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Nicaragua
El drama y la lucha de los cañeros
Testimonios de ex trabajadores y viudas
La "chatarra humana de Occidente"
Giorgio Trucchi
En Chichigalpa
El tiempo, como concepción y ritmo de vida, tiene una forma muy particular en
Nicaragua.
Es frecuente oir hablar de la "hora nica" que institucionaliza todo atraso.
Llego a Chichigalpa, en el Occidente del país, para reunirme con los ex
trabajadores de la caña de azúcar que están sufriendo los efectos de los
agrotóxicos utilizados por toneladas en los cañaverales de la zona. En los
últimos cinco años se han contabilizado 1383 muertos por Insuficiencia Renal
Crónica (IRC) y son miles los ex trabajadores que están graves y desempleados.
Nadie les ofrece trabajo y tienen que arreglársela para poder sobrevivir.
Al llegar, me encuentro con un grupo importante, impaciente, con ganas de
hablar, estrechar manos, mirar fijo a los ojos, dar palmaditas en los hombros.
Tienen ya media hora de estar esperándome, a pesar de haber llegado puntual me
doy cuenta que esta vez la "hora nica" falló, porque el deseo y la urgente
necesidad de hablar, contar sus dolorosas historias y hacerme partícipe de su
lucha, cuenta más que los rituales y la idiosincrasia de un pueblo. Más tarde,
Pedro Rivas Varela, uno de los afectados, me dirá "para nosotros es importante
que el mundo sepa y conozca lo que está pasando en este lugar, y necesitamos que
internacionalmente se respalde nuestra lucha".
Chichigalpa es un pueblo chiquito, pero bien conocido en toda Nicaragua porque
su nombre está vinculado a la producción de azúcar y ron.
Aquí, en 1898, el empresario Alfredo Francisco Pellas fundó el Ingenio San
Antonio, uno de lo más grande ingenios azucareros de Centroamérica y las
empresas Nicaragua Sugar State y Compañía Licorera de Nicaragua S.A., dando
origen a la tradición de una de las familias más poderosas de la región.
Decenas de miles de trabajadores han dado los mejores años de sus vidas
"matándose" en los inmensos cañaverales que forman el Ingenio San Antonio y sus
alrededores (aproximadamente 55 mil manzanas), muchos de ellos salieron
gravemente afectados de IRC y fueron despedidos, quedando al desamparo, otros
murieron sin haber podido conseguir una pensión que, ahora, sus viudas están
reclamando.
Nos reunimos en la casa de Carmen Ríos, viuda y Presidenta de la Asociación
Nicaragüense de Afectados por IRC "Domingo Téllez", una de las organizaciones de
cañeros que se han formado en estos últimos años.
La gente llega, se asoma, mira adentro de la casa y lentamente entra buscando un
espacio donde sentarse, lista para hablar, contar su vida.
Historias que van más allá del drama, porque también son una expresión de la
lucha y la resistencia.
Rufino Benito Somarriba tiene 53 años y trabajó en el Ingenio San Antonio desde
1975 hasta 1984. Está sentado frente a mí, casi recostado en su silla, mirándome
y hablando en voz baja.
"Trabajé como temporal regando herbicida por varios años y nunca me contrataron
como permanente. Llevaba la bomba de riego en mi espalda.
El veneno se derramaba y me mojaba todo el cuerpo.
Trabajaba de 9 de la mañana hasta las 3-4 de la tarde seguido. Me tocaba
recorrer grandes distancias en el ingenio, había que cruzar ríos y charcos, yo
no sabía que estaban contaminados.
Se sudaba muchísimo y el agua se terminaba rápido, así que me tocaba tomar agua
del río o de la que se utilizaba para riego.
Nunca pensé que esa agua estuviera contaminada o que el líquido que me mojaba el
cuerpo me iba a dejar en el estado en que estoy ahora. Tal vez fue por el atraso
cultural en que vivimos, pero ellos se aprovecharon y no nos dijeron nada. Nunca
nos dieron equipo para protegernos, sólo una mascarilla que no servía para nada.
