Latinoamérica
|
¿Qué se puede esperar de Michelle Bachelet?
Punto Final
Muchos dicen que nada sustantivo cambiará con la elección de Michelle
Bachelet como presidenta de la República. Posiblemente tengan razón. Lo esencial
del modelo neoliberal no será modificado, como lo ha señalado la propia
presidenta electa. Y no sólo porque así lo ha decidido la coalición gobernante,
sino también porque no existe una alternativa política de Izquierda ni un
poderoso movimiento social capaz de actuar en forma organizada, perseverante y
con fuerza suficiente para generar cambios. En el fondo, más que un problema de
personalidades o buenos deseos es un asunto de concepciones, estructuras e
intereses.
La Concertación se juega por el libre mercado, el Area de Libre Comercio de las
Américas (Alca), la asociación cada vez más estrecha con las transnacionales,
con Estados Unidos y las grandes potencias económicas. Apuesta al consumismo, la
atomización social y la competencia en todos los terrenos, que fomentan un
individualismo frenético. Con todo, el gobierno de Michelle Bachelet ofrece
posibilidades de avance para la Izquierda, siempre que ésta sea capaz de
aprovecharlas.
La presidenta de la República -que obtuvo el 54% de los votos- puede impulsar
algunas transformaciones positivas si se producen movilizaciones sociales y
políticas de envergadura que permitan romper con el inmovilismo y la conformidad
ante la pobreza extrema, el poder de las transnacionales, la desigualdad y la
injusticia. Contará sin duda con el apoyo de sectores de Izquierda de la propia
Concertación, pero eso no sería suficiente. No hay que ignorar el factor
personalidad, el factor individual, especialmente en un país en que las
atribuciones del Poder Ejecutivo son inmensas en el manejo de la economía, en la
fijación de la carga tributaria y en el contenido, ritmo y alcance del trabajo
legislativo.
Partidos como la Democracia Cristiana han planteado "corregir" el modelo
económico y hay sectores del PS que estiman que ha llegado la hora de pagar la
deuda social. Asimismo, la Concertación se ha pronunciado por cambiar el sistema
binominal, materia en la que sin embargo necesitará ganar un par de votos de la
derecha en el Senado. La acción decidida y unitaria de los sectores políticos y
sociales antineoliberales, actuando con firmeza pero con flexibilidad táctica en
las alianzas con la Concertación o sectores de ella, podría producir avances en
el proceso democratizador y un mayor grado de justicia social.
Michelle Bachelet gobernará con mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado
por primera vez desde el término de la dictadura. Como cuatro años son pocos
para la magnitud de los problemas existentes, se exigirá mayor dinamismo en la
acción del gobierno, que deberá abocarse de inmediato a la atención de problemas
urgentes como la salud, el mejoramiento de la educación municipalizada y del
sistema previsional, la cesantía, la extrema pobreza y la capacitación de la
mano de obra. Parte importante de los recursos necesarios deberán salir del
sobreprecio del cobre. Otra parte debería provenir de un nuevo régimen
tributario -y de un royalty real- que se establezca para las transnacionales.
AMPLIAR LA BASE DEMOCRATICA
Aún dentro del actual modelo, el cambio del sistema binominal por un sistema
electoral proporcional y representativo, adicionado con la inscripción
automática, el voto voluntario y el derecho a voto para los chilenos residentes
en el extranjero, ampliaría la base democrática y permitiría otros avances como
el plebiscito como instrumento ordinario de resolución de conflictos
institucionales.
La trayectoria vital y familiar de la presidenta electa le ha dado una
sensibilidad de Izquierda que debe tomarse en cuenta. Con algo más de 20 años,
militante de la Juventud Socialista, vivió el golpe militar como pérdida de un
proyecto de vida y destrucción del sueño de una sociedad nueva. Sufrió
directamente las consecuencias de la represión.
Su padre, Alberto Bachelet Martínez, general de la Fach, fue un soldado
ejemplar, comprometido -como dijo alguna vez con orgullo- con el acatamiento de
la Constitución, con su respeto y amistad por el presidente Allende y con las
ideas de justicia social y perfeccionamiento espiritual que preconiza la
Masonería. En el gobierno de Salvador Allende fue secretario nacional de
Distribución, encargado del abastecimiento de la población. Mientras, seguía
cumpliendo responsabilidades en la Fach. El mismo día del golpe fue detenido,
torturado e interrogado bajo el cargo de "traición a la patria". El 12 de marzo
de 1974 murió en la cárcel por un infarto originado en una dolencia cardíaca
agravada por las torturas y vejatorios interrogatorios a que fue sometido.
