Juan Evo Morales, presidente electo de Bolivia, se entrevistó el pasado 9 de
enero, en Pekín, con el jefe de Estado chino, Hu Jintao. No llevaba corbata ni
saco. "China", dijo el boliviano, es un "aliado político e ideológico" de su
país. Días antes comentó a dirigentes del Partido Comunista del dragón asiático,
que en su juventud leyó a Mao Tse-Tung y adquirió de él una "visión proletaria y
popular" de las transformaciones sociales.
La confesión puede llevar a pensar en Evo como un maoísta ortodoxo. Nada más
alejado de la realidad. Las influencias en su educación política son variadas y
distintas. Su cercanía con Fidel Castro y Hugo Chávez dista de ser anecdótica.
Tiene un gran respeto por Rigoberta Menchú y su lucha, por el Comité Nacional de
Viudas de Guatemala, por la obra de Fausto Reinaga y por Marcelo Quiroga Santa
Cruz. Públicamente ha declarado su admiración por el subcomandante Marcos.
Pero, más allá de libros, doctrinas o personalidades, la educación de Evo
proviene de la vida misma, de su parti-cipación en la lucha diaria. "Para mi
formación académica no hay tiempo" --ha dicho--, "y no siento que la necesito.
La mejor escuela y la mejor universidad es la vida misma, la vivencia misma: el
sufrimiento, el hambre, la miseria, las marchas, las luchas sociales, los
ampliados. No necesito una formación, seguramente un cartón, qué más".
El dirigente cocalero nació el 26 de octubre de 1959 en Isallavi, ayllu Sullka,
en la provincia Carangas de Oruro, en el seno de una familia indígena de siete
hermanos, productora de papa y criadora de llamas. Creció sin zapatos, rodeado
de alpacas. Estos animales se convirtieron en sus compañeros de sobrevivencia,
de hambre, de miseria. Son el símbolo de su vida en el altiplano.
Estudiante notable, la escasez se convirtió en su mejor colegio. "La pobreza"
--recuerda-- "es símbolo de conocimientos. La pobreza --sobre todo para los
aymaras y quichuas sometidos-- es la mejor escuela de la vida". Como tantos
otros niños de su edad trabajó la tierra, hasta que una helada destruyó la
cosecha familiar.
Al igual que miles de pequeños agricultores, Evo Morales emigró en la década de
1980 hacia tierras tropicales buscando una nueva ilusión: el cultivo de coca en
el Chapare, en el centro del país. "Una tarde" --señala-- "acabamos el apoque de
la papa con muchos peones, luego vino un viento por la noche y llegó la helada.
Al día siguiente estaba el papal quemado, negro, con un olor feo. Mi mamá
lloraba todo el día, mi papá estaba con mis tíos y allí decidieron: 'aquí jamás
vamos a progresar, jamás vamos a ser campesinos prósperos, hay que ir a buscar
tierra al oriente boliviano'".
Evo estudió y trabajó simultáneamente como ladrillero y panadero. No alcanzó,
sin embargo, a terminar la secundaria, menos aun a realizar su sueño de ser
periodista. Al finalizar el servicio militar se ganó la vida tocando la trompeta
en una banda de música. Más tarde se convirtió en recolector de hojas de coca y,
a partir de los finales de la década de los setenta, organizador sindical.
La coca, cuyas hojas se cosechan cuatro veces al año, es un arbusto ori-ginario
de América del Sur. Sus hojas se han utilizado desde hace cientos de años por
aymaras y quechuas con fines ceremoniales, recreativos y alimenticios. Su
consumo une a la comunidad, es un elemento de su identidad. Posee grandes
cualidades nutritivas y medicinales, al punto de que ha sido definida como el "supertónico
del reino vegetal". Su cultivo en las culturas indígenas tradicionales es pues
ajeno al narcotráfico. Coca no es sinónimo de cocaína.
La hoja de coca se convirtió para Evo Morales en símbolo de las luchas
sindicales y del poder político. La lucha resistencia a las campañas para su
erradicación y penalización lo enfrentó con la represión y la ingerencia
estadunidense en su patria. Un compañero suyo fue quemado por el go-bierno
acusado de ser narcotraficante. En 1997 un helicóptero de la dea ametralló a un
grupo de pequeños productores asesinando a cinco de ellos. En el 2000 intentaron
matarlo, pero la bala que le dispararon pasó rozándolo.
Organizador sindical, Evo fue nombrado en 1983 Secretario de Deportes del
Sindicato de Colonizadores en el Chapare, y posteriormente presidente de las
Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba. Fue también fundador de un partido
político, el Movimiento al Socialismo (mas), unas siglas provenientes de un
desprendimiento de la derechista Falange Socialista Boliviana, utilizadas por el
movimiento cocalero para fines electorales.
El mas está muy lejos de ser un partido de vanguardia con un programa político
acabado. Por el contrario, se trata de una herramienta política que distintos
movimientos sociales forjaron para impulsar sus demandas más sentidas. De una
fuerza que busca incidir en la transformación descolonizadora (en palabras del
próximo vicepresidente Alvaro García) de un Estado racista y excluyente en un
país con una población mayoritariamente indígena. El nombre con el que
originalmente fue bautizado en 1995, durante un congreso nacional de las
confederaciones campesinas del país, Instrumento Por la Soberanía de los Pueblos
(ipsp), da cuenta de esta concepción inicial.
Elegido como parlamentario en 1998 dona el 80 por ciento de su salario a sus
compañeros enfermos o necesitados. En enero de 2002, Evo fue expulsado del
Parlamento por encabezar protestas contra la erradicación del cultivo de la
coca. Sin embargo, ese mismo año retornó a la representación parlamentaria con
más fuerza cuando el mas ganó la quinta parte del Congreso.
El triunfo presidencial de Evo Morales se produce después de una larga e intensa
lucha social que transformó la correlación de fuerzas en Bolivia y forjó una
multitud de nuevos actores políticos. Los movimientos contra la privatización
del agua, la Guerra del Gas y la exigencia de nacionalizar los hidrocarburos, la
convocatoria a una asamblea constituyente y la renuncia forzada de dos
presidentes, cambiaron el mapa político de la sociedad boliviana y crearon las
condiciones para la victoria de Morales y su partido. Su éxito no fue producto
de la "normalidad democrática" sino de un estado general de rebelión de amplios
sectores de la población. El resultado no fue el fruto de la acción
parlamentaria de una sociedad altamente organizada sino de la emergencia de una
coalición popular en un entorno de desintegración social.
La llegada al gobierno de Evo Morales estuvo acompañada de un intenso debate en
la izquierda latinoamericana sobre el margen de acción de la nueva
administración, la relación que construirá con los movimientos sociales y la
forma en la que enfrentará los grandes problemas nacionales. La legalización de
la coca, la naciona-lización de los hidrocarburos, el llamado a una asamblea
constituyente, la relación con Estados Unidos y con el Mercosur son desafíos muy
grandes. Hay quien ve en Evo un nuevo Lula y hay quien está seguro que será un
nuevo Chávez. La moneda está en el aire, pero es innegable que un cierto aire de
optimismo circula en los círculos progresistas.