Trabajé también en 'riego de pala' o sea tenía que entrar en los lagos
artificiales, donde convergen las aguas negras, altamente contaminadas, que
salen del proceso industrial del azúcar y desatascar las presas para regar los
campos. Un trabajo sucio y duro, porque el agua hedía, me empapaba todo y me
agarraba una grande picazón en todo el cuerpo. Nosotros le llamamos la 'mierdosa'.
Una vez me salí y me dí cuenta que estaba sangrando del pene.
En 2002 supe que estaba enfermo. La presión se me disparó y me dolía todo el
cuerpo, pero sobre todo la nuca. Ya había dejado de trabajar en el ingenio y me
habían trasladado en la licorera.
Me hicieron los exámenes y salí 'pegado', con 5.2 de creatinina. Actualmente
tengo 16, pero hubo momentos que llegué a tener 24".
La creatinina es un valor que determina la funcionalidad de los riñones y el
valor normal no llega a 1. Cuentan los afectados que después de que se
descubrieron muchos casos de IRC, el Ingenio San Antonio decidió sacar a más de
5 mil personas que trabajaban y vivían en los terrenos del ingenio o en sus
alrededores, obligando a los trabajadores a hacerse análisis en la clínica del
mismo ingenio. Si una persona salía con una creatinina de 1.2 para arriba, de
inmediato se le despedía o se le negaba el trabajo temporal, aconsejándoles
recurrir al Instituto de Seguridad Social (INSS) para comenzar los trámites para
la pensión.
A veces a lo que no se "enganchaban", los hacían trabajar por contrato sin
ningún tipo de derecho a prestaciones. Como no podían recurrir contra la
empresa, se los podía explotar otro poquito.
Pedro Joaquín Rivas Varela se involucra en la discusión y habla de su situación.
"Tengo 42 años y entré a trabajar en el Ingenio con 0.4 de creatinina y hoy
tengo 2.3.
Me acuerdo que el trabajo era muy duro.
Comenzaba a las 6 de la mañana y terminaba después de haber cortado por lo menos
2 hectáreas de caña.
Trabajábamos descalzos y no teníamos ni siquiera tiempo para comer. Uno andaba
con su pichinga colgada y comía sin parar de trabajar, sino no te daba tiempo de
terminar el trabajo.
No nos podíamos organizar sindicalmente o protestar, porque éramos trabajadores
temporales y te sacaban de inmediato.
A las 10 de la mañana llegaba la pipa del agua y de allí nosotros agarrábamos
para beber.
Agua del mismo ingenio. Todas estas enfermedades están relacionadas con el agua
del ingenio, contaminada por la gran cantidad de pesticidas que se utilizaron.
Las avionetas pasaban entre seis y siete de la mañana, porque había poco viento
y el sereno de la noche humedecía la tierra y facilitaba la penetración del
pesticida.
Todo eso pasaba mientras nosotros estábamos trabajando y tiraban el veneno sin
importarles que nosotros estuviéramos allí. También las casas de la gente que
vivía cerca de los cañaverales salían afectadas.
Hoy siguen tirando un veneno que llamamos "madurador" y que sirve para que la
caña acelere el proceso de A veces los trabajadores se desmayaban y los llevaban
al hospital para darles suero, pero después maduración. Lo tiran varias veces
antes de la zafra y es bien dañino regresaban al campo para seguir trabajando.
En 1998, cuando la empresa supo que aproximadamente 3 mil personas estaban
afectadas, sacó a las familias que vivían en el ingenio o cerca de él y comenzó
a practicar exámenes clínicos a todos los que se presentaban para participar en
la zafra.
En el año 2000 la misma empresa aceptó que el agua estaba contaminada. Lo que
más nos preocupa es que el Ministerio de Salud sabía perfectamente de la
situación y en Nicaragua existe la Ley 274 que reglamenta el uso de herbicidas,
pesticidas y agrotóxicos sintéticos, pero no la aplicó. No hizo nada.
