y crímenes de centenas de ciudadanos. Segundo, la policía y el gobierno han ocultado que Clay o Héctor Aponte Sinarahua, desde hace unos 5 años buscaba un arreglo secreto con el gobierno, cuyo alcance político era entregar las armas y capitular frente al gobierno. El gobierno no ha dicho ni pío, respecto a que el "camarada" Clay, presentado como fiero y peligroso terrorista, se "sujetaba a la jefatura estratégica y decisiva" de Abimael Guzmán que desde su prisión sigue buscando un entendimiento vergonzoso con el actual gobierno de la misma forma que antes lo hizo con el régimen mafioso de Fujimori y Montesinos.
El "camarada" Clay en jerarquía era el segundo hombre del Artemio que se presenta como jefe del Comité Regional Huallaga. Este comité es apenas una caricatura del Partido Comunista del Perú (PCP) antes de su derrota que se inició en 1993, cuando su comité central propuso desde las prisiones las negociaciones de paz con Fujimori. Artemio maneja un incipiente moviendo armado atomizado en la selva peruana bajo el propósito de capitular y llegar a un acuerdo de paz con el gobierno de Toledo. Sus acciones sin ninguna envergadura ni peligro para el poder central tiene la acogida de la prensa oficial, y en particular aquella ligada a la mafia fujimorista. En diferentes reportajes a medios de comunicación, ha señalado su decisión de "luchar por una solución política a los problemas derivados de la guerra interna", anunciando al mismo tiempo su "sujeción a nuestro jefe el doctor Abimael Guzmán Reinoso, presidente Gonzalo".
En todo esto no resulta descabellado pensar que el tal Clay, que como dice
una testigo fue capturado sin ningún tipo de violencia y asesinado por los
policías, se encontraba en trasmites de negociar con el gobierno. Artemio jefe
inmediato de este subversivo muerto, ya tiene varios años negociado en secreto o
abiertamente con el gobierno. Muchas veces hemos argumentado que las
negociaciones, ya sean con el gobierno de Toledo o cualquier otra administración
resultan mortales para los subversivos negociadores. No pocos subversivos
peruanos han perdido la vida mientras se hacían ilusiones de llegar a acuerdos
con los gobernantes y sus fuerzas armadas. Los negociadores pasan por alto que
la doctrina de seguridad nacional, que es una especie de Biblia militar de las
fuerzas armadas, especifica que en términos estratégicos es mejor liquidar al
subversivo, no importa que este busque la capitulación, que negociar con él. Lo
importante en la visión estratégica de los ejércitos latinoamericanos es
escarmentar, dar una lección histórica, y hacer ver que quien se subleva contra
el orden establecido lo único que le espera es la muerte y no el perdón.