Angela Jeria Gómez, la madre de la presidenta, ha sido una mujer de Izquierda
desde su juventud; profesional destacada, se esforzó por ayudar a los
perseguidos por la dictadura y actuó junto a organizaciones solidarias. Detenida
por la Dina junto a su hija Michelle, fue torturada en Villa Grimaldi. Salió al
exilio en 1975 y a su regreso, unos años después, se integró a la Comisión de
Derechos Humanos que presidía Jaime Castillo Velasco.
PERFIL DE LA PRESIDENTA
Por su parte, Michelle Bachelet tuvo inquietudes sociales y políticas desde que
estudiaba en el Liceo Nº 1 de Niñas. Ingresó a la Juventud Socialista y como
estudiante de medicina en la Universidad de Chile colaboró en el trabajo
clandestino de la JS desde los primeros días después del golpe. En enero de 1975
fue detenida por la Dina junto a su madre; cuando estuvieron en Villa Grimaldi
también fue torturada. En esos días la Juventud Socialista estaba dirigida por
un médico joven, Carlos Lorca, y el PS por el obrero portuario Exequiel
Ponce-ambos detenidos desaparecidos- empeñados en rearticular el partido,
resistir y enfrentar a la dictadura. El exilio no borró la militancia de
Michelle Bachelet. En Australia participó en acciones de solidaridad y denuncia
de la dictadura de Pinochet. No vaciló en radicarse en la RDA a fin de colaborar
mejor con la resistencia chilena, participando en el PS dirigido por Clodomiro
Almeyda que ponía como elemento central del proyecto antifascista la unidad de
la Izquierda y el entendimiento estratégico con el Partido Comunista.
De regreso a Chile, reanudó los estudios de medicina y siguió participando en
actividades políticas, a pesar de los riesgos. Trabajó con niños afectados por
la persecución de la dictadura y se especializó después en pediatría y salud
pública. No abandonó tampoco sus compromisos con la causa de los derechos
humanos, ni su cercanía con amigos y compañeros de ideales democráticos y
revolucionarios. Terminada la dictadura, Michelle Bachelet fue elegida, en 1995,
miembro del comité central del Partido Socialista, reelegida en 1997 y designada
integrante de la comisión política, cargos en los que defendió posiciones de
Izquierda.
EXPECTATIVAS DIFICILES
Por otra parte, por el hecho de ser la primera mujer que en Chile alcanza la
Presidencia de República, se le impondrá una responsabilidad que tratará de
cumplir: superar a sus antecesores. Ha dicho en la campaña: "Quiero consolidar
nuestro destino como país próspero y desarrollado, pero además construir una
democracia más integrativa y con igualdad de oportunidades".
Son expectativas nobles, pero difíciles de cumplir si se mantiene la
intangibilidad del modelo. A Chile le falta mucho todavía para ser un país
próspero y desarrollado. Sigue exportando materias primas y su economía depende
del precio del cobre. No tiene igualdad de oportunidades, ya que es uno de los
países con peor distribución del ingreso en el mundo. La polarización social
fragmenta la sociedad en beneficio del 20% más rico y los problemas
medioambientales amenazan el futuro del país. Como no se plantean cambios de
fondo -no los hubo tampoco en los ministerios de Salud o Defensa cuando Michelle
Bachelet fue titular de esas carteras-, se impone la moderación de las
expectativas que despierta su contundente victoria electoral. Pero si ella no ha
olvidado las ideas de Izquierda en las que se formó -y si hay movilización de
los sectores populares- puede haber avances democráticos, mejoramientos para
sectores modestos, más equidad y justicia, menos impunidad, junto con más
honradez en la administración del Estado.
Es de esperar asimismo que la presidencia de Bachelet signifique un mayor
acercamiento de Chile a los países hermanos de América Latina. Aunque no
pretende apartarse de la línea trazada por sus predecesores respecto a una
relación privilegiada con Estados Unidos -lo cual pone a Chile en la ruta
colonizadora del Alca-, el gobierno de Michelle Bachelet surge en momentos en
que la corriente de integración y complementación latinoamericana toma singular
fuerza. Resultaría dañino para Chile mantenerse al margen de esa voluntad de
independencia y dignidad que asoma en el continente. Una señal concreta de una
actitud de retorno a América Latina sería por ejemplo reanudar relaciones
diplomáticas con Bolivia, e iniciar un diálogo franco que incluya la salida
soberana al mar para ese país hermano.
- Editorial de "Punto Final" nº 609, 20 de enero, 2006.