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La Asamblea Constituyente como un espacio de concertacion
La Asamblea Constituyente está siendo acosada por varios frentes y no
termina de presentarse en forma clara y convincente.
Vezna Marinkovic
Bolpress
La Asamblea Constituyente, en la medida que se plantea como un espacio de
diálogo y concertación social, se formula también como un mecanismo de acción
comunicativa para la organización y el ejercicio del poder político en el país.
Mediante el diálogo y la concertación se prevé apostar a la transformación del
Estado justo cuando la democracia boliviana se encuentra precisamente
determinada por el fin de un ciclo histórico--el de la democracia
representativa-- y conminada a la reorganización integral de la sociedad.
Sin embargo, la Asamblea Constituyente está siendo acosada por varios frentes y
no termina de presentarse en forma clara y convincente ante la población para
jugar el rol que se le tiene asignado y, entonces, resulta peligroso enfrentar
un mecanismo, por muy democrático que éste fuera, sin la necesaria información
sobre su naturaleza, su composición, contenido y, especialmente, sobre su
mecanismo de elección que permita garantizar una mayor representación y una
mejor proyección nacional.
Si convenimos en que la Asamblea Constituyente es una instancia excepcional para
trazar la arquitectura constitucional de un nuevo modelo de Estado y de
gobernabilidad democrática, está claro que el espacio de ésta instancia
democrática no debe ser confundido con el del Parlamento que es un Órgano de
Poder del Estado establecido para desarrollar lo instituido mientras, la
Asamblea Constituyente, está pensada para desarrollar una nueva
institucionalidad, probablemente contradictoria en muchos aspectos a lo ya
instituido. Esta es una primera diferencia que lleva a precisar la necesidad de
contar, entre los asambleístas, con una composición también excepcional. Esto
quiere decir que la Asamblea Constituyente no puede estar conformada por todo el
pueblo sino probablemente por representantes expresos de ese pueblo y/o por
expertos que, en coordinación con ese pueblo y supeditados a él, cumplan el
mandato especifico de plasmar, en normas constitucionales y legales, los anhelos
de la población boliviana.
Por otro lado, el sistema electoral vigente en Bolivia esta basado en la
división del país en circunscripciones uninominales y plurinominales
departamentales para elegir tanto a diputados como a senadores pero este sistema
en los hechos no ha logrado traducir muy democráticamente la demanda ciudadana
en la medida en que, por ejemplo, en las circunscripciones plurinominales, los
ciudadanos votan por el candidato a la Presidencia y no por los candidatos a una
diputación, terminando por elegir a un partido y no a un delegado. Esta forma de
elección ha fortalecido, en la mayoría de los casos, la hegemonía de los
partidos políticos fuertes en detrimento de los mas pequeños. Por lo tanto, el
sistema electoral actual no resulta verdaderamente representativo ni muy
democrático para utilizarlo con miras hacia la Asamblea Constituyente. Será
importante, entonces, consolidar un sistema electoral—entiendo que la Corte
Nacional Electoral esta precisamente trabajando en ello—sencillo pero a la vez
lo mas incluyente posible para consolidar una Asamblea Constituyente propositiva,
deliberativa, participativa y eficaz.
Asimismo y como una forma de limpiar de malezas el camino hacia la
Constituyente, es urgente consolidar una agenda sobre el contenido sobre el cual
se desarrollaran las deliberaciones y concertaciones en este espacio democrático
hacia la construcción de un nuevo modelo de Estado y de gobernabilidad
democrática. Como última recomendación, habrá que evitar, por todos los medios,
que la Asamblea Constituyente se convierta en un nuevo "espectáculo de
participación democrática" como lo fuera el Referéndum de Mesa y habrá que
limitar, en consecuencia, el accionar de aquellos organismos internacionales
dispuestos a presionar por una Asamblea Constituyente que no represente cambios
de fondo. Estamos en un proceso de transformaciones importantes y estamos
obligados a repensar y rehacer las relaciones entre procesos económicos,
políticos y pautas culturales de manera contundente porque pareciera que ya no
hay tiempo para cometer nuevas equivocaciones.