Hasta el mismo Gobierno dijo que somos 'chatarras humanas', pero esto es el
resultado de años de explotación y contaminación, donde nadie dijo nada.
Los resultados son dramáticos. Según nuestros cálculos han muerto 1383
compañeros y en los últimos años hay un promedio de 46 muertos mensuales. Justo
la semana pasada enterramos a ocho.
Estamos luchando para que se nos dé una pensión vitalicia por riesgo laboral y
para que se reforme la Ley 456 en su artículo 1, donde se reconozca la
Insuficiencia Renal Crónica como enfermedad profesional para todos los
trabajadores de la agroindustria azucarera.
Pero no termina allí, porque queremos que los dueños del Ingenio San Antonio nos
indemnicen por los daños que nos han causado y por los muertos".
La gente sigue hablando y los casos son muy similares.
Bismark Velásquez explica que la IRC es una enfermedad que te quita la energía y
que seguir trabajando empeora la situación. Tiene un hermano y su padre muertos
y él está afectado con "piedras" en los riñones y con 1.6 de creatinina después
de 15 años de trabajo. Ahora está desempleado y no sabe cómo resolver las
necesidades de su hogar.
Gonzalo López trabajó 35 años como técnico informático en el Ingenio San
Antonio. Nunca tuvo contacto con el corte de la caña o el riego de herbicida,
pero sí con el agua que tomaba a diario en su oficina. Ahora tiene dos años de
haberse jubilado. La empresa lo sacó cuando se dio cuenta de la enfermedad.
Comenzó con una creatinina de 2.3 y en pocos años se le subió a 7. Casi no
camina y ha gastado toda su liquidación para curarse, ya que el Seguro no pasa
nada y una sóla inyección vale 68 dólares. "A la empresa no le interesa el
trabajador -dice- no me ayudaron y sólo me dijeron que me fuera".
Para José Luis Suárez, quien nos atiende en el patio de su casa, tendido en una
cama, la situación es aún más dramática.
"Tengo 59 años y trabajé 38 años en el ingenio haciendo de todo. Los dueños de
la empresa han traído la muerte a ese lugar y a sus habitantes.
Desde hace tres meses estoy en esta cama y no puedo levantarme. Tengo 14 de
creatinina y me siento como uno de los héroes y mártires que han aguantado hasta
el final esta enfermedad.
Cuando en 1999 me presenté para trabajar en la zafra, me sacaron sangre y
resulté enfermo de IRC. Entonces me rechazaron y me tiraron a la calle a morir.
Me dieron una pensión de 1.500 córdobas mensuales (85 dólares) que no me alcanza
ni para una semana.
La vida es sagrada y vale mucho y nosotros que fuimos trabajadores, necesitamos
que se denuncie todo esto a nivel mundial, porque fue criminal tirar todos estos
pesticidas y contaminar el agua de esta manera.
Aquí no fueron sólo los trabajadores los afectados, sino todo el pueblo, pero
como esos señores son ricos y poderosos, gozan del apoyo del Gobierno y de los
políticos, y también los medios de comunicación los cubren. En el ingenio hay
siete ríos que la empresa utiliza para el proceso industrial del azúcar y están
totalmente contaminados".
Con José Luis fuimos a un cañaveral para ver de cerca las pozas de desechos del
proceso industrial. Nos paramos en la entrada del ingenio.
Quería tomar una foto al rótulo que delimita la propiedad, pero un guardia de
seguridad me lo prohibió. "No se puede. Tenés que pedir permiso a la
administración", me dijo y de nada sirvió explicarle que estaba en suelo
público. El arma que andaba fue una razón suficiente para no seguir discutiendo.
Llegamos al Centro de Salud donde el INSS y el Ingenio San Antonio financiaron
un pequeño cuarto para atender a la gente enferma de IRC.
Entramos para hablar con la doctora y saber un poco de la atención que dan a los
enfermos.
