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Triunfo del MAS en Bolivia: la oportunidad para cambiar el modelo neoliberal
Francisco Pérez Esteban
Mundo Obrero
Evo Morales será el próximo 22 de enero presidente de Bolivia, y al serlo el
Movimiento Al Socialismo (MAS) habrá llevado a la presidencia, 500 años después
de la conquista de América, al primer indígena aymara apoyado en sus comunidades
y enarbolando las causas del movimiento indígena en un país donde el 65% de sus
9 millones de habitantes lo son. Una mayoría histórica de bolivianos espera con
esta victoria impulsar una revolución política, social y económica necesaria
durante siglos. Ahora el pueblo espera que un gobierno engendrado por el pueblo
gobierne en beneficio de la mayoría. Esto es lo que Morales planteaba en estas
elecciones: trasladar el poder social de las movilizaciones populares a la
política.
Desde el regreso de la democracia en 1982, tras durísimas dictaduras militares,
los presidentes pertenecían a la oligarquía blanca nacional y mostraban un
absoluto desprecio por los indígenas y por la injusticia social. A las órdenes
de la embajada de los EEUU y al servicio de las transnacionales del petróleo y
el gas, no eran más que lacayos al servicio de intereses políticos, económicos y
militares extranjeros. Y sus gobiernos neoliberales y corruptos, entregaban los
bienes y recursos a las transnacionales en contra del pueblo y de la soberanía
nacional. Su gestión trajo tan solo más pobreza, más violación de derechos
humanos, más discriminación indígena, más explotación económica y exclusión
social.
El contundente triunfo electoral de Evo Morales y el MAS ha supuesto el 54% de
los votos frente al 29% de Jorge Tuto Quiroga (del derechista PODEMOS) que
obtiene 44 diputados frente a los 64 del MAS. Por primera vez la izquierda gana
en Bolivia con mayoría absoluta y sin requerirse una segunda vuelta. Evo Morales
ha conseguido aglutinar una mayoría de indígenas, mestizos, clases medias e
intelectuales y puede gozar de la estabilidad suficiente en un país siempre
convulso.
Llega así la hora de la esperanza de cambios para Bolivia, el país más pobre de
Sudamérica (75% de la población bajo el umbral de pobreza). El MAS llega al
gobierno para acabar con 20 años de políticas neoliberales que han dejado al
débil estado en la corrupción, privatizado las empresas públicas más rentables,
y trabajado para que las multinacionales del petróleo, del gas y de la minería,
se lo lleven calentito cada vez con más facilidades, dándose un escandaloso
festín en un país de hambrientos.
Evo y el MAS, que junto a otros movimientos sociales, encabezaron las
movilizaciones populares masivas que en dos años obligaron a renunciar a Gonzalo
Sánchez de Lozada (octubre de 2003) y a Carlos Mesa (junio de 2005), se han
planteado el objetivo de cambiar el modelo económico neoliberal y retomar desde
el estado el control de la política y la actividad económica, especialmente en
los hidrocarburos, la minería y el latifundio. La decisión de nacionalizar los
recursos naturales recomprando lo que era del estado y subir los impuestos de
las regalías petroleras para que sea el gobierno el que decida cual es la
ganancia de las mismas y cual la del pueblo boliviano, es imprescindible en un
país donde los ricos nunca han pagado impuestos (no han existido nunca políticas
fiscales, y menos progresivas), para poder financiar después con esos ingresos
los proyectos sociales (educación, salud, transporte, empleo...). El estado
boliviano necesita especialmente el control sobre las reservas de gas, que
rondan los 50 billones de pies cúbicos, y más en un momento de crisis energética
mundial, para poder realizar las inversiones sociales que promete desde la
izquierda.
El nuevo gobierno del MAS sabe que si nacionaliza y plantea la expropiación, eso
supondrá un conflicto con las multinacionales y un coste de 5.000 millones de
dólares de indemnizaciones, y probablemente ser denunciados ante los tribunales
internacionales de arbitraje por las multinacionales.
Y es un país muy pobre, apenas con 8.000 millones de dólares de PIB y 5.000
millones de deuda externa. La operación es difícil, pero hay que hacerla, y la
ventaja del MAS es la situación de ilegalidad de los 74 contratos de las
petroleras (Repsol, Petrobras, Brithis Gas, Exxon, etc), quienes sabiendo que la
Constitución boliviana obligaba a estos contratos a ser autorizados y aprobados
por el Congreso, ninguno lo está, pues los gobiernos neoliberales les
permitieron el expolio incluso incumpliendo la legalidad, les permitieron
incluso el tráfico ilegal de gas, petróleo y combustible, o la falsificación de
balances, o el pago mínimo y ridículo de regalías.
Entre los objetivos de Evo figuran ambiciosos intentos de transformar el país:
una reforma agraria que elimine los latifundios improductivos y reparta las
tierras a los desheredados; la nacionalización de los hidrocarburos y la
industrialización del gas; la revalorización de los derechos, la lengua y las
culturas indígenas; una Asamblea Constituyente para junio de 2006 para "refundar
el país"; una Ley Tijera, de la austeridad estatal; una Ley Anticorrupción; e
incluso la persecución del narcotráfico y la cocaína a la vez que se potencia y
revaloriza la investigación de la coca en sus aplicaciones médicas o de otro
tipo. El MAS se plantea en definitiva también una nueva distribución de la
riqueza, en un país donde 2 millones y medio de campesinos tienen como principal
instrumento de trabajo todavía el arado egipcio, de 3.000 años atrás.
Tendrá en contra a la oligarquía boliviana, especialmente a la santacruceña, a
las multinacionales y su inmenso poder, a Washington (que encontrará un nuevo
obstáculo en el MAS para su ALCA), pero de su parte al pueblo boliviano, que le
ha entregado un respaldo democrático inmenso para enfrentar a estos poderes y
para intentar como dice Evo, "el inicio de una nueva historia donde se buscará
igualdad, y paz con justicia social". Ahí nos tendréis para apoyaros compañeros,
enhorabuena compañeros del MAS, enhorabuena compañero presidente Evo Morales.
Sois la esperanza del pueblo boliviano.