Latinoamérica
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Bolivia y la política de la biodiversidad
Jaime Otero-Zuazo
Irrumpen los ríos bruscos y despreocupados en su curso, vaciando su líquido
de vida en las tierras engolfadas: abrasándolas, encubriéndolas, y sometiéndolas
a su dominio diluvial. Este transcurso de vida que se identifica con los ciclos
necesarios del agua, topa a veces con el hombre, y es entonces cuando se
manifiesta como beneficioso, devastador, o desechable.
Ya hemos visto repetidamente el daño que la naturaleza puede causar en las
comunidades litorales. Desde el tsunami indo-pacífico de 2004, que nos tuvo
tensos de impotencia, hasta las penetrantes lluvias recientes en Bolivia que
dejaron gran ruina y sufrimiento de por medio. Miles de familias bolivianas
sometidas a la fuerza pluvial reciente pueden atestiguar sobre el poder
devastador de la naturaleza. Sólo cuando se calma la tormenta, y vemos al arco
iris dibujado en el cielo postrero, podemos recién recapacitar sobre la
generosidad de la naturaleza.
En Bolivia, como nación independiente y soberana, es esencial incluir dentro de
nuestra idea de multiculturalidad, los conceptos de biodiversidad nacional y
megadivesidad regional. El indígena americano ha sido el mejor guardián de la
naturaleza por incluirla como elemento básico de su cultura y de su mística. Su
conocimiento empírico-práctico de milenios, junto a la investigación científica
de la biodiversidad realizada en las pasadas décadas, ilustra el camino a una
expresión cultural boliviana que debe ser incluida en los temas políticos y
constitucionales que hoy se manifiestan. No solo se debe cambiar la relación
social del poder económico-político entre los hombres, sino que también se debe
considerar la relación esencial del hombre con su entorno.
Después de siglos de usurpación y desperdicio colonial y neocolonial, resurge la
necesidad de que tanto Bolivia, con su delicada y rica biodiversidad, como el
subcontinente sudamericano, con su impresionante megadiversidad, se conviertan
en importantes actores mundiales en la preservación de los recursos naturales.
Bolivia puede, a través de la protección de su ambiente, promover una industria
turística permanente y lucrativa, superior al retorno limitado de los
hidrocarburos y la minería. Sudamérica, por su parte, puede convertirse en una
de las regiones más prósperas del mundo, si tan solo se lograra darle sentido a
la utilización de sus recursos en armonía y eficiencia geopolítica, económica y
ecológica.
No se trata necesariamente de unificar Sudamérica bajo una "Gran Colombia" o los
"Estados Unidos de Sudamérica" (aunque parezca ideal); más bien, se debe
conceptualizar el caudal de información cuantitativa que refleja el potencial
encerrado en este increíble subcontinente, pronunciando luego una síntesis
regional de beneficio para todas las naciones del cono sur y sus pueblos, sin
perturbación negativa del medio ambiente.
Sudamérica posee la más grande biodiversidad del planeta. Según estudios
realizados por el Jardín Botánico de Nueva York existe más diversidad de plantas
y animales en una hectárea de la Mata Atlántica colombiana que en toda Alemania.
La megadiversidad sudamericana posee un valor ecológico y económico
incalculable. La unión de los países sudamericanos para resguardar su tesoro
genético y la biodiversidad de sus territorios representa la más rica reserva
mundial de este tipo, con una influencia crucial sobre el futuro de las
políticas de los recursos naturales del planeta.
A través de los años se han formado organizaciones regionales de interés común,
sobretodo en el área económica, como ser la Comunidad Andina de Naciones (CAN)
y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Últimamente se ha conformado la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) en
Cuzco, Perú, como un bloque de integración regional con la participación de
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú,
Surinam, Uruguay, y Venezuela.
Esta organización tiene la importancia de romper con el modelo de poderes
geopolíticos regionales, y sentar la base para una verdadera unión de naciones,
basada en el modelo de la Unión Europea (UE). El proceso de integración
regional, de esta manera, cobra una nueva visión de concertar intereses
regionales, como ser proteger el medio ambiente y los derechos de sus
habitantes- sobretodo de aquellos que no han participado en el crecimiento
económico, que no tuvieron acceso a la salud y educación públicas, y que no
conformaron parte del poder político hasta ahora. ¿Cómo se puede poner en marcha
un proceso de integración tal sin recaer en los obstáculos de la inercia y la
fricción burocrática de la geopolítica concebida como una relación privilegiada
de naciones fuertes y ricas contra las débiles y pobres? Cualquier proceso de
integración regional, sea del tipo que sea, debe considerar el uso eficiente y
renovable de los recursos naturales en términos ecológicos y económicos
conjuntamente. De igual manera, para entender el efecto de impulsar la
integración regional, Bolivia debe analizar los efectos económicos y ecológicos
de cada instancia, al igual que el balance político y social resultante: como
que los ríos cruzan las fronteras.