La sala estaba repleta de gente y la consulta comenzaba a las 12.30. Un minuto
después de la hora señalada tocamos a la puerta una, dos, tres veces y al final
oímos la voz hostil de la doctora gritando "¡Estoy comiendo!" "Vaya atención",
me dije. Más tarde los cañeros me informaron que de todas maneras ese lugar no
sirve para nada, porque sólo te preguntan cómo sigue la enfermedad y te dan
acetominofen. Los medicamentos específicos para la enfermedad nunca están y la
palabra que más se escucha en este lugar es "¡no hay!"
La isla de las mujeres solas
Finalicé esta entrevista con una persona que completa el cuadro dramático que
se vive en Chichigalpa. En el recorrido que hicimos por los cañaverales me
indicaron un lugar que le llaman "La isla de las mujeres solas". Aquí no hay
hombres, todos murieron de IRC.
El fenómeno de las viudas es tan dramático como el de los afectados. Piden que
se les dé una pensión, como prevé la Ley del Seguro Social, pero cada vez hay
una excusa o un falso elemento legal para no otorgarles nada.
Carmen Ríos es la presidenta de la Asociación "Domingo Téllez". Risa contagiosa
y ojos que se le salen cuando se enoja al recordar el drama que viven las
viudas.
"La situación es bien difícil para todas las viudas. El INSS utiliza muchas
estrategias para no dar las pensiones. A veces dicen que sus maridos murieron
antes de la aprobación de la Ley 456 (que ordena la materia jurídica), pero
cuando cumplen el requisito tampoco se la dan.
Hay 232 viudas sin pensión y la lucha de nuestra Asociación es lograr esas
pensiones. Además de reformar la Ley 456, para que se reconozca la IRC como
enfermedad profesional para todos los sectores de la agroindustria azucarera y
no sólo para los que trabajaban en el campo.
Tenemos pruebas de actos de fraude y corrupción en el INSS y los estamos
denunciando. Hay que dejar en claro una cosa, la enfermedad que sufren y se han
muerto miles de personas no es por el exceso de trabajo, sino por el agua
contaminada por los pesticidas y estamos luchando para que se realicen análisis
serios del agua.
La riqueza de los empresarios viene a costa de la sangre de los obreros.
Levantamos nuestro grito de dolor para que el mundo nos escuche, para que mire
hacia ese lugar donde la gente muere cada día. La muerte se ha vuelto algo
normal y nos estamos acostumbrando a despertar y esperar la noticia de un nuevo
fallecido. Se mueren muchachos de 18 y 20 años y hasta niños de 10 años.
Mi marido se murió a los 46 años después de trabajar 24 en el ingenio. Se murió
soñando con una pensión que nunca vio.
Ahora dicen que no tengo derecho a recibirla porque no cotizó las 750 semanas
como prevé la ley, pero eso no tiene nada que ver porque él tiene derecho a una
pensión por riesgo laboral, independientemente de las semanas que trabajó. Pero
lo peor es que me di cuenta que desde hace varios años esta pensión existe y que
alguien la está cobrando. ¡Así es la corrupción aquí!
Hay cientos de viudas solas, de niños y niñas sin protección y miles de
hombres enfermos y sin trabajo, quienes deambulan por las calles.
Estamos dispuestos a luchar. Si nuestros padres y abuelos no pudieron llevar
adelante una lucha, que no crea el gobierno, el Seguro Social y los empresarios
que por ser campesinos no tenemos la capacidad de luchar. Hay gente preparada
entre nosotros y llevaremos esta lucha hasta el final.
Tengo 50 años y soy mujer, viuda y lucho por mis derechos, los de mis hijas y
los de mi marido ya fallecido, y esto a pesar de ser la 'chatarra humana de
Occidente'".
En Chichigalpa, Giorgio Trucchi
© Rel-Uita SIREL # 1152 Rel-UITA - Regional Latinoamericana de la Unión
Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles,
Restaurantes, Tabaco y Afines.
W. F. Aldunate 1229/201. C.P. 11.100.
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